Uno de los duelos más importantes del TC 2000 -ahora Súper TC 2000- fue el del Ford Sierra XR4 versus el Renault Fuego. La rivalidad marcó los años ochentas y principios de los noventas. El auto del Rombo aplastó con ocho títulos seguidos, pero el del Óvalo le ganó de mano en 1985. Fue gracias a Rubén César Daray cuya consagración no fue un más para la marca de General Pacheco. Resultó la única estrella del mencionado modelo. Como suele ocurrir, tras conseguir la gloria el auto se perdió. Pero luego de 32 años, el ex piloto lo encontró y le contó a Infobae cómo se restauró esta joya.
“Empezó como un juego. Me gusta interactuar con la gente por las redes sociales. En 2017 publiqué en Facebook una foto del auto y pregunté si sabían dónde estaba. Bueno, resulta que me encontré con una catarata de respuestas hasta que apareció una persona que corría conmigo. Él es de Río Gallegos, Santa Cruz. Le pedí fotos del auto y evidentemente era el mío porque comprobé detalles del interior que yo le había puesto. También porque como este coche era un prototipo de Ford, no tenía el techo corredizo. Ese casco (carrocería) se usó para hacer las líneas de la producción en serie”, recuerda el hoy colega y que conduce desde 1986 el programa A Todo Motor.
“Había otros detalles que conocía a la perfección y que por medio de las fotos pude comprobar como todos los elementos de la caja de velocidad, los comandos de las barras estabilizadoras, la pedalera y hasta los cartelitos indicadores que le puse arriba de los controles con cinta adhesiva. Con este señor arreglamos un número, me lo cargó en una grúa y llegó a mi casa. Cuando me volví a subir me quedé 45 minutos sentado arriba. El cuenta vueltas es el que yo le había puesto y estaba en la misma posición en que lo dejé. Me puse a pasar cambios con el auto, parado acá en mi casa y realmente no lo podía creer. Me pasé un año arriba del coche y cada día me iba convenciendo más de que era el mío”, relata.
Aunque el ex corredor de San Isidro destaca que “tuvo suerte” para poder restaurarlo. “No tuve muchas dificultades porque la cupé estaba muy entera. De hecho las gomas originales, que desde ya no se podían usar, no habían perdido el aire ¡Increíble! El mayor trabajo consistió en desarmarla, pintarla y volverla a armar. Si le faltaba la caja no tenía forma de poder comprar una”.
Respecto del motor admite que “sabía que no lo iba a tener porque en esa época se rompían mucho. Compré uno original con papeles al Cesvi Argentina (Centro de reciclado y venta de repuestos legales). Ahora lo está preparando el Tano Franco Gava (preparador conocido en el ambiente). Pero conseguí el carburador, frenos, diferencial y ahora estoy un poco trabado con el múltiple de escape de la época”. Agrega que “es increíble cómo se expandió la historia y cómo se engancha el público. Si necesitara motores podría tener cuatro más por gente que me ofreció. Muchos se sumaron para darme una mano. Incluso como tengo buena onda con el equipo Renault de Súper TC 2000 me ofrecieron un radiador de aceite”.
Otro dato es el de la butaca. “Lo llamé al tipo que me la había hecho en 1985. ¡Una locura! ni sabía si la persona vivía. Resulta que lo contacté. El señor se llama Roberto Navarro y me dijo ‘creo que tengo el molde de tu butaca’. Bueno, me la hizo vuelta”, comenta.
“También conseguí un juego nuevo de gomas originales. El fabricante de la época era de la empresa ‘Paul’, de Crespo, en Entre Ríos. Esa firma se la vendieron a Bridgestone. Lo que no sabía es que el mismo dueño de esa sucursal era el propio ‘Paul’. Llamo y me dicen que el propietario estaba. Hablé con él y me mandó cuatro cubiertas cero kilómetro”, explica.
En el proceso de restauración los planetas se siguieron alineando a favor de Daray. “Respecto de la chapa y pintura el trabajo se hizo en un taller de Tigre. En el medio encontré al letrista original, el que había trabajado en el coche en 1985, ya que en esa época no existía el ploteo. Un día voy a cambiar el parabrisas del auto de mi mujer. Me agarran de atrás y cuando me estoy por dar vuelta para darle una trompada al tipo, me saludó y era él. No sé cómo se llama, pero sí su apodo, ‘Brocha Gorda’, quien hasta tenía calcomanías originales. Él se ocupó de que el auto luzca como en esa época”.
Reconoce que “a mis 69 años me divierte la restauración del auto. Es un juego enorme. Generó un desafío la dificultad de poder conseguir los elementos. En el medio voy al taller y disfruto de verlo. El 10 de marzo, cuando cumpla 70, quiero hacerme un regalo y espero poder encender el motor. Una vez que el auto esté en marcha y pueda dar unas vueltas, pienso que se me apagará el fuego por todo lo que estoy haciendo”.
Para el que le gustan los números en aquella temporada 1985, el coche llevó el 32 y esa fue la cantidad de años que pasaron hasta que el auto volvió a aparecer. “En todo ese tiempo se me cruzó como idea momentánea de poder recuperarlo, pero no con la decisión firme como lo hice el día que pregunté en Facebook”, revela. Y aclara que “esto lo hice todo a pulmón. No tiene ningún fin comercial ni deportivo. Es para que la gente lo vea. La idea es enviarlo al Museo Fangio en Balcarce. Es muy posible que se lo preste a ellos”.
Más allá de todo el trabajo puesto sobre la cupé Sierra, confiesa que “para mí fue más valioso el título del Turismo Nacional (en la Clase C en 1977) que el del TC 2000 porque le gané el campeonato al equipo oficial Peugeot y era un auto más estándar. Me gustaría tener el Fiat 125 que corrí en el TN. Sé que después se vendió en la concesionaria Automóviles Alvear, pero nunca más supe de él. Nunca tuve coches míos, aunque ahora me picó el ‘bichito’”.
Sin embargo, cuando comenzó a ganar con la Sierra comprendió la gran pasión que tiene el hincha por las marcas, en especial la rivalidad Ford vs Chevrolet que es el Boca vs. River del automovilismo argentino. “Luego de ganar en Marcos Juárez (Córdoba), terminó la carrera y en la vuelta de honor un tipo se me paró unos metros adelante. Tuve que frenar. Se me vino de rodillas y se me tiró encima del auto. Ahí entendí la pasión y el amor que tiene la gente por una marca como Ford, más allá de que en esos tiempos el rival era Renault en el TC 2000”.
Daray obtuvo tres triunfos al hilo en el ejercicio ‘85. Se impuso en Rafaela, Marcos Juárez y Buenos Aires sobre un total de 12 fechas. Le ganó el campeonato a otro usuario de un Ford Sierra XR4, Mario Rodolfo Gayraud, y a los primos Gerardo y Gustavo Del Campo que corrían con sendas cupes Taunus. Así Ford copó los cuatro primeros lugares del certamen. Juan María Traverso, con un Renault 18, culminó cuarto y fue el mejor piloto de otra marca.
En ese momento, Ford Argentina no tenía un equipo oficial en la categoría, pero les daba cierta ayuda a los corredores que representaban a la marca con la entrega de algunos elementos. En la fiesta de la corona obtenida por Daray estuvo presente Oscar Alfredo Gálvez quien era director deportivo de la Comisión de Concesionarios del Óvalo. Aquél título fue uno de los primeros del modelo en cualquier competencia a nivel mundial. También en 1985, el inglés Andy Rouse se coronó con un XR4 en el Campeonato Británico de Autos de Turismo (BTCC por su sigla en inglés). Luego le siguió el bicampeonato del escocés Jimmy McRae en el Campeonato Británico de Rally en 1987 y 1988; y el certamen de Marcas de 1987 del Campeonato Mundial de Autos de Turismo (WTCC). Estos dos éxitos fueron con el Sierra RS Cosworth, una versión deportiva limitada.
Tras aquella coronación Rubén le perdió el rastro al auto. “En 1986 hicimos otra Sierra. Lo corrí tres o cuatro carreras y me bajé. Tuve una discusión con mi preparador, Carlos Ákel. Él estaba metido en la Monomarca Sierra que era una clase que se había creado en el TN. Compartían muchos elementos con el TC 2000. Venían a comprar muchas autopartes del equipo campeón. A veces las necesidades del equipo llevaron a vender elementos. Yo quería ganar el campeonato, pero me encontraba con que le faltaban repuestos al nuevo auto. Ahí decidí retirarme (con solo 36 años). Luego, Ákel vendió el coche que había sido campeón en 1985, pero no sé a quién ni cómo después terminó en Río Gallegos. Sé que ahí el auto no se usó para correr en zonales”, informa.
Que se desconozca el paradero de un auto histórico es moneda corriente en el automovilismo criollo. Pero ¿por qué pasa eso? Daray esgrime que “cuando un piloto está corriendo no le da importancia al coche. Los corredores en actividad no están viviendo la nostalgia si no que están pensando en la próxima carrera. A mí me pasaba lo mismo. En el momento el auto no generó ningún cariño”.
A 22 meses de haberse lanzado en Europa, en la Argentina este modelo se empezó a fabricar en 1984 y estuvo en la línea de montaje hasta 1993. Con una inversión de 80.000.000 de dólares, nuestro país el primero fuera del Viejo Mundo en contar con la gama del Sierra. Uno de los que encabezó su construcción en la planta de General Pacheco fue el XR4 de Rubén Daray. Su recuperación conlleva un valor histórico importante. Se trata de un coche que nació para ganar, solo se usó para correr y que ahora vuelve con toda su gloria.
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