Jesús salta con sus rizos al viento y sus gafas redondeadas en esa pequeña cancha de fútbol cinco del sur de Rosario. Alejandro Verón lanza la pelota con la mano y un hombre con un manto blanco hasta los pies erra la trayectoria del balón adrede. Jesús, ecuatoriano de nacimiento, mete el puño izquierdo, lo envía al fondo de la red y sale gritando desaforado. Se arrodilla y dos líderes de la Iglesia comienzan la última parte del ritual: le dan un trozo de pizza napolitana de rodillas, comparten un sorbo de moscato y le piden jurar amor eterno por Diego Armando Maradona sobre un libro de su vida. Jesús acaba de ser bautizado en Navidad. Jesús es un integrante más de la Iglesia Maradoniana, un viaje extravagante que se transformó en la reunión más emblemática para celebrar el nacimiento del Diez alrededor del mundo.
El aire en la ciudad de Rosario se siente distinto desde bien temprano aunque sea día de semana. Maradona volverá a esa ciudad después de 16 años sin pisarla y a 26 años de haber jugado cinco partidos oficiales con la camiseta de Newell’s. Este año la Iglesia Maradoniana vivirá una Navidad especial. La 59ª celebración del nacimiento de su Dios con él a unos pocos metros de distancia. Un Dios humano, como lo definen. Y así es el festejo: humano. Podría decirse que son un grupo de camaradas que simplemente se juntan a hablar del Diez. Pero no es así. Son devotos de una fe. De una fe que inventaron una noche de 1998 entre Verón y Hernán Amez –dos periodistas de la ciudad que comparten su fanatismo por Maradona– durante las primeras horas del cumpleaños 38 de Diego Armando también por los recovecos del sur de Rosario.
La Santa Sede maradoniana es itinerante. En esta oportunidad esta sitiada en el salón de una cancha de fútbol cinco en el cruce de Boulevard Seguí y Avenida Oroño. En la puerta hay apostado un Policía, César, contratado especialmente para la ocasión. Una especie de integrante de la Guardia Suiza como tiene el Vaticano pero del improvisado templo del campeón del mundo de 1986. La misa se extiende por varias horas: suenan los típicos temas musicales dedicados a Maradona, comparten anécdotas de su pasión por él, recuerdan los comienzos de esta liturgia, se exacerbaban con cánticos de cancha y comparten videos de saludos de famosos para Maradona que van desde Maximiliano Rodríguez hasta Guillermo Coppola pasando por el Zorrito Von Quintiero o Juan Amador Sánchez. Todo maserado entre comida y bebida.
Pato y el Colo viajaron varias horas desde Córdoba con distintas lesiones en sus piernas a bordo de un vehículo que conoció mejores épocas. Un grupo de ocho amigos de Buenos Aires alquiló una casa el lunes en Rosario para instalarse en vísperas de la visita de Maradona al Estadio Marcelo Bielsa y esta nueva Navidad. Renzo llegó desde Ibiza adelantando la visita anual a sus familiares para poder ver a Maradona de vuelta en el Coloso. El Uruguayo se tomó un ferry desde Montevideo porque son contadas con los dedos de una mano las veces que faltó a la Navidad. Entre los más de 50 concurrentes las historias de este tipo se repiten. Hay tatuajes por doquier y camisetas de Newell’s, San Lorenzo, Arsenal, Belgrano, Dorados de Sinaloa, Napoli y la selección argentina. También un clima familiar en el que te reciben con un abrazo y una caricia sobre la frente.
La foto de la escena bien podría ser una especia de sketch televisivo con hombres y mujeres, transpirados, desaforados gritando por el futbolista más conocido de la historia en el medio de un pogo repentino. Con cervezas en conversadoras de telgopor. Con una botella de jugo saborizado que simula ser moscato. Con lágrimas en los rostros de los personajes de esa pequeña sala tapizada en banderas maradonianas. Con una pelota que tiene una corona de espinas metalizadas y unos pequeños hilos de sangre pintados en fibrón. Con un arbolito de navidad que mira un tanto de costado. Con un altar entre pintorezco y melancólico. Hay secuencias que parecen salidas de una película de Quentin Tarantino por lo intensas. Pero ese rito es absolutamente verdadero. La Iglesia Maradoniana tiene miles de fanáticos alrededor del mundo, otros tantos fieles que año a año se reúnen en distintos puntos del país y beneficios dignos de un grupo de élite.
"Lo más importante es el reconocimiento de él, el amor que nos ha expresado siempre. Nos llamaron amigos de él, los familiares, ¡hasta de Cuba! Nos invitaron a su casa, conocimos ese fantástico museo que todos soñaron conocer. Nos organizaron fiestas en España, México, Chile, Brasil... Recorrimos el mundo gracias a estos eventos. Pero sobre todo llevando la bandera de Diego en alto”, le cuenta Hernán Amez, uno de los fundadores, al grupo de trabajo de Infobae que se trasladó especialmente hasta Rosario para vivir esta experiencia. Y que, a partir de esta noche, también forma parte de la peculiar creencia.
UN BAUTISMO MARADONIANO
Ema tiene 7 años y le pide a su mamá ser bautizada. Cumple con la ceremonia: la tiran la pelota, el falso Peter Shilton sale a buscarla y ella marca el gol con su puño izquierdo como Maradona a los ingleses. Ema corre feliz con sus padres. La fila de bautizados suma varias decenas que incluyen periodistas argentinos y hasta al cronista freelance francés Georges Quirino. “En el nombre de la Tota, de Don Diego y el fruto de su amor. Diego, Diego, Diego”, cierra la frase el correligionario de turno. “Bienvenido a la Iglesia Maradoniana” es la frase que acompaña al flamante carnet de miembro que llega con un detalle más: Diego será parte de tu identidad, después de tu nombre y antes de tu apellido.
Hay un clima de jolgorio constante que se repite durante más de media hora sobre el césped sintético de una noche que amenaza con gotear. Todos los que quieren ser bautizados atraviesan la misma escena que bien podría considerarse como humorística. Sin embargo, los fundadores de la Iglesia hablan con seriedad del tema. No hay espacios para las bromas. Hay algo que queda claro: un clima ameno, descontracturado, terrenal, no quita la formalidad sobre el evento. Infobae le pide a Jesús, el ecuatoriano de barba tupida y rizos pronunciados, revivir su bautismo. “No sé hermano, estaba como ido. Fluí”, advierte antes que hagamos el esfuerzo de insistir sobre las sensaciones de ese momento.
Un rato antes se habían organizado para que todos estén en su lugar a la hora de hacer la cuenta regresiva de 1 a 10 –lógicamente– y así alzar las copas en conjunto a las 12. El “olé, olé, olé, Diego, Diego” hace las veces de pirotécnica bulliciosa. Este año no se pronunciaron los 10 mandamientos –La pelota no se mancha, amar al fútbol por sobre todas las cosas o declarar tu amor incondicional por Diego y el buen fútbol, entre otros–, ni tampoco se llevaron a cabo casamientos. “Hay casamientos maradonianos. Hoy había mucha gente que quería venir pero se hace muy largo el evento, no podemos con todos. La gente viene a contar su historia también acá. Cada uno tiene una historia particular y que emociona con Diego. Hay muchos padres e hijos que tiene relaciones muy tirantes, pero cuando hablas de Diego está esa química ahí única”, explica Amez mientras de fondo suena “Maradó” del Potro Rodrigo en loop.
La relación Maradoniana puede ser diversa. Como en el caso de Guille y su hijo Maxi, quienes exhiben con orgullo el mismo tatuaje maradoniano en el antebrazo ante la ovación de todos. O en el caso de Pedro de San Justo, quien asegura que para él Maradona es pimpante. Porque así definió a la hinchada de San Lorenzo, el club de sus amores, en el libro “Yo soy el Diego de la gente” que escribieron Ernesto Cherquis Bialo y Daniel Arcucci a comienzos del milenio. Precisamente ese libro es utilizado como una Biblia o una Constitución a la hora de jurar el amor eterno a Diego durante el bautismo.
“A mí me interesa lo que hizo como jugador, no lo juzgo como persona. Además, pensá en un hombre que no puede siquiera caminar solo por un campo de juego. Entró a la cancha de Newell’s con 20 Policías y aún así lo molestaban. ¡En una cancha! Cuando debería poder caminar tranquilo como cualquier otro técnico".
Cada uno paga su comida, su bebida y tendrá la chance de comprar una gorra o una remera de la Iglesia Maradoniana de recuerdo si así lo desea. No hay un rédito económico detrás de esto. Simplemente es la excusa de compartir amor y pasión por un hombre que supo atravesarlos desde adentro de un campo de juego.
UNA VOZ EN EL TELÉFONO
Aquella semilla que nació en 1998 y que explotó verdaderamente en 2001 gracias a la difusión mediática lleva 18 años ininterrumpidos floreciendo cada 30 de octubre por la madrugada en Rosario, en Buenos Aires o en el punto del mundo que sea.
— ¡Feliz Navidad!
— ¿Qué te pasa? ¿estás loco?
— Pensá... ¿Quién cumple años hoy?
— ¡Tenés razón, Feliz Navidad!
Ese fue el escueto diálogo telefónico que tuvieron alrededor de las 2 de la mañana del 30 de octubre del 98 Amez y Verón. Ese repentino pensamiento que atravesó la cabeza de Amez se transformaría en una sana costumbre. Doce meses más tarde, volvieron a juntarse con mayor formalidad informal. Es decir: a tomar unos tragos para hablar toda la noche de Maradona.
Años más tarde se erigió en un culto: “Me parece que tenemos que formar una Iglesia Maradoniana si hablamos tanto que lo sentimos como un Dios”. La propuesta ganó 3-1 en la votación de la mesa chica. Era 2001 y decidieron darle forma a la idea. Aseguran que llegaron a recibir 400 mails por día y que tuvieron hasta 250 mil afiliados digitales hasta que el sitio web fue hackeado. Decidieron terminar con ese formato de congregación. Pensaron en simplemente darle difusión al evento anual.
El destino les hizo un guiño muy especial este año. El 29 de octubre del 2019 la Superliga decidió programar la fecha entre semana por las elecciones nacionales en Argentina. Determinó que el Gimnasia de La Plata de Diego Maradona debía visitar a Newell’s en Rosario con un horario de finalización del partido cercano a las 12 de la noche. Lo sintieron como un mensaje. Las puertas se abrieron para unos pocos medios que decidieron vivir en primera persona ese viaje estrambótico.
Existen películas sobre Maradona. También libros, crónicas, temas musicales, leyendas y hasta documentales –de hecho ellos son parte del que realizó Kusturica–. Sólo existe un ritual de este estilo. Penetrante. Disparatado. Perturbador. Alegre. Empático. Un verdadero desafío sensorial que ningún fanático del fútbol –o de las buenas noches– debería perderse.
Producción audiovisual: Lihueel Althabe