Menotti hace la típica jugada del que está excedido de peso. El lunes empiezo la dieta -se dice- y así quedan licuadas las culpas hasta ese día. A la otra semana se repite exactamente lo mismo. Es una manera de engañarse. Menotti parece no ver que no arranca nunca en la Selección. "Sin proyecto no tenés técnico. Ni Cruyff ni Guardiola podrían dar vuelta hoy esta historia en Argentina", declaró hace unos días. La frase no hubiera hecho ruido si no fuera él a quien la AFA contrató para diseñar el nuevo modelo…
En marzo decidió no viajar con el equipo porque estaba en desacuerdo con la gira cerrada antes de su llegada. En abril proclamó como idea madre una selección local que en unas horas le explicaron que era impracticable por el egoísmo de los clubes. Y ahora, desde Buenos Aires, porque una enfermedad aún no le permitió estar en Brasil para evaluar a Scaloni, anunció que el proyecto será después de la Copa. ¿Qué tiene además de un reclamado calendario de competencias? Un triunfo lógico contra la débil Qatar no debe esconder ese enigma.
Valdano suele invitar a la reflexión. Escribió en El País que se necesita una idea, paciencia y personas creíbles para sostenerla. Su teoría es que "hoy sería más importante un Menotti que un Maradona". Tal vez porque el 10 está en el equipo representado en Messi. La pregunta es si también está aquel Flaco que hace 40 años construyó una Selección de verdad. Es un respetado prócer del fútbol pero no se ve su nuevo plan. Los dirigentes lo llevaron como un paraguas marketinero. No parece solución sacar al equipo por las provincias o potenciar a los jugadores de acá. Hace tiempo que los mejores están lejos de la Argentina. Los top juegan en España, Inglaterra e Italia. Hay otra línea en Francia, Holanda y Portugal. Y después, hasta se van a México por su poderío económico. La diferencia de jerarquía a nivel técnico y físico asusta en las competencias internacionales. La Selección está en una situación límite. El viernes con Venezuela -después de mil años- no es favorita. Y será difícil el camino al Mundial.
Argentina aún sigue encerrada en Rusia. Muchas imágenes se repiten. El entrenador -antes Sampaoli, ahora su ex ayudante Scaloni- hace cambios todo el tiempo dinamitando la confianza de su plantel. Se produce un desahogo por pasar una primera ronda. Es cierto que estos futbolistas sufrieron una presión extrema en el Mundial. Las finales perdidas tuvieron un efecto autodestructivo por culpa del exitismo argentino. No se los valoró en la medida que merecían. Ojalá todos pudiéramos ser perdedores como Messi. Pero no hay que irse al otro extremo. La Selección ahora cumplió con su obligación con Qatar. Más cuando a los pocos minutos los rivales le regalaron una pelota en el área a Lautaro como si fueran amateurs.
Se pudo ganar sin un buen Messi. Un defecto y una virtud a la vez. De Paul pudo bajar un rato del póster al 10 y ser una revelación. Agüero hizo un gol a lo Agüero, a lo crack, después de haber errado otros. Lautaro ratificó su olfato. Se sumaron como variantes potables Acuña y un ratito de Dybala. Por primera vez fueron buenos los cambios de Scaloni. Tan cierto como que atrás hubo peligro de gol ante cada ataque. El equipo no tiene corte en el medio ni por las características de los jugadores -no hay un 5 de quite- ni por los movimientos. Marcar ese déficit no es jugar en contra de la Selección como se quejó Scaloni, aunque algunos periodistas sí lo hagan exacerbando sus personajes. Las falencias atrás, que parece una Selección muda, fueron cuestionamientos de Ruggeri, uno de los mayores defensores de la Selección adentro y ahora afuera de la cancha. Esos errores contra Brasil o Uruguay te mandan de vuelta a tu casa.
Bianchi solía decir que una victoria llama a otra victoria. Tal vez la clasificación devuelva la autoestima perdida. Ojalá Messi levante la Copa el domingo 7 de julio en el Maracaná. Aun cuando pase eso -para lo que hoy falta una vida y un equipo realmente confiable- no se debería argentiniar y esconder que se carece de un plan para que Argentina sea la potencia que dejó de ser. No hay que esperar hasta el lunes siguiente para cambiar los malos hábitos de la Selección.
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