Adolfo Gaich lleva 15 goles en 21 partidos oficiales con la camiseta de la Selección; 6 en los cuatro duelos que llevaron al combinado Sub 23 que dirige Fernando Batista a la final de los Juegos Panamericanos. Cada vez que su enorme figura se calza la albiceleste, las redes sociales lo transforman en tendencia. Es un fiel exponente de los deportistas que, más allá de las aptitudes, arrollan por mentalidad y confianza.
¿Quién podía pensar que, desde sus 190 centímetros, era capaz de conducir con sensibilidad de enlace a lo largo de más de 50 metros para habilitar a Valenzuela, como sucedió en el primer gol de la Selección en la competencia, en la victoria 3-2 ante Ecuador? Asombra animándose a la pisada o a la sutileza, cuando el preconcepto lo ubica, rocoso, en el centro del área, a la espera del roce o del centro. Pero no, el 9 de Argentina sorprende, al punto que declara que su "punto débil" es… el cabezazo.
En su club de origen, San Lorenzo, lleva tres goles en 13 partidos; todavía no le llegaron la oportunidades que disfruta con la camiseta de Argentina, con la que ganó el torneo de L'Alcudia, bajo la tutela de Lionel Scaloni, en 2018. Allí fue donde llegó a los ojos del gran público. Allí lo empezaron a seguir los clubes europeos, por ejemplo, la Lazio de Italia, el Everton de Inglaterra o el Benfica de Portugal; tentados de hacer una oferta antes del cierre del libro de pases en Europa, pautado para el próximo 30 de agosto. El atacante tiene contrato con el "Ciclón" hasta junio de 2021 y su cláusula de salida asciende a 15 millones de dólares.
Pero detrás del gigante que rompe redes en Lima 2019 hay un joven de apenas 20 años, "buenazo" y de "perfil bajo", como lo describen los que lo conocen. "Nunca se lo creyó", aseguran sus íntimos, aquellos que en su Bengolea natal, pueblo de 1.200 habitantes en el departamento de Juárez Celman (Córdoba) todavía lo llaman "Dolfi", uno de sus alias. Los otros dos apodos tienen que ver con su etapa como jugador: "Tanque", el primero en pegársele; y "Míster Increíble", por su parecido con el personaje de Disney Pixar, algo que también repercutió en las redes sociales.
Es ahí, donde fue declarado ciudadano ilustre, donde empezó el sueño. En la Liga Beccar Varela, donde vistió los colores de Atenas de Ucacha, Atlético de Pascanas y Sportivo Chazón, empezó jugando como wing, pero después se mudó a su hábitat, cerca del arco; más allá de su gusto por participar de la elaboración del juego.
En las semifinales ante Uruguay, anotó dos goles y provocó el penal que ejecutó Valenzuela
De familia de futbolistas, su hermano juega en la Primera División de Bengolea y su papá, que lo hizo hincha de San Lorenzo, de defensor. Su primera vez en el Nuevo Gasómetro fue en 2003, cuando viajó para presenciar la despedida del "Beto" Acosta, otro destacado delantero, al que admira, igual que al polaco Robert Lewandowski y al sueco Zlatan Ibrahimovic; otros dos portentos físicos que rompieron prejuicios.
Tal vez, varios de los que hoy lo ven incendiar arcos se estarán tomando la cabeza. Es que antes de que en 2014 un cazador de talentos del "Ciclón" se lo llevara a la pensión azulgrana, otros cuatro clubes no supieron ver su potencial. A los 10 años, no pasó el filtro en las Inferiores de River. Luego, lo observaron captadores de Lanús, Newell's y Belgrano, pero tampoco tuvo suerte. Quiso el destino que llegara al club en el que soñó jugar su papá. Y cumplió la cuenta pendiente de los Gaich.
No le fue sencilla la adaptación al fútbol de las divisiones inferiores: recién explotó en 2016, cuando resultó el goleador del San Lorenzo campeón de la Sexta División, con 22 conquistas. A partir de allí, saltó a la Reserva, que le sirvió como trampolín hacia la Selección.
El festejo de Gaich en la concentración que se transformó en viral
En el predio de Ezeiza lo definen como apasionado por el fútbol, y bien podría haber participado de los Juegos Panamericanos en otro deporte: el ping pong, uno de sus pasatiempos preferidos en las concentraciones.
Con la Albiceleste, sus festejos se hicieron una costumbre: abre sus brazos, como carreteando para levantar vuelo. En la intimidad de la habitación, su celebración puede tornarse más salvaje. Hace unos días, sus compañeros de Selección hicieron viral un video: mientras observaba el duelo por Copa Libertadores entre San Lorenzo y Cerro Porteño en Paraguay, al gritar el gol de Adam Bareiro, saltó con tal impulso que terminó cabeceando la lámpara que iluminaba la habitación. Una promesa XXL que ya es una realidad.
SEGUÍ LEYENDO: