Diez meses después de la Superfinal de Copa Libertadores que consagró a River ante Boca en Madrid, el Millonario y el Xeneize volvieron a cruzarse por el máximo certamen continental. Y el Monumental, que no pudo vibrar con la serie final por los incidentes que suspendieron el juego que debía jugarse el 24 de noviembre, cuando el micro que trasladaba al plantel auriazul fue apedreado en las inmediaciones del estadio, ofreció su mejor gala. Los fanáticos del Millonario completaron la capacidad del estadio y presentaron una fiesta inolvidable.
Alrededor de 70.000 personas (no hubo público visitante) le brindaron al plantel dirigido por Marcelo Gallardo un recibimiento impactante. Fuegos artificiales, bengalas con humo rojo y blanco, globos largos también con los colores del club y algunas burlas al clásico adversario por la final ganada el año pasado fueron parte del folclore, que erizó la piel. Los equipos entraron juntos, por lo que el aliento le ganó largamente a la hostilidad que podían sufrir los jugadores de Boca.
Y los dos planteles tuvieron un gesto que los enaltece, y que le marcó un ejemplo a seguir al público: posaron juntos para los fotógrafos, en la habitual imagen colectiva. Delante de ellos, la Conmebol colocó un cartel: “El fútbol es un juego, la violencia, no”.
Otro detalle positivo: Marcelo Gallardo y Gustavo Alfaro se estrecharon en un abrazo en el medio de los bancos, que también captaron las cámaras. Tras la polémica mediática en la semana
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