Las sensaciones que se respiran hoy en la concentración argentina

Nadie se anima a poner las manos en el fuego por este equipo que, pese a todo, aún está a tiempo incluso de salir primero en el grupo

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(AFP)
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Lionel Messi camina por la inmensidad del Bronnitsy Training Center y entrega la sensación de que nada ni nadie puede sacarle de la cabeza el penal que malogró ante Islandia.

El capitán de Argentina mira hacia abajo, patea una mata de pasto con un movimiento leve y piensa. Al menos, eso parece: que piensa. Messi se abstrae por un momento de la actividad del equipo, acaso en un acto reflejo lógico después de las incomodidades que generó el empate ante los islandeses.

El jueves se viene Croacia, en Nizhni Nóvgorod, y Argentina está poco menos que obligada a ganar para no llegar a la última fecha, el 26 ante Nigeria, en San Petersburgo, al borde del precipicio.

Si el semblante de Messi destila una sensación de insatisfacción, el del resto de sus compañeros es idéntico. En el entrenamiento de Argentina hay menos sonrisas que en los días previos al debut frente a Islandia. Se pueden observar los primeros quince minutos y solamente salen al campo los que no jugaron en el debut, pero el tiempo es suficiente como para percibir cómo impactó en la Selección el 1 a 1 en el estreno.

De pronto, allá a lo lejos, Javier Mascherano muestra una mueca entre alegre y relajada, y ese gesto de uno de los principales referentes de la Selección parece una rareza dentro de un estado de ánimo general más bien apagado. Argentina no supo conseguir la victoria que necesitaba para arrancar el Mundial con el paso firme y el posterior triunfo de Croacia sobre Nigeria por 2 a 0 fue un resultado que en la concentración no cayó bien.

"Ojalá que terminen como van ahora: cero a cero. Es el resultado que más nos conviene", le dijo un integrante del plantel argentino a Infobae mientras ayer veía por televisión en el búnker el segundo encuentro del grupo D. El resultado esperado por todos no se dio y Argentina comparte la segunda posición de su grupo con Islandia.

La preocupación nace del resultado, ese empate pálido, y se prolonga en una actuación que dejó más disconformismos que seguridades en la intimidad del grupo. "Seguro que Jorge esperaba otra cosa del equipo. Pero acá hay que tener tranquilidad. El que se enoja, pierde. Estamos trabajando mucho y nos quedan 180 minutos para encarrilar la situación", comentó un integrante del cuerpo técnico.

Entre los habitantes de Bronnitsy, el pueblito de 20.000 habitantes que alberga a Argentina, las sensaciones son parecidas. La mayoría de los rusos que viven aquí se encariñaron con Argentina y desean que el equipo realice un buen Mundial. Por eso la igualdad en el debut despertó lamentos entre los vecinos del complejo donde se entrena la Selección. Igor, un parco kiosquero de 50 años, afirmó: "Pensé que Argentina le iba a ganar por dos o tres goles a Islandia, pero me equivoqué. No me gustó cómo jugó Argentina", afirma este hincha del Spartak que -cuenta- solamente dos veces en su vida vio jugar a su equipo in situ. "El fútbol me gusta pero no me vuelve loco", remarca con sus ojos verdes y su tez blanca.

La risa nerviosa de Claudio Tapia, el presidente de la AFA, al caminar por el complejo de Bronnitsy también es un testimonio del clima que se respira en la casa rusa que tiene Argentina. Está claro que en la intimidad de la delegación no hay lugar para los pensamientos agoreros, pero sí se percibe un aura de cautela ante la certeza de que el choque del jueves ante los croatas será absolutamente clave.

"¿Qué pasaría si perdemos? Realmente no lo sé porque es algo en lo que no pensamos", dice un integrante del cuerpo técnico que comanda Sampaoli, con una respuesta que en definitiva no deja de ser un modo de eludir la pregunta.

El escenario actual da cuenta de que Argentina necesita ganarle sí o sí a Croacia para seguir dependiendo de sí misma para clasificarse a octavos de final. Un empate, y ni hablar una caída, la harían llegar a la última fecha, ante los nigerianos, dependiendo no solo de un triunfo propio sino también de resultados ajenos.

Lionel Messi (REUTERS)
Lionel Messi (REUTERS)

En la puerta del complejo de Bronnitsy, la alegría de los días previos al debut mundialista le dio paso a una cautela que hace que apenas un puñado de hinchas haga guardia en el lugar. Una guardia vana, ya que los jugadores no se asomaron ni se asomarán a la puerta porque las concentraciones en esta clase de torneos se parecen mucho a una reclusión con tratamiento VIP. Sin embargo, esos hinchas disfrutan de la maquinaría mediática que se les acerca para realizar entrevistas o para conocer sus historias de vida. Eso también es el Mundial, en definitiva.

Argentina quedó envuelta en interrogantes por sus propias carencias. Se sabía desde hace mucho tiempo que Islandia se iba a refugiar en su campo durante todo el partido pero aún así no tuvo ideas ni imaginación para desequilibrar. Y si a eso se le suma que Messi, su as de espadas, erra un penal, de a ratos se muestra apagado y toma malas decisiones en varias otras jugadas de peligro, el panorama actual tiene una clara razón de ser. Por eso se ven algunos gestos tensos aquí en Bronnitsy: porque nadie se anima a poner las manos en el fuego por este equipo que -pese a todo- aún está a tiempo incluso de salir primero en el grupo.

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