La línea recta que une el estadio Petrovsky de San Petersburgo con el Kazán Arena mide poco menos 1.200 kilómetros. La distancia en auto se extiende a más de 1.500 kilómetros: son casi veinte horas de conducción a una velocidad media de ochenta kilómetros por hora. En San Petersburgo, Argentina jugó el tercer partido del grupo. La victoria agónica por 2 a 1 a Nigeria lo depositó en la siguiente instancia de la Copa del Mundo, en Kazán, contra Francia.
San Petersburgo está tan lejos de Kazán como Buenos Aires de Bariloche o Roma de París. La clasificación a octavos de final ameritó una reconstrucción de la logística. Hubo más de cuarenta mil hinchas que se desahogaron en vivo con el gol de Marcos Rojo. Serán los mismos argentinos que estarán el sábado a las seis de la tarde hora local (a las once de la mañana en Argentina) acompañados por los entusiastas y optimistas de la segunda quincena, nutridos por aquellos que reservaron traslados y hospedajes en la otra llave, con Argentina como hipotético líder del grupo.
"Nunca en la vida tardamos tanto", dijo Patricio Scordo. Uno de los creadores del himno "Brasil, decime qué se siente" relató la aventura que vivió con su grupo de amigos: "Nos habíamos hecho a la idea de que si ganábamos teníamos que cambiar las entradas y conseguir los pasajes. Pensamos que lo más difícil iban a ser las entradas, pero no. Conseguimos entradas por la página de la FIFA. Apenas terminó el partido nos fuimos al departamento a sacar todo para Kazán. No había absolutamente nada: ni tren, ni avión, ni auto. Nada. Pensamos todas las variantes. Alquilar una camioneta porque somos cinco. Tampoco había".
Su historia es una más. Hay miles de argentinos que no saben cómo ir hasta Kazán. Los vuelos, los viajes en tren y los pasajes de micro tienen cartel de agotados. Por un vuelo de dos horas de Moscú a Kazán la inversión será de treinta mil pesos. Por eso Lucas de Floresta está buscando "como loco" conseguir una combi para trasladarse con su grupo de amigos. Matías de Puerto Madryn coordinó un micro para cincuenta personas. Luciano de San Miguel de Tucumán busca algún medio de transporte de Moscú a Kazán para ocho hinchas. Nacho de Villa Allende ofrece dos lugares en su combi para salir el viernes por la mañana.
Martín de Alta Gracia organizó un viaje en micro y cuenta que dispone de butacas libres. Las respuestas caen y se acumulan. "Me interesa, somos dos", responde uno. "Somos tres, ¿queda lugar?", pregunta otro. "Somos como nueve, ¿todavía se puede?", averigua un tercero. "Somos seis. Avisame ya, por favor, estamos desesperados", exclama el más consternado. "Estamos interesados, somos cerca de veinte", inquiere otro. La convocatoria refleja el nivel de conmoción y el flujo.
En las redes sociales se fundó una comunidad de hinchas argentinos que explotó en las vísperas del partido contra Francia. Están los desconcertados, los solidarios, los optimistas, los oportunistas y los atrevidos. Uno de los hinchas aconseja: "Muchachos, la forma más fácil de viajar es ir a la estación de trenes de FIFA y subirse a uno apenas suene el silbato. Yo no tenía cómo venir y, a lo argentino, me metí". Propone colarse en los transportes oficiales del órgano rector del fútbol y reclama solidaridad con los hinchas que reservaron su lugar y no lo ocupan.
El problema radica en una red de transporte insuficiente. Tal vez abrumada y desbordada por el fervor de los hinchas. El entramado vial colapsó ante las demandas del público argentino que multitudinariamente quiso viajar de San Petersburgo a Kazán en procura del sueño mundialista. El periplo afectó a los propios periodistas, que también tuvieron inconvenientes para trasladarse hacia Kazán.
Para Fernando Bloise y sus tres amigos conseguir traslado "fue un quilombo". Pero reconoce y valora: "Estuvimos rápidos". Cuando terminó el partido contra Nigeria, volvieron al hotel y se pusieron en campaña para encontrar la forma de llegar a Kazán: "Sacamos un tren que iba de Moscú a Kazán. Pagamos, confirmamos y a la media hora nos mandaron un mail que decía que no podían garantizar la reserva. Nos fuimos hasta la estación de tren y pudimos sacar un pasaje de Moscú a Nizhny Nóvgorod y de ahí a Kazán. No había lugares disponibles de Moscú a Kazán directo, teníamos que sí o sí pasar por Nizhny Nóvgorod".
El periplo comienza el viernes a las tres de la mañana, cuando en avión vayan de San Petersburgo a Moscú. Llegarán a las seis de la mañana y al mediodía se tomarán un tren hacia Nizhny Nóvgorod, ciudad donde Argentina perdió 3 a 0 con Croacia. Dos horas de escala y a las nueve de la noche viajan con destino a Kazán, a donde llegarán a las seis de la mañana del día del partido. Su inversión fue generosa: sesenta dólares el avión y cerca de setenta dólares (cuatro mil rublos) el traslado en los dos trenes.
Para Patricio Scordo y sus cuatro amigos el viaje duró más de treinta horas. "Nos tomamos un tren que tardó doce horas para ir de San Petersburgo a Moscú. Paró en todas las ciudades, iba lento y no tenía aire acondicionado. Nos morimos de calor. Después nos tomamos un subte y otro tren para ir al aeropuerto de Moscú. Nos fuimos en avión a Samara, hicimos tres horas de espera y volamos a Kazán. Llegamos ahí, nos tomamos un colectivo, una hora más de viaje, media hora caminando hasta el alojamiento que habíamos conseguido. Fueron treinta horas interminables", relató, con el cansancio dominando el talante y la voz.
La travesía no solo fue larga. La padecieron. "Casi no dormimos, no comimos nada, esperamos en todas las paradas. Nos tomamos aviones que son avionetas. Y encima con la complejidad del idioma, no te entienden nada. Fue una odisea llegar a Kazán".
Kazán, a 825 kilómetros de Moscú, capital musulmana y nexo geopolítico entre culturas occidentales y orientales, con un incipiente y temido reclamo separatista, productora de petróleo, gas e instrumentación militar. La ciudad de la periferia donde recalarán almas cansadas. Habrán atravesado paisajes inhóspitos, recorrido caminos desconocidos. La odisea será historia. Y a la tarde, en el Kazán Arena, jugarán su partido.
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