La intimidad de cómo Tevez y Riquelme recompusieron su relación detrás del sueño de volver a ganar un título con Boca

De estar al borde de la despedida o retiro a ser titular y pieza clave en el equipo de Russo: cuánto influyó el acercamiento con Román para Carlitos

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Mucho, demasiado tiempo había transcurrido desde que Juan Román Riquelme había invitado a sentarse a su mesa a un juvenil Carlos Tevez durante su primera concentración con el plantel de Boca. De hecho fue el mismísimo Román el que lideró el tridente ofensivo con el Apache y el Chelo Delgado en su estreno en Primera ante Talleres en Córdoba allá por 2001. Luego el destino llevó a uno al Barcelona y un par de años más tarde al otro a Europa, con una escala previa en Brasil. Volvieron a jugar juntos sólo en la Selección por Eliminatorias, Copa Confederaciones 05, Mundial 06 y Copa América 07.

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Un año luego de que Daniel Angelici le señalara la puerta de salida a Riquelme (2014), tramitó el retorno de Carlitos con el afán de convertirlo en nueva bandera y hacer olvidar la figura de Román. Su vuelta fue triunfal: llegó después de disputar la final de la Champions League con la Juventus, en un gran nivel futbolístico, con la idea de retirarse en el club. JR10 colgó las botas y le declaró la guerra públicamente al ex presidente, que a fines de 2015 contó con el apoyo político del jugador del pueblo para ganar las elecciones.

Si bien Tevez tuvo una rápida readaptación al fútbol argentino y empezó a sacar diferencias en el ataque xeneize, sufrió un desgaste mental que lo llevó a considerar seriamente la chance de abandonar la institución, algo que finalmente concretó a principios de 2017 para vestir la camiseta del Shanghai Shenhua chino a cambio de una fortuna. Unos meses más tarde, rompió el silencio y le apuntó a Román: “Dentro de la cancha fue un ídolo pero afuera deja mucho que desear”. Desde Asia lanzó la bomba y le cuestionó al otro ídolo que siempre saliera a hablar cuando Boca perdía y River ganaba. Riquelme optó por el silencio: “A Carlos lo conocí de chiquito y me parece un buen chico. No voy a decir más que eso”.

Y el que sopló las brasas fue Jorge Bermúdez (hoy mano derecha de Riquelme en el Consejo de Fútbol), que en ese momento ya era opositor al angelicismo: “La gente tiene bien claro que Tevez cambió a Boca por una posibilidad económica”.

El oriundo de Fuerte Apache no soportó más en China y pegó la vuelta. Alternó entre titularidad y suplencia bajo la tutela de Guillermo Barros Schelotto, con quien también tuvo un cortocircuito, y con Gustavo Alfaro, al que criticó tras su despedida.

Cuando Riquelme se decidió a participar activamente en las elecciones del año pasado con la lista de Jorge Amor Ameal, tomó una postura sobre la situación de un Carlos Alberto Tevez con contrato a punto de vencer: “Los hinchas de Boca lo queremos mucho y creo que todavía puede darle mucho a nuestro club. Tiene que recuperar la alegría de jugar a la pelota como en el barrio. Como director de fútbol de Boca quiero a Tevez en el equipo, siempre”.

Tevez y Riquelme con la camiseta de la Selección Argentina (NA)
Tevez y Riquelme con la camiseta de la Selección Argentina (NA)

El viento no se llevó sus palabras porque hubo un contacto previo a las urnas antes de que se supiera si se iba a sentar en la silla de vicepresidente. En esa charla inicial se dijeron algunas cosas frontalmente, pusieron puntos suspensivos y programaron otro cónclave para cuando estuvieran los resultados de los comicios. Tras la asunción de la fórmula Ameal-Pergolini se descubrió que el vínculo de Tevez no vencía a fines de 2019 sino a mediados de 2020. Se rumoreó incluso que había percibido el salario por adelantado. No obstante, a principios de enero hubo espacio para un nuevo mitín en el que limaron asperezas e intercambiaron ideas sobre el futuro inmediato.

¿Qué se dijeron? Tevez le argumentó por qué se había molestado en su momento. Le expresó su disgusto y dolor por las apariciones públicas “en las malas” de Boca y le dio a entender que quizás hubiera sido mejor que se guardara sus pensamientos por respeto a la gente que estaba trabajando. Dejó el ego y orgullo a un lado y se inclinó frente al ex jugador y flamante dirigente (ya lo había hecho semanas atrás ante las cámaras al decir por primera vez que Román era el máximo ídolo del club) para anunciarle que pretendía ser un soldado más dentro del plantel de Russo.

“Fue fuerte nuestra pelea. Creo que herimos mucho a los hinchas porque dos ídolos como nosotros tenemos que estar en el mismo barco y pelear juntos como lo estamos haciendo ahora”, confesó hace poco Tevez después de que fumaran la pipa de la paz.

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Con el Chelo Delgado presente, Riquelme echó agua caliente a la yerba y le pasó el mate: le preguntó si realmente mantenía el fuego sagrado necesario para triunfar y si deseaba volver a jugar con la alegría de otrora. El Consejo del Fútbol, con la venia del cuerpo técnico de Russo, fue decidido a proponerle ser partícipe activo del equipo, aunque con la salvedad de su posición en la cancha.

El capitán xeneize no tenía preferencias por su lugar en el pizarrón (siendo enganche o delantero) y de hecho había revelado que Alfaro le daba libertad para moverse en todo el frente de ataque. Pero para Román y compañía es en los metros finales donde saca más ventaja y resulta determinante, sin la necesidad de retroceder para buscar la pelota, armar juego y sufrir el desgaste físico que le vacía el tanque de energía, que hoy cuenta con menor capacidad que a los 20 años. ¿Los requisitos para relanzarse como profesional en la recta final de su carrera? Tener continuidad para ganar confianza, bajar revoluciones y moverse cerca del área para terminar las jugadas.

“Para mí los 9 juegan de 9 siempre. Habrá que buscar la forma de juego adecuada para que sea asistido”, dijo Russo sobre él cuando asumió, en un anticipo de lo que plasmaría con los primeros planteos de su ciclo.

En lo que va del año, Tevez fue titular en todos los cotejos oficiales de Boca y se amigó con el gol (gritó ante Talleres, Central Córdoba de Santiago del Estero -por duplicado- y Godoy Cruz). Y Román, entre mate y mate desde su palco, le guiña el ojo.

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