La fiesta se terminó en Lima. Durante los últimos 19 días, la capital incaica se paralizó con el evento multideportivo más importante del continente. Con la notable producción de 101 medallas (32 oros, 35 platas y 34 bronces), la delegación argentina se despidió de Perú con el orgullo de haber representado al país de la mejor manera. La cifra histórica a cargo de los deportistas criollos fue una muestra del talento y sacrificio de los protagonistas albicelestes.
Delfina Pignatiello fue la abanderada en la ceremonia de clausura. La joven de 19 años que brilló en el Centro Acuático de la Videna y aportó 3 preseas doradas (un logro inédito para la natación nacional) salió a escena con la sonrisa que la caracteriza. En un escenario montado por piedras incaicas, fragmentado en capas que hicieron referencia a las diferentes épocas de la cultura milenaria del Perú, la bonaerense lideró al grupo que culminó en el sexto lugar del medallero, por detrás de Estados Unidos, Brasil, México, Canadá y Cuba.
"Disfruté todo desde el primer momento. Todo pasa en menos de un minuto y no sabés si vas a llorar o si te vas a reír… te pasa tanto por la cabeza que no sabés cómo vas a reaccionar", deslizó Delfi después de liderar el desfile en el Estadio Nacional.
El himno peruano sirvió para que los 6.487 deportistas que participaron de la cita internacional ingresaran al predio, mientras las pantallas reflejaban los momentos más destacados de la XVIII edición de los Juegos Panamericanos.
Como si se tratara de una clase de historia, la remembranza prehispánica representó el primer show de la noche con una danza mítica y una procesión de cerámicas locales, que fue interrumpida por la llegada de dos vasijas gigantes inspiradas en la cultura Moche.
Así, mientras cazadores y pescadores desarrollaban sus actividades diarias, un grupo de personajes tejidos a mano apareció al ritmo de los charangos para que las arpilleras transformaran al legendario estadio en un collage de paisajes y festividades compuestos por sus impactantes trabajos textiles.
Mientras, durante el desfile, los representantes de Argentina se tomaron una selfie. En la jornada inaugural, el encargado del clic fue Luis Scola, el gran referente de la selección de básquet masculino que ganó la medalla de oro tras vencer a Puerto Rico en la final. En el cierre, con muchos deportistas ya de regreso en el país o de vacaciones, fue menos multitudinaria, pero igual de emotiva.
Fueron 539 bailarines las que acompañaron cada puesta en escena que recordó la diversidad cultural que ostenta el país incaico. Luego del cierre a cargo del artista local Gian Marco, la euforia se transformó en nostalgia. Las sonrisas se convirtieron en ojos vidriosos cuando la bandera olímpica fue retirada y el pebetero se apagó. Habrá que esperar cuatro años, para que la llama panamericana vuelva a encender el fuego sagrado en Santiago de Chile. Con el mismo espíritu de siempre, la antorcha llegará a la tierra de Neruda, Salas, Isabel Allende, Alexis Sánchez y Nicanor Parra. Pero antes estará la escala ineludible de Tokio 2020.
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