Thiago Almada nació en el Fuerte Apache hace ya 18 años. Allí forjó su personalidad, pero también sus gambetas en el Club Santa Clara, donde también dio los primeros pasos Carlos Tevez. En Vélez lo vieron cuando apenas tenía cinco años y supieron enseguida que tenían en sus manos a una gema que debían moldear para transformarla en una auténtica joya. Hoy es una realidad: los medios ingleses lo colocaron entre los mejores jugadores del mundo de su edad y aseguran que Josep Guardiola sigue de cerca para el Manchester City a este “nuevo Lionel Messi”.
El Guayo, como lo conocen en el barrio, viene de una familia humilde. Su padre es chofer de camiones y su madre vendía ropa en el Fuerte. Acompañado por sus padres, pero también por sus cuatro hermanos, logró marchar paso a paso hasta convertirse en la gran promesa actualmente del fútbol nacional. La pelota le abrió la puerta de nuevos horizontes: pudieron conocer el mundo, viajar y darse gustos. Aunque el sueño de Thiago, casi como una obsesión, es uno: comprarle la casa a su madre. Y está haciendo todo lo posible para lograrlo.
Hace algunas semanas renovó su contrato hasta el 2023 con el Fortín luego de una larga negociación que incluyó hasta un rumor de traspaso a Boca. Mientras todos lo quieren, en Liniers decidieron blindarlo: su cláusula de salida es de 25 millones de euros.
— ¿Cómo estás viviendo este momento de tu carrera?
— Bien, muy tranquilo. Gracias a Dios disfrutando de todos estos momentos que estamos pasando. El plantel también, pudimos ganar el otro día. Lo llevo muy tranquilo.
— ¿Era algo que soñabas, algo que te imaginabas este futuro?
— Sí, sí, era lo que me imaginé desde chico cuando venía a entrenar a Velez y pensaba estar algún día como estoy hoy en día.
— ¿En ese momento lo veías posible o no te tenías mucha fe?
— Sí, sabía que haciendo las cosas bien, con sacrificio y humildad, iba a llegar todo.
— Empezaste en Vélez a los cinco años, ¿cómo fue eso?
— Fue jugando en un club de baby, Santa Clara (club del barrio Fuerte Apache), ahí en mi barrio. Creo que me vio Guille si no me equivoco, me trajo a una prueba y ahí quedé.
— ¿Cómo fue vivir en el Fuerte Apache?
— Ahora está muy tranquilo, yo no llegué a vivir mucho ese tiempo difícil que vivió Carlos (Tevez). Ahí sí era más peligroso. Ahora hay peligro pero no el mismo que había antes. Mi familia sigue viviendo ahí. Los únicos que nos fuimos somos mi viejo, mi vieja y mis hermanos porque nos mudamos a Palomar. Pero vamos seguido, casi todos los días.
— Quedaron tus abuelos, tus tíos...
— Sí, están todos en Apache.
— ¿Tu familia cómo vive este cambio?
— Mi familia trata de acompañarme en todo y creo que deben estar contentos. No me dicen nada. Creo que entre ellos hablan. A veces la escucho a mi vieja y para mí es un orgullo que ella esté contenta de mí. Antes no venían mucho a verme, mi vieja no venía casi nunca y mi viejo trabajaba a la mañana. Pero ahora mi vieja viene.
— ¿Qué te pasa a vos cuando escuchas tu nombre o salís en los diarios?
— No me genera nada. Es algo lindo que uno se lo gana y se lo va ganando día a día. Me lo tomo muy tranquilo y trato de no mirar muchas cosas de esas.
— ¿Cómo fueron las inferiores en Vélez?
— Fueron años muy lindos con mis compañeros, siempre peleábamos campeonatos. Teníamos una categoría muy buena, creo que hasta hoy en día sigue siendo buena porque salieron campeones.
— ¿Aprendiste algo?
— Y, todo, todo... Llevo una vida en el club, desde los 5 años. Me enseñó muchas cosas. La convivencia, el compañerismo. Todo eso.
— ¿Qué te da orgullo de tu vida?
— Voy a estar orgulloso cuando le compre la casa a mis viejos.
— Igual seguramente los ayudaste mucho en este último tiempo.
— Sí, pero ahora mi sueño es comprarles la casa.
— ¿Nunca te mareaste con todo esto?
— Sí, a veces te juega un poquito en contra pero tengo, gracias a Dios, a mi familia, a mis compañeros que me ayudan mucho en todo eso. Mismo los referentes que me hablan, siempre me aconsejan para que trate de estar concentrado y de estar metido acá.
—¿Heinze te da buenos consejos?
— Sí, las veces que hablé con él me dio buenos consejos.
— ¿Alguno que nos puedas contar?
— No, no tengo ninguno para contar. Pero sí que me aconsejó para bien.
— Estuviste con Juan Román Riquelme hace poco...
— Sí, sí, compartimos un asado con Riquelme, me invitó a la casa. Consiguió mi número, me mandó mensaje. Me puso que era él, que me invitaba el martes a comer un asado a la casa. Y le dije que sí, que iba a ir.
— ¿Cómo fue?
— Es mi ídolo. No lo podía creer. Cuando me llegó el mensaje estaba con mi viejo justo y le digo “mirá, me escribió Román. ¿Vos decís que es él?" Le digo. Sí, me dice, seguro. Y ahí nos pusimos a hablar y organizamos para el martes y fui. La verdad que me atendió muy bien y muy humilde. Me dijo que ve los partidos, ve muchos partidos. Me comentó cuando él jugaba, todas esas cosas.
— ¿Te dijo algo?
— No, no, él me contaba cuando jugaba él, todos sus tiempos. Pero sí me dijo que miraba mucho fútbol.
— ¿A Tévez lo llegaste a conocer?
— Sí, con Carlos es distinto porque a Carlos lo veía más seguido. Hemos compartido también asados, hemos jugado a la pelota juntos. Era distinto. Tenía un poquito más de amistad.
— ¿Qué fue lo que más te costó?
— Creo que la adaptación al plantel de Primera fue lo que más me costó y creo que me está costando, aunque lo voy llevando bastante bien.
— ¿Qué es difícil de eso?
— Mantenerse, cuidarse. Todas esas cosas. Te cambia mucho de Inferiores a Primera, cambia bastante.
— ¿Cómo vivís que te estén mirando de Europa, de otros clubes?
— Es que por eso digo que trato de tomarlo tranquilo. Trato de escuchar a mis compañeros y a mi familia que son con los que convivo día a día.
— ¿Qué te imaginas dentro de unos años. Estando acá en el club, te imaginas jugando en otro país?
— Me imagino ahora en este momento estar acá en Vélez, tratar de pelear algo. Y después que sea lo que Dios quiera...
— ¿Qué crees que te hizo diferente?
— Creo que me ayudó mucho mi familia, en darme todo para que yo venga a entrenar y todas esas cosas. A veces me llevaban mis hermanos, a veces iba solo. Pero todos en el barrio no tenían esa suerte. Mi viejo por suerte trabajaba para que yo vaya a entrenar, para tener un par de botines, todas esas cosas. Capaz que a algunos chicos no les pasaba. Y creo que por eso hoy en día estoy acá, gracias a mi viejo y a mi vieja.
— ¿Tus amigos siguen siendo los mismos de siempre?
— Sí, sí, tengo a mis amigos que son los mismos de siempre, los del barrio. Siempre hablo con ellos, estoy en contacto, los voy a ver.
— ¿Qué te dicen ellos sobre todo esto que te toca vivir?
— Yo trato de estar siempre con ellos y ser uno más de ellos. Ellos me acompañan mucho, van a la cancha a verme, todo. Pero sí, ellos están contentos.
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