Un sol radiante de otoño ilumina por completo el Centro Nacional de Alto Rendimiento Deportivo (CENARD), ubicado en la corazón de Núñez. De fondo suenan los disparos del Tiro Federal, que rompen con la paz que tiene el lugar. A paso ligero, irrumpe en la pista de atletismo una joven de 24 años. Lleva puesto unas zapatillas deportivas, un short y una remera azul, ambas con el característico yaguareté, símbolo de la Unión Argentina de Rugby. "Perdón por la hora, pasa que estoy con las prácticas del profesorado y ahora me tengo que ir a entrenar", se disculpa con Infobae y da comienzo con la entrevista.
Ella es Sofía González, capitana de Las Pumas, la selección argentina de rugby femenino. Las disculpas son aceptas, sobre todo teniendo en cuenta que estas últimas semanas tuvieron un gran desgaste, tanto físico como mental. A sus ocupaciones que le demandan estar cursando el tercer año del profesorado de educación física se le sumaron los entrenamientos previos a la clasificatoria para los Juegos Olímpicos de Tokio 2020, que se desarrollará en Perú este 1 y 2 de junio.
"Tengo que manejar la ansiedad. A veces te pasas de rosca y estás al palo todo el tiempo, no esta bueno porque el cuerpo necesita bajar un cambio", explica.
Claro que la historia de Sofi con el seleccionado comenzó hace tiempo y cuenta con una carga de sacrificio. "Arranqué a jugar a los 13 años. Por lo general las mujeres arrancamos a jugar de grande, desde los 18 y hemos tenido jugadoras hasta los 40. Es raro como empecé: la madre de mi vecina y amiga jugó durante mucho tiempo al rugby y la verdad que a mi nunca me llamó la atención. Una vez me invitaron a ver un amistoso y ahí conocí a las chicas del equipo. Después me invitaron a un entrenamiento y me llamó la atención que no entendía nada. Ahí empecé a jugar", confiesa sobre sus inicios en el deporte de la guinda.
Sofi encontró su lugar en el Club Sitas, su segunda casa. Allí se insertó en el mundo del rugby y comenzó a dar sus primeros pasos en el deporte. Sin embargo, el principió no fue fácil: su iniciación coincidió con el nacimiento del Torneo Femenino de la URBA en 2009, pero el mismo solo aceptaba mujeres mayores de 18 años. "Me costó bastante, al no haber juveniles ni infantiles, porque era algo muy nuevo en ese momento, estuve cinco años sin jugar. Tuve que esperar hasta los 18 para competir. La verdad que sufrí un montón porque yo quería jugar, me gustaba tanto el deporte y el grupo del que formaba parte que yo no quería hacer otra cosa", recuerda con algo de tristeza.
"Durante todos esos años yo no dejé de entrenar, seguí yendo al club y mis compañeras me re bancaron. Trataba de colaborar desde mi lugar a pesar de no poder jugar", agrega Sofi sobre aquellos años que decidió seguir ligada al deporte que ama a pesar de no poder competir.
Estuve cinco años sin poder jugar. Tuve que esperar hasta los 18 para competir. Sufrí un montón.
Una vez cumplida la mayoría de edad, la joven nacida en Ituzaingó no solo pude empezar a vestir la camiseta de su Tiro querido, sino que recibió el primer llamado para entrenar con la Selección. El por entonces entrenador del equipo femenino, Santiago Gómez Cora -hoy head coach del seleccionado de seven masculino-, llamó a Sofía para que se entrenase con el equipo nacional en el San Isidro Club. "A mi primer entrenamiento llegué muy tarde, casi al final. Yo vivía en el Oeste, entrenábamos a las 2 de la tarde y yo tenía que salir a las 10 de la mañana de mi casa. Era muy lejos. Tenía 3 horas y media de viaje. Me tomaba cuatro colectivos, el último me dejaba lejos del SIC y tenía que caminar 10 cuadras. Ese día no tenía idea, nunca había ido a San Isidro y me perdí", relata con un poco de vergüenza.
Aquel primer año vistiendo la celeste y blanca iban a llevarla a tomar dos grandes decisiones en su vida. "Cuando me llamaron al seleccionado yo estaba en mi último año de colegio y no lo pude terminar. Era mi primer llamado a la Selección y yo iba al colegio a la mañana. Entrenábamos lunes, martes, jueves y viernes y al colegio yo entraba a las 7 y salía a las 12. Así que se me superponía con el viaje. Me moría por estar en la Selección así que hablé con mi mamá y el dije que iba a dejar el colegio. Le dije que iba a hacer lo imposible al año siguiente para terminarlo pero que esta era mi oportunidad. Ella se lo tomó bien pero me hizo prometerle que tenía que terminarlo", comenta acerca de sus estudios. Para alegría de su madre, Sofía cumplió lo prometido. En 2015 finalizó sus estudios secundarios a distancia. "No me daban los horarios con los entrenamientos, así que e anoté ahí e iba a rendir una vez por mes a rendir libre. Así lo pude terminar", relata.
La otra determinación fue la de abandonar su hogar para mudarse al CENARD. "A fines de 2013, me dieron la posibilidad de venir a vivir al Cenard y la verdad que ni lo dudé. Al principio fue raro, estaba tan entusiasmada que no me di cuenta que me estaba yendo de casa. No fue una decisión dificil pero no era consciente de lo que estaba haciendo. Por suerte siempre fui bastante independiente, los primeros meses fueron bastante bien pero después si extrañaba bastante durante la semana, quería irme a mi casa para ver a mis hermanos y mi mamá", rememora. Su nueva locación no solo le ahorraba tiempo de viaje, sino que además le aportó una conducta digna de una deportista de alto rendimiento.
Si bien Sofi recuerda su infancia con una sonrisa y la describe como "muy linda", su situación económica no le permitía mantener una vida acorde a sus necesidades deportiva. "Al principio yo pesaba 49 kilos y me costaba mucho. Lloraba y estaba traumada porque lo sentía en el juego y me costaba subir. La alimentación es fundamental y en casa no estabamos en una buena situación económica. Vengo de una familia numerosa, somos muchos. Tengo diez hermanos y a mi mamá le era más fácil cocinar guiso todos los días. El descanso también es clave y yo no descansaba bien porque me la pasaba viajando en colectivo. Me costó muchísimo", cuenta quien hoy posee un peso de casi 70 kilos y se siente más saludable que nunca. "Este es mi sexto año viviendo en el CENARD. Es muy sano vivir acá, por la comida, el descanso y todo lo que nos dan", asegura.
La alimentación es fundamental. Yo empecé a jugar con 49 kilos y me costaba mucho. En casa no estábamos en una buena situación económica y mi mamá hacía guiso todos los días para mis diez hermanos y para mi.
Claro que otra gran ayuda fue el apoyo de su seno familiar, a los que les agradece el esfuerzo que hicieron por ella. "Mi familia siempre me acompañó en todo. Mis hermanos ayudaban mucho a mi mamá para que ella me pueda ayudar a mi. Me dieron una mano muy grande porque yo tenía que viajar hasta San Isidro para entrenar con el seleccionado pero también tenía que ir al club, pagar la cuota, los terceros tiempos, las camisetas y botines. Siempre me ayudaron mucho y por suerte todo ese esfuerzo terminó valiendo la pena", afirma hoy.
Otra traba con la que debió lidiar Sofi en su anhelo por jugar al rugby fueron los prejuicios que se fue encontrando por ser mujer y practicar un deporte "de hombres". "Cuando yo arranqué a jugar el rugby era un deporte solo de hombres y era muy difícil para las chicas que querían acercarse e involucrarse en algún club. Yo sentí ese prejuicio cada vez que decía que jugaba al rugby", reconoce su mala experiencia.
En 2009 -año que Sofi empezó a jugar- había nada más que 229 jugadoras afiliadas a la Union Argentina de Rugby. Con el paso de los años y rompiendo aquellas barreras que limitaban a las chicas a incursionar en el deporte de la ovalada ese número creció exponencialmente. Hoy la UAR cuenta con 4430 chicas que participan de forma competitiva y otras 761 que lo hacen de manera recreativa. "Cuando empecé solo había cuatro clubes que aceptaban mujeres. Hoy en día jugar al rugby para la mujer es romper barreras. Este deporte es una opción tanto para las mujeres como para los hombres. Que tengamos la posibilidad de elegirlo es buenisimo, para nosotras, para la sociedad y el rol que está teniendo la mujer hoy en día es buenísimo", destaca la capitana de Las Pumas.
Más allá de que el rugby femenino viene avanzando y sumando nuevas participantes, Sofía quiso enviarles un mensaje a aquellas mujeres que continúan siendo víctimas de los prejuicios sociales y no se animan a practicar rugby: "Invitaría a las chicas que quieren empezar a jugar a que se animen. Que vayan a los clubes y miren los partidos y entrenamientos. Que se den cuenta que el rugby es un deporte increíble más allá de lo competitivo. Me gustaría también hablarle a las mamás, que son a las que más les cuesta: suelten un poco a sus hijas. El rugby masculino tiene una base importante de jugadores porque lo practican desde los 5 años. Para que el rugby femenino de la Argentina siga creciendo y mejorando necesitamos esa base de jugadores y es importante que las madres rompan esa barrera".
El rugby era un deporte de hombres, yo sentí esos prejuicios cuando arranqué a jugar. Hoy en día jugar al rugby para la mujer es romper barreras.
El seleccionado femenino viene en ascenso. El equipo a cargo de Daniel Villen viene evolucionando año a año, sin embargo, los resultados deportivos se le vienen escapando. Sofía aún mantiene en su cabeza el triste recuerdo del Pre-olímpico para Río 2016 -en el que cayeron en la final de manera impensada ante Colombia-. "Teníamos el 95% de posibilidades de clasificar, porque Brasil que es el equipo más fuerte del continente ya estaba clasificado. Asi que por estadísticas, Argentina era candidata y bueno justo en ese torneo no se dio y lo perdimos", dice con bronca.
No obstante, este fin de semana el equipo nacional tendrá revancha ya que en Lima se estará disputando la Qualy para Tokio 2020 y Sofi ya sueña con la revancha, aunque en el medio estará Brasil. "Las últimas semanas de entrenamiento fueron muy buenas. Hace cuatro años que sueño con una final Argentina-Brasil. Nunca le ganamos a Brasil, ahora va a ser la primera vez. La realidad es que Brasil es una gran equipo de mucho nivel pero creo que estamos preparadas, ahora nos toca a nosotras. Hoy en día estamos de igual a igual en la parte física y va a ser fundamental la cabeza", se ilusiona.
"Es uno orgullo poder representar al país. Mi mayor deseo es poder representar a Argentina hasta donde pueda y hasta donde me lo permita mi cuerpo. Creo que la capitanía es una linda responsabilidad y mucho compromiso ser la capitana del equipo. No solamente dentro de la cancha por la disciplina que hay que tener, los valores que tiene el rugby o la exigencia del deporte, sino que creo que vale mucho más lo que hacemos afuera de la cancha porque dia a día hacemos un gran esfuerzo para poder representar al país", dice mientras se saca las últimas fotos que acompañan esta entrevista antes de despedirse e irse a entrenar.
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