Nacido el 4 de julio, peleó en Irak y volvió a la Argentina para debutar como corredor de autos

Ariel Dopazo pasó 19 meses en Bagdad donde integraba la Infantería del ejército estadounidense. Amigo de los Di Palma, regresó al país y corre en el Turismo Internacional.

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Dopazo, el primero de la izquierda, posa junto a compañeros del ejército estadounidense en Irak en 2006.
Dopazo, el primero de la izquierda, posa junto a compañeros del ejército estadounidense en Irak en 2006.

Nacido el 4 de julio es la conocida película de 1989 con la que Oliver Stone obtuvo su segundo Óscar como mejor director (el anterior fue por Pelotón) y que le permitió a Tom Cruise ganar el Globo de Oro como mejor actor. Esa fecha, tan cercana a los afectos de los estadounidenses -es su Día de la Independencia-, es en la que vino al mundo el piloto Ariel Dopazo, en 1981. Es una coincidencia, pero este argentino llegó a representar al país norteamericano en la Guerra de Irak durante 19 meses entre 2005 y 2006. Luego en 2010 se radicó otra vez en la Argentina y hoy corre en una categoría zonal llamada Turismo Internacional.

“Nací en la Argentina, pero a mis nueve años nos fuimos para los Estados Unidos por temas laborales de mi viejo. Él también buscaba un mejor futuro para nosotros. Nos mudamos a la ciudad de Coral Spring, en el estado de Florida. Ahí terminé la primera e hice toda la secundaria. Al comienzo me costó el tema del idioma, pero cuando sos chico aprendés rápido y a los pocos meses ya estaba hablando en inglés sin problemas”, comenta en diálogo con Infobae.

“Siempre me llamó la atención todo lo referido a las fuerzas armadas y me fue gustando a medida que iba creciendo. En USA el soldado es muy respetado y es un motivo de orgullo muy grande. La gente te agradece todo el tiempo”, cuenta.

Corría septiembre de 2001 y el mundo se convulsionaba por el Atentado a las Torres Gemelas. Ariel tenía 20 años y no dudó hacia dónde encarar su vida. “En 2002 me alisté en Ejército. Hice toda la formación y entrenamiento. En 2005 me llegó la carta para ir a Irak en 2006. No lo tomé a mal ni me puse triste, todo lo contrario, era lo que habíamos estado esperando con mis compañeros desde hace tiempo. Queríamos estar allá”.

Papá, mamá, Santiago y Lautaro junto al auto que maneja el ex integrante del ejército de los Estados Unidos
Papá, mamá, Santiago y Lautaro junto al auto que maneja el ex integrante del ejército de los Estados Unidos

Irak había sido invadida en 2003 por los Estados Unidos y a Dopazo le llegó la hora de la verdad: “Primero fuimos en avión hasta una base en Kuwait y luego en helicóptero hasta nuestra base que se llamaba Camp Taji, que estaba a las afueras de Bagdad. En ese traslado nos recibieron a los tiros. Ya estando allá lo resumo como una experiencia agridulce porque era algo que yo quería hacer, pero cuando perdés a tus amigos o compañeros en combate la pasás muy mal”.

“Fueron 19 meses en los que estuve en la zona de combate. Nos sumamos a lo que se llamó ‘Operación Irak Libre’. Yo estaba en Infantería y nuestro grupo se movía en seis Hummers. Todos los días teníamos misiones con los mismos parámetros: escoltar a la logística que llevaba combustible, comida y otros víveres para la gente de Bagdad. El iraquí común nos trataba muy bien y si bien uno se encariñaba, nosotros debíamos mantener una distancia en el trato ya que el terrorista no usa uniforme y suele esconderse entre la gente. La mayoría de los iraquíes o al menos de los que pude conocer, estaba de acuerdo con la ocupación de los Estados Unidos”, asegura.

Aquellos días a 11.000 de kilómetros de su casa lo marcaron para siempre. “Estar en guerra es una adrenalina única. Solo pensás en cómo sobrevivir. No fue combate cuerpo a cuerpo. Igual estás a cierta distancia y por eso cuando entrábamos en conflicto tuvimos soldados caídos. Hubo un momento en el que casi pierdo la vida, pero me salvó el chaleco antibalas. Me dieron a la altura del pecho y hasta se rompió la placa de kevlar (material del chaleco). No fui herido, aunque fue el momento más impactante de mi vida”.

Dopazo estuvo en el ejército más poderoso del mundo. Tuvo todos los elementos necesarios para poder cumplir con sus tareas. Recibió la mejor preparación. Por eso destaca mucho a sus compatriotas que estuvieron en la Guerra de Malvinas. “Soy muy respetuoso de los veteranos. Todos los 2 de abril suelo participar de alguna reunión y me gusta estar con ellos. Es muy admirable lo mucho que hicieron con los pocos medios que tenían”, elogia emocionado.

El grupo que integraba Dopazo se movía en estas  seis Hummers. Todos los días tenían misiones con los mismos parámetros: escoltar a la logística que llevaba combustible, comida y otros víveres hasta Bagdad.
El grupo que integraba Dopazo se movía en estas seis Hummers. Todos los días tenían misiones con los mismos parámetros: escoltar a la logística que llevaba combustible, comida y otros víveres hasta Bagdad.

Una vez de regreso a los Estados Unidos, ya en su base que estaba en Texas, Ariel pidió la baja por razones de salud. “Fue por lo que se conoce como trauma de posguerra (o estrés postraumático). Me costaba mucho poder dormir y debía medicarme. Eso fue en 2009 y en 2010 volví a la Argentina porque necesitaba despejarme. Ahí empecé a trabajar en la concesionaria de autos de mi hermano Pablo. Conocí a Marianela con quien tuve dos hijos y ya decidí quedarme acá”.

Sin embargo comenzó a vivir las problemáticas locales. “Después de laburar con mi hermano me puse un lavadero de autos, pero me fue mal y tuve que cerrarlo”, se lamenta. Ariel ahora está desempleado y la que trabaja es su mujer. Aunque él le da una mano con las tareas de la casa y el cuidado de los chicos.

Pero, a pesar de las complicaciones, su hermano Pablo volvió a darle una mano. Esta vez le ofreció despuntar el vicio de su pasión familiar: el automovilismo. “Mi viejo se dedicaba también a las carreras. De hecho corrió en las 24 Horas de Daytona en 1998 con otros argentinos. Era amigo de Luis Rubén Di Palma y de ahí nació nuestra amistad con Marcos. Cuando él iba a los Estados Unidos siempre paraba en nuestra casa”.

Con Marcos Di Palma, con quien se conocen desde chicos porque Daniel Dopazo, el padre de Ariel, era muy amigo de Luis Di Palma.
Con Marcos Di Palma, con quien se conocen desde chicos porque Daniel Dopazo, el padre de Ariel, era muy amigo de Luis Di Palma.

“Empecé a correr en 2018 en el Turismo Internacional e hice solo dos carreras por temas presupuestarios. Pude terminar 14° en el campeonato. Y este año volví a correr en la última fecha donde largué noveno y terminé quinto en el Autódromo de Buenos Aires. Fue una carrera con pilotos invitados y Marcos (Di Palma) corrió con mi hermano. Compito con un Ford Fiesta. Le agradezco mucho a la categoría por cómo me recibió y las posibilidades que me dio para poder sumarme. Ahora corro cuando pueda porque no tengo el presupuesto necesario y siempre estamos buscando sponsors”.

“Correr es una adrenalina muy linda, claro que es muy diferente a la de estar en una guerra. Arriba del auto uno disfruta mucho, antes la adrenalina era para poder seguir con vida”, describe Ariel.

Por último no descarta el retorno a los Estados Unidos de ser necesario, pero destaca dónde es su lugar en el mundo: “Si tuviera que regresar por temas laborales lo haría, pero antes voy a agotar todos los recursos para quedarme en el país. Luego de lo de Irak, acá volví a ser feliz y formé una familia. Suficientes razones para seguir adelante”.

Dopazo en Irak, cuando aún no pensaba en el automovilismo, sino en tratar de salir sano y salvo de su misión.
Dopazo en Irak, cuando aún no pensaba en el automovilismo, sino en tratar de salir sano y salvo de su misión.

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