“Yo quería tener un mejor futuro, mi idea era cobrar en dólares para hacer una diferencia. Mi idea siempre fue esa, la de usar al fútbol como herramienta para progresar en la vida. Uno cuando es chico juega por pasión, pero cuando es un trabajo hay que buscar lo que es mejor. Al final de cuentas, el día que te retirás, tener una Copa Libertadores arriba de un mueble no te sirve. Si esa Copa no te dejó nada, después te va a costar vivir”.
Así inició su relato Diego Nadaya, delantero cordobés, de 30 años, que recorrió el mundo con una pelota en sus pies. Su carrera inició en el Ascenso argentino, pero en su afán de buscar un futuro mejor nunca temió en aventurarse a competir en ligas exóticas como las de India, Argelia o Vanuatu.
Sus primeros pasos los dio en las divisiones inferiores de Instituto de Córdoba, donde compartió plantel con el ahora atacante de Boca Ramón Wanchope Ábila. En 2010 pasó a Platense y al año siguiente desembarcó en San Martín de San Juan.
“El Ascenso argentino es un torneo competitivo, muy visto en el país; pero siempre tenés que renegar con el tema de los cobros, porque te deben de 2 a 3 meses. Uno deja todo, a su familia… Entrena todos los días y después no te pagan”, contó en diálogo con Infobae el delantero para explicar su decisión de marcharse, con apenas 19 años, al fútbol peruano. Y luego, recalcó: “Yo quería cobrar en dólares, el peso argentino no sirve. Si uno quiere tener un futuro o algo el día de mañana, tiene que cobrar en dólares”.
De sopa para desayunar a la tranquilidad de la altura:
Su primera experiencia fuera del país fue en San Martín de Porres, donde disputó la Copa Libertadores, enfrentando a Libertad de Paraguay, Once Caldas de Colombia y San Luis de México: “Fue una experiencia única, fue algo hermoso jugar un torneo de tanto nombre”.
“La cultura es parecida a la nuestra, dentro de todo. Pero lo que es diferente es la comida. Por ahí te toman sopa a las 7 de la mañana y con 40 grados a la hora de desayunar", recordó el deportista.
Pero su andar por tierras incas duró unos meses y siguió camino al norte, a Ecuador. Más precisamente a Riobamba, una ciudad ubicada a 2764 metros sobre el nivel del mar.
“Fue un cambio brusco, porque pasé de Lima, una ciudad muy transitada, a un pueblito chico de Ecuador. Además, me costó mucho el tema de la altura”, sostuvo a la hora de rememorar su corto paso por el Centro Deportivo Olmedo.
El miedo a que se aproxime una guerra y una violenta bienvenida:
Tras su salida de Ecuador, su carrera futbolística volvió a dar un giro de 180 grados. Con un leve conocimiento de inglés, y ayudado por una aplicación en su celular para hacerse entender, aceptó el desafío de mudarse a África, más precisamente al Club Sportif Constantinois de Argelia.
“Apenas llegué noté que sonaban las campanas, y pensé que se avecinaban bombas, yo no sabía nada. Era todo muy raro para mí. Yo estaba perseguido porque había una guerra cerca, pero era el llamado de las mezquitas”, lanzó entre risas, con la clásica tonada y gracia cordobesa.
Aunque recalcó que nunca tuvo problemas con ningún compañero o integrante del club a raíz de su religión (Diego tiene un tatuaje de un rosario en uno de sus brazos), recordó su accidentada presentación: "La primera vez que fui a ver al equipo era en el clásico, y algunos me silbaron por mi tatuaje. Después se empezaron a tirar piedras entre las dos tribunas. No sé si eran para mí o si se estaban peleando entre ellos, pero por las dudas me fui a un palco”.
“La única vez que me dijeron algo fue la primera vez que me bañé en el vestuario. Yo fui a las duchas, pero ellos no se bañan desnudos como nosotros, lo hacen con una calza o en calzoncillos. No andan en pelotas como nosotros. Yo me saqué toda la ropa, y cuando fui a las duchas me dijeron que no. Yo no entendía nada. luego me explicaron que por un tema religioso no se los permite cuando están en grupo”, aseveró.
Aunque dejó una buena sensación en el torneo (sus compañeros lo apodaron Kun, por su estilo de juego similar al de Agüero), la ida del entrenador que lo pidió marcó rápidamente su salida.
El presidente que arregla partidos:
El siguiente avión que se tomó lo depositó en un nuevo continente: Europa. El cordobés desembarcó en el ascenso de Grecia para jugar en el Olympiakos Volos de la Segunda División.
Ayudado por el español Manuel Roca, que actualmente se desempeña como entrenador, su adaptación a un idioma y alfabeto totalmente diferente fue mucho más sencilla que en otros lugares.
El punto más llamativo dentro de esta historia fue el “presidente” de la institución. “Estuvo preso por arreglar partidos. En realidad tenía prohibido ser dirigente, así que puso a un títere para que sea la cara visible, pero él manejaba todo por atrás”, le aseguró a Infobae.
“Antes de jugar una semifinal nos dio una charla y se puso loco. Revoleó un proyector que andá a saber cuánto valía. Nadie le dijo nada. Era un gordo grandote, no le podías decir mucho, je. ¡Mirá si era bueno con los guantes!”, esbozó.
Aunque a él nunca le insinuó nada extraño durante un partido, Diego comentó que en el pasado era algo común para sus compañeros. “No te decía que tal estaba comprado, pero te decía por dónde debían atacar, o si el 9 del rival iba a tener un mal día”, comentó. Igualmente, avisó que “yo no voy para atrás ni que me pongan un millón de dólares”.
La dura realidad social y la posibilidad de jugar con estrellas a nivel mundial:
Un breve paso por Almirante Brown para estar cerca de su familia le puso un corto parate a sus aventuras por el mundo. El descenso de categoría en La Fragata lo dejó prácticamente sin ofertas del fútbol argentino (salvo algunas del Federal A), pero un llamado le acercó una muy buena chance de seguir conociendo el planeta: mudarse a la Superliga India, un torneo incipiente que contaba con una gran inyección de dinero y la presencia de varias figuras consagradas.
La disparidad de clases dentro del segundo país más poblado de la tierra le significó un duro golpe a un joven Diego. “Esa experiencia me sirvió mucho para valorar lo que tenemos. India es un país muy pobre, pero muy rico a la vez. Vi cosas que en Argentina no se ven, como gente durmiendo en la calle. Acá hay gente que duerme en la calle; pero allá es terrible. Yo vivía en un hotel 5 estrellas, y en la puerta habían montado una choza con lonas, donde dormían todos apilados. Había como 200 personas, una al lado de la otra", contó con dolor. Y luego, agregó: “Había mucho olor en las calles porque las cloacas están colapsadas. Había que adaptarse a vivir con eso cuando salíamos a conocer”.
“En el hotel donde vivíamos había un boliche y los sábados caía gente con Ferraris o Lamborghinis que valían millones de dólares. Uno caía con esos autos y afuera se morían de hambre. Fue muy doloroso de ver”, rememoró.
Al extrañar por demás la posibilidad de comer carne de vaca (considerada sagrada) debió incursionar en la de búfalo. “Salvo eso, con la comida no tuve problemas, ya que había cocina internacional. Había pasta, pizza, ensaladas… también había hindú, pero no me gustó. Tenía mucha salsa”, afirmó.
En el Mumbai City, donde finalizó en la cuarta posición, compartió plantel con estrellas consagradas como Nicolas Anelka (ex PSG, Real Madrid, Liverpool, Juventus y campeón de la Eurocopa 2000), el sueco Fredrik Ljungberg (ex Arsenal y West Ham) y el alemán Manuel Friedrich (ex Werder Bremen, Bayern Leverkusen y Borussia Dortmund).
“El trato fue bárbaro. Son muy buenas personas, unos fenómenos. Y en cuanto a lo futbolístico, eran 3 cracks. Te dabas cuenta al verlos. Pero me llamó la atención la humildad que tenían. Eran jugadores consagrados, salvados económicamente, que jugaron mundiales y en el primer nivel de Europa, pero eran uno más del grupo”, sentenció.
La hinchada que evocaba demonios y el pueblo más pacífico del mundo:
En ese entonces, la Superliga de India duraba 5 meses, por lo que optó regresar al país. En esta oportunidad defendió la camiseta de Independiente Rivadavia de Mendoza, donde alternó demasiado y tuvo inconvenientes con los cobros. “Me debía como 5 meses y me fui. Tenía que pedir plata prestada”, recalcó.
Ese “me fui”, por supuesto, significó recalar en otro exótico destino. En esta oportunidad, el avión aterrizó en un pequeño país insular localizado en el océano Pacífico Sur. El delantero argentino partió rumbo a Vanuatu para jugar en el Amicale FC.
“Fue una linda experiencia, ya que jugué la Champions League de Oceanía y perdimos en semifinales. Quedamos a un paso de clasificar al Mundial de Clubes y ganamos la liga local”, manifestó.
Algo que le quedó grabado a Nadaya es la manera diametralmente opuesta con la que viven los partidos los simpatizantes locales, si es que se tiene en cuenta al fanático argentino. “Allá la gente es muy tranquila, no se hacen drama por cosas que no valen la pena. Son muy humildes y viven tranquilos”, comenzó su relato.
“Cuando uno hacía un caño o erraba un gol casi hecho, los hinchas se reían. La gente no estaba dividida en las tribunas, estaban todos mezclados, y se reían de lo burro que fue un jugador y no pasaba nada”, recalcó. Y agregó: “Allá no existe la violencia. Acá, algunos usan la cancha de psicólogo. Si uno tuvo una semana cargadita va a la cancha y se descarga. Putean a los jugadores, a los entrenadores… es nefasto”.
Pese a esa tranquilidad, que roza la descripción de una especie de simpatizante “zen”, la hinchada del Amicale tenía una gran particularidad: “Se convertían en demonios”.
“La gente tomaba una bebida llamada Kava, que los hacía alucinar. Si tomaban mucho era como que se convertían en demonios y comenzaban a gritar. Parecían zombies", recordó Diego, quien develó que “una vez la probé, pero no me gustó. Era un trago muy fuerte, similar al vodka”.
La vuelta al país para estar junto a su madre y su emprendimiento turístico:
En agosto de 2016 fue su último partido como profesional. El delicado estado de salud de su madre (falleció este año), sumado a su deseo de iniciar un proyecto turístico en su Córdoba natal, inclinaron la balanza para que retornara al país. “Tenía ofrecimientos del Federal A, pero no quería saber nada con tener que ir a otra provincia o renegar con los cobros. Te pagan dos monedas y encima vas a renegar”, explicó.
Como dejó en claro a lo largo de la entrevista, Diego combinó su predisposición por conocer distintos lugares del planeta con su anhelo de hacer dinero para tener una mejor calidad de vida tras colgar los botines. El futbolista invirtió parte de su dinero en 3 cabañas para alquilar ubicadas en Tanti, cerca de Villa Carlos Paz, Córdoba.
Sin embargo, su pasión por la redonda sigue intacta. Se desempeña en el Club Unión de Oncativo, donde disputa un torneo regional (la institución le paga por partido jugado). Junto a un compañero, realiza todos los martes y jueves 80 kilómetros de ida y 80 de vuelta para entrenarse.
En este torneo, que se disputa los domingos, participan equipos de pueblos aledaños, como Toledo, Villa María, Río Segundo, Laguna Larga, Villa Rosario (allí jugó las dos anteriores temporadas y en una se consagró campeón), Matorrales y Luque.
Las presiones son otras, pero la pasión es la misma. No importa en que cancha sea, este ciudadano del mundo intentará ser feliz con una pelota en los pies.
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