*Enviada especial a Francia
El lobby del hotel en París está repleto de personas que hablan en castellano. En "argentino", en realidad. Son los integrantes de las familias de las jugadoras de la selección argentina que viajaron hasta Francia para acompañarlas durante el Mundial Fememino de Fútbol 2019. No son muchos, pero se hacen sentir en cada lugar que pisan.
Las dificultades económicas, los trabajos y la distancia fueron algunos de los factores que hicieron que solo unas pocas familias pudieran llegar hasta Europa para estar cerca de las integrantes del plantel "Albiceleste", primero en París, luego en Le Havre (o Deauville, donde el equipo hizo base) y nuevamente en la capital.
Aldana Cometti, Gabriela Garton, Adriana Sachs, Natalie Juncos y Milagros Menéndez son las futbolistas que recibieron las visitas de sus seres queridos durante la concentración y los partidos de una Copa del Mundo que viene siendo histórica para la Argentina.
El novio que se quedó sin trabajo: "Donde ella juegue, yo siempre voy a estar para alentarla"
Matías Carballo está en pareja con Adriana Sachs, la defensora que juega en la UAI Urquiza y que fue suplente en el partido del debut ante Japón, pero que luego estuvo de arranque ante Inglaterra.
El joven llegó hasta Francia con su cuñado Facundo, el esposo de la hermana de Adriana. Los pasajes los sacaron una semana antes de que comience el Mundial, "Es bastante plata, pero estábamos decididos a viajar", dijo Matías en diálogo con Infobae.
Estar con su novia en el momento más importante de su carrera requirió un importante sacrificio para Matías, que hasta hace unos días trabajaba en una empresa de marketing. Hace ya unos meses había avisado que se pediría vacaciones en esta época y se las negaron. Llegó a tener una reunión con el presidente de la compañía, pero fue para peor: terminaron desvinculándolo y se quedó sin trabajo.
"Aunque estemos en una situación muy difícil me genera alivio porque así puedo acompañar a Adri bastante tiempo", sostiene.
Consultado por los partidos, agregó: "Las vi con un entusiasmo increíble. Son todas unas luchadoras y se merecen estar ahí. Estamos jugando contra potencias y las chicas estuvieron muy bien paradas dentro del campo. El día que entró Adri contra Inglaterra se me caían las lágrimas. Me sentía orgulloso de verla ahí, sé todo lo que le costó y logró llegar al sueño máximo de cualquier futbolista".
Su pasaje de vuelta es para el 20 de junio, un día después del duelo ante Escocia. Si Argentina logra dar el batacazo y avanzar de fase, ya no podrá estar al lado de su amada. "Sé que van a pasar, me gustaría quedarme pero no se puede", lamentó.
"Pasión y amor. Vamos, chicas" dice la bandera que Mati lleva a todos lados en donde juegue la Selección. La colgó el día del repechaje ante Panamá en Arsenal. Esa vez también llevó bombos y redoblantes para alentar con todo. "Esto no es joda", se ríe.
"Yo por ella dejó todo. Donde ella juegue, yo siempre voy a estar para alentarla", afirma el joven. La pareja tiene planes de casarse, aunque aún no pusieron fecha.
Abrazado a Adriana, Matías charla con otros familiares en el lobby del hotel en París. "Voy a fundar el gremio de botineros", bromea y revela el peculiar sobrenombre que le pusieron en su grupo de amigos: "Al principio me odiaban porque no pasaba tiempo con ellos, después entendieron que todo lo que hago es con amor. Ahora hasta ellos miran los partidos de las chicas y me dicen 'El Wando' (por Wanda Nara)".
"La Rosi", la líder de una banda que alienta en todos lados
La familia de Aldana Cometti es una abonada a los compromisos de la selección argentina. Juegue donde juegue el equipo de Carlos Borrello, ellos están ahí. A Rosa, la mamá de la defensora, la requieren todos los periodistas antes de cada partido. Ella gustosa, se para y habla con todos.
Los Cometti llegaron en banda: mamá, papá, hermano, hermana, dos primos y dos amigos de la número 6 están en Francia. Todos llevan la camiseta celeste y blanca con el apellido familiar estampado en la espalda.
"Esto es emocionante", coinciden Rosa y su esposo, Daniel. "Las notamos a ella y a todas muy bien", agregan.
Los pasajes para el Mundial los sacaron el mismo día en que la Selección clasificó, sin saber si Aldi estaría o no en la lista definitiva de 23 jugadoras. "Veníamos a ver a Argentina", aseguraron.
Como a todas las familias, a la de Cometti también se la suele ver en los pasillos de los hoteles del conjunto nacional. Allí estuvieron hasta tarde la noche después del partido ante Japón, cuando Aldana perdió un diente (que posteriormente le pegaron) a causa de un codazo en el rostro.
Rosa reveló un secreto: no solo se escribe con su hija, sino que chatea con varias integrantes del plantel como Mariela Coronel, Belén Potassa o Estefanía Banini. "Todas me conocen como 'La Rosi' o 'La Rubia'", comenta, y sonríe.
"La princesa del fútbol" y un respaldo que llegó desde Estados Unidos
Gabriela Garton nació en Rochester, Minnesota. Hija de una argentina y de un estadounidense, descubrió la pasión por el fútbol desde muy chica, en un país que promueve la integración de las mujeres en ese deporte.
Pero, para desarrollarse como futbolista, Gaby eligió radicarse en la Argentina. Se casó con Cristian y actualmente la pareja vive en la provincia de San Luis, donde ella entrena con los arqueros de Sol de Mayo.
Los Garton también llegaron a Francia en masa: los padres de Gaby, su hermana con su novio y su prima viajaron desde Dallas, Texas. Su marido también están aquí. Todos la visitan tres veces por día (después de cada comida) y, generalmente, salen a pasear por la ciudad.
"La seguimos a donde vaya a Gaby. Ella no jugó, pero está contenta. Si ella está feliz, yo estoy feliz. La veo bien, entusiasmada, para ella el equipo es todo, nunca fue individualista", cuenta Graciela, la mamá de la arquera.
"Ella empezó a jugar al fútbol a los ocho años. Como era alta y grandota la mandaron al arco. Yo pensaba que era por vaga, porque así no tenía que correr, pero una vez fuimos a ver un partido, hubo penales y ella se puso como una leona. Tenía un promedio de atajadas espectacular, sabía a dónde iba la pelota, se transformaba en una guerrera. Ahí entendí que ella tenía que ser arquera, estuvo genial", recuerda.
Sobre las distintas etapas que atravesó la número 12 del plantel, agregó: "Ella vivió como una princesa del fútbol en Estados Unidos. Cuando llegó a la Argentina todo era una vergüenza. Allá en las universidades le daban botines, ropa y tenía vestuarios espectaculares. La diferencia era increíble. Ella vino a hacer una prueba en la Selección con Borrello, pero no tenía papeles argentinos y eso le demoró un año".
Graciela -que se fue a los 26 años de Argentina y que conoció a su marido trabajando en la Clínica Mayo- revela qué fue lo que, a pesar de todas las trabas, hizo que Gaby decidiera quedarse en Argentina: "Me llamaba y me decía: 'Mamá, en el vestuario en Estados Unidos llegás y todas te dicen 'Hola' de lejos. Acá me dan once besos y once abrazos. Yo amo eso. Mi corazón está acá, con esta gente y con estas mujeres".
Cada vez que volvía al país del Norte para visitar a su familia, Gaby -que de chica también hizo tenis y baseball- volvía con bolsas llenas de ropa deportiva y botines que repartía entre sus compañeras.
Esas desigualdades movilizaron y tocaron la fibra académica de Garton, que es socióloga becaria del Conicet y que tiene como objeto de estudio el fútbol femenino de Argentina. Hace muy pocos días salió a la venta su libro "Guerreras. Fútbol, mujeres y poder", que también es su Tesis de Doctorado.
Desde Estados Unidos también llegó la familia de la defensora Natalie Juncos. Esa es, tal vez, la delegación más grande: están sus padres (ambos nadadores olímpicos argentinos radicados en el exterior), su hermano y su marido. Además, en los últimos días pudo verse a sus suegros, su cuñado y su cuñada con sus tres hijos.
MIlagros Menéndez es la otra jugadora que recibió visitas. Su padre y su hermano, ambos llamados Siomar, aterrizaron en París luego de emprender una travesía desde Mar del Plata.
Los familiares hacen sentir su presencia en Francia. No solo acompañan a las suyas, sino que también funcionan como un respaldo emocional para el resto de las integrantes del plantel, que tienen a sus seres queridos a miles de kilómetros de distancia.
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