Todavía no estaban popularizados los pañuelos verdes. Eran tiempos en los que no había lugar para las mujeres en el fútbol. O casi. Una época en la que era llamativo observar a la figura femenina en un estadio. Pero ella nació, creció y murió en Racing. Se crió entre los tablones de la vieja cancha de la Academia y pronto adoptó el ADN albiceleste que heredó de Doña Ida y Don Césare, dos inmigrantes italianos que arribaron al país escapando de la pobreza que invadía a la región de Udine.
“Tita es la persona más importante en la historia de Racing. En un mundo tan machista como ha sido el fútbol, algo que afortunadamente está comenzando a cambiar, a Tita se la ha minimizado diciendo que es la mujer más importante en la historia del club. Pero Tita Mattiussi es más importante que cualquier jugador o dirigente que haya contribuido a ser grande a Racing”, aseguró Marcelo Izquierdo, autor de 100 años de Tita, la madre de la Academia, en diálogo con Infobae.
Tras haber realizado un arduo trabajo de investigación, el periodista se permite afirmar que la legendaria Tita Mattiussi “fue, es y será una de las figuras más excluyentes de la Academia, porque ha sido testigo y partícipe esencial de ocho décadas de historia el club (desde 1919 hasta 1999)”.
Ella nació en una casilla que estaba ubicada debajo de las tribunas. Aprendió a hablar, caminar y correr en los alrededores del estadio. Su infancia, adolescencia y madurez las vivió bajo la pasión académica. “Primero fue hija, luego hermana menor, después hermana mayor hasta que finalmente se convirtió en madre. Tita ha sido tan importante como cualquier jugador que ha quedado en la historia de Racing con sus logros históricos como la Copa Intercontinental de 1967 o la Supercopa de 1988. Es sin dudas la persona más importante de la historia del club. Una leyenda. Pero ante todo, era una mujer que se hizo un lugar en un mundo de hombres. Una mujer que amó y sufrió por amor y que terminó su vida abrazada a una institución que en muchas ocasiones le dio la espalda. Fue un símbolo. Una revolución”, analizó Izquierdo.
El amor al que hace referencia el autor de la emotiva obra que retrata la vida de la legendaria Tita es al de Alfredo Díaz, un lateral rosarino que llegó a la Academia en 1937 cuando ella tenía 18 años. Ese romance que se construyó con la inocencia de una joven entusiasta concluyó de la peor manera por las constantes infidelidades y mentiras que construyeron la personalidad del ex defensor de Newell´s.
Fue un noviazgo serio, pero él se descarrilaba cada vez que podía escaparse a su ciudad de origen para disfrutar de las noches, los bares y las conquistas casuales que ostentaba ante sus amigos. Una relación que duró una temporada, cuando en uno de sus viajes a Arroyo Seco Alfredo Díaz se enteró que una de sus amantes había quedado embarazada. La herida caló hondo en Tita. A partir de esa ruptura nunca más se animó a generar un vínculo amoroso con otro pretendiente. “Fueron novios y tuvieron planes de casamiento, pero la relación se truncó. Ella quedó devastada. Si se hubieran casado, posiblemente la historia hubiese sido otra... aunque ella siempre repitió que si volviera a nacer hubiera hecho exactamente lo mismo”, explicó el periodista que investigó la vida de la mujer más amada de Racing.
Con más de 30 testimonios, entre jugadores, ex dirigentes, empleados, familiares y promesas que no llegaron a debutar en Primera, Marcelo Izquierdo desarrolló un trabajo notable que emociona y entretiene. “Sin dudas, Tita fue una pionera. Ya a los 15 años la revista El Gráfico la entrevistó para una nota sobre las hinchas más características de los grandes del fútbol argentino. Y nadie dudó en señalar a esa adolescente como la mujer más importante del club. Si bien su imagen es la de una mujer dulce, ella se batía en la defensa de los chicos de la pensión”, reflexionó el autor.
Probablemente, una de las etapas más duras de su vida se remonta a los fusilamientos que se produjeron en el Cilindro el 22 de febrero de 1977, cuando Tita salió al playón de la cancha para ver lo que estaba sucediendo. “Se encontró con esa imagen macabra de un grupo de detenidos-desaparecidos que acababan de ser asesinados por las fuerzas de la Dictadura Militar. Quedó cara a cara con los asesinos para defender a sus pibes, a uno de los cuales tuvo que contener porque quería ir a hacer la denuncia a la comisaría. Imaginate cómo hubiera terminado eso. Tita le salvó la vida a ese pibe”, analizó Izquierdo.
Eran tiempos oscuros. Tita estaba protegida por las paredes del estadio Presidente Perón, un nombre que provocaba el odio de los asesinos de turno. Pero era más una protección de cartón pintado de celeste y blanco. Nada detenía la marcha de los genocidas. Y ella lo sabía bien.
Tira cuidaba de sus pibes. Pero no podía defenderlos de una dictadura. A los chicos de las inferiores, cada vez que salían, los apuntaban con fusiles en los alrededores del estadio y ellos se acostumbraron a pegar un grito: ¡Somos jugadores de las inferiores de Racing!
(...) Todo pasó tan rápido que ninguno pudo siquiera decir una palabra. Todos los pibes estaban cerca de la ventana que daba a la calle Colón. Se escucharon gritos de terror de una mujer. “¡Milicos hijos de puta!” Los chicos se paralizaron. No estaban acostumbrados a la vida de ciudad, porque eran pibes del interior. Ingenuos. Y se quedaron mudos.
Todavía se estremecen cuando recuerdan lo que vieron y escucharon. Una veintena de víctimas se fueron agrupando contra la pared como buscando protección entre ráfaga y ráfaga. Vieron cómo iban cayendo uno a uno al piso, heridos, ensangrentados, entre gritos de dolor y desesperación. Muertos. Fusilados.
“Que una mujer de 58 años decidiera salir y enfrentarse a un grupo de tareas que había utilizado a la cancha de Racing como pelotón de fusilamiento me parece conmovedor y de una valentía increíble. Tita se comportó como una verdadera Madre con mayúsculas. Sólo volvió a entrar al estadio después de que la amenazaran con matarla mientras le apuntaban en la cabeza. El testimonio de los pibes es estremecedor”, recordó Marcelo Izquierdo sobre su relato de su obra, que no sólo debe ser leída por los hinchas de la Academia.
El significado del nombre Tita Mattiussi difícilmente se pueda explicar con palabras. El predio donde trabajan las inferiores del club lleva su nombre. Pero su reconocimiento no era suficiente. Por ello, la institución de Avellaneda decidió inmortalizarla con una estatua como alguna vez hizo con Juan José Pizzuti y Mostaza Merlo. Su agradecimiento será eterno. Por ello, el mundo Racing siempre tiene presente dos palabras: “Gracias Tita”.
Seguí leyendo