Mientras Gabriel Batistuta "la rompía" en la Roma, Mariana Larroquette descollaba jugando entre varones en un club de barrio de la zona oeste del conurbano bonaerense. Era la única nena entre tantos varones y se lucía con su clase para dominar la pelota y por su potencia goleadora. Ese talento le valió el apodo de la "Batichica", en alusión al histórico número 9 de la selección argentina.
Hoy Larroquette, la goleadora de los dos últimos torneos de Primera División de AFA con la UAI Urquiza, se ríe cuando le recuerdan ese sobrenombre. Esa es solo una pequeña parte de su historia personal, la que comparte con Infobae desde el lobby del hotel en Deauville, lugar que la selección argentina femenina eligió como lugar de concentración antes del segundo partido del Mundial de Francia 2019 ante Inglaterra, que se jugó en Le Havre.
Nacida en Castelar, hija de una abogada y de un óptico, Mariana comenzó a jugar al fútbol a los seis años en la puerta de su casa, junto a su hermano y a sus vecinos. Un día, fue a ver a un amigo que jugaba en un club cercano y las autoridades la vieron pateando una pelota al costado de la cancha. No dudaron un segundo y la invitaron a sumarse. Así comenzó una vida ligada a la pelota y, sobre todo, al gol.
Hasta los 14 años, la delantera pasó por distintos clubes. Todo dependía de los reglamentos de las ligas infantiles en cada temporada: de si permitían mujeres en los equipos o no. "Mis compañeros siempre me trataron como una más, no había diferencias", recuerda. Sin embargo, con los rivales o con los que miraban desde afuera no era todo tan simple: "A veces les hacía una amague y en la próxima venían a pegarme o los padres les decían a los chicos 'Cómo te puede pasar una mujer', pero yo en ese momento no lo tomaba como un insulto o como discriminación, yo solo iba, jugaba y me divertía".
El fútbol era una pasión, casi una obsesión para "Larro" -como todos la conocen hoy-, quien de pequeña llegó incluso a jugar en dos clubes al mismo tiempo para poder estar dentro de la cancha sábados y domingos o, incluso, en dos partidos el mismo día.
Pero el fútbol con varones cumplió su ciclo y, llegada la adolescencia, tuvo que pasar por primera vez a un equipo de mujeres. Fue así como recaló en el club Los Andes de Vicente López.
"Cuando arranqué con mujeres no me gusto -confiesa- sentía que el nivel era muy bajo y no estaba acostumbrada. Entonces dije que yo no iba a jugar con mujeres, seguí buscando y caí en una filial del Espanyol de Barcelona, pero como no era competitivo, volví a Los Andes".
Carlos Borrello, que por entonces ya era entrenador de la selección argentina, la vio en unos Juegos Bonaerenses y quedó deslumbrado por su talento. La convocó para la Sub 17, pero le pidió que pasara a un equipo más importante para poder tener continuidad en el elenco nacional.
El salto a River se dio a través de dos compañeras que conocía de la Selección, Emilia Mendieta y Agostina Chiesa. Cuando llegó al club de Núñez se encontró con Diego Guacci, que en ese momento era el DT del equipo. Bajo su mando, "Larro" se convirtió en la gran figura del equipo: firmó más de 150 goles con "Las Millonarias" entre 2010 y 2015.
Sus destacadas actuaciones le valieron el interés por parte del Valencia de España, pero el pase se cayó por motivos que hasta el día de hoy Mariana desconoce. Sin embargo, el destino le tenía preparada otra oportunidad: a través de Facebook la contactó un intermediario con el que firmó un contrato para jugar jugar para la Universidad de Chile. En el país trasandino, donde la delantera tenía casa y cobraba un sueldo por jugar al fútbol, logró un título en el Torneo Apertura pero no pudo alcanzar el objetivo de la temporada de clasificar a la Copa Libertadores y, luego de un año, regresó a la Argentina. Esa fue su primera y, por el momento, única experiencia en el exterior.
En su regreso a Buenos Aires, Borrello estaba trabajando como entrenador en la UAI Urquiza y la tentó para sumarse. La amistad con las futbolistas de ese club con las que compartía en la Selección la convenció de firmar con el conjunto de Villa Lynch. Hasta el momento, su paso por "El Furgón" (ya con Germán Portanova como DT) es arrollador: lleva dos temporadas, dos títulos y dos años consecutivos consagrándose como goleadora del torneo.
Larroquette, de 26 años, es una jugadora con características muy particulares. Aunque prefiere jugar de delantera y tener una función más ofensiva, sus entrenadores también saben que cuentan con ella para cumplir el rol de volante. Es muy veloz en los desmarques y tiene mucha inteligencia con la pelota en los pies. Su potencia goleadora es un plus que le agrega a su gran técnica.
Para ella, la clave en su formación como jugadora radica en el hecho de haber entrenado desde muy chica con varones. Por eso, apuesta a que, al menos hasta la adolescencia, el fútbol sea mixto. "Te da otro ritmo, otros roces y otras picardías", asegura.
Su carrera en la Selección comenzó en la Sub 17 y siguió por la Sub 20 hasta llegar a la Mayor en el 2012. Con la camiseta celeste y blanca, en sus diferentes categorías, disputó diversos torneos (Odesur, Panamericanos, Sudamericanos, Mundiales) que la llevaron a recorrer el mundo tal vez como nunca lo había imaginado. Sin embargo, cada vez que viaja, su mente no se aparta del objetivo deportivo. Más allá de algún breve paseo, "Larro" siempre -en la vida y en la cancha- se enfoca en la pelota.
Por eso recuerda con cierto resquemor aquellos tiempos en los que la Selección femenina virtualmente dejó de existir (entre 2015 y 2017 no tuvo entrenador ni competencias) y valora la pelea que emprendieron las jugadoras para revertir su situación: "Cuando llegamos a la Copa América de Chile del año pasado tuvimos solos dos semanas de entrenamiento. Ni siquiera nos imaginábamos que íbamos a pasar de ronda, pero el grupo se hizo fuerte y empezó a luchar dentro y fuera de la cancha. El día que decidimos visibilizar lo que nos pasaba fue una decisión difícil. Sabíamos que teníamos dos opciones: o nos escuchaban o nos 'rajaban' a todas. Por suerte salió bastante bien. Lo que nosotras queríamos solamente era que supieran nuestra realidad, no estábamos en contra de nadie".
El resto es historia conocida. Argentina salió tercera en esa Copa América y logró jugar un repechaje ante Panamá por un boleto al Mundial. El conjunto "Albiceleste" se impuso ante las centroamericanas y clasificó a Francia 2019. Durante la preparación para el certamen galo, el elenco nacional tuvo giras internacionales en las Fechas FIFA, hubo concentraciones en el predio de Ezeiza y hasta les construyeron un vestuario propio. También les dieron equipamiento e indumentaria acorde y aumentaron la difusión de sus actividades. La frutilla del postre fue la despedida que les organizaron: un almuerzo junto a la Selección masculina, con figuras de la talla de Lionel Messi o Sergio Agüero.
"Ese día fue todo al revés: ellos nos estaban esperando a nosotras para comer. Eso me sorprendió. La verdad es que estábamos los dos planteles un poco tímidos, Messi nos miraba y yo decía 'No lo puedo creer, nos está mirando a nosotras, qué estará pensando'. Después, no se fueron corriendo, se tomaron su tiempo para sacarse fotos y hablar", contó "Larro", que cumplió su sueño de conocer a Paulo Dybala y a varios de los jugadores de Racing, club del que es fanática.
En lo que va del Mundial, la delantera ingresó desde el banco de suplentes en los dos partidos de Argentina. Jugó trece minutos en el histórico empate 0-0 ante Japón y poco más de 20 en la derrota por 1-0 ante Inglaterra. Las dos veces cumplió el rol de mediocampista y estuvo abocada a la marca. Su ilusión más grande es poder estar de entrada en el último duelo de la Fase de Grupos ante Escocia, que se disputará el próximo miércoles en el Parque de los Príncipes de París y en el que el equipo nacional buscará una clasificación histórica a los octavos de final certamen.
Respecto de la alegría que se vivió luego de conseguir el punto ante el seleccionado asiático (el primero de la historia para la Argentina en Mundiales femeninos), explicó "Nosotras no somos la Selección de hombres. Nunca llegamos a finales, ni siquiera pasamos de ronda. Nunca habíamos logrado ni un punto en un Mundial, por eso lo festejamos así. Ellas son las actuales subcampeonas y nosotras hace 12 años que no clasificábamos. Son muchas las generaciones que pasaron antes de nosotras y que no pudieron lograr nada, pero este equipo está logrando muchas cosas: en la Copa América, en el Repechaje y en este Mundial".
La jugadora de la UAI Urquiza siente el fútbol y la camiseta celeste y blanca con pasión. Por eso, después de la caída ante las inglesas, rompió en llanto en la sala de prensa. En ese momento no importó que Argentina hubiera hecho un gran partido ante una de las candidatas, ante el equipo ubicado en el tercer lugar del ranking FIFA. En ese momento, la impotencia la invadió. "Duele la derrota", expresó, para luego destacar la actitud del elenco "Albiceleste" ante un rival netamente superior.
La tristeza en su rostro contrasta con su buen humor habitual. "Larro" es una de las más extrovertidas dentro del grupo. Igual que en la UAI Urquiza, comparte habitación con la delantera Milagros Menéndez y se ríe al contar que, después del empate ante Japón, las autoridades tuvieron que venir a echarlas del vestuario del estadio Parque de los Príncipes porque no querían cortar los festejos. En los videos que circularon en las redes, se la ve bailando reggaeton arriba de una mesa con algunas de sus compañeras.
A Larroquette le faltan cinco materias para recibirse de profesora de educación física. Cursa en el Instituto Romero Brest (ubicado en el Cenard) y, aunque sus compromisos con el fútbol no le han permitido terminar la carrera en los plazos que hubiera querido, ansía poder recibirse pronto.
El fútbol femenino en Argentina es amateur, por lo que muchas jugadoras deben tener otros trabajos para pagar los gastos de su vida cotidiana. Muchas desarrollan una triple jornada entre los estudios, las actividades laborales y los entrenamientos. "Larro", por ejemplo, trabajó durante un tiempo en una escuelita de fútbol por las noches. Eso hacía que llegará a su casa en Castelar pasadas las once de la noche y a las cinco de la mañana ya se levantaba para retomar sus compromisos del día siguiente. "No estaba rindiendo para jugar ni para trabajar", reconoce. Así fue cómo tomó la decisión de dejar de dar clases.
"Si no contás con apoyo de tu familia para que a cierta edad te banquen con un viático, te den plata para ir a entrenar o para comprar botines, es muy difícil. También hay que cumplir con la escuela o la universidad. Ya de grande está la posibilidad de trabajar, pero eso nos quita mucho tiempo. Es difícil tener un trabajo que te de tiempo para entrenar, por eso la base está en el apoyo de la familia. Si bien es muy sacrificado, todo tiene su recompensa", asegura la atacante, que tiene a Carlos Tevez como uno de sus referentes.
Tachado de la lista el sueño de jugar un Mundial de Mayores, Larroquette se concentra en sus próximas metas: recibirse, tener una nueva chance en el exterior y disputar un Juego Olímpico con la selección argentina.
"Llevo el ataque en la sangre", dice la delantera mientras se seca las lágrimas que le provocaron la derrota ante Inglaterra. Antes de despedirse, sus ojos mojados cambian el tono y dan paso al fuego que la caracteriza: "Hay que jugársela contra Escocia: es a ganar o ganar".
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