El piloto que llevó publicidad en su auto antes de la F1 y es leyenda del TC: la historia de Oscar Alfredo Gálvez, a 35 años de su muerte

El Aguilucho fue el primer argentino en ganarles a los europeos en la precuela de la Máxima. Logró cinco títulos en la categoría top del automovilismo nacional y es el cuarto más ganador. Sus proezas como piloto-mecánico

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Con Juan Manuel Fangio. Ambos bien acompañados (archivo revista CORSA)
Con Juan Manuel Fangio. Ambos bien acompañados (archivo revista CORSA)

Marcelino Gálvez y su mujer Matilde Orlando eran un matrimonio de inmigrantes españoles que como otros tantos llegaron a Buenos Aires llenos de sueños. Él tenía un taller en el barrio porteño de Parque Patricios, en la esquina Garro y General Urquiza. Hacia 1913 esperaban tener a su primera hija pero el 17 de agosto de ese año recibieron a su tercer varón, detrás de Marcelino Luis y Alejandro, Oscar Alfredo. Junto a su hermano Juan, llevaron su apellido a lo más alto del deporte argentino. Son próceres del automovilismo nacional. Fueron exitosos arriba y abajo del auto. Trascendieron por ser tan buenos mecánicos como pilotos. Aunque el que abrió el camino fue Oscar, quien falleció un día como hoy hace tres décadas.

Hacia 1916 los Gálvez se mudaron al barrio de Caballito, cuando ya había nacido Juan. A poco tiempo Oscar, con 10 años, le daba una mano en el taller familiar a su hermano mayor. Estaba claro que los hijos de Marcelino mamaron el amor por los fierros desde muy chicos. Lo llevaban en la sangre. Sin embargo, Oscar y Juan fueron por más. En su adolescencia soñaban con comprar un auto para competir. Cuando “Tito” (uno de los apodos de Oscar) cumplió 21, adquirieron un Ford T modelo 1927 por 150 pesos. Lo usaban para correr picadas y lo guardaban en el galpón de un amigo porque sus padres no querían que corrieran. “¿Estás loco? Te vas matar”, le advirtió su madre a Oscar.

Los hermanos Gálvez: Oscar a la izquierda y Juan a la derecha (archivo revista CORSA)
Los hermanos Gálvez: Oscar a la izquierda y Juan a la derecha (archivo revista CORSA)

Desoyendo el consejo materno, Oscar y Juan pusieron su propio taller donde alistaron autos para correr. Luego llegó el primero de los hitos de Oscar. El 5 de agosto de 1937 formó parte de la primera carrera del Turismo Carretera. Participó con un Ford modelo 1935 con el Nº 58 en sus puertas. Empleó 3h01m01s para los primeros 361 kilómetros. Su velocidad promedio fue de 119,756 km/h yendo a Rosario, llegando sexto y superando rivales en un auto pobre para la época. Hasta que en la segunda etapa sufrió la rotura del radiador y luego abandonó por un vuelco. “Allá por la tierra nos perdimos. Dábamos vueltas y vueltas sin encontrar la ruta. Estábamos primeros saliendo de Rosario y segundos a medio minuto en Córdoba. ¡Qué lástima!, íbamos tan bien”, contó Gálvez. “Lástima los 2.800 pesos que nos hubiéramos ganado”, interrumpió su acompañante Horacio Mariscal (su padre aportó las gomas para la carrera), según relata la crónica de El Gráfico.

Corrieron los años y los Gálvez se siguieron destacando como pilotos-preparadores. Era una época donde no había ingenieros de pista, chasistas o cualquier otro técnico que ponga a punto un auto como ahora. El ser artesanos en sus coches les dio a los hermanos la capacidad de hacer arreglos extremos en carrera como por ejemplo, cuando Oscar llegó a cambiar una caja de velocidades en 28 minutos en el Gran Premio Internacional del Norte en 1940. También se impuso en otros GP históricos como el Internacional (1947) que unió Don Torcuato, Chile y Luján. Además venció en el segundo tramo del GP de la América del Sur (1948) que partió de Lima y terminó en Luján.

El día que debutó en el TC en la primera carrera de la categoría en 1937. Aquí junto a su acompañante Horacio Mariscal (archivo revista CORSA)
El día que debutó en el TC en la primera carrera de la categoría en 1937. Aquí junto a su acompañante Horacio Mariscal (archivo revista CORSA)

En 1947 logró el primero de sus cinco campeonatos de TC y repitió en 1948, 1953, 1954 y 1961, siendo el cuarto piloto con más títulos ganados en 82 años de la divisional. A su vez alcanzó seis subcampeonatos y es el cuarto en la tabla histórica de ganadores con un total de 43 victorias en 169 carreras (un triunfo cada cuatro competencias), detrás de su hermano Juan (56), Roberto José Mouras (50) y Juan María Traverso (46). El Aguilucho compitió entre 1937 y 1964 (23 temporadas). Los únicos pilotos en actividad que se acercan son Christian Ledesma y Mariano Werner, con 26 victorias cada uno.

Entre sus gloriosas temporadas de TC llegó un hecho que marcó su historia y la del deporte motor criollo. El 6 de febrero de 1949 fue el primer corredor argentino en ganarle a los europeos en lo que eran las competencias de Grand Prix, la precuela de la Fórmula 1 que nació al año siguiente. Fue conduciendo un Alfa Romeo 8C 308 en un circuito callejero en el Parque 3 de Febrero en Palermo y bajo una lluvia torrencial. “El destino final de ese glorioso Alfa Romeo 3,8 fue el Automóvil Club Argentino (ACA). Yo nunca pensé en venderlo, pero en un momento necesitaba el dinero y vinieron a comprármelo. Y como se trataba del ACA se los vendí en 85.000 pesos, pero resulta que el auto era para Fangio. Ellos lo compraron con un cheque del club, pero después se lo dieron a Juan y ahora lo tiene él en Balcarce todo desarmado. Fue una pena, pero yo necesitaba la plata”, contó en una nota en la Revista CORSA en 1980. Esa reliquia fue restaurada y hoy descansa en el museo del Quíntuple en Balcarce.

Sobre su histórica cupecita Ford negra y blanca de TC (archivo revista CORSA)
Sobre su histórica cupecita Ford negra y blanca de TC (archivo revista CORSA)

En la Máxima también tuvo su participación de forma oficial en lo que fue el primer Gran Premio de la República Argentina puntuable, corrido el 18 de enero de 1953 en el flamante Autódromo de Buenos Aires. Ese día el porteño a bordo de una Maserati fue quinto y sumó dos puntos. Ante 160.000 espectadores (récord histórico en el Autódromo) terminó detrás de varias figuras de la categoría en ese entonces como el ganador, el italiano Alberto Ascari (Ferrari), su compatriota Luigi Villoresi (Ferrari), el argentino José Froilán González (Maserati) y el inglés Mike Hawthorn (Ferrari). Juan Manuel Fangio (Maserati) abandonó por fallas en la transmisión.

A esa altura ya era conocido por su apodo del “Aguilucho”. “Me lo puso el periodista Pedro Fiore, en la Buenos Aires-Caracas (1948), cuando caí en un barranco en Ica, camino a Lima, dijo que ‘había volado como un aguilucho’”, explicó Oscar una vez. Se retiró a los 51 años, en la Vuelta de Junín el 18 de octubre de 1964 manejando un Ford Falcon con el que abandonó en el segundo giro por problemas mecánicos. “El factor principal de mi retiro fue la muerte de mi hermano Juan. Ahí mis amigos y mi familia y mis hijos me decían ‘no corras más, te va a pasar como a Juancito, te van a traer en un cajón a vos también’. Corrí un año más y luego dejé de correr”, aseguró Gálvez, quien tenía un buen vínculo con la terminal de General Pacheco y como en ese momento era director deportivo de la marca del Óvalo le pidieron si podía probar en carrera ese auto. En los años setenta en ocasiones fue asesor deportivo del equipo oficial que logró siete campeonatos consecutivos con Héctor Luis Gradassi (1972, 1974, 1975 y 1976), Nasif Moisés Estéfano (1973) y Juan María Traverso (1977 y 1978).

En tanto que Oscar también se destacó por ser un adelantado. Fue el pionero en nuestro país en usar casco y cinturón de seguridad. Lo propio en armar una jaula antivuelco y trabas en las puertas del coche. También fue el primero a nivel nacional en pintar una publicidad en su auto. Por caso, el día que le ganó a los europeos en Palermo su monoposto llevó el patrocinio de una conocida cerveza, dinero que le sirvió para pagar aquél Alfa Romeo por 35.000 pesos. Nunca perdió la pasión incluso después de dejar de correr como cuando puso un Falcon en marcha atrás, andando hacia adelante a 120 km/h.

En acción sobre el Alfa Romeo con el que le ganó a los europeos en Palermo en 1949. Nótese la publicidad en su monoposto (archivo revista CORSA)
En acción sobre el Alfa Romeo con el que le ganó a los europeos en Palermo en 1949. Nótese la publicidad en su monoposto (archivo revista CORSA)

Era muy apasionado cada vez que contaba sus historias las que recordaba con lujos de detalles a pesar de los años. Se mostraba muy alegre, extrovertido, con buen humor y carismático. Siempre se daba con el público y eso le brindó una gran popularidad. Junto a su hermano Juan consiguieron un global de 14 títulos en 15 temporadas entre 1947 y 1961.

Solo Rodolfo De Álzaga (Ford) se entrometió con su corona de 1959. Todos sus títulos fueron con Ford y por eso los hermanos Gálvez son los ídolos máximos de la marca en el TC. El domingo 12 de marzo de 1989, tarde, pero seguro, llegó el homenaje en vida que siempre se mereció: el autódromo de su ciudad y el más importante del país fue rebautizado con su nombre. Primero se hizo un acto oficial en la Legislatura Porteña. De ahí partió una caravana hacia el circuito capitalino encabezada por Oscar sobre su vieja cupecita Ford.

Oscar Gálvez era un experto en la mecánica (archivo revista CORSA)
Oscar Gálvez era un experto en la mecánica (archivo revista CORSA)

Allí fue recibido por el entonces Intendente, Facundo Suárez Lastra, quien formalizó el cambio de nombre. Debe haber sido la única vez en la historia que hubo 35.000 personas en el Autódromo sin una carrera de autos. Fueron invitados los propios Fangio y Froilán González, Carlos Alberto Reutemann y Luis Rubén Di Palma, entre otros. Fue un día de mucha emoción. A partir de 2005 se incluyó en la denominación del escenario a su hermano Juan, quien perdió la vida en un accidente en una carrera de TC en Olavarría el 3 de marzo de 1963.

Oscar Alfredo Gálvez irradiaba pasión por los fierros. Es uno de los responsables en hacer tan grande la historia del automovilismo argentino. Un fiel exponente de otra época, esos pilotos-mecánicos que sabían cómo preparar un auto para ganar antes y durante la carrera.

Un día su motor dijo basta, el 16 de diciembre de 1989, cuando falleció por un cáncer de páncreas en su casa de Palermo. Tenía 76 años. Fue el último vuelo del Aguilucho, aunque mucho tiempo antes ya había conseguido la inmortalidad en el corazón de todos los tuercas.

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