En 105 días, River vivió dos de las principales desilusiones del exitoso ciclo de Marcelo Gallardo: la caída en la final de la Copa Libertadores ante Flamengo, en la que iba ganando 1-0 a tres minutos del final, y el flamante subcampeonato en la Superliga, con Boca quitándole el título de arremetida al aprovechar los empates consecutivos que cedió ante Defensa y Justicia y Atlético Tucumán. El otro golpe que podría ubicarse en una altura parecida fue la eliminación ante Lanús en las semifinales de la Libertadores 2017 luego de estar tres goles arriba en la serie.
Los rostros apesadumbrados de los futbolistas y los ojos vidriosos de jugadores como Lucas Martínez Quarta, Gonzalo Montiel y Rafael Borré contrastaron con la entereza que mostró Gallardo al hablar en conferencia de prensa en Tucumán, con el 1-1 de River que Boca supo aprovechar con su triunfo 1-0 ante Gimnasia clavado como una daga.
Consciente de que el fútbol ofrece más momentos magros que gratos, Gallardo sabe que lo espera un desafío complejo: levantar anímicamente a un plantel que sufrió dos porrazos fuertes en poco más de tres meses y que tiene por delante un objetivo que no parece sencillo: avanzar a los octavos de final de la Libertadores en un grupo en el que ya comenzó perdiendo ante Liga de Quito y en el que deberá ir a la temible altura de Juliaca (3825 metros) para enfrentar a Binacional de Perú y a un brasileño poderoso como San Pablo.
Con el lastre a cuestas del título que se le escapó nada menos que ante Boca, River ya deberá volver a poner la cara este miércoles, ante Binacional y en un Monumental a puertas cerradas porque entre una sanción de la Conmebol y otra del TAS, jugará sus partidos de la fase de grupos sin su público.
El Monumental desolado será para River algo así como una cruel metáfora de este presente envuelto en tristeza. A diferencia de lo ocurrido luego de otros golpes, el equipo no tiene a la vista ningún desafío relevante en el corto plazo. En todo caso, la final de la Supercopa Argentina ante Racing, que bien podría considerarse un antídoto contra la reciente frustración, todavía no tiene fecha ni sede, y lo más probable es que se dispute no antes del mes de mayo.
Después de un durísimo 0-5 ante Boca en un amistoso de verano en Mendoza, River ganó de inmediato la Recopa Sudamericana 2015 frente a San Lorenzo. Tras la ya mencionada derrota copera frente a Lanús, se quedó al mes siguiente con la Copa Argentina 2017 tras vencer a Atlético Tucumán. Y a la enorme desilusión que vivió ante Flamengo, en Lima , le siguió la obtención de otra Copa Argentina, ante Central Córdoba de Santiago del Estero el año pasado.
Ahora, en cambio, los desafíos que le esperan son Binacional el miércoles en el Monumental y Atlético Tucumán el próximo sábado, también en Núñez por la fecha inaugural de la Copa de la Superliga. Esta competencia tampoco pinta demasiado fértil para River, que le dará prioridad a la Libertadores y seguramente afrontará más de un partido del nuevo certamen local con una formación alternativa.
En un escenario que parecía presagiar una coronación en Tucumán, Gallardo dio señales en los últimos días de que continuará más allá de junio, luego de haber dicho en diciembre que a mitad de año evaluará si sigue al frente del equipo. Solo él sabe en qué medida puede llegar a alterar sus días un desencanto como el actual.
Por ahora, lo único concreto es que a su River se le escurrió de las manos la posibilidad de ganar la primera Superliga en el ciclo del “Muñeco”, a quien el campeonato local se le volvió un pequeño estigma. Hay otra certeza: ese empate con sabor a derrota en Tucumán tiene sumido al plantel en una profunda decepción.
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