Había pasado el empate del debut ante Islandia y la dura goleada sufrida ante Croacia, cuando Nigeria le dio una nueva vida a la Argentina en la fase de grupos del Mundial de Rusia 2018.
En ese momento, surgió el "doble comando" y los principales referentes del plantel decidieron hacerse cargo del equipo. Lionel Messi y Javier Mascherano le plantearon a Jorge Sampaoli que querían tener opinión y se lo comunicaron tras un duro careo.
Así se desprende del texto que dio a conocer Ariel Senosiain, periodista de TyC Sports. "Historias mundialistas", fue el nombre que eligió para el libro digital que acaba de lanzar a través de la plataforma cronicasdeayer.com y en el que deja constancia de varias anécdotas tras su cobertura en Rusia 2018.
En el capítulo 10, titulado "Queremos tener opinión", Ariel cuenta en detalle cómo fue el duro careo entre Messi y Mascherano con Sampaoli en el peor momento de la Selección en el Mundial.
"Queremos tener opinión"
"El tren recorre los 370 kilómetros de oeste a este, de Nizhny Novgorod a Moscú. Puro bosque a los costados. No menos de mil argentinos en el interior, no más de doscientos de otras nacionalidades. La señal de wifi aparece sólo cuando el tren se acerca a las estaciones intermedias. En la era de la comunicación, resulta imposible saber si Nigeria ayuda a Argentina.
Primero Nigeria debía ayudarse a sí misma: una derrota ante Islandia la hubiese eliminado y un empate, prácticamente también. Los dos goles de Ahmed Musa, que el mes anterior había sido noticia por regalar bolsas de arroz con su cara en Kano, su pueblo nativo, también aliviaron a la selección de Sampaoli. Así, una victoria a Nigeria por un gol más que un eventual triunfo de Islandia a Croacia lo llevaría a octavos de final.
Mientras el Mundial otorgaba una vida, los jugadores pensaron en ejecutar el plan. Sabían que para afrontar esa vida ya no había posibilidad de cambio de técnico. Pero creían que ese técnico no podría tener plenos poderes. Lejos de eso, se los querían recortar.
Muchas veces se habló alrededor de este plantel de su pretendida autogestión. Quizás naciera de la sensación de superioridad que pudieron tener los jugadores, más acostumbrados al fútbol de élite que los técnicos de los últimos años de la selección. Gerardo Martino llegó a proponerles mayor participación, sin recibir nunca una respuesta positiva. Seguramente más mito que realidad esa famosa autogestión, el planteo de la noche del viernes 22 de junio igualmente superaría cualquier antecedente.
Los futbolistas citaron a una reunión al técnico y dos de sus ayudantes. Los hijos querían retar al padre. Allí fueron Jorge Sampaoli, Sebastián Beccacece y Lionel Scaloni. En no más de quince minutos, escucharían una larga lista de reclamos: las pruebas, la inseguridad, las formaciones, los cambios, las acusaciones, sus peleas, sus nervios. "Si estás nervioso, el jugador lo percibe. Si el jugador no te cree es imposible que después puedas lograr algo tan importante como una organización colectiva". Sampaoli lo había dejado escrito.
El discurso del plantel, encabezado naturalmente por Mascherano y Messi, apuntó justamente a la pérdida de credibilidad: "No nos llega lo que decís. Ya no confiamos en vos. Queremos tener opinión".
Lo primero que surgió en Sampaoli fue la sorpresa: "¿Opinión en qué?".
-En todo.
-¿Y ustedes van a armar el equipo, dirigir los entrenamientos, todo?
Messi apuntó especialmente: "Me preguntaste diez veces a qué jugadores querías que pusiera y a cuáles no, y nunca te di un nombre. Decime adelante de todos si alguna vez te nombré a alguien".
En la sala, además de los veintitrés jugadores y los tres integrantes del cuerpo técnico, estaba presente Claudio Tapia. El presidente de la AFA sabía de antemano lo que le dirían al entrenador, a quien sólo le dijo "tenés que ceder".
El inicio de la reunión tuvo una contundencia claramente mayor a la del final. La conclusión fue el consenso. Que el técnico se enfocara y no alterara. Y que los escuchara, prácticamente lo que había querido hacer en otros momentos.
Sebastián Beccacece pensó en renunciar. Sólo lo frenó el pedido de Tapia a su representante Cristian Bragarnik: "Decile que por favor no se vaya, es al que los jugadores escuchan". Beccacece, incluso, le advirtió a Sampaoli que un entrenador no podía bancarse todo.
No fue la primera vez que la intimidad de la selección llegó a un punto semejante. En México 86, un Mundial que incluyó enojos con Carlos Bilardode dos titulares, Héctor Enrique y Sergio Batista, después de los primeros dos partidos, los jugadores se juntaron para hablar del técnico antes de los octavos de final. El periodista José Luis Barrio lo contó en el muy completo libro El partido: "Las paredes eran tan finitas que me enteré de toda la reunión. Las cosas de Bilardo que escuché ese día…Maradona llegó a decir'¡simplemente no le tenemos que dar más pelota!'.Era como un golpe de Estado. 'Así no podemos seguir, ¿les parece que un equipo argentino juegue así un Mundial?', gritaba Passarella. El único que lo defendía era Brown: 'Ténganle confianza a Bilardo, yo lo conozco, ténganle confianza'. 'No, pero qué confianza, no hay que darle pelota', gritaba Maradona".
La diferencia entre 1986 y 2018 es sustancial: con la proliferación de medios, todo queda al descubierto. Lo que antes podía esconderse, hoy queda expuesto y hasta puede amplificarse.
Al día siguiente, Javier Mascherano trataría de disimular lo sucedido: "Los mejores técnicos del mundo escuchan a sus jugadores, que son quienes luego deciden". A esa altura ya sería muy difícil extraer del imaginario popularla injerencia que tuvo en la selección la vieja guardia, tantas veces denominada "club de amigos", no sólo en este momento sino en todos los otros. Para jugar contra Nigeria, la selección saldría a la cancha con los mismos de siempre".
SEGUÍ LEYENDO: