Estadio delle Alpi, 1990, octavos de final de la Copa del Mundo. Brasil pelotea a la Argentina de Carlos Salvador Bilardo. Le da un baile descomunal. Hace revolcar una y otra vez a un Sergio Goycochea desbordado, que se aferra a sus postes para mantener estoicamente la valla en cero. Un joven fanático albiceleste sufre por las burlas de los rivales en una de las tribunas. El panorama es oscuro y da la sensación de que en las próximas horas tendrá que sacar pasaje para regresar a Buenos Aires. Pero Diego Armando Maradona frota la lámpara en mitad de cancha y cede a Claudio Paul Caniggia. Su rubia melena es más veloz que los defensores verdeamarelhos y su habilidad deja en ridículo al arquero Taffarel. Argentina se pone 1-0 en ventaja a falta de 10 mintos para el final y el hincha colapsa en la grada.
“Había decidido no ver más el partido. Me senté resignado a que viniera un gol de Brasil. Cuando escuché un ‘ooole’ me paré y vi que Maradona habilitaba a Caniggia. En el momento en que la pelota infló la red salí corriendo desaforado y les grité de todo a los brasileros que nos estaban gastando. Ahí nomás me descompensé”. La fantástica historia tiene como protagonista a Marcelo Ordas, que en ese entonces tenía 17 años y hoy, casi tres décadas más tarde, es el coleccionista de fútbol más grande del mundo. Aquel 24 de junio de 1990, inconscientemente, nació la idea que hoy lleva a cabo.
El muchacho que se había dado el lujo de viajar para seguir a la vigente selección campeona del mundo en Italia se despertó en la sala de primeros auxilios de la cancha de Turín. Una enfermera italiana, tratando de calmarlo, confirmó la noticia: Argentina había eliminado a Brasil. El joven rompió en llanto y nuevamente las emociones se apoderaron de sí. Julio Grondona, que conocía a su padre por ser secretario de Cultura de Independiente, se puso a disposición y le prometió que si se tranquilizaba lo iba a invitar al vestuario. “Cuando abrió esa puerta fue mucho más que Disney. Fue la mayor descripción de felicidad que tuve en mi vida”, confiesa.
En los pasillos que derivaban en los vestidores retumbaban los cánticos del plantel y cuerpo técnico nacional. Maradona agitaba sus brazos en calzoncillos y con una camiseta brasilera puesta. Todo jugador que le pasara cerca a Marcelo recibía un vitoreo y absorbía alguna de sus lágrimas. Goycochea, Burruchaga, Troglio... y Caniggia. El presidente de la AFA le presentó al Pájaro, héroe de aquella tarde, que no bien se enteró de su desmayo tomó su neceser, sacó su camiseta y se la entregó bañada en sudor: “Tomá, te la ganaste”. El abrazo que los millones de argentinos hubieran querido darle a Cani se resumieron en ese.
De aquel mágico instante a las vibrantes definiciones por penales ante Yugoslavia (cuartos de final) e Italia (semis) y la postrera frustración por la final perdida ante Alemania. Hubo una escala previa en Londres para visitar a una familia amiga antes del retorno a Buenos Aires. “¿Cómo Londres, una ciudad que se jacta de decirle al mundo que resguarda parte del testimonio de la humanidad con espacios culturales, galerías de arte y museos, no se encarga de cuidar los objetos de la mayor pasión que ha creado el hombre?”, preguntó el argentino, más que visitante en la capital inglesa. Y con su propia reflexión comenzó a madurar la idea en su cabeza: “Entendí que debía que dejar algo al mundo para no pasar desapercibido y tenía que ser algo que amase profundamente como el fútbol. El disparador fue la camiseta de Caniggia”.
Ordas heredó de su padre la pasión por Independiente y el fútbol. Vivió la época gloriosa de un Rojo liderado por Bochini en los 70 y celebró la primera estrella mundial de la Selección. Inclusive recuerda con lujo de detalles el algodón rústico, de piqué, de la camiseta de Argentina en el 78. Allí hizo su primer contacto visual con las armaduras, como llama a las casacas.
Inició la recolección de material y con el tiempo le fue dando forma al Museo Legends que cuenta con más de 5.000 camisetas y una infinidad de objetos como medallas, trofeos, balones y botines de alta gama. Alentado por la estrecha relación con el mundo del fútbol y los jugadores, contó con fácil acceso para cada pieza reunida. La mayoría fueron regalos o donaciones, aunque cuando algún futbolista o familiar pretendía desprenderse de algo, pactaba un acuerdo económico: “Lo tomamos como un trabajo profesional, todo fue estudiado y planificado, nada se dio por casualidad”.
En el amanecer de este hobby que se convirtió en profesión, Marcelo cuidaba sus armaduras en roperos bajo llave. Cada una colgaba en bolsa de plástico con antipolillas. Paulatinamente dejó las costumbres amateurs: para evitar que se amarillentaran y desgastaran, adoptó nuevos métodos de preservación como la implementación de humificadores y el termosellado para evitar el ingreso de luz y aire.
Su colección fue tomando forma, volumen y notoriedad. Con el correr de los años y en vísperas del Mundial de Alemania 2006, Grondona invitó a Marcelo Ordas a exponer parte de su museo en Berlín, donde tendría lugar una exhibición durante dos semanas. Él ya contaba con materiales de todas las copas del mundo disputadas hasta 2002, con sus respectivas certificaciones y homologaciones, y accedió. Esa exposición significó un quiebre: conoció a los presidentes del Real Madrid, Barcelona, Santos, Bayern Munich, River, Boca y a los responsables de las principales marcas de indumentaria y más grandes asociaciones y federaciones. “En ese momento mi trabajo de investigación pasó a ser un trabajo literalmente. Me llamaron de FIFA, UEFA, Conmebol y muchos clubes. Tomó una dimensión asombrosa”, recuerda.
Una espina le quedó clavada y espera quitársela en el futuro. El hombre que protege las reliquias más valuadas de la historia del fútbol había hablado con Julio Humberto Grondona para montar el museo de la AFA, algo que se materializaría tras el Mundial de Brasil. La inesperada muerte del mandatario, días después de la final entre Argentina y Alemania, trastocó y postergó los planes. “Grondona tenía una generosidad muy grande para aquellos que lo conocimos personalmente. Y sabía muchísimo de historia. Se maravilló cuando vino a ver el museo y, de cada pieza que le mostraba, recordaba el equipo completo. Se nos fue y, con él, el sueño de armar la exposición del fútbol argentino y sudamericano. Pero en algún momento lo vamos a llevar a cabo”, asegura.
Esta plaza de privilegio dentro del mundo del fútbol le permitió al argentino reunirse con figuras de alto fuste. Así fue que conoció al holandés Johan Cruyff, los brasileños Zico y Bebeto y el alemán Bastian Schweinsteiger. Y de todos compartió una breve reseña con Infobae.
De Cruyff: “Fue una de las personas más hermosas que conocí y tuvo una de las frases más lindas con relación a las armaduras al ver una suya. Dijo ‘las camisetas de fútbol se convirtieron en las banderas modernas. ¿Quién conoce la bandera de Holanda? Pero cuando alguien ve a una persona de naranja, sabe que es Holanda. Poca gente conoce la bandera de Argentina, pero cuando ve una camiseta celeste y blanca a bastones, sabe de qué se trata. Y lo mismo sucede con Brasil’”.
De Zico y Bebeto: “Accedimos a una pieza de Zico de la Libertadores 81 y lo primero que hizo al tenerla en sus manos fue mirar si tenía la etiqueta, porque él las cortaba para que no le picara el cuello. Se emocionó y nos pidió si se la podía quedar. Bebeto se puso a llorar cuando tocó de nuevo una camiseta del Mundial 94 que había cambiado en octavos de final con un jugador estadounidense. Nos contó que cuando volvió a su hogar después de ganar la Copa del 94 le fue obsequiando a la gente las 4 camisetas de Brasil que le habían quedado. ‘Gracias a Dios las regalé porque hoy las tiene el pueblo de Brasil’”.
De Schweinsteiger: “Dicen que los europeos son más fríos, pero él contradijo este pensamiento general. Tanto es así que entendió nuestra causa y nos cedió una pieza del histórico 7 a 1 de Alemania a Brasil en las semifinales del Mundial 2014”.
Y detrás de cada armadura existe una historia que expone la dedicación de quien salvaguarda el patrimonio del universo fútbol. Por caso, en los 90 realizó una logística titánica para captar camisetas de la Checoslovaquia subcampeona del Mundial 34 y la Hungría subcampeona del 38. A través de la embajada húngara en Buenos Aires y con el listado en mano de los jugadores de aquella selección, dieron con la familia de un futbolista que había fallecido. Su nieto guardaba la remera que había usado en la Copa en un pueblo recóndito conformado por 18 casas a 200 kilómetros de Budapest.
“Entramos a una casa muy antigua toda revestida de madera en la que los pisos crujían. Su armadura era el objeto más preponderante de su living. Recién ahí encontramos la pieza, pero todavía nos quedaba convencer al nieto de que queríamos captarla... Fue un trabajo arduo”, rememora.
Y fue tal la obsesión por esta suerte de objetos perdidos que hasta ha llegado a revisar libros de fútbol de diferentes países en los que identificó -en fotos- a jugadores intercambiando camisetas y los rastreó para explicarles su fin y agrandar su colección.
Hoy en día Ordas posee una red de contactos a nivel mundial que le permite tener acceso a los certámenes más importantes del planeta. Aunque compite con las colecciones de los propios protagonistas, que empezaron a preservar su indumentaria, se asegura al menos un objeto de cada cita futbolística relevante por medio de jugadores, responsables de prensa, dirigentes o representantes: “En la Champions pasada ya habíamos ingeniado la logística para tener algo de los cuatro semifinalistas (Liverpool, Tottenham, Barcelona y Ajax)”.
¿Qué es lo que proyecta a futuro el mayor coleccionista de camisetas? Después de varias exhibiciones itinerantes, el año que viene montará una fija en una importante ciudad de Europa que será anunciada próximamente. Y adelanta: “Cuando la patria se acomode, lo haremos en Buenos Aires. Tuve la suerte de conocer el mundo y estar en los templos más maravillosos del fútbol, conocer infinidad de leyendas, clubes e hinchadas, y puedo decir que nadie siente el fútbol como el hincha argentino. Si los ingleses inventaron el fútbol, nosotros la manera de sentirlo”.
Antes de concluir la entrevista, no titubeó en señalar las dos camisetas más valiosas de su colección: “La primera es la de Caniggia del 90, porque es la génesis de esto, con ella se generó el deseo de preservar la pasión. La segunda es la que está por venir y, ojalá, sea la de Argentina campeona del mundo en Qatar 2022”.
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