"No somos cancheros, somos técnicos en campos deportivos".
José hace la aclaración apenas comienza la charla: es parte del equipo que conduce Gerardo Albornoz en el complejo de la Selección en Ezeiza y uno de los hombres que también trabajaron para que los campos en el Bronnitsy Training Centre lucieran como los del hogar del combinado nacional.
"Es un trabajo que se hace día a día, no es cortar y regar nada más", advierte. Las tareas que se realiza en el césped de Ezeiza, donde la Selección comenzó el sueño en la previa mundialista, donde nace la magia, son admiradas y copiadas por especialistas de todo el país.
"Que las bestias estas jueguen acá es un orgullo. El lugar nuestro es privilegiado. El canchero de los clubes es como el jugador; el sueño de todos es hacerse de abajo y llegar acá. Es lo más lindo que hay", le da vida a la comparación.
Como en la carrera del juvenil que aspira a brillar con la celeste y blanca, a la hora de cuidar el césped también se aprende de los errores. "Una vez me mandaron a fumigar y no tenía ni idea de cómo se fumigaba. Empecé a pasar con la fumigadora y de repente un brazo empezó a flamear: le había dado al arco. Pero bueno, así aprendí", se ríe hoy, a la distancia.
"A uno le gusta que el jugador venga y saluda. Hay un jugador que más de una vez viene a tomar mate con nosotros. No tiene por qué hacerlo, pero los vas conociendo de las Juveniles", se enorgullece del lazo. Y del tesoro que le regaló trabajar con la Selección: "Tengo fotos con Messi, varias, muchas".
"Le tengo fe para el Mundial, a muerte", firma. Tal vez, entonces, a su álbum pueda anexarle una foto con Messi… Y la Copa del Mundo.