El clima se había tornado insoportable. Tanto para Carlos Bilardo como para sus jugadores. La premisa del director técnico fue entonces cancelar partidos amistosos pendientes para no exponer más a su plantel a ningún tipo de desaprobación manifiesta.
Las críticas a Bilardo y a la Selección Nacional aumentaban su volumen a medida que se aproximaba el Mundial de México 1986, y un clima destituyente por parte de Rodolfo "Michingo" O'Reilly – ex jugador del CASI , ex entrenador de Los Pumas y Secretario de Deporte de la Nación en ese momento – cobraba cada vez más fuerza.
Esa Selección tenía todo en contra. Incluso su propio clima interno, pues convivían dos grupos de jugadores enfrentados entre sí: los "heredados" de Menotti, encabezados por Daniel Passarella, y aquellos otros alineados detrás de Diego Maradona.
Probablemente el origen del conflicto fue la decisión de Bilardo de nombrar capitán de la Selección a Diego y quitársela a Daniel, Campeón del Mundo de 1978 e indiscutible caudillo.
El enfrentamiento era visible, manifiesto y aunque los protagonistas siempre intentaron discreción, un tema de tal magnitud no podía evitar el conocimiento público.
Fue Maradona, en La Habana (año 2000), quien nos contó la situación – o su versión sobre ella- en oportunidad de la realización de su biografía, "Soy el Diego de la gente". En esa ocasión nos dijo algo que quedó primero grabado y luego transcrito en el libro: "Nosotros nos habíamos peleado – refiere a Daniel Passarella- en la concentración del América de México. Yo llegué quince minutos tarde a una reunión junto con los rebeldes. Esos éramos, según Passarella: Pasculli, Batista, Islas… Entonces nos comimos un discurso de Passarella con el estilo de él bien de dictador; … que cómo el capitán –por Diego – iba a llegar tarde. Lo dejé hablar –sigue hablando Maradona- ¿Terminaste?, le pregunté: "Bueno, entonces vamos a hablar de vos ahora".
"Y conté delante del plantel completito todo lo que era él. Y se armó un lío grande. Porque en aquella Selección había dos grupos. Por un lado los que apoyaban a Passarella, que eran Valdano, Bochini y varios más . Passarella les había llenado la cabeza y por eso decían que nosotros habíamos llegado tarde porque estábamos tomando falopa. Entonces le digo (sigue hablando Maradona): "Está bien, yo asumo que tomo. Pero acá hay otra cosa. No estuve tomando en este caso ¡Mirá vos! Además vos estás mandando al frente a los pibes que están conmigo que no tienen nada que ver ¿entendiste, buchón?".
Reuniones como estas hubo seis antes de que comenzara el Mundial, tanto en la concentración del América cómo en Barranquilla, más precisamente en la habitación de Oscar Garré, en el hotel "Dan".
Lo que principalmente les preocupaba a los jugadores era que tales discusiones de tono subido, enfrentamientos y hasta amenazas a pelearse a golpe de puño como le propuso Passarella a Maradona, e impedida por Jorge Valdano, se llegaran a consumar. Pero también el propio Valdano perdió la calma en lo que sería la última gran discusión.
Cual adolescentes o socios en disolución de su negocio, daba vueltas una cuenta telefónica de dos mil dólares por gastos que el América de México –donde se hallaban concentrados – le cargaba al seleccionado. Resultó que nadie se hacía cargo de la cuenta. Maradona no se perdió la oportunidad y aseguró delante de todos que la factura aparecía con los números de teléfono de la casa de Passarella en Florencia, Italia. "Por ese tema, Valdano le gritó a Daniel '¡Vos sos una mierda!'. Ahí se rompió todo. Le agarró la diarrea, el mal de Moctezuma, cuando la realidad era que todos meábamos por el culo. Ahí le dio el tirón, ésta es la verdadera historia", nos relató Maradona para el libro autobiográfico.
Después que se dijeron lo que cada uno tuvo ganas de expresar. Después de tantas reuniones y diatribas, comenzó el Campeonato del Mundo y aquel grupo dividido tras tantas discusiones, mágicamente se unió de manera indisoluble.
Su líder, Carlos Bilardo, continuó expresando los mismos conceptos de siempre respecto de cómo jugar y elegir con quién hacerlo. Y aunque algunos jugadores- especialmente Maradona – ponían en duda las tácticas de Bilardo, otros, como el Tata Brown pedían confiar ciegamente en su conductor.
Del enfrentamiento se formó un grupo fuerte y unido . Terminaron generando una mística creciente. Y acordaron "para la prensa" mostrarse empáticos, optimistas y hasta "amigos" .
Una prueba de ello es la extraordinaria nota que lograron Aldo Proietto –por entonces subdirector, y desde 1991 director, de El Gráfico– y el recordado y entrañable colega, compañero y amigo Natalio Gorin con Passarella y Maradona juntos, al tiempo que toda la prensa señalaba la manifiesta enemistad y enfrentamientos. Esa nota fue publicada por El Gráfico el 27 de Mayo de 1986, a días de comenzar el Mundial, bajo el título "Detrás de esta foto hay una historia". Los principales párrafos son los siguientes:
"Zapatos de fútbol negro, medias altas, pantalón negro brillante, camiseta argentina. Ahí van los dos, juntos y al trote, desde la utilería hasta la cancha vecina, que eligieron los fotógrafos para hacer la producción especial pedida a la mañana y concedida sin chistar para la tarde, sin trabas ni excusas.
¿Qué dijo Diego? – preguntó Daniel.
¿Qué dijo Daniel? – preguntó Diego.
Fue todo. Ni una palabra más. Quedamos a las cinco y son las cinco. Aparecen los sombreros charros. Empiezan las risas y las bromas, estallan las carcajadas, los chistes, se respira alegría en la tarde luminosa. Una foto, dos mil fotos. No es cierto, no puede ser cierto que Diego Armando Maradona y Daniel Alberto Passarella estén peleados. Ellos no escribieron esta historia, fueron otros, los que en todo caso, los usaron como protagonistas involuntarios e inevitables para tejer una compleja trama de amores y odios, de intrigas y enredos, de choques y malentendidos, de celos y vanidades a partir de algunos datos inocultables de la realidad.
Desde ya no son amigos íntimos. Acaso no lo serán nunca, los separan ocho años – 33 tiene Daniel y 25 Diego – y un prisma diferente para mirar la vida. Como a tantos otros. Los une la misma pasión, un sentimiento idéntico, un deseo indestructible.
Daniel es amigo incondicional del "Flaco" Menotti, Diego no. Menotti y Bilardo no se pueden ni ver. Bilardo no quiso que Daniel fuera el capitán para no concederle ese rango a un amigo incondicional de Menotti. Daniel se enojó. Diego no tuvo la culpa de recibir la capitanía. Daniel exigió la titularidad que Bilardo le había concedido sólo a Diego. Ni Daniel ni Diego tienen la culpa, la tiene Bilardo.
Estos son algunos datos de la realidad que sirvieron para escribir la historia, o la novela de ficción, si se prefiere, aunque no alcanzan. No pueden alcanzar para un enfrentamiento. Pero molestan y preocupan.
Nos dicen que en las giras por Europa se advirtieron diferencias – hay silencios que hablan-, nos juran que esas diferencias subsistieron en México durante los primeros días y que hubo esfuerzos para acercarlos. Aquí hay gente que no es de Menotti ni de Bilardo, es de la Selección, y esa gente escuchó y habló con Daniel, que tuvo la grandeza de querer escuchar, de querer hablar. Eso ocurrió dentro y fuera de la concentración, sirvió de mucho. ¿Ellos dos se encerraron para aclarar diferencias? No lo sabemos, acaso lo sepan únicamente ellos, pero no es lo importante. Lo que sirve es verlos como los vimos esa tarde luminosa de nuestra producción especial".
Claramente si, se encerraron, se amenazaron, se pelearon, casi se van a las manos y junto al resto de sus compañeros se dijeron todo cuanto sintieron. ¿Qué salió de allí? Un grupo unido.
Ese plantel tenía un técnico que tomaba decisiones autónomas. Ya había "negociado" con Maradona dejar afuera de la convocatoria a Ramón Díaz. Punto. No había más pedidos, ni concesiones. También había aceptado de Grondona las recomendaciones para incorporar a Carlos Tapia, Julio Olarticoechea y Ricardo Bochini. Punto. No más injerencia dirigencial.
El equipo tenía un caudillo – Oscar Ruggeri – (Passarella había padecido una enfermedad virósica que obligó a su internación ), tenía además a un líder como Diego Maradon,a y a muchos hombres con "hambre" y determinación.
No era todo, el cuerpo técnico y el plantel estaban respaldados por una dirigencia con mucha experiencia y alternancia internacional.
Tras la glamorosa despedida a la Selección nacional en el estadio de Boca frente a Haití, en lo que resultó una fiesta exenta de candor, sinceridad y jerarquía del partenaire, pudo advertirse una razonable expectativa.
La Selección viene de disputar tres finales en los últimos tres torneos internacionales. Enorme éxito del que debiéramos sentirnos orgullosos. La vara quedó alta y la expectativa está relacionada con superar lo obtenido. Para la mayoría de los aficionados el objetivo sólo se lograría obteniendo el campeonato del Mundo. Una visión sin grandeza, pues jugar siete partidos en un Mundial resulta un mérito sólo reservado a cuatro selecciones de las más de 200 que iniciaron la competencia hace tres años y de las cuales sólo 32 disputarán este próximo Mundial en Rusia.
El plantel que se halla entrenando hoy en Barcelona, listo para viajar primero a Israel y luego a Moscú. No tiene un caudillo como Ruggeri, ni un líder de campo y notorio como Maradona. Su director técnico no ha mostrado la convicción que tenía Bilardo, quien siempre dijo cómo habría de jugar su equipo, cuáles eran sus fundamentos y quiénes serían sus actores.
Esta Selección en cambio tiene a Lionel Messi, lo que significa que los demás no lo tienen. Contar con el mejor jugador del Mundo es un privilegio, un plus indimensionable y desequilibrante. Se trata, entonces, de rodearlo tan bien como se lo acompañó a Diego en el '86. Y de diseñar las alternativas ante la obviedad que como en México con Diego, Lio será marcado y hostigado.
Aquellos hombres –en el sentido absoluto que la etimología le otorga a la palabra – se sobrepusieron a un "imposible": hacerle el tercer gol a Alemania luego que ellos consiguieran el empate. No tiene precedentes. La historia indica lo contrario: cuando Alemania empata, luego gana. Y para lograr ese mérito se requiere de un equipo con determinación y equilibrio emocional: ni agrandarse con el 2-0 ni caerse con el 2-2, una virtud que exige hombres con hambre, pasajeros del sufrimiento, jinetes del coraje.
Jorge Sampaoli no se muestra como ninguno de sus predecesores que alcanzaron la Copa del Mundo. No tiene nada del Menotti '78, ni del Bilardo '86 ó '90. Aquellos nos decían qué pretendían de sus equipos, cómo habrían de jugar y cuáles eran sus actores preferidos. No es eso lo que ocurre hoy. Peor aún, se le entiende poco cuando se expresa y mucho menos cuando quien se expresa es su equipo.
No obstante, la convivencia en grupo y el desarrollo del torneo irán marcando pautas modificatorias en un sentido o en el otro, pues los resultados siempre son los principales aliados para perfilar el rumbo.
Asi ocurrió en el '86: lo que comenzó mal terminó bien. Y fueron los jugadores quienes más contribuyeron a la causa de generar una mística, creyendo en ellos y en su técnico. Caudillo y líder fueron actores principalisimos.
Lo mejor que podría pasarnos es que esta Selección encuentre un caudillo, que su líder sea visible y que el conductor, en estos días de convivencia, entrenamientos, viajes y concentración, les resulte creíble.
Material de archivo: @maxiroldan