"En la valija no pueden faltar los lentes, la malla y los suplementos". Lo que Ana Gallay no tuvo en cuenta antes de partir hacia Lima con la ilusión de saltar al podio fue el clima gris, húmedo y fresco que la esperaba en las canchas de beach vóley.
La entrerriana, que comparte la dupla con Fernanda Pereyra, sorprendió con una indumentaria distinta a la que usa habitualmente. Las calzas largas negras y la camiseta térmica confeccionó un outfit ajeno al que acostumbra lucir en los partidos. Sin embargo, la vestimenta no le generó ningún inconveniente para superar al binomio guatemalteco (21-13 y 21-11) y a la dupla de Nicaragua (21-12 y 21-11 ) en los primeros días de actividad.
Más allá de los resultados conseguidos, su preocupación se instaló en el espíritu que entrega la llama de los Juegos Panamericanos. "¿No vamos a estar en la ceremonia inaugural?", le preguntó a su compañera con un dejo de desilusión. "Hay muchas cosas que no sé", continuó consternada.
La confusa escena se resolvió velozmente cuando la mejor jugadora del país sacó cuentas de inmediato. "Tenemos el partido a la mañana, seguro que vamos a estar en la fiesta de apertura. Eso no se lo quiere perder nadie", resolvió con una sonrisa.
Para la velada que se realizará en el Estadio Nacional no hay tiempo para los trabajos regenerativos, el descanso y la recuperación. El sentimiento que conlleva compartir una noche histórica junto al resto de los deportistas del continente permite olvidar el desgaste acumulado por los compromisos previos. "Representar a la Argentina en los Juegos Panamericanos es un orgullo, es la tercera vez que estoy en ellos y es algo increíble", recordó Gallay luego de recuperar la calma por las cuentas realizadas que le garantizaron su presencia en el encendido de la llama.
Tras superar sus primeros encuentros, la entrerriana reconoció que el objetivo del podio es complejo. Sobre todo si se suma la presión del oro adquirido en Toronto hace cuatro años. "Es difícil repetir algo así. Queremos ir a buscar una medalla y creo que hemos hecho muy bien las cosas. Hace mucho tiempo que estamos esperando los Juegos. Igualmente, tenemos que ir de a poco, siguiendo nuestro plan de trabajo", explicó.
Para que la bandera albiceleste vuelva a brillar con el tono dorado de la presea más codiciada, las argentinas programaron una estrategia que incluyó giras internacionales para medir sus fuerzas con las potencias del Viejo Continente. "Nos preparamos hace más de un año y medio. Después de participar en el circuito mundial en Europa, trabajamos con duplas externas para poder llegar de la mejor manera posible", deslizó Gallay.
Uno de los factores más dolorosos que sufrieron las jugadoras se remite a la cantidad de días lejos de sus hogares. "Se extrañan los afectos, pero ya estamos acostumbradas. Después de los torneos en Europa volvimos a Buenos Aires para estar un día con nuestras familias y después nos vinimos a Lima", agregó.
Sin dejar nada librado al azar, para que el sacrificio valga la pena la entrerriana también aplica conceptos del Bilardismo. "Siempre tengo cábalas. Desde que me levanto empiezo con una rutina que no puedo cambiar. Para que te des una idea, no sé cepillarme los dientes con la otra mano", confesó entre risas y detalló: "Si ganamos con una malla, la seguimos usando hasta perder. También tengo lentes que ya no uso porque me traen mala suerte; y en el desayuno siempre tengo que sentarme en la misma silla. No sé por qué, pero me siento más confiada haciendo esos rituales".
La jerarquía que demostró el equipo nacional en sus dos primeras presentaciones alimentan las esperanzas del podio. El combo compuesto por el sacrificio y el talento reafirma el argumento para ilusionarse con una nueva hazaña. "El sueño es ganar la medalla de oro, y si jugamos bien sabemos que se puede . Somos conscientes de que está difícil, pero nada es imposible", concluyó.
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