Nico Eli, el chico prodigio del tenis argentino al que ayudaron los vecinos de Cañuelas para convertirlo en promesa

Tiene 14 años y todos hablan de él. Al esfuerzo de sus padres para intentar acompañarlo en su carrera, se sumó el gesto de la ciudad que lo vio nacer: “Los jugadores empezaron a hablar bien de mí, que era buen sparring, y empezaron a llamarme”

Guardar
Nicolás Eli, la joven promesa
Nicolás Eli, la joven promesa de 14 años del tenis argentino (Foto: @nicolas__eli)

“Va detrás de conseguir algo grande”, le gusta a Nicolás Eli que se diga de él. Apenas parado sobre sus atrevidos e inocentes 14 años, llegó por segunda vez al Córdoba Open con la intención de adquirir experiencia y de entrenar con aquellos trotamundos del circuito grande que precisan un sparring.

El año pasado lo había sido en un challenger y en la primera edición del torneo cordobés. “Yo era más chiquito físicamente, era todo más chiquito. Pedro Cachín fue el que más peloteó conmigo. Este año crecí físicamente, ya me siento más grande. Los jugadores empezaron a hablar bien de mí, que era buen sparring, y empezaron a llamarme”. Y uno de esos sorprendidos fue Juan Ignacio Chela, ex top 15 del mundo y hoy entrenador de Diego Schwartzman. “¡¿Qué edad tiene?!”, preguntó asombrado Chela, mientras Eli intercambiaba peloteo con el N°1 de Argentina, previo al match debut en el Córdoba Open.

“No soy de soñar demasiado”, explica. “Cuando me miraba al espejo y tenía el pelo largo, sólo veía a un chico todo despeinado. Lo que sí, a veces me imagino lo que sería ganar un torneo muy importante”. La mayoría de los tenistas argentinos siempre quisieron ganar Roland Garros y Eli no es la excepción, “pero después viene el US Open, que es mi segundo favorito”.

Nico proviene de una familia humilde de Cañuelas, una localidad al oeste y apenas fuera del conurbano bonaerense. Allí, en donde su padre se ocupa del mantenimiento de un country de la zona y por las tardes atiende la cantina de un club de pádel. Por su parte, la mamá de Nico es empleada doméstica en hogares de familia y se ocupa de la limpieza en una concesionaria de autos, para luego acompañar a su esposo en la atención del club.

Nicolás Eli durante un entrenamiento
Nicolás Eli durante un entrenamiento con Diego Schwartzman (Foto: @nicolas__eli)

Por eso, los recursos económicos no son los suficientes como para sostener el desarrollo de una carrera tenística y se afrontaron con el ingenio y la solidaridad de los vecinos. Cajas en las puertas de negocios recaudaron fondos para el viaje a un campeonato, un asado en el club de pádel sustentó otros y algún campeonato de fútbol 5 también hizo su contribución.

La vida del tenista requiere de sacrificios económicos y familiares. Pero también están los otros vínculos que se resienten, los amigos. “Yo quiero una vida normal”, le dijo Nico a su entrenador cuando se dio cuenta de que todos esos vínculos estaban ligados sólo al club en donde entrena y que vivían lejos de su casa. La calma y la reflexión volvió a llegar de labios de su entrenador Andrés Chalcoff.

Nico aún conserva la inocencia y la timidez de un chico que creció en las márgenes alejadas del Gran Buenos Aires, en esa llanura que hace límite entre el campo y el conglomerado de las grandes urbes, pero se lo nota más maduro. “Creo que esa madurez me la dio mi entrenador, después de tanto repetirme las cosas. Le hago caso y, por ahora, van bien”. Andrés cuenta que Nico se comporta tal como lo haría cualquier adolescente, pero que desde fin de año, ya se acostumbró a que no lo sirvan y a colaborar con las compras, la comida y la limpieza. “Eso es bueno para él y un avance en su conducta”.

En el barrio ya se sabe quién es ese chico que desde hace un año es noticia en los medios, aunque no llame demasiado la atención de sus vecinos. “En la escuela sí me preguntaban adónde había estado y cómo me había ido, pero en Cañuelas, donde yo vivo y que no es muy grande, ya soy un poco más conocido, pero tranqui, porque no soy de esos a los que les piden fotos cada cinco minutos”. Su nombre empezó a dar vuelta al mundo. “Cuando salió la primera nota mía en un diario, me llamaron de todos lados. De Argentina y de otros países para apoyarme, pero había muchas cosas que yo no entendía y mi equipo sí, como el tema de sponsors, o de economía. Pero eran tantos, que no daba el tiempo para contestarle a cada uno”.

Así apareció Starwing, la agencia que representa a Stan Wawrinka, entre otros, pero también despertó el interés de otros grupos inversores locales que quieren apoyar su crecimiento, del mismo modo que lo hicieron con otros tantos tenistas argentinos en el arranque de sus carreras.

Hablar del crecimiento de este adolescente incluye su comportamiento y su cabeza. A su edad, y en plena pubertad, son muchos los detalles a cuidar y a estar atentos. Además de las raquetas y la indumentaria, la música y los elementos de higiene, entre otras cosas, forman parte del equipaje. “Ya hablaron sus padres con él y uno tiene que acompañarlo”, dice su entrenador y agrega: “tiene todas las costumbres de un adolescente, aunque no es adicto a los celulares y todavía no hay cosas que lo distraigan demasiado, y menos cuando está en competencia”.

¿Cómo funciona la cabeza? Nico se sonríe antes de comenzar la respuesta. “Un poco mejoré. El año pasado, tal vez, tiraba algún partido, pero en lo que va de 2020 no lo hice. Ya hace más de dos meses que no hago picar la raqueta contra el piso, no con intención de romperla, aunque alguna, por ahí, se partió. No pensaba en que se podía romper ni en si mis padres podrían comprarme otra, sólo era: me enojé y la tiro. Ya está (se sonríe). Me sigo enojando dentro de la cancha, pero creo que mejoré bastante la cabeza del año pasado a éste”.

Entre los cambios que se dieron y debió afrontar, por los entrenamientos y los viajes, Nicolás cursa la escuela de forma no presencial, on line. “Es una opción a la que llegamos casi obligados por la actividad. Además, cuando pudo ir al colegio, se encontró muchas veces con que había paro y la escuela cerrada. Eso no contribuía a su educación, como lo teníamos planificado”, cuenta Andrés y agrega que “aprender otros idiomas también es muy importante para los deportistas y Nico estudia inglés de manera particular”. El rostro de Eli se llena de vergüenza, pero también de orgullo y reconoce que ya ha dado alguna nota en ese idioma. “Y discutí muy bien en el Orange”, se ufana, para explicar que ganó un punto pudiendo explicar, en Estados Unidos y en inglés, cuál había sido la situación de la jugada.

Como todo chico recién ingresado a la adolescencia, en estos tiempos, su pasatiempo en los torneos era “jugar a la Play, pero ahora estoy muy ocupado”. La justificación por el cambio de gusto, ahora por el pool o dormir una siesta, está en la mimetización con quienes comparte entrenamiento y en la madurez que él mismo quiere demostrar. “También me gusta ver series (Vikings) y escuchar música electrónica o reggaetón”, agrega Nico, que oye asombrado los nombres de bandas de rock como Beatles, Rolling Stone o Pink Floyd. Su cara refleja que hay mucha distancia entre esos nombres y su edad, como para conocerlas o tenerlas presente. “A mí me gusta Linkin Park”, pasando del otro lado de la red el desconocimiento por esta banda californiana de rock un metal, que se disolvió en 2017.

Andrés Chalcoff, su entrenador y casi segundo padre, también reconoce el crecimiento en la mentalidad del chico de Cañuelas. “Ya no hay que mandarlo a bañarse, va sólo. Hoy lo hizo cuatro veces por día, de tanto entrenamiento que tuvo con distintos jugadores”, comenta y se sorprende cuando le cuentan que hasta pidió perfume, antes de caminar hasta el estadio para ver a su amigo Cachín jugar con Lóndero.

Esa mezcla de ser chico, prodigio, despreocupado y olvidadizo de hace apenas tiempo atrás, lo llevó a elevar la preocupación grupal en una competencia de COSAT (Confederación Sudamericana de Tenis) disputada en el exterior. Un celular que se queda sin carga en la batería y el desconcierto del equipo argentino a la hora de la partida hacia el aeropuerto. “¿Y Nico?”: al mejor estilo del film Mi Pobre Angelito, Nicolás no había llegado a dormir al cuarto de la delegación. La búsqueda no daba resultado, el tiempo corría y el avión saldría en horario. Descargado, el celular no recibía las llamadas.

Un tiempo después, desde la habitación de otra de las delegaciones, apareció el pequeño angelito. Había hecho nuevos amigos. “Me quedé jugando y charlando con ellos”, después se quedó dormido allí, como una de las tantas pijamadas que ocurren en cualquier hogar.

Todo el equipo argentino logró llegar a tiempo al aeropuerto y la experiencia (y los retos) le sirvió para que eso no vuelva a ocurrir.

La silueta de este chico de 14 años empezará a circular por torneos de mayor categoría, en los que tendrá rivales tres o cuatro años mayores que él, para tomar nivel y alcanzar la posibilidad de disputar el ingreso a los torneos Juniors de Grand Slam, esta temporada o la próxima. Su físico, su tenis, el ritmo y la intensidad que despide su raqueta despierta entusiasmo. El camino es largo y sinuoso, pero está dispuesto a caminarlo.

Seguí leyendo:

Guardar