Por Carlos Ilardo
Una medida cautelar dispuesta por el juez federal Juan Esteban Maqueda impidió la realización de la final del 72° Campeonato Argentino Superior femenino de ajedrez dispuesto para el jueves último, en las instalaciones del Cenard. ¿Los motivos? La denuncia de la gran maestra Claudia Amura -cuya acción legal fue respaldada por la Dra. Adriana Bazzano, a cargo de la Secretaría de Estado de la Mujer en la Provincia de San Luis- solicitando el cese de actos discriminatorios entre los que se incluye, la falta de participación de las ajedrecistas en la conformación de los reglamentos de los torneos organizados por la Federación Argentina de Ajedrez (FADA), las diferencias sustanciales entre los premios estipulados para varones y mujeres y la falta de información sobre la conformación del equipo olímpico 2020 y de las becas otorgados por la Agencia Nacional de Deportes de la Nación en 2019.
Frente a la presencia de la escribana Viviana Pertierra, a la hora pactada para el comienzo de la competencia, el presidente de la FADA, Mario Petrucci, anunció la suspensión del certamen ante la atónita mirada de las 10 ajedrecistas finalistas (Elisa Maggiolo, Guadalupe Besso, Anapaola Borda, Milagros Brizzi, María Campos, Paola Guzmán, Candela Francisco, Valeria Bank, Giuliana Bosco y Juana Rueda). “La FADA acatará lo dispuesto por la Justicia”. Más tarde, Petrucci, miembro del Consejo Ejecutivo del Comité Olímpico Argentino, dispuso la organización de un torneo cerrado (IRT Proyección Olímpica) entre las participantes (algunas habían llegado desde el interior del país) y válido para el ranking mundial.
Fue entonces, cuando Elisa Maggiolo, ex campeona argentina y representante del Club Boca Juniors, ganadora de la serie semifinal disputada en marzo último, soltó su malestar: “Lo siento mucho chicas”, dijo mirando a sus rivales, y completó, “vine desde la Boca al Cenard para jugar una final del campeonato argentino y no para disputar un torneo interno. Les deseo mucha suerte a todas”. Maggiolo, ajedrecista federada por la Federación Metropolitana agregó: “Acá había un reglamento dispuesto para jugar la final en el mes de junio en Tierra del Fuego. Los organizadores se retiraron a último momento y la FADA tomó la posta para realizarlo en el Cenard. Ahora las condiciones para jugarlo son diferentes a las anteriores”.
Hace casi un año había detonado la bomba del ajedrez vernáculo cuando un grupo reducido de ajedrecistas, las referentes y últimas representantes olímpicas (Claudia Amura, Carolina Luján, Florencia Fernández, Marisa Zuriel y Ayelén Martínez) denunciaron por discriminación a las autoridades de la Federación Argentina de Ajedrez (FADA) como consecuencia de los actos sucedidos en la Olimpíada de Ajedrez en Batumi, en octubre de 2018. Ambas partes nunca zanjaron sus diferencias, pero para hacerlo aún más complejo, la mayoría de los ajedrecistas del país (incluido varones y mujeres), los mejores del ranking, y los integrantes del equipo masculino olímpico sostienen que la FADA actuó correctamente. Que las mujeres no fueron discriminadas y que es la misma reglamentación de la Federación Internacional de Ajedrez (FIDE, según sus siglas francesas) la que discrimina cuando establece diferencias de ranking, categorías y premios entre ambos sexos.
Esa herida entre las partes jamás cicatrizó; aunque se organizaron nuevas reuniones con la participación de árbitros, jugadores, dirigentes, entrenadores y profesores. No se alcanzó la tregua, ni firma de la Paz.
Por ello, el grupo de mujeres disidente con la conducción de la FADA, las cinco ajedrecistas con mayores representaciones en Olimpíadas de Ajedrez femenino, autodenomindadas “Damas Olímpicas”, a través de sus redes sociales se refirieron al nuevo reclamo que desembocó en la medida cautelar del pasado jueves 12, que avaló un juez federal y que insta a las partes en un plazo perentorio a la presentación de pruebas. Las ajedrecistas contaron porqué se sienten discriminadas:
• Cambiaron el primer reglamento publicado en febrero donde ya habían notificado y confirmado a 5 jugadoras clasificadas de las cuales 2 (Claudia Amura y Ayelén Martínez) quedaron excluidas con otro nuevo reglamento publicado en noviembre por FADA.
• "Casualmente" colocaron el torneo en las fechas exactas en las que las mejores jugadoras del país se encontraban compitiendo en el exterior.
• Culmina el año y la Final de la máxima competencia femenina del país, que fuera anunciada en febrero para realizarse en Ushuaia del 24 de junio al 2 de julio, se suspendió y durante 8 meses no tuvimos novedades. En ese período no pudieron organizarlo debido a las decisiones caprichosas de algunos dirigentes de la Federación Argentina de Ajedrez que no aceptaron el diálogo ni la búsqueda conjunta de soluciones para destrabar un conflicto de clara desigualdad en el cual las mujeres ajedrecistas estamos precarizadas en la mayoría de las competencias.
Por su parte, la dirigencia de la FADA recoge el guante y cree que obró de acuerdo con los reglamentos y disposiciones estatutarias. Y hasta parecen sorprendidos que ante tantos progresos en el desarrollo y crecimiento de la actividad, un grupo de ajedrecistas desafíen su autoridad.
Hace seis años que el ajedrez argentino enderezó su rumbo tras décadas de naufragio y conducciones a la deriva. La federación estaba endeudada, los jugadores maltratados (sus actuaciones no ingresaban al ranking mundial) y se les retaceaba cualquier reconocimiento económico. Los nuevos aires, a partir de 2013, lograron que la FADA cancelara su deuda histórica de casi 30.000 euros con la FIDE, que las partidas de los ajedrecistas ingresaron al ranking, que la actividad creciera exponencialmente en todo el país, que aumentara el número de sus afiliadas y que hoy en sus arcas existen fondos suficientes para la organización de cualquier clase de competencia internacional. El ajedrez fue reconocido por el ENARD, ingresó al COA y los jugadores recibieron becas acorde con deportistas olímpicos. Por primera vez en su historia a sus representantes se les adjudicaron los pasajes con seis meses de anticipación a las competencias y tras un acuerdo con la firma “Signia” recibieron la indumentaria deportiva que incluye el logo del COA. Nunca antes una delegación de ajedrecistas viajó con uniforme oficial.
Además, con la actual gestión se aumentó el número de auspiciantes y de ajedrecistas participantes en competencias locales e internacionales. La última muestra sucedió en el XVI Festival Sudamericano de la Juventud Buenos Aires 2019 (realizado en diciembre en el Cenard, con 530 jugadores de 12 naciones, entre ellos 156 representaron a la Argentina), de las 11 medallas conquistadas, seis fueron logradas por ajedrecistas mujeres.
Sin embargo todo ello pareciera no bastar para una sana convivencia, incluso resulta extraño que en una actividad ligada a la lógica y al intelecto de sus participantes no reine el sentido común para alcanzar el bienestar general de las partes.
Se sabe que el poder es la capacidad de hacer, la facultad de la toma de decisión y aquí pareciera que gira la cuestión. El gran dilema: ¿quién manda a quién? Si los dirigentes que disponen las reglas (a veces en exceso y de manera arbitraria) o los jugadores (en este caso el grupo más representativo de mujeres) dispuestos a no acatarlas o manifestar su desacuerdo.
El rigor periodístico para conocer la verdad de cada hecho que se denuncia y se consulta choca con las versiones disímiles de sus actores; y muchos sólo se atreven a hablar en off. Por eso la encrucijada no encuentra tonos grises; o se recorre por la diagonal blanca o se eligen las casillas negras. La solución parece alejarse y ocultarse. Un movimiento sólo descifrable para quien posea un instinto intuitivo a la altura de un genio como Bobby Fischer o Garry Kasparov.
Es obvio que mientras las partes sigan enfrentadas las más perjudicada será la actividad, los auspiciantes no se interesarán en sumarse con sus marcas en el marketing de los torneos, el ajedrez seguirá perdiendo espacios entre las principales instituciones que rigen el deporte nacional, y ni los padres verán con agrado que sus hijos quieran iniciarse a la práctica de una actividad tan competitiva como conflictiva.
Será tal vez la Justicia, con las pruebas ante sus ojos, con las documentaciones que avalen los dichos de una u otra parte la que finalmente con su fallo conseguirá destrabar el conflicto.