Vecinos, en este caso, de púlpito. Ahí arriba, frente a los micrófonos, en San Petersburgo, el Zurdo y el Chili mantienen la guardia en alto ante el momento más tenso de la Selección en un Mundial desde 2002. Ambos son los encargados de enfrentar a la prensa en el umbral del partido entre Argentina y Nigeria, por la última fecha del Grupo D, que definirá si la Selección se vuelve del Mundial o avanza a octavos de final.
El Zurdo y el Chili son vecinos, se suelen cruzar en las calles de la tranquila Casilda, cuando coinciden de vacaciones, o en algún alto de las actividades profesionales. "En Casilda es todo cerca. Todos nos saludamos. Cada vez que tenemos la posibilidad o coincidimos con Jorge en vacaciones nos saludamos", dice el Chili, como lo conocen todos en el pago, o Franco, nombre de pila que acompaña al apellido sinónimo de arquero, el que irrumpió con personalidad en River y se ganó un lugar en la Selección.
El Zurdo le pide una mano al Chili, o dos, como buenos vecinos; en un momento álgido. Y ambos se juegan una parada importante para sostener la ilusión de 40 millones de hinchas, bastante más que los 40.000 habitantes de Casilda, la ciudad que los vio nacer y los respalda.
El Zurdo es Jorge Sampaoli. El Chili es Franco Armani. El técnico y el portero del conjunto nacional ante Nigeria se conocen mucho más profundamente que lo que marca la relación entrenador-jugador. Porque no solo comparten localidad de nacimiento; también han dejado huella en los mismos clubes: Aprendices Casildenses y Alumni.
Los dos coinciden en el amor por River. Sampaoli lo confesó cuando era entrenador de Chile; Armani, de niño, usaba el buzo verde por su admiración hacia el Pato Fillol. Y Sampa, cuando oficiaba como entrenador de Aprendices Casildenses, hizo debutar en Primera a un Armani.
Se trata de Leandro, el delantero que luego brilló en Tiro Federal de Rosario y que supo tener un paso por Newell's, lo que le valió ser tasado en 5 millones de dólares. Luego, continuó su carrera en clubes de su provincia y hoy juega otra vez en su ciudad: milita en Unión Casildense.
"Me tuvo un año entrenando con el plantel profesional y a los 16, cuando me iba a hacer jugar en Primera, justo me engripé. Igual me llevó al banco y cuando entré en el segundo tiempo hice un gol", contó Beto Armani en una entrevista que le brindó al diario La Capital de Mar del Plata.
A partir de ese vínculo, la relación con los Armani se transformó en algo especial. A Beto, tal como apodan a Leandro, le veía condiciones para crecer; en consecuencia, le hizo un seguimiento particular, más allá de los límites del terreno de juego.
"A mí me volvía loco. En esa época tenía una motito, con escape liberado, con la que iba a las prácticas y a él no le gustaba que anduviera en la moto. Me cuidaba mucho. Al final de los entrenamientos siempre me faltaba algo en la moto; la bujía o aparecía una goma pinchada. Un día llegué a mi casa y no la encontré. Le pregunté a mi vieja y me dijo que la había vendido. Después, al tiempo, me enteré que Sampaoli le había llenado la cabeza", ilustró el Armani delantero con una anécdota la empatía entre la familia y el director técnico.
Ya en esa época, hace 18 años, los métodos de Sampaoli generaban controversia, tal como sucede hoy en la Selección. "Al principio lo veía como un hinchabolas. Nos hacía ver partidos de Real Madrid y Barcelona. Tenía un pizarrón y pasábamos dos horas escuchándolo", describió.
Sin embargo, los resultados fueron más que óptimos: "Llevó al equipo a salir campeón. En 1999 y 2000, con él como entrenador, solo perdimos tres partidos. Se bancó muchas puteadas, pero mantuvo su idea y le dio resultado".
¿Tendrá el mismo final en Rusia, luego del terremoto que provocó la derrota frente a Croacia? Por lo pronto, un Armani y un Sampaoli volvieron a coincidir en un equipo, como en aquel exitoso Aprendices Casildenses. Y Beto Armani, el delantero, estuvo con ellos en Bronnitsy, de visita, recordando viejos tiempos. Porque entre vecinos nunca se puede negar una mano. O, en el caso del arquero, dos.
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