Argentina evitó un temor latente hasta el domingo: el papelón de quedarse afuera de la Copa América en la ronda inicial por primera vez en la historia. Accedió a los cuartos de final con un rendimiento que lejos está de generar entusiasmo, pero sí después de haber logrado una leve mejoría en su juego en la victoria ante Qatar. Ahora bien, ¿tiene la Selección muchos argumentos a los cuales aferrarse para aspirar a llegar a la final? Sí los tiene, por ahora los disimula muy bien.
De cualquier modo, el dibujo del torneo le ha hecho un guiño: el segundo puesto en el grupo B lo hará enfrentar a Venezuela, uno de los rivales más accesibles de los que podían tocarle en cuartos de final. ¿O acaso alguien preferiría enfrentar a Brasil, a Chile, a Uruguay o a Colombia, por citar a algunos de los equipos que superaron la primera ronda?
En caso de eliminar a Venezuela el viernes a las 16 en el Maracaná, la exigencia promete ser mayor: la lógica indica que el rival en las semifinales sería Brasil, en Belo Horizonte.
Argentina no es una Selección a la que por ahora se le vean fortalezas marcadas. La principal quizá sea la presencia de un tridente de ataque temible como el que conforman Lionel Messi, Sergio Agüero y Lautaro Martínez. La convivencia entre los tres le da al equipo presencia en el área rival y sus alrededores, y también representa una señal de fuerte alerta para los rivales. Habría que estar en la piel de los defensores adversarios para caer realmente en la cuenta de lo incómodo que debe ser tener enfrente a tres delanteros con ese potencial.
Aunque pueda resultar paradójico, Argentina también podría agarrarse de esta Copa América más bien floja que está realizando Messi para esperanzarse en un futuro mejor en esta competencia. El promedio dice que es difícil que Messi no juegue en un buen nivel, o que al menos no realice ninguna jugada imparable durante más de un partido. Y aquí ya pasaron tres sin que el crack del Barcelona haya sido determinante para un triunfo de Argentina. ¿Que bien podrían ser cuatro, cinco y hasta seis los encuentros que muestren una versión poco desequilibrante de Messi? Claro que sí. Pero más todavía da para pensar que, en tanto esté el mejor jugador del mundo, su costado más peligroso dentro de una cancha aparecerá más temprano que tarde.
Es cierto que la Selección últimamente lo ha tenido lejos de sus mejores tardes o noches, pero de Messi y su jerarquía sin par siempre es razonable esperar algo extraordinario en breve.
Parece demasiado osada la posibilidad de que Lionel Scaloni ponga ante los venezolanos a Messi, Agüero y Martínez junto a un mediocampo de corte tan ofensivo como el que ante Qatar conformaron Rodrigo De Paul, Leandro Paredes y Giovanni Lo Celso. La presencia de Marcos Acuña podría darle al equipo mayor equilibrio y también una prolijidad con la pelota no exenta de agresividad para atacar por la banda izquierda. Tras el auspicioso ingreso de Acuña ante Qatar, ¿conservará la titularidad un Lo Celso que hasta ahora tampoco despegó?
Venezuela le ganó recientemente a la Selección en un amistoso (3 a 1 en el Wanda Metropolitano de Madrid, el 22 de marzo) y en el último tiempo evidenció un crecimiento futbolístico muy marcado. El equipo débil al que la mayoría aplastaba es hoy una formación con futbolistas interesantes y recursos colectivos para respetar, de la mano del proyecto que comanda su entrenador, Rafael Dudamel, desde abril de 2016.
Posiblemente Argentina necesite mostrar una mejor versión que las exhibidas hasta ahora en la Copa América para avanzar a las semifinales. Los argumentos futbolísticos sólidos que suelen reunir los candidatos al título no son por ahora propiedad del equipo que conduce Scaloni. En el fútbol no son una exigencia para ganar, pero sí hacen que los caminos se vuelvan más llevaderos y las esperanzas, más razonables. Hoy Argentina ofrece poco de dónde entusiasmarse, pero -se dijo- esto es fútbol y nunca se sabe.
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