“Es el día más feliz de mi vida, me lo voy a acordar para siempre y mi familia también. Estoy muy contento”.
Esa fue la frase de Santiago Chocobares no bien terminó el encuentro en el Bankwest Stadium de Syndey. La sonrisa de su cara y el pecho inflado reflejan el 25 a 15 que dejó el marcador en entre Los Pumas y los All Blacks, por el Tres Naciones. Esta fue la primera vez de la primera vez, porque su emoción no solo fue producto del histórico triunfo ante Nueva Zelanda, algo que no se había conseguido nunca en la historia, sino que también resultó el debut absoluto con la camiseta celeste y blanca para el centro de 21 años -quien este sábado a la madrugada (5.45) volverá a estar desde el inicio ante Australia-.
Claro que para entender la emoción con la que expresó esas palabras y poder comprender un poco más el brillo que se apoderó de sus ojos hay que viajar hacia atrás en el tiempo. Y cuando se dice atrás, no es a los apenas diez días de entrenamiento que tuvo todo el plantel completo en suelo australiano, ni al viaje a Montevideo para protegerse de la ola de contagios, ni mucho menos a los meses en los que los Pumas debieron entrenarse en sus casas en Argentina debido a la cuarentena. No. Mucho más atrás. A la historia de Santiago.
Choco nació en Rufino, una ciudad ubicada en el extremo sudoeste de Santa Fe de poco menos de 20.000 habitantes. Ahí se crió junto a su familia y descubrió de muy chico lo que -quienes lo conocen- definen como “su única pasión”: el rugby. “Santi arrancó en la escuelita a los 4 años”, comienza su relato Guillo Nazabal, quien fue uno de sus primeros entrenadores cuando incursionó con la ovalada. “Apenas lo recibimos, cuando charlamos para conocerlo, me acuerdo que me dijo que cuando fuera grande quería jugar en Los Pumas. El rugby es su vida”, cuenta del otro lado del teléfono, con un tono melancólico pero al mismo tiempo risueño, quien hoy se desarrolla como Coordinador de las Divisiones Infantiles de Pampas Rugby.
La frase que esboza Nazabal; así, suelta, no llama mucho la atención. ¿Qué pibito que inicia una actividad no sueña con lo máximo? Sin embargo, en el pequeño Chocobares parecía no ser algo dicho al pasar. “A mí no me sorprendió la actuación de él. Lo sigo desde toda la vida. Siempre fue un señor adentro y afuera de la cancha, alguien muy sacrificado. Muy participativo, colaborando con sus compañeros y poniéndose el equipo al hombro. Era un poco llorón cuando perdía, no le gustaba y había que contenerlo, ja. Lo hacía de bronca porque era un tipo muy comprometido y responsable. Eso no se lo pudimos corregir porque sigue jugando con la misma pasión”, delata su formador, que terminó siguiendo paso a paso el crecimiento del muchachito hasta convertirse en lo que es hoy.
Los términos como “seriedad”, “trabajo” o “dedicación” son repetidos constantemente por Nazabal a la hora de hablar sobre cómo era la actitud del Negrito -apodo cariñoso con el que lo nombra- con el deporte. Algo que parece que mantiene hasta el día de hoy, incluso cuando vuelve a su hogar para distenderse y visitar a sus seres queridos. “Nunca está de vacaciones. Cuando viene a Rufino sigue entrenándose. No para nunca. Tiene una cabeza sorprendente. Da gusto hablar de él porque no le encontrás una fisura”, asegura.
Desde el círculo íntimo -y hasta el propio Chocobares- marcan que el punto de quiebre en el jugador fue cuando tenía 17 años. Una vez culminada la secundaria, Santi agarró su bolso y lo llenó. Esta vez no era para irse a entrenar, sino para mudarse a Rosario. Y, si bien la excusa formal que lo hacía dejar toda su vida atrás e independizarse era la de sus estudios universitarios en la licenciatura en kinesiología, de fondo todos sabían que el futuro le depararía otro destino.
Fue así que se marchó. Solo. Y con la ilusión de seguir progresando en un rugby mucho más competitivo. De esta manera, el joven recaló en Duendes Rugby Club, una de las instituciones más importantes y ganadoras del Torneo del Litoral. Claro que la adaptación no fue fácil. Si bien Santi nunca presentó falencias desde lo físico o dificultados técnicas, le costó mucho el hecho de estar alejado a más de 260 kilómetros de distancia de su familia. Los ritmos, los viajes y el estilo de vida no son los mismos en un pueblo que en una ciudad enorme de casi un millón de habitantes, mucho menos para un adolescente que siempre vivió bajo el cuidado de sus padres. “Muy pocos conocen esa historia. Santi se fue con 18 añitos y se tenía que hacer la comida, tenía que programarse todo él solo para poder cumplir con el club y sus estudios. Se lavaba y planchaba la ropa para ir a entrenar, porque encima es muy meticuloso. Si hay una palabra que lo define es sacrificio. Solo él sabe lo que pasó. Mucha dedicación y humildad”, rememora Guillo sobre esos años en que Chocobares dejó de ser un chico para transformarse en adulto.
Sin saberlo, aquella mentalidad que tuvo que desarrollar para llevar a cabo su nueva vida lo terminó ayudando en su capacidad como jugador. “Me acuerdo que, cuando llegó, lo primero que me sorprendió fue su físico. Ya se sabía que iba a andar bien. Después, me llamó mucho la atención la técnica que tenía. Era tímido, pero muy buen pibe. Luego, cuando entró en confianza se fue soltando, es alguien divertido. Seguramente le costó cuando llegó, pero cuando ya empezó a jugar no tardó en tener gente con quien compartir cosas y que lo ayudara”, describe Maximiliano Nannini, quien en ese entonces era el capitán del Plantel Superior de Duendes y que, tras retirarse, también fue entrenador de Chocobares.
Tanto Nannini, desde Rosario, como Nazabal, desde Rufino, coinciden en que el joven se ganó un lugar en el XV titular de Duendes rápidamente por su talento dentro del campo de juego, pero también por su calidad humana. “Algo que me pareció increíble es su prolijidad dentro de la cancha, nunca va a jugar menos de 7 puntos. La regularidad a esa edad es muy difícil y él desde que debutó juega con la seriedad de alguien que tiene experiencia. Siempre sorprendió por su madurez”, resalta quien compartió el centro de la cancha con Chocobares entre 2017 y 2018.
A partir de ahí, el ascenso del rufinense fue meteórico: dos Mundiales Sub20 con Los Pumitas en 2018 y 2019, en los que disputó siete encuentros y, gracias a sus grandes actuaciones, Gonzalo Quesada lo llamó para integrar el plantel de Jaguares para el Súper Rugby 2020. Desgraciadamente, el andar de la franquicia argentina duró poco debido a la interrupción del torneo por la pandemia de coronavirus, aunque Chocobares alcanzó a sumar minutos en el certamen de equipos más importante del hemisferio sur.
Las esperanzas se renovaron cuando a fines de junio, Mario Ledesma y el staff del seleccionado nacional entregaron una lista con 59 jugadores preseleccionados para afrontar lo que iba a ser el Rugby Championship -que terminó siendo Tres Naciones debido a la baja de Sudáfrica-. Ahí, apareció el nombre del santafecino, que no desaprovechó la oportunidad y consiguió ganarse la confianza del head coach para ser titular nada menos que ante Nueva Zelanda. El resultado ya es conocido y más allá de la victoria, el número ’12′ tuvo una actuación destacada en defensa al contabilizar 10 tackles realizados. Una marca que refleja la contundencia que presentó el equipo cuando no tuvo la pelota.
“Nadie esperaba la victoria, pero a mí no me sorprendió el rendimiento de Choco; se venía preparando para eso. Desde que lo conocí, uno se daba cuenta que estaba comprometido con el juego, con su evolución y con querer aprender. Tanta dedicación dio sus frutos. Se preparó toda la vida para eso. Fue un profesional antes de que le pagaran. Se comportaba como un profesional, sin cobrar. Dormía, comía, se entrenaba y hacía todo lo que le decían”, sintetiza Nannini, quien además vistió las camisetas de Pumitas, Pumas Seven, Pumas y en 2011 integró Pampas XV, campeón de la Vodacom Cup.
Difícilmente Santiago Chocobares vuelva a sentir la felicidad del sábado pasado, solo se debuta una vez con la camiseta de Los Pumas. Lo que sí es seguro es que, tanto él como este plantel, demostraron no tener techo y la hazaña del otro día puede ser el inicio de muchas. Siempre hay una primera vez para todo, tuvieron que pasar 32 derrotas y un empate, para vencer a los hombres de negro. Fue la primera vez, sí, pero no la última...
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