Gabriel Deck: “Yo sé de dónde salí y lo que cuesta cada cosa”

El basquebolista nacido en Santiago del Estero la rompe en el Real Madrid luego de haber sido pieza clave en el Mundial de básquet. Cuenta las diferencias entre las dos vidas, argumenta qué lo hace distinto y por qué es cada día más figura y menos obrero.

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Por Julián Mozo

De calzarse aquella 20 gastada de los Spurs y jugar al básquet en el patio de su casa, en piso de tierra, con un aro armado con un volante de tractor y una madera incrustada como tablero a ponerse la reluciente camiseta del Real Madrid, ganar mucho dinero y jugar en el impactante Wizik Center para 18.000 personas, en el máximo nivel internacional del deporte que ama. De aquellos duelos, “a cara de perro”, con amigos y su hermano Joaquín bajo el abrasador calor santiagueño a que el técnico que hace historia en el Real (Pablo Laso) diagrame para él –y no para cualquiera de las otras cuatro figuras que lo rodean- la jugada que definirá el partido ante el Baskonia. En poco más de una década cambiaron totalmente las responsabilidades y el contexto, pero la esencia de Gabriel Deck sigue siendo la misma. “Vivir todo esto, lo que pasó el domingo pasado, me produce mucha alegría, una emoción terrible, sobre todo cuando miro para atrás y veo lo que vengo haciendo en estos años. Es muy lindo. Y sí, cuando te pasan cosas buenas uno siempre vuelve a sus raíces”, reconoce en charla con Infobae este santiagueño de 24 años que, en silencio, se ha convertido en una de las armas letales que tiene un Real Madrid repleto de estrellas.

Para muchos sería un cambio abrupto, hasta shockeante, pasar de trabajar en campos de alfalfa con 40 grados de calor o limpiar ómnibus a una realidad completamente distinta en Europa, pero Tortuga no lo siente así. O al menos no lo expresa. “El día a día es tan intenso, con tantos partidos y obligaciones, que no me detengo tanto a pensar o a mirar para atrás. Quizá por eso, porque todo ha pasado demasiado rápido, no he sentido el vértigo… Aunque es verdad que hay momentos, sobre todo los fin de semana o algún día libre, que veo donde llegué, donde juego, y lo disfruto más”, se sincera.

Gabriel Deck, a los once
Gabriel Deck, a los once años, con una camiseta 20 de Ginóbili jugando en el patio de su casa en Colonia Dora, Santiago del Estero. El aro improvisado provenía del volante de un tractor.

-¿Y qué sentís?

-Alegría, felicidad, orgullo y hasta admiración de mí mismo. Por haber podido lograr más de lo que imaginé. Y también agradecimiento, obviamente, con toda la gente que me ayudó en todo este camino.

-¿Y qué queda de aquel Gabriel Deck de Colonia Dora?

-Todo. Soy el mismo. Incluso en la cancha. Si bien he ido mejorando, tengo la misma chispa, las mismas ganas. Por ganar y competir. A mi manera

El padre (Oscar) era chofer de larga distancia, la madre trabajaba en la empresa de micros y los dos hermanos Deck barrían y lavaban las unidades antes de volver a salir. Y fue una tarde de mucho calor, mientras limpiaban la bodega de una de las unidades, que el hermano le dijo una frase que cambió sus vidas. “Basta, no podemos seguir así, nos vamos a probar suerte a la capital, a Quimsa”. Gabriel habla 11 años después. “La recuerdo como si fuera hoy. Fueron palabras claves de Joaquín. Así nos decidimos a salir del pueblo. No teníamos miedo, pero era duro porque debíamos dejar a la familia, a los amigos, nuestro pueblo…”, recuerda quien debía trabajar porque, acepta, “en casa a veces faltaba un plato de comida”.

-¿Sos de ponerte a pensar en las diferencias entre aquella vida y la actual?

-Sí, lo pienso. Es lo que me mantiene con los pies sobre la tierra y no me hace alejarme de la humildad que debe ser la base de todo, al menos para mí. Yo sé dónde salí y lo que cuesta cada cosa. Lo material, para mí, está en un segundo plano. Siempre fue así.

Deck llegó la temporada pasada al Real y sorprendió lo rápido que se adaptó. “Pensé que me iba a costar más, pero no. Tal vez por haber vivido un par de años en Buenos Aires, una ciudad bastante parecida a Madrid”, explica. Tortu no es de salir mucho a pasear, prefiere quedarse en su casa escuchando música o mirando TV. También sorprende que, como pasaba de chico, se dedique a los quehaceres domésticos, incluso a planchar. En la cancha tampoco se han notado grandes diferencias con aquel Deck que dominaba la Liga Nacional. No sufrió el mayor ritmo, intensidad y capacidad física del básquet europeo ni parece haber sentido la presión de ocupar plaza de extracomunitario. Su versatilidad, energía y juego sin balón lo convirtieron en una pieza clave de una potencia en Europa. Un nivel que no para de crecer.

En el Mundial de China,
En el Mundial de China, Deck confirmó su crecimiento y contribuyó con el equipo cada vez que le tocó entrar. Sonriente, en el festejo tras derrotar a Francia.

-¿Qué sentís que te hace diferente?

-No sé, la constancia, el trabajo que hago día a día, tratando de mejorar. No me veo distinto.

-¿Pero te sentís cada día más importante en el Real?

-Sí, eso sí, cada día más. Pero también es cierto que desde el primer año, desde el primer minuto, se valora mucho acá lo que yo vine a aportar.

-Quizá sea porque pareces estar hecho a la medida de un gigante como el Real: no tenés ego, no necesitás la pelota ni los tiros, jugás en equipo, sos versátil y rendís bajo presión. ¿Vos lo sentís así?

-No sé si tanto, sólo yo trato de encontrar la forma de encajar en los equipos, veo lo que necesitan de mí y trato de hacerlo. Busco aportar cosas que no están en los números y nos ayuden a ganar.

-¿Sentís que estás dejando de ser un obrero y te estás empezando a transformar en figura?

-Bueno, capaz que parece eso porque ahora estoy tomando más decisiones ofensivas, pero tengo claro que si un partido no tengo que tirar al aro, no lo haré. Yo juego para el equipo, para ganar.

Junto a Laprovittola y Campazzo,
Junto a Laprovittola y Campazzo, Deck muestra la medalla ganada con el Real Madrid. Llegó hace poco más de un año a España y se adaptó sin problemas.

-En la intimidad, ¿qué te elogian tus compañeros?

-Mi energía, mis ganas, mi defensa, cómo ayudo en los rebotes.

-Tenés una personalidad que reflejás con la frase “esto es básquet, Chango”. ¿Sentís que esa forma de ser, de estar tranquilo en los momentos de mayor presión, de tomarlo como un deporte aunque haya mucho en juego, es el plus para triunfar cuando más difícil es el escenario?

-Sí, puede ser un poco de eso. Personalmente, yo soy tranquilo, afuera de la cancha y eso se refleja adentro. Además trato de estarlo, también, porque sé que todo sale más fácil. El otro día, cuando me tocó definir el partido, para mí fue una acción más. Y yo estoy convencido que siempre me saldrá bien…

-¿La frase la seguís diciendo? ¿Qué representa para vos?

-No la uso tanto, a veces (se ríe). Para mí, juegue donde se juegue, el básquet no deja de ser un deporte, donde se gana y se pierde.

-En la Selección sos el DJ oficial, ¿en el Real también?

-No, acá no, lo manejan los chicos de más años (se pone serio). Ellos escuchan otra cosa, más reggaeton, lo que está más de moda…

-¿Pero les hiciste escuchar Los Palmeras, Gilda y Leo Mattioli?

-No, no. Lo escucho yo, individualmente. En Argentina es distinto porque todos los conocen, los temas, y es más fácil. Acá está cada uno con su estilo.

 Gabriel Deck en acción
Gabriel Deck en acción frente a la figura serbia Nikola Milutinov. El de Colonia Dora se muestra tranquilo dentro y fuera de la cancha. REUTERS/Kim Kyung-Hoon

-¿Y cómo es el vestuario del Real, ahora con tres argentinos? ¿Es parecido al de la Selección o como hay de tantas nacionalidades es muy distinto?

-No, es distinto, aunque también hay mucha buena onda, el mejor ambiente y energía. Nos llevamos muy bien y eso es clave para que nos vaya bien.

-Hablando de Argentina, antes del Real-Baskonia, estuvieron los cinco compañeros hablando antes de enfrentarse. ¿Ya se puede decir que, como decían los de la Generación Dorada, que ustedes también son hermanos de camiseta… ¿Lo sentís así, cómo se potenció la relación en el Mundial?

-Sí, claro, entre nosotros siempre nos queremos ver y estamos en contacto, aunque juguemos en equipos distintos. Y sí, es verdad que sentimos como hermanos, quizá algo parecido a lo que pasaba con la Generación Dorada. Y también está claro que el Mundial, todo lo increíble que nos pasó, ayudó para fortalecer la relación entre todos. Es una relación hermosa que esperamos conservarla por mucho tiempo.

-¿Tenés el sueño de que te venga a buscar la NBA o preferís seguir adonde estás? Te lo pregunto porque varios equipos te siguieron (y te siguen), aunque no te hayan elegido en su momento en el draft…

-Sí, lo sé, pero hoy en día no pienso en eso hoy. Estoy muy tranquilo y bien acá, en un club tan importante, de lo mejor de Europa. Está claro que uno de chico siempre sueña con la NBA, pero yo prefiero ir día a día, hacer las cosas bien acá y después en el futuro se verá. Hoy disfruto del Real.

Y lo bien que hace señor Gabriel Deck, usted se lo ha ganado.

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