"Una hija mía va a ser cualquier cosa menos boxeadora": la historia de las hermanas que desafiaron un mandato para subirse al ring en los Panamericanos de Lima 2019

Dayana y Leonela Sánchez comparten la pasión arriba del ring. Ellas recibieron el legado de su padre en una dinastía que promete un podio. La historia de las cordobesas que buscan repetir el éxito que alcanzaron a nivel nacional y continental

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Dayana y Leonela Sánchez debutarán
Dayana y Leonela Sánchez debutarán en los cuartos de final del certamen internacional

Ellas ultiman los detalles antes del debut. Mientras Leonela guantea con el resto del equipo, Dayana aguarda su turno. Son las hermanas Sánchez, las cordobesas que buscarán una medalla para la Argentina en los Juegos Panamericanos de Lima.

Su preparación se basó en una gira por Colombia, donde enfrentaron a las mismas rivales que tendrán en la cita incaica. "Poder disfrutar este torneo juntas lo convierte en especial", le dijo a Infobae Day, la mayor de la familia que se crió contra las cuerdas.

"A mi hermana siempre le gustó el boxeo, pero yo lo odiaba", confesó Dayana con una sonrisa tan encantadora como su personalidad. Sin embargo, hubo un día que cambió su vida para siempre.

Durante su infancia, su padre (Víctor Hugo), se dedicó a entrenar a los púgiles más prometedores del Interior. Tras colgar los guantes luego de años en el amateurismo y una furiosa incursión por el profesionalismo, el cordobés se transformó en un coach exigente con los jóvenes que soñaban en convertirse en los nuevos Monzón, Bonavena ó Locche. "Me parecía todo muy aburrido. No me gustaba nada", insistió Dayana.

Desde su infancia en Córdoba
Desde su infancia en Córdoba las hermanas se mantuvieron unidas

Tenía 10 años cuando el papá le pidió que lo acompañe a su trabajo. Parecía una tarde común y corriente en la vida de la chica que buscaba diversas formas para entretenerse. Sin juegos a la vista, ni otros nenes para improvisar alguna travesura, Day se dedicó a observar los movimientos que hacían los adolescentes arriba del cuadrilátero. "Estaban haciendo sparring y de golpe uno le rompió la nariz al otro. Cuando vi la sangre supe que cambió algo", recordó.

¡Guau! Eso se puede hacer— le preguntó la nena mientras le tiraba del pantalón a su padre.

Sí mamita, vos tenés que ganar la pelea. Lo podés tirar, le tenés que sacar sangre… hacer todo lo que puedas para ganar el combate— le respondió Víctor Hugo concentrado en el entrenamiento.

Papi, jodeme que esto se puede hacer— repreguntó incrédula Dayana.

Sí corazón, se puede— replicó su padre.

"Ahí me picó el bichito y decidí dedicarme al boxeo", resumió la joven que comparte el equipo argentino junto a su hermana, Ramón Quiroga y Francisco Verón.

Las cordobesas buscarán subirse al
Las cordobesas buscarán subirse al podio en Lima

Estaba decidida a continuar los pasos de su papá. Aquella sensación de aburrimiento mutó gracias a la adrenalina que le producían los combates. A pesar de tener sus metas claras, el descubrimiento de su nueva pasión tuvo un impedimento inesperado llamado María Rosa. "Mi vieja no quería saber nada. Le gané por cansancio", aclaró a la distancia.

En una cena familiar se resolvió el conflicto. Comieron como cualquier noche y hablaron de los temas de siempre: el colegio, los amigos, los rumores del barrio y los divertidos programas de TV. Recién cuando la madre se encontraba sola en la cocina terminando de acomodar la vajilla, Dayana se animó a confesarle su sentimiento reciente.

. Hoy vi una pelea de verdad y quiero dedicarme a eso­— le dijo con una timidez impropia en ella.

¡Vos estás loca! Ya pasé por eso con tu papá y no quiero volver a vivir lo mismo con mi hija— reaccionó María Rosa.

Dale , dejame entrenar boxeo— esbozó Dayana con una plegaria que no tuvo éxito.

El silencio de la madre dio por terminada la escasa conversación hasta el domingo siguiente, cuando la más grande de las hermanas volvió a tratar el tema a la mesa.

¿Y, mami? ¿Me vas a dejar?— preguntó con esa mirada persuasiva que aún mantiene.

¿Le dijiste a tu papá lo que querés hacer?— replicó María Rosa.

¿Qué pasó?— intervino Víctor Hugo.

Quiero hacer boxeo— disparó Dayana.

¡Vos estás loca! Prefiero que seas modelo, profesora o cualquier otra cosa. Una hija mía va a ser cualquier cosa menos boxeadora— sorprendió el ex boxeador.

Al lunes siguiente, cuando la chica volvió a acompañar a su papá al gimnasio su rostro no era el mismo de siempre. La desilusión que le invadió su cuerpo se reflejaba en cada movimiento que hacia entre las pesas, las bolsas y los guantes.

Si no querés que haga boxeo, no lo voy a hacer— le dijo a su padre con una mirada que lo golpeó más que cualquier cross que recibió durante toda su carrera.

Me estás mintiendo— contestó el padre sin saber bien qué decir.

Ella se dio media vuelta y comenzó a caminar hacia la salida con la cabeza gacha, sin esperar nada de nadie.

Day, ¿vos querés hacer boxeo de verdad?— le gritó su papá antes de que su hija atraviese la puerta.

Sí, es lo que más quiero en la vida— replicó mientras sostenía el picaporte con su mano derecha.

Mirá que esto es sacrificado— le advirtió Víctor Hugo.

Ya lo sé, pero es lo que me gusta— le devolvió la niña de 10 años.

Cabezal, guantes, protector bucal y arriba del ring. Su debut se produjo tan abruptamente que Dayana no se dio cuenta de que estaba comenzando su carrera deportiva. "Nunca me imaginé que se iba a dar así, con un compañero que tenía mucha más cancha", recordó en diálogo con Infobae.

Llamativamente, la pequeña Dayana no tuvo ningún temor en enfrentar a un aspirante mucho más experimentado. "Ya sabía cómo se movía porque miraba siempre el entrenamiento. Sólo pensaba en pegarle. Le tenía que llegar a la cara, nada más", detalló sobre su primer combate "oficial", ya que en el colegio contaba con algunos antecedentes. "Era muy peleadora de chica. Me agarraba con otras compañeras y esas peleas me parecían muy fáciles", confesó entre risas.

De todos modos, la cordobesa reconoció que nunca era la causante del pleito. "En el colegio yo no buscaba los problemas, los problemas venían a mí", dijo con la picardía que la vuelve encantadora. "Con mi hermana íbamos a la misma escuela, pero estudiábamos en cursos distintos. Entonces, cuando ella me decía que había una chica que le quería pegar, yo iba y me agarraba con esa chica. Era muy protectora, no quería que nadie le toque un pelo", detalló.

Esa hermandad que velozmente se convirtió en una amistad inquebrantable sirvió para forjar un equipo que ni siquiera en su niñez sufrió alguna grieta. "Entre nosotras nunca hubo peleas. Siempre era con las chicas de afuera. Las únicas peleas que pudimos llegar a tener se dieron sin que sepan nuestros papás, como alguna patada por abajo de la mesa para pedirle a Leonela que se calle sobre algo que estaba contando. Todo muy suave", explicó la mayor.

A diferencia de Day, Leonela tuvo el camino más sencillo para subirse al cuadrilátero. Desde que tenía 3 años soñaba con ser boxeadora para formar un futuro como el de su padre. "Yo voy a ser como el papi, voy a pegar como él", fue la frase que repetía cuando daba sus primeros pasos (literalmente) e impactaba sus puños contra la corteza de los árboles.

Juntas son dinamita y en Lima buscarán subirse al podio sin escalas. "Somos muy compañeras. Planeamos los combates juntas y analizamos a nuestras rivales. Siempre miramos boxeo juntas", confesó la menor mientras realizaba los trabajos regenerativos basados en la elongación.

Entre el 27 de julio y el 2 de agosto, las cordobesas se convertirán en las protagonistas estelares del boxeo. Con la misión de adquirir la técnica de su principal referente Laila Alí, hija del legendario Cassius Clay, las hermanas Sánchez escribirán su propia historia. Esa que quieren sellar con el brillo dorado de una medalla.

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