En junio de 2003, Kobe Bryant ya era una gran estrella del básquet. Sin embargo, la última temporada con Los Angeles Lakers -tras ganar tres anillos consecutivos de la NBA- no había sido buena y una persistente tendinitis en una de sus rodillas lo obligaba a pasar por el quirófano. Durante su proceso de recuperación, el jugador se alojó en un hotel de Oregon. Allí conoció a una trabajadora del establecimiento, a la que invitó a recorrer las instalaciones del lugar y a la que, más tarde, hizo pasar a su habitación. Un día después, esa joven de 19 años se presentó ante las autoridades policiales para hacer una grave denuncia: Kobe Bryant la había violado.
Lo primero que hizo Black Mamba -como apodaban al ex basquetbolista que murió el pasado domingo al estrellarse el helicóptero en el que viajaba junto a otros ocho ocupantes- al ser notificado de la acusación fue negar el hecho de haber mantenido relaciones sexuales con la denunciante. Tiempo después, cuando le informaron que había pruebas de ADN que comprobaban el contacto, admitió el hecho, aunque aseguró que este “fue consensuado”.
Cuando el caso se hizo público, Bryant pagó una fianza de 25 mil dólares para regresar a Los Angeles y brindó una conferencia de prensa para dar su versión de los hechos. Lo hizo junto a sus abogados y a su esposa Vanessa Laine, quien hace pocos meses había dado a luz a la primera hija de la pareja, Natalia. “No la forcé a hacer nada en contra de su voluntad, soy inocente”, aseguró en aquel encuentro ante los medios que se desarrolló en el Staples Center, la casa de los Lakers. “Estoy furioso conmigo mismo por haber cometido el error del adulterio”, agregó, dejando en claro que lo que realmente le dolía era haber roto el compromiso con su esposa, a quien más tarde intentaría compensar con un anillo valuado en más de cuatro millones de dólares.
La acusación que había hecho la joven empleada del hotel era contundente. Según su relato, Bryant la besó al entrar a la habitación y ella accedió. Luego, él intentó mantener relaciones sexuales y ella se negó e intentó irse, pero Kobe no la dejó. Comenzó a tocarla y, ante la negativa de la mujer, la tomó del cuello. Mediante el uso de la fuerza, la penetró. Aún cuando ella gritó que no en reiteradas ocasiones e intentó zafarse, él la sujetó de la nuca y del cuello.
Lo que siguió en los meses siguientes fue una catarata de acusaciones contra la víctima y de difusión de comentarios sobre su vida personal que se convirtieron en titulares de los medios de comunicación. Su nombre salió a la luz (por lo que comenzó a recibir amenazas de muerte anónimas) y detalles privados ajenos al proceso judicial también se hicieron públicos. Los abogados de Bryant hicieron hincapié, también, en sus supuestos padecimientos mentales.
En septiembre de 2004, la Justicia desestimó el juicio contra Bryant debido a que la joven no tenía voluntad de testificar. El asedio que había recibido parecía haber dado sus frutos. El basquetbolista emitió un comunicado en el que no solo se disculpó con la denunciante y con su familia, sino que admitió que ella no brindó su consentimiento. “Aunque realmente creo que este encuentro entre nosotros fue consensuado, ahora reconozco que ella no vio y no ve este incidente de la misma manera que yo. Después de meses de revisar el descubrimiento, escuchar a su abogado e incluso su testimonio en persona, ahora entiendo cómo siente que no dio su consentimiento para este encuentro”, confesó en el escrito.
El caso civil continuó, pero se dio por cerrado en el 2005, luego de que Bryant y la denunciante llegaran a un acuerdo económico. Aunque este nunca trascendió oficialmente, se estima que el deportista pagó 2.5 millones de dólares a su acusadora en concepto de daños.
Este caso fue recordado este domingo por la periodista Felicia Sonmez, que trabaja en el Washington Post, y que compartió un artículo en el que se dan detalles del proceso. Su mensaje se viralizó y cientos de usuarios comenzaron a atacarla, considerando que no era atinado hablar de ese tema cuando recién habían pasado pocas de la tragedia que terminó con la vida de Kobe, su hija Gianna y otras siete personas. En una serie de tuits que luego borró, la reportera destacó que más de diez mil personas le enviaron comentarios y hasta correos electrónicos con amenazas de abuso y de muerte.
Horas después se supo que Sonmez fue suspendida de su trabajo. Tracy Grant, editor jefe del Washinton Post confirmó al Daily Mail de Inglaterra que la periodista “fue desplazada a un puesto administrativo, mientras se decide si los tuits sobre la muerte de Kobe Bryant han violado la política del periódico”.
En medio de los mensajes de dolor por la muerte del ex basquetbolista, la comunicadora decidió traer a la luz un episodio que parecía borrado del pasado del cinco veces campeón de la NBA. A partir de su acción, el caso no solo no cayó en el olvido, sino que logró una enorme repercusión. Así se volvió a poner en escena el debate respecto de si es correcto separar al artista y a su obra de su vida personal. Es decir, si el recuerdo de las personalidades (Kobe Bryant, en este caso) puede distanciarse de los aberrantes hechos que han cometido fuera del campo de juego. También se pone sobre el tapete el castigo social que reciben aquellas que deciden alzar su voz -como Somnez-, para que estos casos no pasen desapercibidos ni se borren de la memoria colectiva.
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