El plan de millas aéreas de Sacha Fenestraz no debe tener límites. Desde sus 14 años que vive solo en la búsqueda de ese sueño llamado Fórmula 1. El piloto franco-argentino cumplió sus dos décadas el pasado 28 de julio y pasó más de la mitad de su vida en la localidad cordobesa de Santa Catalina, cerca de Colonia Caroya, donde se instaló con su familia. Fue seis meses después de su nacimiento en Annecy, un pueblo alpino en el sureste de Francia. Este año se mudó a Tokio y logró el título de la Fórmula 3 Japonesa. Es posible que en 2020 corra en la Súper Fórmula, una categoría de monopostos que es antesala a la Máxima. Hoy, en teoría, es el compatriota que más cerca está del gran circo.
Para concretar ese sueño sabe que debe continuar destacándose en el competitivo automovilismo nipón. Se muestra adaptado y cómodo a la vida en aquél país. Son las 10.30 de la mañana del sábado en Tokio, las 22.30 del viernes en Buenos Aires. Mientras un amigo lo lleva en su coche a practicar su hobbie, los autos a radio control, Fenestraz se presta a una llamada con Infobae. Hay 18.000 kilómetros de distancia, pero el contacto se hace ameno gracias a su acento cordobés que es una marca registrada.
Su pasión por el automovilismo la lleva en la sangre. Su madre, Stephanie, es francesa. Ella corrió el Dakar junto a Gabriel Pozzo en 2009 y en 2010 pudo terminar la carrera más dura del mundo siendo navegante del galo Michele Turon. Sacha se subió por primera vez a un karting a los tres años y a los cinco ya tenía su licencia para correr. Se formó en los kartódromos de Colonia Caroya y en el de Jesús María. Allí conoció a José María López (su ex cuñado), otro cordobés que brilla en el Mundial de Endurance con el equipo Toyota Gazoo Racing. El conocer de primera mano la historia de Pechito (no llegó a la F-1 por falta de dinero) y al ver el contexto de los pilotos albicelestes que emigran a Europa con escaso o nulo apoyo presupuestario de nuestro país, Fenestraz no tuvo otra opción que empezar a correr con bandera francesa ya que tiene doble nacionalidad.
Luego de conseguir el título de la Fórmula Renault Europea en 2017, cuando plasmó 17 podios en 23 carreras, entró en el programa de Desarrollo de Pilotos de Renault Sport. Coqueteó con la F-1 y en 2018 manejó un Lotus-Renault ex Kimi Räikkönen en una exhibición. Sin embargo su vínculo con el Rombo terminó a fines de 2018. “Me sacaron del programa porque suelen pedirte un resultado muy alto como ser campeón o terminar entre los tres primeros. Es una excusa para poder sacarte. Si bien gané una carrera, era muy difícil que lograra pelear por el título en mi primer año en la Fórmula 3 Europea”, esgrime Fenestraz.
Sin embargo no bajó los brazos y buscó nuevos rumbos. En 2019 su horizonte deportivo lo llevó a la tierra del sol naciente. “No podía seguir en Europa y en lo presupuestario estaba complicado. Estuve muy cerca de dejar el automovilismo. Pero Loïc Duval (piloto francés) me recomendó con equipos de Japón y me abrió puertas. Logré un lugar en la escudería B-Max Racing with Motopark con la que pude ser campeón en la F-3”, agrega quien obtuvo 8 victorias sobre 20 carreras corridas, 5 poles positions y 8 récords de vueltas. Fue contratado y no tuvo que poner presupuesto. Sus éxitos lo llevaron a debutar en el Súper GT Japonés, una de las categorías de gran turismo más importante del mundo. “Eso fue gracias al equipo Kondo Racing, en la clase GT 300”, comenta.
Su vínculo con esa escuadra y su título en la F-3 local, le valieron dos días de pruebas en Suzuka (donde corre la F-1) con un auto de la Súper Fórmula donde buscará competir en 2020. “Estoy cerca de poder correr en la categoría. Su coche es como uno de la Fórmula 2, pero como tiene menos carga aerodinámica va más rápido en las rectas”, describe sobre la especialidad cuyos monopostos usan el Halo como los de F-1 y sus motores de 550 caballos de potencia son provistos por Honda y Toyota.
“Los japoneses son muy apasionados por el automovilismo. Los autódromos se llenan y hacen horas de cola para poder tener autógrafos y fotos de los pilotos. Acá es una ‘religión’ el tratar bien al aficionado y eso es muy bueno. Hay solo siete u ocho circuitos, pero todos de primer nivel. Las dos categorías más importantes son el Súper GT y a Súper Fórmula”, resalta.
Fenestraz también cuenta detalles de cómo es su vida en el otro lado del planeta. “Japón es un país es extraordinario con una sociedad muy respetuosa. Tal vez porque su cultura es milenaria. Tengo amigos japoneses que me han tratado de diez desde el primer día. Son personas muy amables y educadas. Me impacta el trato que tienen entre ellos. Tratan igual a sus propios compatriotas como al que viene de afuera. Es decir, para tratar bien al extranjero, primero se llevan bien entre ellos”, destaca.
Afirma que le impresiona “lo mucho que se trabaja. Acá son muy obsesivos por el trabajo, aunque lo malo de eso es que hasta hubo suicidios por el trabajo”. Aclara que “al principio me costó la barrera del lenguaje. Acá poca gente habla en inglés. Por eso estoy aprendiendo a hablar en japonés. Lo importante es que con los ingenieros de los equipos de carrera podés hablar en inglés”.
Otro dato que aportó es que “Tokio tiene 9,2 millones de habitantes. El tráfico es mucho, aunque está bien organizado. No hay demoras, bocinazos ni ruidos. Tampoco saben lo que es la inseguridad. Acá la gente vive muy bien. La comida es rica y si bien es cierto que le dan mucho al sushi, tienen una carne de vaca que es muy buena. Claro que extraño el asado y el fernet (risas)”.
“Acá son muy importantes los eventos de relaciones públicas. Empecé a ir por mi equipo del Súper GT. Vos te pensás que vas a tomar algo para desconectarte, pero en esas reuniones sociales se concretan grandes acuerdos, aunque de forma muy relajada. Allí suelen ir representantes de empresas importantes y por eso nunca hay que faltar”, agrega.
“Un día normal en la semana me levanto a las 8:30/9:00 de la mañana. Me voy a entrenar al gimnasio. Este año tuve que dedicarme más a lo físico ya que por el aumento de potencia en los autos tuve que trabajar mucho en el cuello. También hago mucho simulador. Por la tarde voy a la base del equipo para ver cómo está el auto y por las reuniones que solemos hacer en la semana. Y en mis tiempos libres me dedico a mi hobbie que son los autos a radio control. Estoy en la meca de la electrónica y acá está lo mejor. Me gusta mucho eso. Parece fácil manejar estos autos, pero no lo es y representa un entrenamiento mental”, comenta.
En tanto que detrás de Sacha hay una estructura importante que trabaja para su futuro. Se trata de la empresa inglesa ADD Management que se encarga de representar pilotos, entre ellos el inglés Lando Norris, actual corredor de McLaren en F-1. De conseguir el salto a la Súper Fórmula representa una buena vidriera ya que allí corrieron otros recientes corredores de la Máxima como el francés Pierre Gasly (actual Alpha Tauri, ex Toro Rosso) y el belga Stoffel Vandoorne (ex McLaren). De poder competir en ella y hacer una buena campaña, el objetivo siguiente es lograr pegar el salto a la F-2 y luego la F-1. “Llegar a la F-1 no es imposible, pero intento no pensar en ese tema en el día a día para no perder el foco del presente. Por ahora quiero seguir haciendo mi carrera en Japón”, asevera.
Sus números lo acompañan: luego de dos años en el karting y desde su debut en los autos de fórmula en 2015, corrió un total de 145 carreras, logró 24 triunfos (1 cada 6 competencias), 22 poles positions, 19 récords de vueltas y 59 podios (1 cada casi 3 finales). Entre las veces que subió a la tarima sobresale su tercer puesto en el Gran Premio de Macao de F-3 de 2018, una de las carreras más tradicionales de la especialidad. Si se consideran todos sus campeonatos completos, en seis de ellos su peor resultado fue un sexto puesto global. Solo en uno terminó 11º en la temporada, en la F-3 Europea en 2018.
De momento sigue corriendo con licencia francesa aunque hace hincapié en su gran anhelo: “quiero correr con la licencia argentina. Pero ojalá pueda correr lograrlo. Aún no hablé con la empresa que me representa qué pasaría si cambio la bandera”, confiesa. Su situación generó una controversia en nuestro ambiente fierrero. En su buzo están las dos banderas, la argentina y la francesa. En el Viejo Mundo cada vez que subía al podio lo hacía con la bandera albiceleste. Pero hubo quienes no entendieron su situación. Si bien quiere al país galo por haber nacido allá y porque le abrió las puertas en el deporte motor, como lo explicó desea competir representando a nuestro país.
Él no lo dice porque es muy respetuoso y profesional. Pero la verdad es esta: debe correr con licencia francesa para que la firma que lo representa pueda conseguirle patrocinantes. En la Argentina, estando en la estructura de Renault F1, intentó conseguir apoyo económico en 2018, pero fue imposible. ¿Qué pasará si el día de mañana llega a la F-1? ¿Aparecerán como arte de magia las empresas o el Estado para sumarse? Lo cierto es que todos querrán salir en la foto.
El talento no sabe de banderas. Sacha Fenestraz está lejos de su querida Córdoba, pero cerca de su gran pasión, el automovilismo. Aprendió a vivir separado de sus afectos siendo un adolescente. Para 2020 tiene la mira puesta en continuar corriendo en el Súper GT y lograr debutar en la Súper Fórmula. Mientras tanto abajo del auto seguirá su vida en una cultura diferente, pero donde él se siente cómodo. Se hizo grande Japón y va por más.