No es bueno y bondadoso por tener 94 años. Llegó a los 94 años por haber sido siempre bueno y bondadoso. Este hombre ahora calvo y de pómulos hundidos a quien un generoso bastón ayuda a avanzar jugó en la selección argentina de básquetbol desde 1947 hasta el derrocamiento de Perón en 1955. Los años no son otra cosa que el registro del tiempo y ese tiempo no ha podido borrar dos sellos de Ricardo González : su sonrisa permanente y su memoria intacta.
De tal manera puede confesar con detalles situaciones que ese tiempo transformó en mito. Y dice:
-Perón nunca nos vino a ver al Luna Park mientras jugamos el Mundial del 50’ –equipo del que era capitán- ni tampoco a la concentración que hicimos en River.
-¿ En River? ¿En el estadio Monumental?
- Sí, un lujo, teníamos todo allí desde canchas para practicar 50 foules cada uno por dÍa hasta los dormitorios, para esa época un lujo que nuestro director técnico Jorge Hugo Canavesi -fallecido en el 2016- , un entrenador extraordinario supo aprovechar para hacernos mejores jugadores a cada uno de nosotros.
El Negro Gonzalez recuerda que la convocatoria para elegir a los 15 jugadores de la selección fue auténticamente federal pues comenzaron siendo 60 los jugadores preseleccionados de todo el país, luego quedaron 30 y finalmente los 15 elegidos y –rememora enfáticamente - que el promedio de encestamiento del plantel comenzó con 35 y terminó con 48 canastas sobre 50 tiros. También recuerda la inevitable condición de amateurismo que debían sostener los jugadores ( y todos los atletas federados) de la época. Tanto fue así que derrocado Perón en 1955 él y todos los deportistas de la época, entre ellos Juan Manuel Fangio y Mary Terán de Weiss (la tenista numero 1) debieron ir a prestar declaración ante una Comisión Investigadora -la N° 46– sobre las cosas que habían recibido como pago o prebendas de parte del gobierno depuesto en cumplimiento del Decreto 4161/56.
Cuenta Gonzalez sobre este lamentable hecho: "Era un coronel o un general que me preguntó por que razón nosotros en los Juegos Olímpicos de 1952 en Helsinski habíamos desfilado de traje, una pilcha que nos había dado Suixtil –emblemática fábrica de ropa que auspiciaba a Fangio entre otros.- con corbata negra. Y la verdad fue que nos dieron dos indumentarias de calle y una sola corbata negra como luto por la muerte de Evita que había sido un poquito antes de que comenzaran los juegos ( el 26 de Julio de 1952). Yo le dije que me imaginaba que era por eso, pero que nadie me lo había dicho. Después nos preguntaron por los coches que conseguimos importar desde los Estados Unidos. –
-¿ Y como fue eso de los autos importados?
- Después del Mundial del 50’ teníamos cierta llegada a Perón. Nosotros lo conocimos bien en el 51’ por que un día nos vino a ver al lugar donde estábamos concentrados para los Juegos Panamericanos del 51 aquí, en Buenos Aires. Me acuerdo que el general llegó manejando un Cisitalia –coche sport italiano predecesor de la Ferrari- con ropa de civil, un traje blanco. Y cuando recorrió las instalaciones en Ezeiza, un hangar donde el piso no era adecuado, todo mal, nos preguntó: “¿Ustedes están bien aquí?”. “No, mi general”, le dijimos entre todos, un poco cada uno… ¿ Y donde les gustaría entrenar?, preguntó Perón. Fue allí que nuestro director técnico Canavesi le dijo: “Vea presidente, hay un colegio en San Fernando (luego Instituto de Educación Fisica) donde estaríamos muy bien”. " Ni una palabra más, a ver Fulano", dijo llamando a uno de sus edecanes, “arregle con ese colegio para que estos muchachos vayan a entrenar lo antes posible”. " Sí, señor Presidente, mañana estarán en esa escuela de San Fernando". “Me parece que usted no entendió”, le reprochó Perón en tono severo: “Dije cuanto antes y cuanto antes es dentro de una hora". En dos horas salimos en micro desde Ezeiza hacia San Fernando, recuerda sonriente el entrañable Negro González.
- Pero no me contaste lo de los coches que les regaló Perón…-
- Ah sí. Lo de los autos fue así… Palermo, mi club, mi casa, mi vida- dice con emocionado énfasis- había arreglado una gira de nueve partidos en España y un funcionario, no se quién ni por que razón no quería que después del éxito del 50’ vayamos a jugar a España. Justo de casualidad -afirma con cierta picardía- me encontré con Fanny Navarro –famosa actriz de la época muy amiga de Evita y pareja de su hermano Juan Duarte, - y le conté lo que nos pasaba. Fanny habló con Evita y me llamó para decirme “Mañana Eva inaugurará un hospital en tal lado, andate con todo el equipo y vestidos con el uniforme del club que ella te va a hacer hablar con Perón quien va a estar en la ceremonia. Efectivamente fuimos todos y cuando se le contamos Perón nos citó para las 8 de la mañana del día siguiente en la Casa de Gobierno. Obviamente nos autorizó la gira y de la nada nos preguntó: “¿Ustedes conocen París?”. La respuesta fue no; “No se puede ir a Madrid sin llegar a París, jóvenes deportistas como ustedes deben conocer París; vayan a París y si les va bien en la gira el gobierno los invitará a París con la única obligación de conocer sus museos y catedrales , cuando regresen los recibiré para que me cuenten”, nos dijo Perón.
-¿Y les fue bien? ¿Llegaron a París?
.-Jugamos 15 partidos en lugar de 9 y ganamos 14 con rivales como las selecciones de Italia, España, Suiza, sólo nos ganó el Real Madrid el día del debut después de 24 horas de vuelo con cuatro escalas de seis horas Y nos fuimos a París gracias a que el presidente del Palermo, Don Juan Boracchia.
Boracchia -dueño de una prestigiosa empresa rematadora de terrenos y empleador durante 50 años del Negro González- anticipó el dinero del que luego el gobierno se hizo cargo tras la promesa de Perón. Y sigue recordando el Negro : “Entonces nos fuimos a ver al General como habíamos quedado. Estábamos todos en una mesa larga de madera muy lustrosa y nuestro compañero Raúl Pérez Varela sacó del bolsillo un autito de juguete y lo tiró sobre la mesa empujándolo hacia la cabecera donde estaba el presidente. Perón se rió y agarrándola al vuelo dijo: 'La aduana les dará a cada uno un permiso de importación para que traigan el coche que quieran desde los Estados Unidos sin pagar impuesto alguno, ese es el reconocimiento por el mérito de haber ganado el Mundial del 50’ y ustedes, los de Palermo por esta exitosa gira donde tan bien han hecho quedar al básquetbol nacional, muchas gracias y buenos días’ y se fue mientras nosotros nos abrazábamos. La mayoría compraron el Ford Mercury, modelo 51’, yo –finaliza su evocación- preferí el Chrysler.".
Ricardo Gonzalez jugó 51 partidos en la Selección Nacional de Básquetbol, marcó 387 puntos en 51 partidos y la integró en los sudamericanos de los años 47’ (Rio de Janeiro), 49’ (Asunción) y 55’ (Cúcuta); los Panamericanos del 51’ (Buenos Aires), 55’ (México) ; los Juegos Olímpicos del 48’ (Londres) y del 52’ (Helsisnski) y el Mundial del 50’ en el Luna Park donde se erigió como el “gran capitán”. La sanción impuesta de “por vida” por la Comisión Investigadora en 1956 –gobierno del general Pedro Eugenio Aramburu- le impidió como a otros cientos de deportistas ir a los Olímpicos de Melbourne por “ser peronistas o haberse manifestado públicamente como tales o haber recibido privilegios durante el gobierno de Perón…” . Cuando en estos días nos preguntamos de donde viene la grieta, una respuesta indiscutible es que desde entonces somos victimas de la grieta.
Este hombre de memoria prodigiosa y sonrisa espontánea, de espalda encorvada y mirada vivaz, de expresión firme y oídos casi blindados tiene un hoy a los 94 agenda para cumplir, telefonía celular que atiende a cada rato e interés por todo cuanto pasa sosteniendo su pasión por el básquetbol.
Sus generosas códigos de vida le impiden definiciones contundentes. Al parecer cuando se viven tantos años transitando con dignidad el sentido de la existencia el tiempo exacerba la gratitud y todos son buenos. Lo que no impide que el Negro nos marque a quienes él considera de manera especial. Por cierto comenzará por sus maestros: “ Tuve tres técnicos, tres maestros que me marcaron para siempre y ellos fueron Jorge Canavesi, Juan Luis López aquí, en el Club Palermo y Casimiro González Trilla".
-Pero maestro dígame, ¿el básquetbol, su juego amado, le debe algo a alguien?.-
-Ah sí, yo creo que a León Najnudel, pobre que joven murió; él luchó y consiguió hacer la revolución que derivó en la Generación Dorada y en este subcampeonato que ganamos en China. León, el periodista Osvaldo Ricardo Orcasitas desde El Gráfico y otros técnicos y comentaristas que entendieron la idea; fue algo extraordinario como el país empezó a vivir una nueva era. Y después los cambios reglamentarios hicieron que el juego fuera más brillante, ahora los grandotes son hábiles antes jugaban debajo del aro, ahora no… Además los entrenamientos son cada vez más científicos, más duros; se juega mucho mejor ahora.
- Y sobre los técnicos, ¿cuáles son los mejores según su observación.?.-
-Los técnicos argentinos de básquet son todos muy estudiosos, muy buenos, no hay técnicos sin un buen nivel de conocimientos y liderazgo, pero Hernández, el último, el que fue a China, es el mejor.-
Es miércoles. En el Club Palermo la noche de los miércoles es sagrada pues se lleva a cabo el más maravilloso de los ritos cual es una reunión de amigos que provienen desde distintas actividades y están unidos por el afecto, el respeto, la vida, la comida y el sagrado vino de la amistad.
- Negro, y si le pido un ranking de jugadores, ¿qué me dice?
-Son todos bárbaros, tuvimos, tenemos y seguramente tendremos unos jugadores impresionantes. Fijate... Scola, Nocioni, Delfino, Sánchez, Campazzo, Oberto, Laprovittola, D’Elía, Deck, Herrmann, Garino, Brussino...- los pronuncia de corrido, entusiasmado y con admiración encendida. Y se define: “Pero el mejor de todos ellos y de todos nosotros es Manu Ginóbili”, dice sin dudas y agrega: “Mi maestro Gonzalez Trilla (un director técnico santiagueño inolvidable de los 50’-60’) me enseñó que el básquet se juega con las manos pero se gana con las piernas; Ginóbili es eso piernas, manos y fundamentalmente cabeza, un fuera de serie…"
Aquel jugador vocacional de los torneos interbancarios que jugaba en las canchas de la fábrica Grafa, empleado del Citibank todo cuanto pedía era un empleo que le permitiera ir a entrenar. No lo logró mientras jugaba en Defensores de Santos Lugares en 1947 y conoció a Juan Boracchia, un rematador de lotes que por ser presidente del Club Palermo le prometió trabajo en su empresa y permiso si se pasaba a su club.
Trabajó 50 años en la empresa vendiendo terrenos en Lomas del Mirador, Villa Calzada, San Justo, Isidro Casanovas… en tierras de viejas estancias o grandes tambos convertidos en lotes para concretar los sueños de la casita propia de inmigrantes italianos, portugueses y españoles que antes de señar le preguntaban si él era él, el de la tapa de El Gráfico o el Mundo Deportivo o la Goles…el gran capitán, el sancionado de por vida por ser peronista.
Ricardo Gonzalez omitirá contarnos que está en el Hall de la Fama de la FIBA desde 2009; pero en cambio no olvidará decirnos que todos los meses puntual y religiosamente llama a cada uno de sus compañeros del 50’ que afortunadamente viven y a quienes saludará para saber si están bien, si necesitan algo, al tiempo que nos dirá: “Juan Carlos Uder tiene 92 y ve poco; Ruben Menini tiene 96 y está en un geriátrico; Ignacio Poletti tiene 90 y está muy bien, vive en Santa Fe; Pedro Bustos tiene 91, es de La Rioja pero vive en Córdoba, muy bien por suerte”.
-Y la gloria, Ricardo, ¿qué es la gloria mirando hacia atrás?
-La gloria, la gloria es haberse portado bien; la gloria es haber amado al básquetbol y al deporte; la gloria es tener un club como éste y amigos, esos los que están sentados a la mesa y que te dan la tranquilidad de saber que mientras ellos estén a mi no me va a faltar nada. Esa es la verdadera gloria, la de la sincera amistad… La otra, la de la fama y la popularidad dura muy poquito, es un suspiro, se esfuma…”.
Las arrugas de la frente se borran por un instante hasta convertirse en una fresca pátina de lozanía. Las articulaciones quejosas del paso cansino regresan para ser aquellos resortes que impulsaban el pique y el salto. La calva vuelve a ser el cabello negro prolijo con algunas líneas apenas blancas en las sienes, la sonrisa es pura, amplia, permanente y el torso se endereza enhiesto para elevar la anatomía atlética de un gran capitán..
Es así como te sigo viendo.
Salud, glorioso Negro González.
.