El método que revoluciona la NBA: cómo dejó de ser un juego enfocado en los más altos

Conocé qué es el small ball, el estilo de moda que los Houston Rockets llevan hoy a un nivel extremo, sin jugadores de más de 2 metros de altura y que está cambiando la historia del deporte

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James Harden, parte principal de
James Harden, parte principal de la nueva forma de juego que construyó D'Antoni en los Rockets (Credit: Darren Yamashita-USA TODAY Sports)

“Yo tenía entendido que el básquet era un deporte de gente alta, que cuánto más alta mejor, ¿o no? ¿Cómo puede ser que ahora se prefiera a los jugadores más bajos? ¿Me podés explicar esto?”.

La inquietud llega en una mesa de amigos y, como claramente no le falta razón, rápidamente se transforma en el disparador de esta nota. Hace varios años que el básquet empezó una transformación muy grande que, en los últimos tiempos, directamente se ha convertido en una revolución. Aquellas torres (de 2m15/2m20) ya no son buscadas como agua en el desierto. Al revés, están en desuso. Hoy no conviene ser tan alto, aunque suene contradictorio. Es preferible medir menos y ser más versátil, hacer más cosas, sobre todo tirar mejor al aro. Un proceso que ha cambiado radicalmente el juego. Hoy uno observa un partido de básquet y no tiene nada que ver con lo que veía hace 20 años. Prácticamente ha muerto el juego de media distancia, casi no se ven pases interiores y el juego de poste bajo ya casi no existe. Muchas veces en la actualidad observamos cinco jugadores abiertos, cada vez más bajos, buscando un tiro de tres puntos, a veces sin importar la distancia ni la forma... Una tendencia que, en el último mes, se agigantó con la decisión de los Rockets de prescindir de su mejor pivote (Clint Capela) y empezar a jugar con cinco jugadores de 2 metros o menos. Algo que no pasaba hace casi 50 años. El small ball, como le dicen en Estados Unidos, llevado a la máxima expresión. ¿Es mejor o peor? Lo seguro que es distinto. Muy distinto. Y en este artículo desgranaremos pasado, presente, argumentos y protagonistas de una moda que, parece, llegó para quedarse.

Para encontrar la génesis del small ball hay que empezar con el famoso estilo de correr y rirar (Run & Gun). En los años 60, la NBA rozaba el promedio de 115 puntos por juego y los Celtics, que tanto ganaron (11 títulos en 1957 y 1969), fueron uno de los sus emblemas. También los Lakers de Magic Johnson con su Showtime en los 80. Ambos corrían siempre que podían, pero a diferencia de lo que pasa hoy, ninguno despreciaba la talla. Ambos tenían Bill Russell y Kareem Abdul-Jabbar, torres que eran anchos defensivos que permitían iniciar los ataques rápidos. Hubo otros casos más radicales, como los Nuggets de Doug Moe, un entrenador que mamó el sistema (llamado freelance o laissez faire) que daba mucha libertad a los jugadores y buscaba que el equipo lanzara rápido para no permitir que las defensas se plantaran o supieran predecir el ataque rival. Denver jugaba a muchas posesiones y se apoyaba en la anotación. Durante 9 temporadas aquel Denver que tenía perimetrales anotadores como Alex English, Michael Adams, Calvin Nutt y Lafayette Lever bajó una sola vez de los 115 puntos por partido y fue top 5 en tantos, triples, tiros de campo y asistencias. Y, lo más importante, resultó un sistema exitoso. Nueve años seguidos en playoffs y una final de conferencia (1985). Pero, lo más importante, fue el nacimiento de un estilo, entre 1980 a 1990, que después tuvo continuadores. Como el coach Paul Westhead, primero en la Universidad de Loyola Marymount en la NCAA y luego también en los Nuggets, luego de la partida de Moe. Denver promedió 120 puntos por juego (incluso metió 107 en una primera mitad, todavía hoy récord histórico), pero recibió casi 131, ganando apenas 44 de 164 partidos en dos años.

Otro caso se vio en esa época, en Oakland, con los Warriors y Don Nelson, otro técnico innovador y arriesgado. Llegó en 1988 a un equipo que había ganado apenas 20 partidos (de 82), pero que tenía a un excelso tirador como Chris Mullin. Al otro año sumó a un escolta de elite como Mitch Richmond y entró a playoffs. Y en 1989, también vía draft, se quedó con el elemento que le faltaba (Tim Hardaway, el base) para formar uno de los mejores perímetros de la historia. Así desarrolló un estilo de juego que buscaba, con velocidad, muchas posesiones y tiros al aro, darles oportunidades de anotar a tres goleadores puros. Fueron apenas dos temporadas las que compartieron equipo, suficientes para revolucionar la competencia. Mullin (promedió 25.4 entre esas dos), Richmond (23) y Hardaway (19) formaron un tridente devastador que se ganó el apodo de Run TMC por las primeras letras de los nombres, que eran iguales que un famoso grupo de rap. Un trío que, además, era apoyado por un sistema y otras piezas de rol, todas perimetrales (Marciulonis, Terry Teagle y Mario Elie), amaba en Run & Gun. Hasta Manute Bol, el jugador más alto de la historia (2m31), lanzaba de 3 en ese equipo…

Aquella semilla sembrada en los 80 y 90 la tomó, una década después, Mike D’Antoni, quizás a esta altura el técnico más disruptivo de la historia. Hablamos de un jugador que se formó en Italia (el mejor de la historia del Olimpia Milano), donde empezó a dirigir luego de retirarse tras ganar 11 títulos en 13 años. En Italia fue coach durante siete años (ganó cuatro títulos entre el 90 y 97) hasta que volvió a su país para iniciar su carrera en la NBA, primero como directivo (97-00) y luego ya como DT. Fue, en realidad, en Phoenix cuando empezó a mostrarse como un coach que apostaba a otra cosa... Y allí, entre 2002 y 2008, pergeñó un estilo de juego que cautivó a propios y extraños, similar al Run TMC. En este caso fueron los Suns del SSOL (Seven seconds or less) los que revolucionaron la NBA a partir de 2004, cuando un tal Steve Nash llegó a la franquicia desde Dallas y D’Antoni encontró al líder ideal para desarrollar una forma de juego tan “salvaje” como la de Nelson, pero en otra NBA, en la cual ya importaba mucho más la defensa. Phoenix volaba en la cancha y tiraba rápido, antes de los siete segundos (el límite es 24), sobre todo de tres (lograron un récord de 796 en una temporada, con el 39% de eficacia). Parecía casi una locura en esa época, pero a la luz de los ojos no lo fue. Ocurre que Nash, un virtuoso con la pelota, era capaz de pasar o tirar con la misma facilidad. El motor justo para un ritmo frenético donde la pelota no paraba… El equipo tomaba el rebote, la pelota iba al canadiense, los otros cuatro jugadores salían despedidos hacia el otro aro y el tiro debía ser rápido, abierto, antes que la defensa se estableciera. “Prefiero un tiro abierto a los cinco segundos que uno marcado a los 22”, dijo alguna vez Sergio Hernández, tomando parte del libreto de D’Antoni. Mike no sólo les dio todas las libertades a sus muchachos: los empujó y convenció que era la única forma de competir con los mejores del momento, sobre todo los Spurs y Lakers, equipos dominantes de esos años con estrellas bajo el aro como Tim Duncan y Shaquille O’Neal.

Mike D'Antoni, el artífice de
Mike D'Antoni, el artífice de una nueva forma de juego que se instaló en la NBA (Credit: Darren Yamashita-USA TODAY Sports)

Ese Phoenix, con un estilo desenfadado, revitalizó la NBA y se convirtió en un equipo hermoso para ver, por su velocidad, cantidad de bases y una copiosa anotación apoyada en el tiro lejano. En la primera temporada, por caso, fue el equipo goleador, con 110.4, siete puntos más que su escolta. Y entre 2004 y 2007 casi duplicó el número triples que había tirado en la campaña previa a la llegada de Nash. Un equipo livianito, repleto de tiradores y jugadores atléticos (Shawn Marion, Quentin Richardson, Leandrinho, Raja Bell), que abría la cancha para las penetraciones de Steve y la capacidad atlética y recursos anotadores de Amare Stoudamire. Nash resultó el MVP de dos temporadas seguidas (04/05 y 05/06), con el equipo logrando el mejor récord (60-22) en la primera y el tercero (54-28) en la segunda. En ambas se quedaron cortos, porque primero SAS y luego Dallas los detuvo en la final del Oeste. El sistema siguiendo teniendo gran éxito en fase regular, pero siempre fracasó en playoffs. En la 06/07 tuvo el segundo mejor récord (61-21) y en la siguiente fue 55-27 (6° en el Oeste), pero ambas veces se cruzó con su némesis, los Spurs de Manu, Duncan y Parker, que le tomaron la mano a ese estilo y lo eliminaron en semi primero y en primera ronda después. La falta de defensa y hasta de oficio (moría con las botas puestas, nunca cambiaba su estilo) fueron las grandes críticas a un estilo que siguió en pie hasta que D’Antoni se fue en 2008. Aquella fue otra piedra fundacional del small ball. Incluso, en los playoffs del 2006, por la lesión de Amare, D’Antoni eligió salir con Boris Diaw como pivote titular. Un gordito talentoso y gran pasador, pero nada atlético que medía 2m03, poco para una época aún dominada interiormente por torres de 2m13/2m16.

Allí encontramos un nuevo eslabón de esta cadena de evolución (para algunos, involución), con aquel sistema de D’Antoni que luego el coach no pudo replicar en sus sendos fracasos en los Knicks (08-12) y Lakers (12-14). Para buscar el siguiente mojón hay que avanzar hasta el 2014. Y anclarnos en otro técnico novedoso, agresivo, revolucionario… Hablamos de Steve Kerr, quien tomó a unos Warriors que venían subiendo, pero nadie podía presagiar lo que vendría después: la fundación de una nueva era NBA, un dominio que incluyó la friolera del 78.5 % de triunfos (322-88), tres títulos (2015, 2017 y 2018) y dos finales más. Todo en cinco temporadas. Nunca bajó de una final ni de 57 triunfos (en 82 partidos), incluyendo la campaña de las 73 victorias, superando el récord de los míticos Bulls de Jordan. Pero lo valioso, además del reinado, es cómo lo hicieron estos Guerreros. Kerr dispuso un Run & Gun moderno. A diferencia de las versiones del pasado, Steve usó jugadores más bajos y puso un mucho mayor énfasis en lo defensivo. De hecho, el sello del equipo estaba ahí, con un quinteto pequeño llamado la Alineación de la Muerte que, lleno de intensidad, velocidad y puntería, apabulló rivales en un costado y los mató en el otro. La Death Lineup estaba formada por Steph Curry, Klay Thompson, Andre Iguodala, Harrison Barnes (luego Kevin Durant) y Draymond Green. Lo novedoso, más allá de la devastadora puntería de los Splash Brothers (Steph y Klay), era la presencia de Green, la llave del esquema, un ala pivote de 1m99 capaz de defender desde un base hasta un pivote, con un deseo, carácter, intensidad y capacidad de pase que le daban otra dimensión al equipo.

A la sombra de ese equipazo que marcó una época histórica se formó la nueva versión del small ball. Sus dueños, los Rockets de Daryl Morey y D’Antoni, quien volvió a la escena para radicalizar aún más esta fórmula. El general manager fue su arquitecto y el DT, el brazo ejecutor a partir del 2016. Morey dio rienda suelta a un sistema basado en la matemática, un modelo donde la estadística (avanzada) determinó una filosofía de juego (y no al revés). Una mente brillante obsesionada por los números que probó que había varios de ellos que reflejaban que existían tiros que eran más productivos que otros. ¿Cuáles son? Los debajo del aro, los libres y los triples. Morey probó que un tiro a un metro del aro se anota con una eficacia del 63% y produce un promedio de 1.25 punto por lanzamiento. Entre un metro y tres, 48.3 y 1,25. Entre 3 y 5, 40% y apenas 0.80. Y entre 5 y la línea de tres, de 33.9% y sólo 0.78. Luego de la línea de tres, un 35% y sube a 1,05. Esto significa que es mejor un regular tirador de tres que uno excelente de media distancia. Por eso Morey desterró ese lanzamiento de su sistema. Un eseuqma que testeó en el equipo filial de los Rockets (Río Grande Valley Vipers) y, cuando se concretó el fracaso de la apuesta por la dupla James Harden-Dwight Howard, al fin pudo dar rienda suelta a su esencia y a la inédita fórmula que había amasado en silencio...

Cómo cambió la cantidad de
Cómo cambió la cantidad de tiros de tres puntos que se toman ahora en la NBA a comparación de los que se ejecutaban a principios del 2000

Para eso eligió a D’Antoni, sabiendo que el DT podía volver a reeditar lo hecho en Phoenix, con una pieza ideal como Harden, quien podía ser un Nash moderno a partir de su talento sin igual. La Barba es un generador de juego devastador, un jugador con una combinación de recursos ofensivos inéditos y, sobre todo, con una mentalidad y determinación para ser el reflejo en cancha del pensamiento de Morey. Al sistema se lo conoció como Morey Ball, un juego de palabra con su apellido y el Money Ball de Billy Beane, el sistema estadístico de los Oakland Athletics (98-13) que cambió el béisbol. Morey entendió que la clave era tomar muchos más tiros de tres, pero generando primero el suficiente movimiento y los espacios para hacerlo con buenos porcentajes y así darle sentido a la nueva receta. Los Rockets de D’Antoni, entonces, desplegaron un juego bien abierto, de muchas posesiones, con alineaciones repletas de tiradores versátiles y jugadores rápidos, cada vez menos altura y muchísimo volumen de triples. Así batieron cada año el récord de tiros de tres lanzados y nunca bajaron de los 3300 intentos (40 de promedio por juego, sin bajar ni subir del 35/36%). En la anterior, por caso, fueron 3721, 1200 más que en la fase regular previa a que llegara el nuevo coach…

El nuevo estilo se popularizó y convirtió en moda. Por eso, en los últimos cuatro años, uno de cada tres lanzamientos son triples (35%) en la NBA. En las tres primeras temporadas de la línea de tres, instaurada en 1979, esos lanzamientos representaban apenas el 2.6% de los tiros al aro. Menudo cambio, ¿no? Hace poco más de un año, el 31 de marzo del 2019, hubo un partido entre los Hawks y los Bucks con 116 triples lanzados. Un nuevo récord histórico de un tiro que en la 09/10 llegaron a 44.622 y en la 18/19 treparon a 78.742. A tal punto llega la tendencia que hay equipos, como los Mavs, que empezaron a entrenar con una línea de 4 puntos dibujada en el parqué. Así practican no sólo los tiros más lejanos, sino también cómo comenzar los movimientos cada vez más lejos del aro, algo que un “marciano” como Steph Curry (el jugador que más modificó últimamente la forma en que se juega hoy en día) puso sobre el tapete al empezar a lanzar (y meter) tiros desde 9 o 10 metros casi como si fueran bandejas. Tiradores como él (o Damian Lillard, por caso) obligan a empezar a defender (y jugar) mucho más adelante. Está claro que un nuevo básquet ha nacido, con defensores y detractores. En esta última lista anoten a Gregg Popovich. “El juego interior está muerto. Ahora debés tener grandes que puedan jugar como pequeños. Hoy se le da mucha importancia al tiro de tres porque son analíticamente correctos. Cuando se ven las estadísticas lo primero que se busca son los triples. Si anotás de tres y el otro equipo no, ganás. No se miran los rebotes, las pérdidas, ni las transiciones ofensivas. Ni siquiera importan. Ese es el impacto que ha desarrollado el triple. No hay más básquet, no hay más belleza en el juego. Es muy aburrido. Pero es lo que es y tenés que trabajar con eso”, opinó a quien le costó bastante apostar a jugadores más atléticos (y quizá menos cerebrales) y eso lo ha pagado en los últimos años.

Pero, claro, la NBA no espera. Una competencia que vive reinventándose para seguir siendo la organización N° 1 en el mundo. Y el juego no es una isla. El small ball es su revolución más impactante, quizá de la historia. Un sistema que consiste básicamente en un juego veloz y abierto, en el que todos los jugadores intercambian posiciones y cumplen distintas funciones. Por eso la polifuncionalidad y la versatilidad son las virtudes de moda. Antes, si te preguntaban sobre las cinco posiciones, uno podía encontrar prototipos. Ejemplo: el base es el más bajito del equipo, habitualmente mide entre 1m85 y 1m95, lleva la pelota, ordena y hasta puede anotar. Eso ya no existe más. Los límites entre posiciones son borrosos o directamente no existen. No hay casi diferencias entre base y escolta, menos entre escolta y alero, o entre alero y ala pivote. O entre ala pivote y centro. Hay aleros que juegan de base o de pivote. O ala pivotes que defienden a un base. El juego interior, como era entendido, desapareció. Y con eso las torres que se la pasaban cerca del aro para definir con tiros cortos o tomar rebotes. Ya no existen los cinco puros. Hoy se necesitaban otro tipo de jugadores para desarrollar el small ball, un juego no habitual que se basa en seis pilares.

-Verticalidad y movilidad: la pelota va siempre hacia adelante. Lo más rápido posible. Por eso se necesita jugadores que, al vértigo, le agreguen el abc del manejo y el tiro. Hoy es clave decidir a máxima velocidad.

-Alto ritmo de juego: hoy es correr, correr y correr. Es la llave. Jugar rápido y a muchas posesiones, para no permitir que las defensas se establezcan.

-Contraataque: es el punto fuerte del estilo. Salir de contra, con todos los jugadores, tras rebote y/o robo, e incluso tras conversión rival.

-Anotación exterior: El tiro de tres es la principal arma y el gran porcentaje de los puntos vienen desde allí. Todos los jugadores deben poder anotar ese tiro y tomarlo cuando están abiertos, sin dudar, y con poco tiempo.

-No hay referencias interiores: Sin cabida para el ala pivote y el centro que juegan de espaldas al aro, todos deben hacerlo de frente y sólo pasan en tránsito por esa zona pintada. Casi no se ocupan las posiciones históricas cerca del canasto. Los nuevos ocupantes (el 4 y 5) deben tener una marcada versatilidad: poder correr, tirar de lejos y, a la vez, bancarse (defender) internos rivales más tradicionales. Antes los equipos se armaban alrededor de un pivote. Hoy los perimetrales han tomado el poder y el centro que conocimos está en peligro de extinción.

-Defensa asfixiante en el perímetro: este sistema recibe muchos puntos, porque juega a muchas posesiones, pero eso no quiere decir que no valore la defensa. Es clave que las líneas exteriores presionen para generar malos tiros y pérdidas, y no permitir que la pelota llegue a la zona pintada para que el pivote rival puede abusar del cinco falso que lo defiende dentro de esta esquema.

Una gráfica que marca el
Una gráfica que marca el incremento en el porcentaje de tiros de tres puntos que se toman en la NBA

¿Cómo le ha ido a esta nueva fórmula? En el caso de Morey y D’Antoni, los resultados les dieron la razón, al menos en fase regular. Los Rockets tuvieron 55, 65 y 53 victorias en tres años, Mike ganó el premio a Mejor DT y Daryl, al Mejor Dirigente (2018). Pero, claro, en el camino hacia el título se encontraron con Golden State, un rival que estropeó dos veces sus chances de campeón. Pero Morey nunca se achicó. Mientras otros decidían guardarse y esperar que sol se pusiera en la Bahía… Así fue que no le tembló el pulso para seguir con cambios arriesgados. Así, en 2017, sumó a Chris Paul para generar una dupla inédita con Harden. No fueron pocos los que creyeron que no funcionaría -como terminó pasando-, simplemente por la necesidad de ambos de generar a partir del monopolio de la pelota. Paul intentó adaptarse, no pudo y en 2019 encontró la puerta de salida. La de atrás, en su caso. Pero Morey, lejos de reconstruir, dobló la apuesta. Fue por otra estrella perimetral, Russell Westbrook, tal vez el jugador que más polémica despierta por su estilo polifuncional y super agresivo, pero a la vez con poca disciplina táctica y una deficiencia en el tiro lejano. Justamente no parecía un jugador ideal para el Moreyball, incluso menos adaptable que Paul, pero así es Morey y su búsqueda de apostar a un básquet cada día más dinámico y vertical.

La actual temporada no comenzó como se esperaba y entonces, otra vez, los Rockets pisaron otra vez el pedal. Pero ojo, no el del freno sino el acelerador. Patearon el tablero con otro movimiento arriesgado: básicamente mandaron a su mejor centro, Clint Capela (pieza clave por sus tapones, rebotes y caídas en las jugadas 2 vs 2 con Harden), para sumar a Robert Covington, un alero versátil capaz de tirar y a la vez defender a jugadores más grandes. Así, mientras muchos debatían la nueva locura de Morey, los Rockets empezaron a presentar alineaciones en las que nadie superaba los 2m00. El 31 de enero, por caso, Houston no usó en todo el partido a nadie más alto que 6.6 (1m98). Algo que no se veía desde ¡¡enero de 1963!! Y cuando llegó Covington, el 6 de febrero, fue el techo del equipo, junto a Harden (1m95), Westbrook (1m90), Daniel House (1m98) y PJ Tucker (con 1m95, D’Antoni ya lo había convertido en el pivote falso del equipo). Justamente el equipo que, entre 1984 y 1987, había formado las Torres Gemelas con Hakeem Olajuwon (2m13) y Ralph Sampson (2m24) y que en los años 2000 se apoyó en otra torre como Yao Ming (2m26). Increíble pero real.

La historia, además, tiene un trasfondo. Algunos creen que la actual puede ser la última temporada de Morey como GM, básicamente por el papelón (y la pérdida de millones) que generó el tweet ofensivo contra China. Entonces, aseguran, ya perdido por perdido, el directivo fue por todo, extremando su idea y sabiendo que quizá esta sea la única forma de competir con potencias actuales, Lakers, Clippers y Bucks. Estos Rockets han copiado mucho de los Warriors, aunque con una receta mucho más extrema. GSW jugó siempre con pivote, ya sea Bogut, Pachulia, McGee o Cousins, y además de la alineación de la muerte, siempre mostró otras opciones. Lo de Houston, en cambio, es una apuesta constante, un método, y con una gran diferencia: no tiene las piezas defensivas de los ex campeones (Green, Thompson, entre otros). Habrá que ver cómo Houston se la banca en su aro…

Por ahora el sistema funciona y los Rockets han ganado. Desde que se implementó tienen marca de 9-2, incluidos triunfos ante los Lakers, Celtics, Jazz (2) y Mavs. Las únicas dos derrotas fueron ante Utah por un tiro agónico y contra los Suns, sin Westbrook. El equipo está cuarto en el Oeste con 37-20, por ahora con ventaja de localía en playoffs. Claro, tiene a Harden, capaz de hacer de todo en ataque, quizá el jugador más completo en este costado: tremendo triplero, incluso con su imparable step back 3, gran asistidor, brillante penetrador y sacador de faltas. Un creador que posibilita todo dentro de un esquema que abre espacios y permite penetraciones o tiros abiertos. Pero la clave igual está (y estará) en el otro lado. Por ahora todos, sobre todo Tucker y Covington, se multiplican en defensa para permitir que tantos jugadores pequeños subsistan en cancha. Pero en playoffs todo puede ser distinto... Cómo entre todos disimulen esta carencia y cuál sea el nivel de Westbrook (por ahora le saca el jugo a los espacios del sistema y no pelea por el monopolio del balón con Harden) serán los dos factores que determinarán cuán lejos llegarán los Rockets. Si logran engranar, se transformarán en un equipo peligrosísimo. O, de lo contrario, en otra loca apuesta que quedará en eso…

Eso sí, por lo pronto, la revolución táctica ha tocado un nuevo (y extremo) nivel y todos debemos adaptarnos a ver y analizar otro juego. Porque el básquet ya no le pertenece a los grandes. Los más bajitos, los más versátiles y los mejores tiradores han tomado el poder. Y el juego por asalto. Nos guste o no.

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