Goles a los tres arqueros y un regalo al público: el show de Messi en el entrenamiento de la Selección

El futbolista argentino se divirtió en la práctica abierta del seleccionado nacional. Le metió goles a Caballero, Armani y Guzmán, le regaló una pelota a la gente y se mostró agradecido con los miles de hinchas que coparon el estadio de Huracán

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La Pulga fue el protagonista
La Pulga fue el protagonista de la práctica abierta del plantel mundialista (Nicolás Stulberg)

Messi se hace esperar. Fue el último en bajarse del micro que trasladó a los jugadores al estadio Tomás Adolfo Ducó, el último en aparecer en el campo de juego y el último en iniciar los ejercicios de calentamiento, solo, por detrás de la fila doble de jugadores que ya habían comenzado con el trote. Pero también fue el primero en recibir la ovación de los más de veinte mil hinchas que se acercaron a presenciar el entrenamiento abierto del seleccionado nacional.

Los 23 convocados al Mundial de Rusia tuvieron su bautismo en la cancha de Huracán. De los presentes, mayoría niños, en una acción coordinada por AFA Social con la previsión de acercar a los futbolistas argentinos al público más noble y genuino. Jugadores de inferiores, alumnos escuelas primarias, chicos de comedores infantiles, hogares y barrios de bajos recursos, y los extras de siempre fueron testigos de la práctica a puertas abiertas y del show que montó Lionel Messi.

Después de los movimientos de calentamiento, del tradicional loco, le asignaron una indumentaria que lo distinguía del resto. En solidaridad con los presentes, a Messi fue más fácil reconocerlo porque tenía una pechera amarilla. Sampaoli dispuso un ejercicio de fútbol en espacios reducidos. Estaban quienes portaban una pechera roja (un equipo compuesto por atacantes y un arquero: Armani, Di María, Lo Celso, Lanzini, Higuaín y un sparring), estaban los que se quedaron con la camiseta oscura de entrenamiento (los defensivos más Caballero: Salvio, Mercado, Rojo, Acuña y Biglia) y estaba Messi, de amarillo.

Los niños expectantes a la
Los niños expectantes a la salida de su ídolo (Télam)

En pocos metros cuadrados se distribuyeron los trece jugadores. Messi nunca defendía, atacaba para los dos, de acuerdo al rigor de la posesión. Era el comodín, por eso la pechera distintiva. En la primera acción celebrada por el público, una asistencia a Biglia y el primer gol del entrenamiento. En su segunda intervención de peligro, recibió de Rojo, gambeteó a Di María y definió abajo, al palo izquierdo de Armani: la jugada desató un nuevo grito de gol de los hinchas.

El distinto con la pechera
El distinto con la pechera amarilla: Lionel Messi fue el comodín en un ejercicio en espacios reducidos (Nicolás Stulberg)

En determinado momento, controló y advirtió que la pelota no estaba tan inflada como debería. Eligió no cambiarla por otra. Se la regaló a la gente que ocupaba la cabecera de la popular visitante del Palacio Ducó. La ovación volvió a caer sobre el 10 argentino.

Su participación en el segmento más formal del entrenamiento fue corta. Tras la primera interrupción, dio clases de definición en un ejercicio que compartió con Higuaín. Atajaba Guzmán. La mayoría de sus zurdazos fueron cruzados, sobre el palo izquierdo del Patón. De frente, la popular local repleta del estadio de Huracán presenciaba el espectáculo.

Minutos después se dispuso a contemplar el contexto. Sentado sobre una pelota, recibió la visita de dos chicos con síndrome de down. Se sacó fotos con ellos y con todos. Un colega también se acercó a saludarlo: era Diego Serpentini, un niño categoría 2002 y crack de la selección argentina de talla baja. Se abrazaron, charlaron y posaron para la foto que sacó el Kun Agüero.

Cerca del final de la
Cerca del final de la práctica, compartió charla con el Kun Agüero (Nicolás Stulberg)

Quedaba poco tiempo ya. A las 12:01 condujo al plantel a la mitad de cancha para devolver los aplausos del público. Se sometió a otros recuerdos de rigor con afortunados que estaban del lado interno del alambrado, levantó los brazos, miró hacia los cuatro costados y respondió la ovación con agradecimiento. De fondo sonaba "que lo llevan adentro como lo llevo yo". Con esa canción, bajó las escaleras que conducen al vestuario del Palacio Ducó. Fue uno de los primeros en irse y uno de los últimos en abandonar el recuerdo de los miles de pibes que sueñan con ser como él.

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