Hay algunos detalles en la vida de Diego Armando Maradona que le dieron el marco de espectacularidad ideal para el tamaño de su talento. Aquella noche del 10 de abril de 1981 tuvo todos los condimentos para quedar en las páginas doradas de su historia. El campo de juego de la Bombonera resistía una tormenta incesante en una nueva edición del clásico Boca-River. Algo hizo olfatear que aquel no iba a ser un gol más. Cuando recibió dentro del área y con una belleza estética indiscutible controló el balón en el aire con su pierna izquierda, la figura del Diez se iluminó por los continuos relámpagos que escupieron los camarógrafos con sus flashes. Ubaldo Matildo Fillol se arrodilló y Diego hizo una gambeta corta con su pierna izquierda. El Pato quedó reducido a un manojo humano a sus espaldas. Alberto Tarantini se apresuró para cubrir el arco vacío, Diego lo engañó con un gesto y su esfuerzo sólo le sirvió para ser protagonista principal de la foto, revolcado y vulnerable. Faltaba algo más: el Tano Forte lo persiguió con su cámara rumbo al córner para tener la foto del festejo, pero el fogonazo del lente pareció rebotar en el cuerpo endiosado del futbolista y generó su caída al suelo. Maradona acababa de realizar su obra maestra con la camiseta de Boca, y apenas tenía 20 años.
“El viernes 10 de abril, una noche que llovía como si fuera la última vez, jugué mi primer clásico contra River, en La Bombonera. Si lo hubiera soñado, no habría sido mejor… Mi viejo estaba en la platea, en el sector E, y yo pensaba en él a medida que los minutos pasaban y las cosas se daban como una fiesta. Antes de ése, el viejo había visto un solo clásico en toda su vida: una derrota de Boca en el Monumental que él siguió, apretado y triste, desde la popular de Boca”, fue el relato que hizo Maradona sobre aquel tanto –al que llegó a elegir como uno de los diez favoritos de su carrera– en el libro más interesante sobre su carrera Yo Soy el Diego de la Gente editado en el 2000 bajo la pluma de Ernesto Cherquis Bialo y Daniel Arcucci.
Aquel fue el 6° partido con la camiseta de Boca de los 71 que llegó a completar entre sus dos procesos allí. Aquel fue el gol más emblemático que hizo con la camiseta del club de sus amores y uno de los mejores de su excelente trayectoria: “A mí siempre me gustó echarme las responsabilidades al hombro, y aquella vez sentí que lo estaba haciendo con los mejores resultados. Por varias razones tenía un enorme deseo de ganar aquel partido. Primero, por mi familia, hinchas de Boca de alma. Después, por la gente y por mis compañeros: se había estado hablando de la paternidad de River y yo había aportado bastante poco hasta allí… Así que me sentía feliz, feliz como se puede sentir quien hace un gol como el que le metí al Pato Fillol. De ése, de ese no me olvido más. Fue el primero para mí en un superclásico. Córdoba hizo una jugada fenomenal. Cuando vi que se iba en diagonal me mandé al segundo palo. Me llegó el centro, la bajé con la zurda, y casi le pego sobre la salida de Fillol. Pero corté para adentro y lo dejé al Pato arrastrándose… Me iba a meter con pelota y todo adentro del arco cuando vi que venía cerrando Tarantini. Me decidí a apurar el remate, porque el Conejo era una fiera en los cierres. Entró justo, bien cerca del palo… Ahí sentí realmente el clima de la tribuna, lo que no había notado tanto al entrar a la cancha. Era una locura, era… ¡la felicidad! Brindisi había hecho otros dos goles, antes, y terminamos 3 a 0”.
Aquella escena se completó con la inmortal caída del fotógrafo de Editorial Atlántida Eduardo Forte, quien murió en 2015. El relato sobre el gol que salió publicado en el libro autobiográfico recuerda el post de aquella epopeya: “Después fuimos a comer a Los Años Locos, unos clásicos churrascos con papas pay, vino San Felipe blanco, como a mí me gustaba y… autógrafos. Autógrafos por acá, autógrafos por allá… y yo en una nube. Me sentía el hombre más feliz del mundo. Parecía que con eso bastaba, que ya tocábamos el cielo con las manos"”.
A pesar de haberlo tenido como la víctima de ese gol, Maradona guardó por el resto de su vida un respeto casi reverencial hacia Fillol, a quien definió como “el mejor aquero que vi en mi vida”. “Me llena de emoción. Tuve la suerte de tenerlo como compañero y tuve la desgracia de sufrirlo como rival", comentaría Fillol años después sobre tamaño elogio.
La presencia de Diego en Boca en los albores de los 80 fue escueta y poderosa, con el título del Metropolitano 81 incluido. Llegar al Xeneize no fue una tarea sencilla. El poder político y económico de River para esa época competía contra la famélica economía de Boca. Maradona ya era toda una celebridad incluso desde antes de debutar en Argentinos Juniors y en 1981, con el título juvenil sobre sus hombros y el Mundial 82 a la vuelta de la esquina, era la gema más deseada del planeta. El Millonario parecía su destino inexorable, pero Diego hizo una jugada magistral, una de sus primeras acciones galácticas fuera del campo.
Según recuerda en el libro mencionado, el presidente Aragón Cabrera intentó llevárselo para Núñez y le hizo una oferta por intermedio de su agente, Jorge Cysterpiller. La primera traba que puso fue la de pedir ganar como el jugador mejor pago del club: “Ojalá que el Pato gane una cifra exagerada, cualquier guita. Era muy interesante la oferta de River, pero ¿qué pasaba? En mi casa el corazón estaba con Boca”.
“Jorge había averiguado cuánto ganaba Fillol y era un buen paquete, pero yo ya no quería saber nada. Además, si al plantel que ya tenía River me sumaba yo, se terminaba el fútbol, porque era un equipo monstruoso, nadie nos hubiera podido mojar la oreja. En ese momento, River tenía a Passarella, a Gallego, a Merlo, a Alonso, a Jota Jota López”, relató.
Allí entró en escena el periodista Francisco Franconieri, que por entonces se desempeñaba en la redacción del diario Crónica. “Estaba el rumor de su transferencia a River y me pidieron que lo llame. Maradona estaba en Corrientes pescando dorados con el padre. Desde la redacción pedí con un conmutador que me comuniquen con un Diario de Corrientes capital. Me dijeron que él no estaba allí, que estaba en la ciudad La Esquina. Me dieron el número de una vecina y justo me dijo “Diego va a venir a comer a la noche acá”. Así que lo llamé a la noche”, recordó la escena en diálogo con Infobae.
Así rememoró el propio Diez aquel diálogo en su biografía: “Bueno, la cosa es que estábamos en pleno tira y afloje, cuando me llamó Franconieri, un periodista de Crónica: Hola, Diego, ¿así que ya está hecho lo de River? Yo lo cacé al vuelo, me quería sacar de mentira verdad, así que lo dejé hablar un poco y enseguida me jugué: “No, no voy a firmar porque me llamó Boca”. Se me ocurrió en el momento, no sé, fue una inspiración, una idea de esas que aparecen de vez en cuando. A él le venía fenómeno la noticia que no existía y picó. A la tarde, apareció Crónica con un título así de grande: “Maradona a Boca”. Ya estaba la operación en marcha, sólo faltaba una cosa: que picaran los dirigentes de Boca… Y los dirigentes de Boca picaron. Me preguntaron si era cierto que tenía ganas de ir al club o era sólo para presionar a River”.
Franconieri completó la escena: “Yo le dije ¿qué vas a hacer boludo? ¿vas a firmar para River? Ni en pedo, la Tota me mata, me respondió. Pero mirá que lo pongo en el diario, le advertí. Ponelo, ponelo. La tapa de Crónica fue “Maradona a Boca”. Al otro día fui a hablar con los dirigentes de Boca, les pregunté qué iban a hacer y me respondieron lo vamos a comprar. ¡Boca no puso un peso! Vino un catalán (Minella), lo compró Barcelona y se lo dejó a Boca a préstamo por un año”. El Diego recordó que Argentinos le había pedido 13 millones de dólares a River: “Sabían que se los podía sacar, pero ¿a Boca? Nada”.
La información que emite hoy Franconieri fue reconocida en su libro por Maradona: “Sabía que, haciendo un buen campeonato en Boca, tenía al Barcelona ahí… El Barcelona ya había puesto la plata, prácticamente. Yo no pasé directamente desde Argentinos por esas cosas de la vida, porque los catalanes eran tan poderosos que compraban todo, como ahora”. El resto, fue historia conocida.
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