Nicolás Frutos traslada su cuerpo por las calles de Bélgica y un hincha lo frena. No es fanático del Anderlecht pero eso no le impide detenerlo para sacarse una foto con una de las leyendas del fútbol de su país. Esa Garrocha –apodo que se ganó en Argentina– rubia de 1,96 metros no es uno más en aquella pequeña porción de tierra. Llama la atención no sólo por su físico, también por la cosecha que tuvo con la camiseta del equipo más poderoso de ese país. Por Avellaneda, dice, también lo tienen presente. Aunque es, al mismo tiempo, protagonista de una especie de olvido selectivo, la conversión en actor secundario de una jornada gloriosa cuando en realidad fue el galán de la novela.
Las gambetas de Sergio Agüero aquel 11 de septiembre del 2005 que dejaron despatarrado a Diego Crosa se repiten una y otra vez en los resúmenes. Uno de los goles más lindos en la historia del clásico de Avellaneda –que hoy tendrá una nueva edición desde las 19.40 en el Cilindro–. Pero aquella mágica jugada fue para el último alarido de la goleada 4-0. La deliciosa frutilla del postre, el broche que catapultó al Kun a la fama con 17 años recién cumplidos. La gema de las inferiores salió en toda la tapa de los periódicos; o, más bien, se las robó a Nico. “Leo en los diarios que siempre dicen “el día del golazo de Agüero para el 4-0”, ¡pero hubo alguien que hizo tres goles!”, dice Frutos entre risas desde Bélgica, donde ahora es comentarista televisivo mientras espera de una nueva chance en un banco de suplentes. “Cada vez que lo veo al Kun lo sigo jodiendo. ¡Es un hijo de p...! Tenía 17 años, tenía tiempo de hacer goles. Es más, en el siguiente clásico hace dos golazos en el Cilindro. Tenía tiempo él. Además me la podría haber dado, hubiese hecho cuatro goles y creo que hoy tengo una estatua en el museo”, agrega con el mismo tono bromista el autor de los tres tantos previos a la obra de arte del mito del Manchester City.
Frutos duró poco con la camiseta del Rojo. Llegó en enero del 2015 y se marchó a Bélgica por 3 millones de dólares en octubre de ese año. Un puñado de meses que le sobraron para dejar una huella en el club, que por entonces necesitaba una buena campaña para alejarse del fondo de la tabla de promedios. Goles, buenos rendimientos y aquella tarde inolvidable en la vieja Doble Visera: “Independiente estaba en un momento complejo. Es una fecha especial en mi carrera. No tomamos noción en ese momento del clásico y Sergio todavía menos, porque tenía 17 años, era muy chiquito”.
Dos tantos de penal, un cabezazo al fondo de la red y los festejos con la máscara del diablo hacían creer que nada le iba a sacar las portadas de los diarios. Hasta que a los 82 minutos todo cambió, y fue para siempre. Martín Pautasso despejó un centro que había caído sobre el área. El balón, ejecutado de manera defectuosa, flotó por el aire. Se transformó en una insólita “asistencia”. Agüero la bajó unos cuantos metros atrás de la mitad: “Tuvo un control excelente con el empeine. Estaba mano a mano con Crosa. Yo empecé a arrastrar mi marca lo más lejano posible a la espalda de Crosa por una cuestión lógica, para que él tenga espacios. Es paradójico, pero Crosa lo aguantó bien, lo llevó hasta el borde del área a donde se achican los espacios, pero el otro en una baldosa sacó un gesto individual impresionante. Por mi posicionamiento de arrastrar la marca, en dos amagues tenía la posibilidad de dármela porque el arquero cubría el primer palo. ¡Fue muy egoísta! Jaja".
Pasaron algunos pocos días después de aquella inolvidable jornada para el Rojo hasta que Frutos decidió emigrar a Europa. Pensó que algún día retornaría, pero su carrera –ya con siete títulos en Anderlecht– se cortó abruptamente cuando sólo tenía 28 años por una serie de lesiones en los tendones. “Me pasaron cosas lindas en Bélgica como recibir ramos de flores en mi casa con el nacimiento de mi hija o que me dejen una virgen de porcelana después de una operación. O, por ejemplo, el día que me tocó dejar de jugar vino una señora a mi casa y me golpeó la puerta llorando para saludarme. Es una caricia al alma. ¿Sabés qué disfruto? Cuando salgo con mis nenas a la calle y ellas viven y disfrutan lo que el padre logró. Eso es realmente lo que me gusta”.
Con 38 años, estuvo por retornar en dos oportunidades al Rojo pero en el rol de secretario deportivo. Fue entrenador de las juveniles de Anderlecht, y también se calzó el buzo del primer equipo. Pasó por el staff técnico de Olimpia de Paraguay y también fue DT del San Luis Quillota de Chile. Toda esta nueva faceta de conductor de grupos se inició cuando tomó las riendas de las juveniles de Unión de Santa Fe, el club de sus amores. Allí, vivió un hecho que lo marcó y que expone su manera de afrontar las situaciones: se llevó a vivir a su casa a un chico de inferiores que estaba pasando por un proceso de recuperación de las adicciones.
“A las inferiores llegan chicos de diferentes clases sociales y con distintas problemáticas. Nos encontramos ante situaciones humanas que uno termina haciéndolas propias. Internamos a un chico por adicciones en ABRA –un centro especializado en adicciones de Santa Fe–. El director Osvaldo Chiarlo me abrió las puertas y me dio herramientas para trabajar. En uno de los tratamientos ambulatorios usamos una estrategia: el chico no era de Santa Fe y yo en ese momento me había divorciado. Entonces me lo llevé a vivir conmigo los días que no tenía a mis hijas y los otros días se iba a la casa de mi mano derecha. Tratamos de darle un sostén. Es una enfermedad que no tiene cura. Pelean de por vida. Algunos momentáneamente la ganan y a veces tienen recaídas. Quedé muy sensible con el tema”, rememora.
Desde Bélgica, en el medio de un descanso de sus nuevos trabajos como comentarista televisivo y como asesor de empresas deportivas, a la espera de disfrutar la nueva edición del clásico de Avellaneda a la distancia, se hace un momento para la reflexión: “Esto me hizo pensar. La educación es la gran problemática que tenemos. La falta de recursos económicos, pero sobre todo el tema educativo. Hay sociedades con problemas económicos mucho más grandes, como Cuba, en las que la educación es un tema que no se discute. En Argentina le damos poca importancia a la educación. Uno escucha que los políticos necesitan una sociedad sin grandes conocimientos para gobernar más fácil; y no tengo ningún tipo de dudas que es así”.
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