Por Cholo Sottile
Todo es más oscuro cuando se viene la noche en Boca. Su caja de resonancia es única en la Argentina. Se puede llegar a la tapa de todos los diarios sin meter un gol. O caer violentamente en el fondo del mar de las críticas. La pasión -con la influencia de los medios- lleva al club a moverse de banquina a banquina. Podía imaginarlo a la distancia Daniele De Rossi, acostumbrado al fanatismo al estilo italiano de la Roma. Ahora lo sabe desde adentro.
Hubo gente que se compró la camiseta número 16 sin siquiera conocerlo. Maradona le abrió las puertas de su casa para darle una bienvenida televisada. Todo los canales quisieron tener su palabra en español. Le sacaron fotos hasta en el supermercado. Y hoy le llegó el palazo que él mismo se ganó. El efecto del marketing se acabó. Los intereses de su exitosa carrera se devaluaron. La estrella se estrelló en la primera curva. Aunque esta vez no es producto de la exageración Boca.
De Rossi, pese a sus 36 años, llegó para los partidos importantes y lamentablemente los mira tomando mates desde afuera por su propio nivel de juego o por alguna lesión. En la revancha con River -el clásico que necesita de futbolistas de categoría para lograr la hazaña- ni siquiera puede estar a disposición de Alfaro. No parece sólo mala suerte sino consecuencia de cómo aterrizó en Boca. De Rossi tiene un grupo de whattsapp en el que se habla sólo de mediocampistas. La foto de perfil es de Riquelme. Justo de Román, el ídolo que se necesitaría en el partido por los puntos del 22 de octubre más que en su despedida del 12 de diciembre. Si en ese cruce de opiniones se hablara del Tano seguro que la evaluación sería mala. Nadie puede bastardear a un futbolista campeón del mundo, prócer de la Roma a un costado de Totti. Que lo sigan al aeropuerto cuando voló a la Argentina es producto de su relevancia en el mapa del fútbol europeo.
Batistuta no aplaudió su llegada a Boca sólo por nostalgia de los días que se cambiaban cerca en el vestuario italiano. De Rossi se ganó en la cancha el respeto contra el que atentan quienes dicen a la ligera que llegó a Boca porque es amigo Burdisso. La descalificación suele hablar más de quien la hace que de quien la recibe. El pasado estelar -justamente- lo obliga a tener un mejor presente. No vino a recibir un homenaje internacional ni a probar el asado. Llegó para aportar su categoría a Boca. Y pasan los partidos sin lograrlo. Podrá ser porque estuvo entre dos y tres meses sin jugar antes de decidir cambiar de país. Por el vértigo del fútbol argentino. O porque le faltaron partidos para adecuarse. De una forma u otra, no hay aplausos de nadie en el chat. En su presentación De Rossi engañó. Caminó bien la cancha desde su experiencia. En un equipo cuestionado por falta de líderes que hablan él ordenó desde su posición de volante central. Se aplaudió su salida con pases verticales que rompen líneas. Hasta llegó al gol de cabeza. Boca le arruinó el debut al perder por penales con Almagro. Y tal vez no se evaluó del todo la exigencia de un rival del Nacional B por Copa Argentina.
Cuando llegaron partidos más complejos De Rossi patinó. La velocidad de Banfied expuso su falta de ritmo. Con River en el por la Superliga repitió la mala imagen pese a estar acostumbrado a grandes batallas. No lo ayudó el doble 5 que inventó Alfaro con jugadores que se enciman. Ese día Marcone levantó cuando De Rossi salió reemplazado. Hubo culpas de los futbolistas y del entrenador. De Rossi igual no volvió a jugar y se lesionó de nuevo. Tal vez una pequeña exposición del criterio diferente de Burdisso y Alfaro en esta elección. El manager siempre confío en su ex compañero. No lo imaginaba como el dueño del equipo sino como “la frutilla del postre” de un mercado de pases para discutir. El entrenador, en cambio, hasta llegó a decir en una conferencia que no esperaba a De Rossi porque prefería no tapar a los juveniles del club. Después no repitió la frase por una sugerencia interna... De todos modos, Alfaro no lo llora a De Rossi aunque hubiera sido una variante importante para pelear con River en la Bombonera.
Es muy argentino evaluar todo por un partido. Las sentencias en el fútbol se mueven al compás del resultado. Se pide un rigor que generalmente no tienen dirigentes ni analistas. Desde ese ojo ganador o perdedor todo será para un lado según cómo termine la historia con River. Un error repetido porque siempre hay que ver toda la película. El caso De Rossi debe estar por encima de ese partido revancha, más allá de que se potenciará con una derrota. Aunque suene duro, necesita que Boca destrone al equipo de Gallardo, después jugar él la final de la Copa y tener un rol relevante para ser campeón de América... Un cambio brusco de un presente desteñido y poco alentador. De otro modo hasta se puede pensar que se vuelva a Italia a fin de año, seis meses antes del final de su contrato. Por su propia ambición, por ser el primero que busca lustrar la chapa de su apellido, porque no le alcanza con sacarse fotos en la Bombonera y porque en un año político todo volará por el aire con una nueva caída. Para eso igual hay que esperar. Diez días en Boca son una vida. Como algunos meses fueron suficientes para descolgar un póster...
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