*Enviada especial a Francia
"Yo soy una privilegiada, pero no presumo de mi palmarés ni de lo que he jugado. Eso me lo guardo para mí". A Mariela Coronel no le gusta hablar de los logros que ha obtenido en su extensa carrera en el fútbol. No los publica en las redes sociales ni los exhibe ante sus compañeras, prefiere predicar con el ejemplo diario.
A los 37 años, la nacida en Santiago del Estero disputa el tercer Mundial de su carrera en Francia 2019. Junto a la arquera Vanina Correa, es una de las "sobrevivientes" de las citas de Estados Unidos 2003 y China 2007, las únicas dos en las que había participado la selección argentina hasta el momento.
Coronel -que actualmente milita en el Granada de la segunda división de España- jugó con varones hasta los 13 años, edad en la que comenzó a participar de las Ligas Barriales en la localidad de La Banda. Eran unos torneos relámpago que se jugaban los sábados y domingos. En 1997, con 16 años, viajó a Buenos Aires para probarse en River, pero no quedó y regresó a su provincia. Un año más tarde hizo lo propio en Boca y la seleccionaron, pero descartó la oportunidad debido a que los entrenamientos quedaban muy lejos de la casa de su tío, donde tenía previsto vivir. En 1999 la convocaron de Independiente, pero el libro de pases ya había cerrado. Volvieron a llamarla en la temporada siguiente.
"Yo les había dejado a los dirigentes el teléfono fijo de una vecina. Ahí me llamaron el 21 de febrero de 2001, diciendo que el 24 tenía que presentarme a entrenar. Yo tenía 18 años y mis padres estaban de vacaciones. Entonces, del club me dijeron que me mandaban 50 pesos para que me manejara, pero eso era lo que salía el micro. Conseguí que una amiga me acompañe y nos fuimos en tren, que salía 24 pesos cada una. Pagando eso, me quedaban solo dos pesos. Entonces, le pedí plata a mis amigos y a mis hermanos. Llegué a juntar 35 pesos y me fui. Tuve 27 horas de viaje. Llegué a Buenos Aires a las cuatro de la tarde y me fui directamente a entrenar. Ahí empezó mi aventura", recuerda la santiagueña desde el lujoso hotel de París en el que recibe a Infobae.
En el club de Avellaneda le daban la casa, le pagaban 300 pesos y, además, le consiguieron un trabajo en la venta de apuntes de la Facultad de Ciencias Económicas de la UBA. Por entonces, Mariela Vivía en Dock Sud, iba a trabajar a la mañana a la Facultad en Capital y luego entrenaba en el predio de Villa Domínico.
"No trataban muy bien y teníamos muy buen equipo. Jugamos una final contra River y perdimos", comentó Coronel sobre su paso por "El Rojo", y sonrió al rememorar cómo un dirigente solía llevar a hasta once jugadoras en su auto Peugeot a concentrar a la República de los Niños en La Plata.
En Independiente estuvo cuatro años. Al quinto cambió la gestión y ya no les querían pagar a las jugadoras. Fue así como, en 2004, la mediocampista decidió irse a San Lorenzo, pero desde el club de Avellaneda no le querían dar el pase. Ella encontró una solución que no la convenció, pero que le permitió seguir jugando: durante una temporada completa entrenó con San Lorenzo, pero jugó los fines de semana para "El Rojo".
Por ese entonces, trabajaba de 7 a 17 en una casa de comidas. Tres veces por semana entrenaba con la Selección – a la que había llegado en el 2001 por sus buenas actuaciones en Independiente-. Esos días la dejaban irse a las 13 y se tomaba el colectivo 29 para ir al Cenard en el barrio porteño de Núñez. El resto de los días iba a Boedo. "Yo lo hacía con gusto. Si tenía tiempo, metía también tiempo en el gimnasio. Para mí era un placer", dice sobre una disciplina en el ejercicio que mantiene hasta el día de hoy: en Francia, es una de las pocas que al terminar el desayuno hace ejercicio por su cuenta.
"Cobrábamos cinco pesos de cada viático por cada entrenamiento", rememora sobre aquellos tiempos en los que la selección femenina estaba marginada del predio de Ezeiza de la AFA. "Meternos ahí fue un trabajo muy duro. No podíamos entender que no nos dieran ese espacio", recalca.
En esas condiciones, Argentina jugó los Mundiales de 2003 y 2007. Los amistosos de preparación para esas competencias de primer nivel, eran ante categorías inferiores de varones de clubes como Dock Sud, Atlanta o Sportivo Italiano.
"No teníamos visibilidad, entrenábamos en la oscuridad. Nadie nos conocía. Recién nos conocieron cuando nos hicieron tantos goles que llegamos a Ezeiza y nos criticaron (en el 2007 perdieron 11-0 ante Alemania). En ese momento se enteraron de que Argentina estaba jugando un Mundial", reprocha Coronel.
Para recuperarse de ese golpe, y con el amor por la camiseta celeste y blanca intacto, la santiagueña no dudó en sumarse cuando Carlos Borrello la convocó en el 2017 en la vuelta al trabajo de la Selección luego de dos años sin competencias y de una virtual "desaparición" del equipo. La idea del entrenador era mezclar jugadoras experimentadas con exponentes de la nueva camada, y ella estaba en sus planes.
"Nos presentamos a una Copa América con solo siete días de entrenamiento, con gente que ni siquiera se conocía o que nunca habían jugado juntas. Era un rompecabezas y en una semana había que sacar lo mejor que se podía. Nosotras fuimos a ver qué pasaba, era como una banda de chicas que se juntaba. Argentina sorprendió porque hacía dos años que no entrenaba, ni jugaba amistosos", comentó. Pero una chispa se encendió durante ese certamen en Chile: "Empezamos a pensar que teníamos algo. Éramos conscientes de que había buenos equipos que nos llevaban ventajas, pero la Argentina tiene algo que otras selecciones no tienen: el orgullo, el ser guerrero. Es que, al final, una juega con el corazón y ese amor propio da un plus".
En la Copa América, Argentina sorprendió y quedó tercera, detrás de Brasil y Chile. No pudo clasificar directamente al Mundial, pero consiguió la posibilidad de jugar un repechaje ante Panamá por el boleto a la cita de Francia 2019.
"Al final, fue algo positivo. Las cosas pasan por algo: si hubiésemos clasificado directamente al Mundial, ni siquiera hubiéramos entrenado hasta ese momento y a lo mejor nos concentraban recién en marzo o abril. De esta manera, (las autoridades) tuvieron la obligación de que la Selección tuviera continuidad. Tampoco se hubiera generado la repercusión, el apoyo y todo lo positivo que hemos recibido", resalta la jugadora, que no quiere olvidarse de la protesta que entablaron junto a sus compañeras durante la Copa América para exigir reconocimiento y mejores condiciones de trabajo. "Todo lo que tenemos lo hemos generado nosotras mismas", asegura.
Aquel repechaje en Arsenal marcó un antes y un después para la Selección femenina. 15 mil personas alentaron ese día al equipo de Carlos Borrello, que se impuso por 4-0 y prácticamente selló su pasaje al Mundial (que se confirmó una semana después con el empate 1-1 de visitante). "Quedó demostrado que el fútbol es fútbol, sean chicos o chicas. Ese día jugó Argentina", recalcó Coronel sobre aquella tarde en Sarandí.
Los días de partido, Mariela duerme solo cuatro o cinco horas. Se despierta muy acelerada por la adrenalina de querer jugar y se va temprano al gimnasio para descargar tensiones. "Me imagino situaciones de partido…Cuando vamos a reconocer el campo, toco el césped y veo las dimensiones de la cancha para ver cómo se van a desarrollar las acciones al otro día. Por ejemplo, en el Parque de los Príncipes la cancha era rápida, el pasto estaba blando y liviano, así que nos íbamos a sentir más rápidas. En Le Havre, en cambio, había mucho pasto y más alto, por lo que parecía que iba a haber más desgaste de piernas", comenta.
Coronel abre grande los ojos y se le dibuja una sonrisa genuina en el rostro cuando se le pregunta si se imaginaba que iba a entrar en el encuentro del debut ante Japón (ingresó por Lorena Benítez, cuando faltaban 11 minutos para el final). Dice que no, que no se lo esperaba. "Pero siempre hay que estar preparada", agrega.
"A mis años, yo ya entro a disfrutar. Otras tienen presión, yo trato de dar tranquilidad a mis compañeras. Si la más grande da seguridad, las otras juegan totalmente sueltas", considera y revela que junto a Belén Potassa son las que más hablan con las más jóvenes del plantel.
Esa misma experiencia le permite analizar con sensatez lo que está ocurriendo con la Selección femenina y las repercusiones de este Mundial: "Llegamos con una mochila llena de ilusiones y todo es muy positivo, pero estas cosas no nos tienen que nublar, hay que tener los pies sobre la tierra. Si Japón nos hubiese hecho diez o si Inglaterra nos hubiera hecho siete, ¿de qué estaríamos hablando? Si eso hubiese pasado, allá habrían dicho que para qué pedimos la profesionalización, que vinimos a dar vergüenza…".
En tanto que, a la hora de opinar sobre el anuncio de AFA de crear una LIga Profesional de Fútbol Femenino, Coronel fue clara: "Es excelente, pero no se trata solamente de poner dinero. Los clubes deben abrir las puertas y poner los espacios, no que las jugadoras tengan que entrenar a última hora y sin luz, como pasa en todos lados. Si queremos ser potencia mundial, tenemos que empezar por lo básico: darle la mínima importancia para que esto crezca, poner el cimiento y levantarlo de a poco. Esto va a llevar muchos años, las potencias mundiales no se han hecho de la noche para la mañana. Pero a nosotros nos cuestan mucho las cosas a largo plazo, no tenemos paciencia: plantamos un árbol y no queremos esperar cuatro años a que dé frutos, los queremos mañana. Ese es el problema que tenemos los argentinos: no apostamos a la disciplina porque es a largo plazo. Esa es la diferencia que hay con la gente de afuera".
Coronel lleva 12 años jugando en España. De San Lorenzo dio el salto al Zaragoza, club en el que estuvo ocho temporadas. En 2015, el Atlético Madrid le hizo llegar una oferta para jugar con el equipo la Champions League y la santiagueña no lo dudó. Hizo los bolsos y se fue a la capital. "Yo ya estaba estancada en Zaragoza, no tenía ambición. Una vez me dijeron una frase, que es 'Renovar ilusiones cada año'. Los seres humanos vivimos en una línea monótona y el tener algo nueva cambia el espíritu".
Tras un año en el conjunto "Colchonero", se fue al Madrid CFF, con el que consiguió el ascenso a la Liga Iberdrola, la Primera División española. Allí pasó al Granada, un club de la segunda categoría que la maravilló como ningún otro en su extensa carrera. Tan a gusto está allí que, aunque recibió una oferta del Logroño que triplicaba su salario, decidió quedarse.
"Pasé por muchos equipos, pero este es el mejor. Siempre en los planteles hay grupos, mala leche o discusiones, pero acá vamos a divertirnos. Es una familia de verdad: todas son muy buenas futbolistas, pero mejores personas. Yo disfruto mucho de jugar al fútbol en equipo, que no se dependa de una sola jugadora. Este equipo merece estar en Primera y estas son cosas que siguen renovando ilusiones para seguir en el deporte", señaló la mediocampista, que aún ni piensa en el retiro.
Mariela es consciente de que si hubiera hecho su carrera en Argentina ya hubiera dejado de jugar hace rato por los déficits que hay en cuanto a la formación y la exigencia física. En ese sentido, planteó: "A algunas les gusta jugar al fútbol, pero son muy pocas las que dicen 'Yo lo haría gratis'. Están las que lo hacen por amor, por pasión y otras lo hacen por hobbie. Muy pocas tiene la ambición de trabajar y de superarse. En mi caso, mientras las ganas y el cuerpo me den, seguiré jugando. Cuando esté quemada colgaré los botines, mientras tanto seguiré dando batalla".
Aunque no sabe cuándo dejará de jugar, Coronel cree que luego se dedicará a la formación de juveniles: "Noto que de grande tenemos déficits en pegarle con las dos piernas, en cabecear, en no tener miedo, en las perfilaciones… Yo aprendí de grande, entonces me gustaría que el día de mañana las jugadoras ya tengan eso incorporado a los 10 o 12 años".
Lo que sí sabe es que no regresará a la Argentina: se quedará a vivir en España junto a su pareja, con quien está hace cuatro años y medio, y a quien la une una historia muy emotiva que nace de tragedias familiares.
El Día del Niño del 2009, Mariela sufrió la muerte de su hermana Daniela. La joven tenía 15 años y fue víctima de la imprudencia de un conductor borracho. La futbolista, que hace dos años estaba en el exterior, había regresado justo una semana antes del accidente a Zaragoza para iniciar la temporada con su equipo. Sus hermanos (eran siete en total) la convencieron de que no viajara al país. "Si venía, me hubiera quedado para siempre", sabe.
Desde entonces, la jugadora tiene un tatuaje con un número 15 (por la edad que tenía su hermana) y unas alas en su hombro izquierdo. También usa unas canilleras con el nombre "Daniela". Un día, publicó una foto de ellas en su cuenta de Twitter. Una chica le escribió y le contó su historia: su hermano también había fallecido a los 14 años en un accidente de moto. Las charlas continuaron, se enamoraron y eso se transformó en una relación que hoy ya lleva casi cinco años.
Coronel lleva 12 años de continuidad en una de las ligas femeninas más destacadas del mundo, jugó tres Mundiales de mayores, un Juego Olímpico (Beijing 2008) y participó del único Juego de las Estrellas femenino que se hizo en la historia, en el 2007 en China. Sin embargo, afirma que nunca se trazó objetivos en su carrera: "Yo nunca he soñado con nada. Hace poco, en Granada, una coach me dijo que cerrara los ojos y que me imagine en un futuro: yo trataba de concentrarme, pero veía todo blanco. Es que yo vivo el momento. Lo veo así desde que falleció mi hermana".
Este miércoles (a las 16 horas, en el Parque de los Príncipes), la selección argentina jugará un partido clave ante Escocia, en el cual buscará una histórica clasificación a los octavos de final de un Mundial femenino. Un día después, Mariela cumplirá 38 años y tiene solo un deseo: "Espero festejarlos en Francia".
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