
La búsqueda se extiende a tiempos inmemoriales. Desde las eras primitivas, desde las conciencias amateuristas, desde cuando la selección nacional no representaba a los mejores jugadores de un país. Hasta la década del veinte hay que bucear para identificar al primer técnico de fútbol de Argentina. Fue Ángel Vázquez en 1924, seleccionador de un deporte en construcción. Después de su gestión y previo a la antesala del profesionalismo y el primer mundial de fútbol, hubo un entrenador no nacido en el territorio argentino.
Fue José Lago Millán, quien nació en Pontevedra, España, en 1893. Se convirtió en el primer técnico extranjero que dirigió la Selección de Argentina. No fue el único: en la lista de 46 entrenadores que empieza en Vázquez y termina en Sampaoli se discriminan tres técnicos foráneos. El primero fue el español Millán: no fue futbolista, se dedicó a la preparación física. Ganó la Copa América de 1927 en Perú y fue conductor del grupo que alcanzó la medalla de plata en los Juegos Olímpicos de Amsterdam en 1928.
Aquellos Juegos fueron los primeros a los que Argentina enviaba una delegación para competir en la disciplina fútbol. Llegó al partido definitorio tras sendas goleadas: 11 a 2 a Estados Unidos, 6 a 3 a Bélgica y 6 a 0 a Egipto. La final fue ante Uruguay: 1 a 1 en el primer enfrentamiento y 2 a 1 a favor de los charrúas en el partido desempate. En Argentina jugaban Luis Monti y Raimundo Orsi, campeones con Italia en el Mundial de 1934. Domingo Tarasconi aún conserva el récord olímpico de máximo goleador gracias a sus once tantos. La Selección no volvió a igualar esa gesta durante 62 años, cuando en Atlanta 1996 consiguió su segunda presea plateada en fútbol.

La historia del segundo entrenador extranjero no es tan feliz. Se suscitó en un contexto adverso. La profesionalización del fútbol en 1931 supuso un cambio de paradigma: los jugadores percibían ingresos por jugar al fútbol, firmaban vínculos contractuales y los clubes pagaban sueldos. La era del fútbol rentado no parecía compatibilizar con las condiciones de un Mundial. Argentina fue invitado a disputar el Mundial de 1934 en el marco de un escenario desfavorable: suponía una profunda erogación de dinero en concepto de logística y organización más la depuración por tres meses de los principales equipos del campeonato local.
Lo explicó Juan Sasturain en el libro La patria transpirada: Argentina en los mundiales 1930-2010. El fútbol profesional había segmentado la actividad: la nueva liga agrupaba 18 equipos, los más ricos y poderosos; y la asociación amateur, en irreductible extinción, quedaba integrada por clubes del interior del país. "Cuando llegó la invitación al Mundial de Italia, la liga rica negó los jugadores y la modesta asociación donó los suyos: no hubo así 'delegación simbólica' sino un equipo genuino pero clase B que fue a poner la cara", escribió Sasturain.

Las autoridades del torneo tradicional conservaban la filiación y el contacto con los órganos encumbrados de la FIFA. Ellos querían asistir al mundial. El comité de la liga profesional no: había juramentado su solidaridad con la postura uruguaya, que convocaba a un boicot al mundial italiano en represalia a la poca asistencia europea (Rumania, Yugoslavia, Francia y Bélgica) a la Copa del Mundo de 1930. El dictamen era conveniente. Los equipos temían una previsible pérdida de ingresos y manifestaban cierto descontento con el fútbol italiano, responsable de extirparles jugadores al medio local.
Italia quería que Argentina, subcampeón del mundo y lugar de origen de futbolistas admirados, jugara su Mundial. Lo quería el dictador Benito Mussolini, por eso la insistencia. El sábado 28 de abril a las 22 horas zarpó la comitiva con 18 jugadores con destino a Roma a bordo del vapor Neptunia. En él también iban un masajista y el técnico, un italiano, Felipe Pascucci.
Pascucci nació en Génova, Italia, el 18 de agosto de 1887. En 1933 fue técnico de River Plate. Al año siguiente fue designado para dirigir a Argentina en una cita mundialista cuestionada. Tenía, por entonces, 47 años. Fue debut y despedida: la selección ganaba 1 a 0 y después 2 a 1, pero terminó perdiendo 3 a 2 contra Suecia en el estadio Littorale de Bologna. Los goles argentinos los hicieron Ernesto Belis y Alberto Galateo. Los de Suecia los marcaron Sven Jonasson en dos oportunidades y Knut Kroon. Fue el 27 de mayo de 1934, en el único mundial en que Argentina se fue sin ganar ningún partido.

Décadas después, a la selección la condujo un argentino nacido en Italia. Vivió pocos meses en Senigallia, un municipio del este italiano, el lugar donde nació el 11 de abril de 1906. Renato Cesarini es un nombre propio en la historia del fútbol argentino. Jugó en el Borgata Palermo, en Chacarita Juniors, en Alvear y en Ferrocarril Oeste, en épocas previas al profesionalismo. En 1926 disputó dos partidos con la selección. Como solía ocurrir en aquellos años, los futbolistas que se destacaban en el fútbol argentino seducían a clubes italianos. En 1930 fue contratado por la Juventus, donde obtuvo cinco ligas consecutivas y ganó la convocatoria al seleccionado de Italia.
Era mediocampista y su juego había inspirado la expresión "zona Cesarini". Cuando el encuentro estaba por finalizar, daba inicio a la "zona Cesarini", un epílogo en el que el futbolista solía intervenir en el marcador. Sobre el final de su carrera regresó al fútbol argentino: jugó en River y se retiró en Chacarita. Después se puso el buzo de entrenador, donde estableció un estilo.
Renato Cesarini fue, junto a Carlos Peucelle, uno de los creadores de "La Máquina", el formidable elenco que se nutrió de Juan Carlos Muñoz, José Manuel Moreno, Adolfo Pedernera, Ángel Labruna y Félix Loustau para erigirse como uno de los mejores equipos de todos los tiempos. Ese River de la década del '40 ganó dos campeonatos, suficientes para conservar su espacio en la historia dorada del fútbol mundial. "El mejor equipo que se pudo construir, una obra maestra", definió.

También dirigió a Racing, Banfield, Huracán, Boca, Juventus (en dos épocas) y Universidad Nacional de México. En la institución millonaria desplegó una amplia carrera como entrenador: fue técnico en las divisiones inferiores, asumió como entrenador del equipo profesional, regresó años después como formador de juveniles y dirigió un nuevo ciclo como conductor de los mayores. En 1967 tuvo un breve paso por la selección nacional, en una época de convulsión en la que hubo ocho técnicos en cinco años, entre 1966 y 1970.
Fue cultor de una filosofía de juego e ideólogo de una escuela de jugadores. Su historia y su sabiduría recibió homenajes en Roma y en Rosario, ciudades que guardan calles con su nombre. En la capital del fútbol santefesino también se fundó una academia de jugadores que lleva la identidad del argentino que nació en Italia: Renato Cesarini.
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