Probablemente en los alrededores de la cancha de Boca haya decenas, cientos, miles de hogares con los colores que identifican al club de la Ribera. Aunque serán contados con los dedos de la mano -si es que los hay- los que tendrán tantas historias para contar y prendas emblemáticas como en lo de los De Natale.
Diego, que trabaja como personal en el Teatro San Martín, fue dirigente de Boca en la época dorada de la institución. Lucas, su hijo, heredó la pasión y la indumentaria que su padre fue recolectando por inercia, casi sin proponérselo, durante sus años de gestión.
El sueño de muchos fanáticos xeneizes en una misma habitación: más de 30 camisetas de vasta historia, con los colores azul y oro, colgadas en un perchero. Una emblemática de Hugo Gatti, otra de Diego Maradona, una de Claudio Caniggia, varias de Martín Palermo, un short de Juan Román Riquelme y algunas perlitas más.
Dentro de la institución, la historia de De Natale -que militaba en la agrupación Superboca- arrancó con un sorpresivo llamado de Mauricio Macri para pedirle que fuera el nuevo secretario de Actas de su primera gestión. Orlando Salvestrini fue quien le notificó en 1995 que tendría nuevas labores. Más tarde se desenvolvería como presidente de Socios y finalmente como Relaciones Públicas en el club.
Aunque cuenta con dos grandes buzos de arquero de Óscar Córdoba y Cristian Muñoz, su preferido es uno de los 70 usado por Hugo Orlando Gatti, su máximo ídolo, que años después se lo firmaría por encomienda de la esposa de este fanático, que trabajaba cerca de un restaurante en Villa Urquiza donde el Loco solía almorzar. Cuenta su hijo que cuando vio la manga larga autografiada, lloró como un niño.
Y sin dudas una de las más extravagantes de su colección es una modelo de hincha, símil a la que Boca usó en la ida de la final de la Intercontinental 77 ante Borussia Monchengladbach y en las finales de la Interamericana 78. El autor de estas piezas fue el dueño del local El Jardín de Oscar, ubicado en la galería Florida, quien realizó los primeros estampados de la época y también le había obsequiado el buzo de Gatti. Alberto J. Armando había mandado a confeccionar la indumentaria y vieron la luz dos modelos similares: la diferencia estaba en que una tenía el escudo (la del hincha) y, la que finalmente se utilizó en partidos oficiales, las iniciales (CABJ) distribuidas en cuatro estrellas, logotipo que sería reeditado años después con el arribo de Diego Armando Maradona en el 81. De Natale optó por la 11 de Darío Felman que todavía conserva como reliquia.
En plena efervescencia por el regreso de Maradona a Boca en el 95, el incipiente directivo recibió una camiseta titular Olan con la número 10 y otra con la 8 alternativa de Caniggia. “Maradona estaba más allá, era como un Dios”. Su categoría de astro lo mantenía un tanto alejado de su alcance, pero su amistad con Carlos Randazzo, cercano a Guillermo Coppola, lo llevó a ganarse otra prenda invaluable del Pelusa: una auténtica del Napoli.
Con Cani, en cambio, tenía más relación. Y en su mente grabó un recuerdo junto a él. Boca estaba de pretemporada en Estados Unidos y al Pájaro no se le ocurrió mejor idea que cambiarle el precio a un par de zapatos en un shopping de Miami. La travesura le costó la detención. De Natale se quedó un día más hasta que el futbolista fue liberado pago de fianza mediante.
Luego del recambio dentro del plantel a fines de los 90 y ya con Carlos Bianchi como entrenador, dos de las voces que más preponderancia comenzaron a tener en el vestuario fueron las de Martín Palermo y Roberto Abbondanzieri, que en el Xeneize se convirtieron en íntimos amigos. Un día viernes, antes del partido del domingo, los jugadores invitaron a comer un asado a De Natale, que había ido al club temprano liberado del teatro por una desinfección. Había llevado a su hijo Lucas, que no podía creer estar cambiando de plato la yema y la clara del huevo con el goleador xeneize por sus inversos gustos culinarios. Al parecer le dieron suerte al 9, que venía en mala racha, convirtió el fin de semana y lo adoptó de cábala.
—El viernes tenés que venir a comer de vuelta sí o sí. Me diste suerte.
—Pero Martín, yo tengo que laburar.
—No sé cómo vas a hacer... Te irás antes del laburo pero te quiero acá.
Con el Pato también se generó tal empatía que en uno de sus primeros partidos como arquero, el pequeño Lucas quiso salir de su mano a la cancha como mascota. “¿Vos te sentís bien?”, le preguntó el arquero, sabiendo que tranquilamente podía haber solicitado saltar al campo con figuras como Diego Latorre, Claudio Caniggia y Palermo.
Al último partido invicto de Boca en el Clausura 99 en el que se consagró bicampeón, Lucas faltó a la cancha por paperas. Tras el 1-0 ante Central, Palermo se cruzó con su papá, que le preguntó -preocupado- dónde estaba el niño. Alertado por el estadio febril, el delantero le pidió que lo esperara para darle algo: esa noche durmió con la sudada camiseta del Loco puesta.
A las reliquias se agregan una de Aníbal Matellán (particular ídolo de Diego en esa época), un par de Nicolás Burdisso, con quien también tenía muy buena relación, una del Chelo Delgado y otra del Vasco Arruabarrena, que fueron usadas especialmente en la Mercosur 99, y también una de Guillermo Barros Schelotto. El Mellizo, en más de una ocasión, fue el chofer de De Natale -con Palermo de copiloto- porque su casa quedaba en el empalme de la autopista Buenos Aires La Plata. El ex Gimnasia y el ex Estudiantes acercaban al dirigente a su domicilio y partían a la ciudad de las Diagonales escuchando a todo volumen las cumbias de la banda Ráfaga.
Hace un tiempo Lucas De Natale colaboró con el Departamento de Interior y Exterior de la institución. Es abonado al sector de la Platea L en la Bombonera y en su podio de ídolos figuran Palermo, Riquelme y Sebastián Battaglia, en ese orden. Él ya no vive con sus padres pero su cuarto, donde predominan los colores azul y oro, quedó intacto y hoy es una especie de museo. Además de casacas asoman camperones, buzos y conjuntos oficiales, más banderines, cuadros y fotos vinculadas a Boca.
Si cuenta las camisetas más contemporáneas que guarda en su nueva casa, el heredero de esta colección suma alrededor de un centenar. La última usada en juego que aportó su papá fue la 9 de Carlos Tevez, obsequiada por su antiguo representante en el año 2002, anterior al que marcó su fin de ciclo en la comisión directiva. La particularidad es que la del Apache fue utilizada en la Libertadores de ese año, única competición en la que portó ese dorsal (los otros fueron el 18, 26, 10, 11 y 32).
“El partido que más tengo grabado es el que eliminamos de la Copa a River con el gol de Palermo en el 2000. Yo tenía 7 años y me había quedado dormido, me desperté justo cuando entró el Loco y le dije a mi vieja que iba a hacer un gol él. Al lado nuestro estaban los padres, que cuando lo vieron entrar se emocionaron. Y cuando hizo el tercer gol directamente rompieron en llanto”, recordó Lucas.
Además de la fabulosa colección xeneize, al perchero se sumaron algunas internacionales que Diego recolectó en reuniones oficiales entre dirigentes previo a partidos de Copa: Cruzeiro, Flamengo, Junior de Barranquilla, Deportivo Cali y Universidad Católica, entre las destacadas. Además, un par de All Boys por su simpatía con la entidad de Floresta. Y la única de selección pertenece a Ronaldinho: Lucas ganó un sorteo por internet y se adueñó la del gaúcho usada en un amistoso y firmada. Más que afortunado.
LAS MEJORES CAMISETAS DE LA COLECCIÓN
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