— ¿Por qué te fuiste a jugar al Crotone, de la Serie B de Italia, Maxi?
— Yo volví a Italia para estar cerca de mis hijos. Como ellos viven en Europa me habían quedado lejos jugando en Brasil. No podía tener el contacto fluido que quería. Entonces opté por el Crotone. Es un club que me había buscado dos o tres veces. Y ahora venir me pareció lo más sano. Yo el día de mañana seguramente me quede en Italia. Así que me incliné por volver al fútbol que me tuvo más años en mi carrera. Acá trato de divertirme dentro de lo que se puede en el fútbol profesional. Con sus presiones, con sus exigencias, con su andar frenético. El club me recibió bárbaro. Es una ciudad que vive al ciento por ciento el fútbol.
— Debe ser una emoción haber recuperado ese vínculo con tus hijos después de mucho tiempo.
— Sí. Yo quería tratar de pasar tiempo con ellos. Más allá de que son 1.500 kilómetros desde mi ciudad hasta donde están ahora. Es una hora y media de viaje. Es cerca pero es lejos. Igual yo me tomo un avión y estoy. Cuando tengo una tarde libre y sé que los voy a poder ver, arranco. En la Argentina sería más complicado pero acá tengo la facilidad de los vuelos. Yo sentía que en el último año perdí el contacto por muchas cosas que no vienen al caso, aunque muchas son públicas. Entonces decidí interrumpir mi proyecto en Brasil y volví a Europa para compartir ese día a día que ahora que son chicos es súper importante.
— ¿Los redescubriste?
— Sí. Los chicos cambian un montón. En un año no los reconocés. A mí me tocó estar siete meses sin poder verlos y cuando volví fue un cambio tremendo. Cómo te hablan, cómo piensan... Los chicos hoy van a full. Tienen un montón de información. El más chico (Benedicto) cumplió 8 el jueves, el del medio (Constantino) tiene 9 y el más grande (Valentino) tiene 11. Imaginate a la velocidad que van.
— Al chico también lo moviliza ver de nuevo a su papá. O jugar, hacer un gol y que vos estés en la tribunita. ¿Lo percibís? ¿Te lo dicen ellos?
— Sí. Es fuerte. Esto, más allá de que lo percibís, me lo dicen los entrenadores de los nenes en la escuelita de fútbol. O los mismos padres. “Cuando venís vos es otra cosa para ellos”, me repiten. El estar en Italia me da esa posibilidad. Tengo una tarde libre y los voy a ver jugar. O simplemente el hecho de ir a buscarlos a la escuela ya es lo máximo.
— ¿Fue difícil para vos pasar de ser un chico desconocido a debutar en River y después ser tapa de Olé y de la revista Gente a la vez? Tenías fotógrafos haciéndote guardia, se televisó tu casamiento con Wanda Nara... Hoy tu vida es noticia en los portales de espectáculos.
— Al principio me costó acostumbrarme. Porque siempre fui un pibe tranquilo. Pero en aquel momento había elegido a una persona que la exposición era parte de su vida. Entonces tratás de acomodarte al otro. Después le fui dando menos importancia a la situación. Y al final fue sólo una parte del perfil de mi ex mujer. Lo empecé a tomar con naturalidad. Aunque no era fácil asimilar que no tenía privacidad, que toda nuestra vida era muy expuesta. Ahora hay muchas cosas que también continúan en los medios.
— Hay peleas, posteos polémicos en redes sociales, hasta cargadas desde afuera... ¿Vos cómo te llevás con el término Icardear, por ejemplo?
— Me río. Son cosas que se dicen por toda la exposición que tuvieron los momentos menos felices de mi vida. Pero yo me cago de risa... Miro adelante y soy un pibe súper positivo. Por eso cuando me hablan de estas boludeces sonrío y basta. No es algo que me afecte. O que me tenga mal. Para nada.
La vida de Maxi López (35) podría ser un guión de una novela taquillera. En sus casi dos décadas de carrera anduvo por las banquinas. Aceleró de un lado al otro entre la emoción y el llanto. El debut en la Primera de River con la número 7 y la cara de un nene de 17 años feliz por la decisión de Ramón Díaz en esa Copa Mercosur. El histórico partido contra Boca el día que sacó a pasear por la Bombonera a un rudo como el Flaco Schiavi. Esa tarde el potro salvaje rubio se ganó el pase al Barcelona. El lugar en el vestuario al lado de Ronaldinho. La mano a Messi para que gambeteara su timidez en sus primeros días de crack en el fútbol grande. El casamiento televisado con un personaje mega mediático como Wanda. Su pase al Milan. La conflictiva separación. La aparición de Icardi, el compañero al que ayudó en sus inicios en Italia y después se puso en pareja con su ex mujer. Sus tres hijos, a los que durante siete meses no vio mientras discutía sobre plata y un rato para darles un beso. La risa del gol. Las lágrimas sin arcos. Hasta este final calmo en un equipo de la B mientras planea el segundo capítulo de su vida. Muchos capítulos para redescubrir en la charla con Infobae desde la concentración del Crotone. Va cuarto y quiere ascender para buscar un final feliz...
— Vos tuviste una historia importante desde chicos con las Juveniles. Pero hay un partido con Boca que te cambió la vida y te llevó a Europa. En la Bombonera. Clausura 2004...
— Sí. Yo gracias a Dios tuve una formación excelente en las Selecciones Juveniles. Tocalli y Pekerman fuera de la cancha siempre tenían la palabra justa. Son dos personas increíbles. Yo crecí ahí. Fue la base de mi fútbol toda mi carrera. Pero los River-Boca son partidos que marcan para siempre. Esa tarde yo estaba esperando mi oportunidad. Se da. Y yo estaba listo, pronto para aprovecharla. Salas tiene una lesión después de apenas seis minutos... Me parece que era mi primer partido en la Bombonera. Hice una entrada de calor fuera de lo normal antes del partido por la emoción que tenía. Por eso cuando me mandaron a la cancha ya estaba listo sin volver a calentar, ja. Estaba con todas las pilas. Fue uno de los partidos más importantes de mi vida.
— Y de los mejores. Estabas endemoniado. Volviste loco a Schiavi. A Burdisso le sacaron una amarilla por bajarte. Abbondanzieri fue figura. Jugaban vos, Gallardo, Cavenaghi...
— Sí. No me podían parar en ese partido. La verdad, fue un momento especial. Nosotros veníamos atrás de ellos. Les ganamos con un gol de Cavenaghi y los pasamos. Después salimos campeones. Fue importante. Teníamos un grupo bárbaro. Es uno de los recuerdos más lindos que tengo en mis años en River.
— ¿Cómo fue después llegar al mismísimo Barcelona?
— Cuando vos salís de River el golpe es menos fuerte. Vas a uno de los clubes top del mundo. Pero River en Sudamérica es uno de los más importantes. La gran diferencia es que te encontrás con los mejores jugadores del planeta. En ese punto el gran cambio. Es otro fútbol. En Europa se juega de otra manera. Vos necesitás algunos meses para adaptarte al ritmo. A los esquemas, a todo. Los primeros meses me costaron un poco pero encontré un grupo increíble que venía rodado. Me sumé a una máquina que funcionaba a la perfección.
— A la distancia se genera admiración por los monstruos. ¿Cómo fue entrar al vestuario y ver a Ronaldinho?
— Ronnie era un show para todos. Magia pura. Yo me sentaba justo al lado de él. Cuando llegué, me recibió y me integró. Cada momento antes de los partidos agarraba la pelota, se ponía a boludear y vos decías “este pibe es de otro planeta”. Después se acercaba Deco y empezaban hacer jueguitos. No sólo yo, todo el vestuario los miraba y apreciaba. Al año, cuando ya empezó a estar Leo con nosotros, se sumaba. Era una exhibición. Y lo más lindo fue la humildad de todos. Había gente importante como Ronaldinho, Eto’o, Xavi, Puyol... Tipos que hicieron la historia del fútbol. Y me recibieron súper bien.
— ¿Cómo fueron los primeros días de Messi con la Primera del Barcelona?
— Cuando yo llegué, a los meses empezó a entrenarse con nosotros. De a poquito se sumaba. Y cuando vieron que aguantaba el ritmo se quedó. Él era chico. Tenía 16 años. Pero al ver que iba fuerte, porque el enano iba fuerte de verdad, empezó a estar todo el tiempo con la Primera. Digamos que yo lo vi crecer en Barcelona.
— En la Argentina enseguida se habló del nuevo Maradona. ¿Ustedes se dieron cuenta rápido de que no se trataba de una exageración de los medios?
— Sí. Se veía. Vos no dejás de ser un chico de 16/17 años. Y cuando chocás contra jugadores de 25/30 hay una diferencia. El aguantaba y tenía un poder de control sobre la pelota fuera de lo normal. Se veía que su destino era ser el mejor. Allá el nivel es muy alto el nivel de juego, de entrenamiento, de todo. Y destacar en un nivel tan alto tan rápido es porque sos bueno de verdad.
— Vos decís que te integró Ronaldinho. Y Messi siempre le agradeció a él cómo lo recibió. ¿Andaban todos juntos?
— Ronnie tenía eso. Te incorporaba enseguida en su grupo. Un tipo humilde. Al principio estábamos siempre juntos con Leo. Yo vivía con tres amigos más o menos de mi edad. Cuando hacíamos asados yo lo llamaba al padre y le decía “mirá que Leo está con nosotros”. Nos juntábamos, comíamos, jugábamos a la Play Station.
— ¿Quedó relación? ¿Hoy se cruzan mensajes con Messi?
— Sí. Cada tanto. Yo soy medio colgado. No me gusta molestar a la gente. Tanto a él como con Ronnie, con Xavi... De vez en cuando nos mandamos mensajes. Sí hablamos cuando nos cruzamos en algún lugar. Como me pasó en Italia después de 10 años de que no los veía a Leo y a Mascherano. Ellos vinieron a jugar a Torino contra la Juventus y me mandaron un mensaje. Entonces fui a verlos. Hacían un entrenamiento de unos 30 minutos el día previo a la Champions. Terminó y nos quedamos como dos horas y media hablando en la cancha. Me acuerdo de que la gente del estadio nos apagaba las luces y nosotros seguíamos charlando a oscuras... Si me vuelvo a encontrar con Messi nos podemos quedar hablando días porque compartimos muchas cosas lindas con él, con Masche y con Iniesta.
— Fijate los nombres de compañeros que decís. Más los equipos: Barcelona, Milan... ¿La carrera superó el sueño?
— Sí. Yo empecé con un objetivo que tenemos muchos: ayudar a mi familia. Una familia numerosa. Con cuatro hermanos. Las cosas estaban difíciles y había que ayudar. Esa era mi idea. Ayudar a mi vieja, a mis hermanos y salir adelante con el juego que siempre fue mi pasión. Hoy por hoy, haber jugado 15 años por el mundo, de los cuales 13 fueron en Europa, superó todo.
— ¿Al tener esa carrera cómo tomás el mensaje dañino de redes sociales diciendo “quiero al representante de Maxi López”? ¿Sentís que te menosprecia?
— Nooo. Yo ya estoy entrenado para todas las boludeces que se puedan decir... Poca gente sabe el sacrificio que hay detrás de la carrera de un jugador. Que empieza de muy chiquito. Hoy yo soy papá. Acompañó a mis hijos en sus partidos. Me cago de frío. Me llueve. O hace mucho calor. Ahora sé lo que pasaron mis viejos en aquel momento. Sé lo que me tocó sufrir como chico y por ahí perderme durante muchísimo tiempo para perseguir mi sueño. Después se puede decir cualquier cosa, pero cuando vos tenés 15 años en el exterior no pasa por un representante. Tiene que ver con la dedicación, con el profesionalismo. Por eso todo lo que se pueda decir después sobre mi vida me divierte. No me enoja para nada.
— ¿Cuando fue compañero tuyo te imaginabas que Gallardo iba a ser este pedazo de DT?
— Entender la magnitud de lo que es, como en su momento me pasó con Messi, fue un impacto. Marcelo es el entrenador más exitoso de la historia de River y uno de los más ganadores del fútbol argentino. Lo que está haciendo es increíble. Yo le dije una vez que lo vi: “Como hincha de River quiero que te quedes a vivir en club, que te quedes 50 años más, que no te vayas nunca”. Más allá de que me contó que está bien en River, que es un sueño para él, tiene futuro europeo. Se ve que Gallardo está un nivel más arriba.
— Hace algunos meses se lo mencionó para el Barcelona y nadie se sorprendió.
— Para mí, antes o después va a llegar a uno de esos equipos. Si no es el Barcelona será el PSG, el Monaco...
— ¿Te parece una pena que no esté ya en la Selección o lo entendés como parte de esta camada de entrenadores que a los cuarenta y pico prefieren el día a día de los clubes?
— No me da pena porque está en River, ja. El hincha lo disfruta. Es como cuando tenés un jugador fuoriclasse, como se dice acá en Italia. Lo disfrutás, te hace ganar... Aunque sí, a la Selección en los últimos años le falta un técnico del calibre de Gallardo. No sé por qué en los últimos años es tan complicado encontrar a la persona. Es lo que decía antes: para un entrenador hacer el proyecto es más fácil cuando la dirigencia está firme. No sé cómo está hoy la AFA.
— A los otros hinchas de Boca sí les gustaría que Gallardo se fuera a la Selección o a Europa...
— Seguramente, ja. Marcelo es el terror de los hinchas de Boca.
— Gallardo hasta le cambió la estirpe a River. Lo hizo copero. ¿Coincidís?
— Sí, absolutamente. Volvió esa mística que tenía River en los años 94, 95, 96, 97 con cierto tipos de jugadores, Ramón Díaz en el banco, ganando Copas internacionales... Después hubo un lapso donde River cayó mucho y tocó fondo. De ese momento salió, encontró un técnico como Gallardo con ideas sólidas, dirigencia fuerte. Y hoy por hoy es uno de los equipos a vencer en todo América. Además, jugando bien al fútbol, que es un valor que siempre identificó a River.
— El equipo de Ramón en el 96 fue campeón de América con un equipazo. Francescoli, Ortega, Crespo, Almeyda, Sorin... Pero le costaba con Boca. Ahora le gana y le generó un karma.
— Sí. Cambió por completo la ruta de los últimos años. Es un poco lo que había hecho Bianchi con Boca. Era un Boca antes de Bianchi y fue otro después de Bianchi. Cuando lo agarró él como entrenador lo volvió un equipo ganador, copero, que se llevaba los clásicos. Lo mismo Gallardo.
— ¿Te sorprendió Mascherano en Estudiantes?
— Me sorprendió pero no. Javi se fue a China sin la familia. Estuvo dos años en un país que es complicado. El argentino se acomoda pero sin tu gente es un sacrificio. Se veía que iba a volver a la Argentina. Ahí lo que me sorprendió es que no haya entrado en el proyecto de River. Por lo que vi Mascherano está intacto. Después entendí que fuera a Estudiantes. Tiene a la Gata Fernández, Andújar, Milito, Verón... El club además está haciendo las cosas bien. Y cuando te llaman tantas personas y te hacen sentir que sos deseado, te convencen.
— ¿Vos en algún momento te ratoneaste con volver a River? ¿Tuviste alguna chance?
— Hubo una posibilidad en el 2009/2010. Cuando me fui de Rusia, del FC Moscú, salió la posibilidad porque estaba cerrado el mercado europeo. Llegamos muy justos con los tiempos y no se pudo dar. Ahí terminé en el Gremio de Brasil. Todos los jugadores que pasamos nuestra vida dentro del club soñamos con volver y cerrar la carrera en el club que te vio nacer. Pero hoy me limita que mis hijos vivan en Europa.
— ¿Al estar cerca de tus hijos es el momento más feliz de tu vida aunque ya no juegues en equipos poderosos como River o el Barcelona?
— Sí. Hoy deportivamente no es el momento más importante. Pero es un desafío porque nunca me tocó jugar en una liga menor. Hay un objetivo, el deseo de ascender. Estoy compartiendo cosas que no había vivido antes. Entonces me completa. Pero más allá de eso, tener a mis chicos cerca para mí es fundamental. Para cerrar una carrera lo más importante es disfrutar hasta el último momento.
— ¿Tu carrera ya se está por cortar?
— Voy a jugar dos o tres años más. Cuando tenés 25 decís me falta un montón. Hoy no puedo pensar lo mismo porque este año cumplo 36 . Me gustaría seguir aunque depende que esté bien física y mentalmente. Yo creo que a esa cantidad de años llego. Después voy a dedicarme a la vida de mis chicos.
— ¿Y sabés qué va a ser de tu vida?
— Tengo propuestas para trabajar en el mundo del fútbol, en la televisión, en escuelas... Seguro que voy a seguir alrededor de la pelota. Me falta decidir cuál va a ser el camino.
— Si te dedicaras a manejar futbolistas y te toca Maxi López a los 17 años. Sabiendo todo lo que le va a pasar en el resto de su carrera y de su vida. ¿Qué le aconsejarías?
— Que la viva 100 por ciento como la vivió Maxi López. Siempre. Más allá de toda mi carrera, el fútbol fue mi escuela de vida. Yo dejé de ir al colegio desde pendejo porque en la cabeza sólo tenía jugar al fútbol. Esa era mi posibilidad. Y hoy por hoy hablo cinco idiomas, me puedo sentar a cerrar contratos con gente de todo el mundo. Eso fue porque me tocó vivir en un montón de países, aprender de todo. Lo viví siempre intensamente. Así que la volvería a vivir así de nuevo.
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