La historia de Gabriel Batistuta es reconocida por todo el mundo. El ex goleador de la Selección surgió en Newell´s, pasó por River, hizo escala en Boca y brilló en Italia, donde forjó su figura de ídolo.
Sin embargo, pocos conocen que el delantero que disputó 3 mundiales (1994, 1998 y 2002) buscó todas las alternativas posibles para evitar el fútbol. "Yo quería estudiar. Como estaba limitado en Reconquista, mi deseo era ese”, reconoció el santafesino en el programa de Telefé PH y recordó cómo fueron sus inicios: “La selección juvenil había ido a jugar un amistoso a Corrientes, pero como llovió tuvieron que pasar por Reconquista y organizaron un partido, al que le ganamos con dos goles míos”.
Aquel encuentro cambió el futuro de Batistuta. Él, inconsciente de lo que había provocado en los analistas y expertos de la materia, tuvo que dejarse llevar por las promesas que le impuso su nuevo destino: el éxito.
“Un día llegué a casa y tenía un auto que me estaba esperando para ir a jugar a Newell’s”, dijo con una naturalidad sorprendente. El ex goleador se subió al coche misterioso y partió hacia Rosario, donde sufrió más de lo que disfrutó. “Yo recién estaba de novio. Quería hacer cualquier cosa, menos jugar al fútbol. Para mí ir a esa ciudad fue un shock. No tenía nada que ver al pueblo. Nadie me daba bola”, advirtió.
Sin embargo, a base de sacrificio y entrenamiento el Bati logró adaptarse a la Lepra. “El esfuerzo es mucho más importante que el talento”, aseguró el ex delantero, quien gracias a su profesionalismo llevó sus goles al Monumental, la Bombonera, Italia y Qatar. Incluso en la Fiorentina se transformó en una especie de Dios al que todas las mañanas los vecinos de Firenze le brindaban ofrendas en agradecimiento a sus conquistas. Una historia que probablemente se traslade a la pantalla grande.
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