El partido se jugó en el contexto del “Cordobazo”, el levantamiento popular contra la dictadura de Juan Carlos Onganía, que siempre había utilizado al fútbol como instrumento, como cuando recién asumido, recibió en la Casa de Gobierno a los jugadores que volvían del escándalo de Wembley tras el Mundial de Inglaterra 1966 y a días de la definición de la Copa Intercontinental de 1969 sostuvo que aquel estudiantes que dirigía Osvaldo Zubeldía era “un equipo modelo”.
Acaso esta frase, y que el equipo argentino había sido recibido con objetos lanzados desde distintos lugares del estadio San Siro, en la ida, cuando el Milan venció 3-0 el 8 de octubre y parecía que tenía buena parte de la serie en el bolsillo, con dos goles de Ángelo Sormani y otro del argentino Néstor Combín ante 60.675 espectadores, pudieron haber encendido la mecha de un Estudiantes que salió muy nervioso a la revancha en la Bombonera.
Así como en la ida en Italia el árbitro había sido el francés Roger Machin, para la vuelta, la FIFA decidió que fuera el chileno Domingo Massaro, en tiempos en los que la Copa Intercontinental se jugaba a doble partido entre el campeón de la vieja Copa de Campeones de Europa (la Champions League recién comenzó en 1992) y la Copa Libertadores de América. Y en caso de igualdad, se llegaba a un tercer cotejo decisivo (como había ocurrido en 1967 entre Racing Club y el Celtic de Glasgow). Estudiantes era la gran revelación de esos años. Dickie Randrup, divulgador platense e hincha que estuvo en esos años en todos los partidos como local y en Sudamérica por las Copas Libertadores, y que también concurrió a la Bombonera en aquella final, tiene un libro que se llama “Yo conocí a Pincharrata”, de 2016, describe que desde la llegada como director técnico de Zubeldía “Estudiantes había revertido aquella idea de equipo chico que cada año peleaba por no descender, que salvaba el año ganando el clásico a Gimnasia o a un grande y pasó a ganar muchas cosas”.
Estudiantes había sido el primer equipo que no era de los llamados “grandes” que obtuvo un campeonato argentino al ganar el Metropolitano de 1967 y eso lo proyectó a los torneos internacionales, ganando la Copa Libertadores y la Intercontinental en 1968 (ante el Palmeiras y el Manchester United, respectivamente), y la Copa Interamericana (ante el Toluca mexicano) y la Libertadores 1969 (ante Nacional de Montevideo). Por el lado del Milan, se trataba de un equipo duro, muy táctico y disciplinado, dirigido por Nereo Rocco, que arrastraba la frustración de haber perdido la Copa Intercontinental en 1963 ante el Santos de Pelé y que ahora iba por la revancha con jugadores de gran nivel, especialmente por “El Bambino de oro”, Gianni Rivera, que brillaría al año siguiente en el Mundial de México, y con sus certeros delanteros Sormani y el argentino Combín. Le había ganado de manera inapelable la final de la Copa de Campeones de Europa a un joven Ajax que ya manejaba Johan Cruyff por 4-1 en la final del Santiago Bernabeu.
Estudiantes, por su parte, había vencido a Nacional de Montevideo los dos partidos finales, 0-1 en Uruguay y 2-0 en Argentina. Pero todo parecía casi definido tras el 3-0 de la ida en el San Siro y además, a ese partido, el equipo de Zubeldía no había llegado del todo bien por la lesión de su delantero Eduardo “Bocha” Flores, que jugó sus últimos minutos antes de operarse de una rodilla mientras que el volante Carlos Bilardo tenía dos costillas fracturadas aunque persistía en ingresar. Algo parecido había ocurrido en la final de la Copa Libertadores, cuando el defensor Ramón Aguirre Suárez le pidió al DT un corcho para morderlo mientras jugaba por el dolor que sentía con sus meniscos rotos.
El equipo argentino había decidido volver a jugar como local en la Bombonera, tal como en la Copa Intercontinental de 1968 cuando le ganó allí 1-0 al Manchester United en la ida para luego empatar 1-1 en la vuelta en Inglaterra. “A la gloria no se llega por un camino de rosas”, escribió Zubeldía en el pizarrón del vestuario, que se puede ver en el Museo del Fútbol de Manchester. Ahora todo parecía muy complicado y el nerviosismo de algunos jugadores fue evidente. El delantero Pratti tuvo que salir en brazos de sus compañeros por un golpe de Aguirre Suárez, sumado a una patada del arquero local Alberto Poletti que recorrió varios metros para agredirlo cuando estaba en el suelo, rodeado de compañeros y con el árbitro cerca de la acción. A los 30 minutos del primer tiempo, Rivera recogió un mal pase de Eduardo Manera, avanzó en pared con Combín, eludió a Poletti y marcó el gol italiano. Era el 4-0 de la serie y parecía todo terminado, pero el arquero de Estudiantes, inexplicablemente, se mezcló entre los festejos visitantes, visiblemente nervioso y con ánimo de agresión.
Sin embargo, antes de que el partido se fuera al descanso, llegaron dos goles seguidos de Estudiantes a los 43 minutos, cuando Marcos Conigliaro corrigió con un cabezazo un remate de Bilardo que rebotó en la defensa, e inmediatamente Aguirre Suárez empalmó otro tiro que superó al arquero Cudicini. Pareció que todo Estudiantes volvía a animarse. Se colocó a dos goles de distancia con un tiempo por jugarse, pero los nervios volvieron a meterse en el partido. Un codazo de Aguirre Suárez le hizo sangrar la cara de Combín y la desfiguró, y el defensor se fue expulsado y fingiendo llanto, ovacionado por sus hinchas, al grito de “y pegue, y pegue, y pegue Pincha pegue”. También había sido retirado Rivera, por otro golpe de Manera, que también se fue expulsado. En un bochornoso final, eran nueve contra nueve cuando los italianos comenzaron a festejar el título, pero otra vez apareció un enloquecido Poletti para mezclarse entre los rivales para agredir con una patada a lo kung-fu hacia Lodetti, al punto de que tuvo que entrar la Policía para separar.
Al llegar al vestuario, la delegación milanista se enteró que Combín había sido llevado a la comisaría y luego trasladado al Regimiento de Infantería 1 de Patricios y estuvo allí demorado medio día debido a que se había ido de la Argentina a Francia a los 18 años sin haber cumplido con el Servicio Militar Obligatorio, se nacionalizó a los 23, y luego fue transferido al Milan. Recién a la mañana siguiente apareció el embajador con un certificado que comprobaba que el delantero había cumplido con el Servicio Militar pero en territorio francés, con el que Argentina tenía convenio, y entonces fue liberado. Al otro día del partido, la cara deformada de Combín fue tapa de todos los diarios europeos. “La página más negra del fútbol argentino”, tituló entonces la revista “El Gráfico”, que contaba con detalles las agresiones de Poletti, los golpes a Combín o que a Rivera le abrieron la cabeza entre Aguirre Suárez y Echecopar. “Se trató de una guerra y no de un partido de fútbol”.
El reconocido periodista español Alfredo Relaño, por muchos años director del diario deportivo As de Madrid y anteriormente jefe de Deportes del diario El País recordaba haber visto ese partido por TV desde su casa en la madrugada, por la diferencia horaria con Argentina. “Fue tremendo. Vi con espanto escenas a las que no cabían términos como dureza o agresividad, tan de uso en el fútbol. Aquello era ferocidad criminal”, escribió años más tarde.
El Gráfico insistió en sus páginas: “No, Estudiantes... esto no fue hombría…no fue temperamento…no fue garra…esto fue la apología de la brutalidad y la locura…esto nos avergonzó a todos y debe avergonzar a los responsables. Si realmente queremos rescatar algo para seguir creyendo en el futuro, empecemos por repudiar este episodio lamentable” Pero más duro aún fue Dante Panzeri, considerado uno de los más importantes periodistas especializados en Deportes de todos los tiempos, y nada menos que en su columna del diario “El Día” de La Plata, cuando sostuvo que Estudiantes “es la representación de la violencia para el lucro aplicada al fútbol”.
Panzeri odiaba a los entrenadores como Zubeldía o Juan Carlos Lorenzo, muy tacticistas, a los que creía que iban contra la estética de los espectáculos al punto de decir que ese equipo “es el Estudiantes de Zubeldía, no de La Plata” y llamaba al torneo como “Copa Corruptores de América también conocida por el irreverente nombre de Copa Libertadores de América” “Hay un señor que escribe en una revista (Dante Panzeri) que dice que nosotros somos previsibles, aburridos y los promotores del asesinato del juego. A él le comento que seremos previsibles pero nadie nos gana, seremos aburridos pero llenamos la cancha y seremos asesinos pero gracias a nosotros el fútbol argentino está más vivo que nunca”, le respondió días más tarde Zubeldía a Panzeri.
“Acepto que Estudiantes tiene un estilo que no gusta. Reconozco que, cuando emplea la jugada del offside, el suyo es un juego destructivo que anula y desgasta a los adversarios. Pero no lo hace con un criterio solamente defensivo. Todo lo contrario. Frente a rivales que saben jugar o son peligrosos tirando centros, evitamos embotellarnos en la defensa. Salimos en bloque por dos motivos: para dejarlos en offside y para recuperar la pelota lejos de nuestro arco”, trató de explicar el DT “Pincharrata” y años más tarde, volvió a justificarlo: “Aquel Estudiantes no tenía misterio ni laboratorio, como se dijo mal muchas veces. A equipos iguales, gana el que más trabaja y el que está más organizado”.
Ante la revista El Gráfico, en las horas posteriores al bochorno de la Bombonera, Zubeldía trató de aclarar su postura: dijo después que nunca ordenó golpear, y al contrario “en el intervalo insistí en pedirles serenidad pero no puedo disculpar lo que ya juzgó todo el mundo, pero comprendo la desesperación de algunos jugadores, por todo lo que se jugaban. Ahora nos toca aceptar nuestras culpas. Sin embargo, no puedo olvidar lo que estos jugadores hicieron por Estudiantes y por mí. El año pasado alerté que la Copa era un semillero de violencia. Lo dije después del partido Estudiantes-Independiente y está grabado. Rocco y Cudicini me acusan pero el arquero no dice que lo acompañé a lo largo del túnel para que no lo tocaran”.
Fue tal la barbarie que el dictador Onganía tuvo que hablar al país deplorando los hechos y le aplicó a Poletti, Manera y Aguirre Suárez un edicto que los condenaba a 29 días de cárcel (terminaron en la de Villa Devoto luego de recorrer otras), sin intervención de un juez, a los que el comisario de la zona consideraba responsables de la alteración del orden público, incitación a la violencia o riña. Era un edicto creado para el fútbol desde 1968 y aplicado para el Estudiantes-Racing de Copa Libertadores.
Aquella vez, ya cuatro jugadores habían estado presos por cuatro días (dos por equipo y uno había sido Aguirre Suárez). Esta vez, Aguirre Suárez fue suspendido por 30 partidos, Manera por 20, y Poletti, de por vida, luego indultados cuando acabó el gobierno de facto, y el defensor se marchó a spaña, al Granada, donde se lo recuerda por su dureza, junto a otro jugador de carácter de aquel tiempo, el volante uruguayo de Nacional Julio Montero Castillo.
Poletti contó después que un capellán del ejército, en la previa, los incitó a ganar a cualquier precio y que Onganía pretendía que ganaran para tapar la crisis del Cordobazo. Bilardo no faltó un solo día en la visita a sus compañeros en la cárcel y fue el autor de la frase “en este país no hay alternativas, es la gloria o Devoto”, en referencia a que antes del partido, Estudiantes era un modelo a seguir para Onganía y después, varios jugadores terminaron presos. “Ese día comenzó el mito de Estudiantes de “solos contra todos”, en referencia a la Argentina y al mundo –comenta Randrup- porque se dio vuelta la opinión pública y desde esa noche cargamos con el estigma que sigue hasta hoy porque antes éramos el equipo chico inteligente, que manejaba todo tipo de variantes bajo su control y esa noche confundió intensidad e inteligencia, todo salió muy mal, y escribió una página negra”.
Randrup, que como divulgador “siento la obligación de transmitir esas emociones y vivencias”, trata de aclarar algunos mitos sobre aquel Estudiantes de Zubeldía, como que los jugadores llevaban alfileres para pinchar a los rivales en un descuido “porque se toman de que Bilardo lo aceptó alguna vez pero fue con ironía” y en cuanto a que solían meterse en la vida privada de los contrarios y les hablaban en los partidos para desquiciarlos, “eso, en aquella época, lo hacían todos y se sigue haciendo. La Copa Libertadores se jugaba así y había que ser fuertes como visitantes”.
Este partido, además, tuvo consecuencias políticas porque Argentina se postulaba como sede del Mundial 1978 y algunos analistas creen que eso también pesó para que Onganía decidiera que algunos jugadores de Estudiantes fueran presos, aunque otros se basan más en la necesidad de mostrar orden y que todo estaba bajo control. Lo cierto es que después de esta final intercontinental, muchos equipos europeos no quisieron jugar más con los sudamericanos en esta competencia, y le hicieron boicot. Si bien en 1970 Estudiantes volvió a salir campeón de América por tercera vez consecutiva ante Peñarol y el Feyenoord holandés, campeón de Europa, aceptó jugar, entre 1971 y 1980, los campeones sudamericanos debieron conformarse con enfrentar a los subcampeones europeos, o directamente no disputar la Copa, como les ocurrió a Independiente en 1975 y a Boca en 1978. La púnica excepción fue el Ajax en 1972, que no declinó jugar ante Independiente. Recién en 1980, con el cambio de formato a partido único en Japón, los campeones aceptaron regresar, y Nottingham Forest de Inglaterra enfrentó a Nacional de Montevideo.
Ficha del partido
Estudiantes 2 Milan 1 (Milan 3 Estudiantes 0 en la ida)
Estudiantes: Poletti; Eduardo Manera, Ramón Aguirre Suárez, Raúl
Madero, Oscar Malbernat; Carlos Bilardo (Juan Echecopar), Daniel
Romeo, Néstor Togneri, Marcos Conigliaro, Juan Taverna, Juan Ramón
Verón.
Milan: Cudicini, Malatrasi (Maldera), Anquiletti, Fogli, Rosato;
Schnelinger, Lodetti, Rivera; Sormani, Combín, Pratti (Rognoni).
Goles: 30m Rivera (M), 43m Conigliaro (E), 44m Aguirre Suárez (E).
Expulsados: Manera y Aguirre Suárez. Salieron por lesión: Combín y
Rivera.
Árbitro: Domingo Massaro (Chile)