Carlos Salvador Bilardo jamás pasó inadvertido. Mediocampista de roce, con sentido táctico; entrenador obsesivo, capaz de estar en los detalles más insólitos; doctor, periodista; incluso actor. El “Narigón” ofreció mil facetas y protagonizó decenas de anécdotas que ilustran su personalidad inimitable. Aquí, un compendio de 10 historias que definen su leyenda, hoy retratada en la serie “Bilardo, el Doctor del fútbol” estrenada por HBO Max.
EXPERTO EN PINCHAZOS
El Estudiantes de Osvaldo Zubeldía marcó una época por tratarse de un equipo excelentemente estructurado, con personalidad y perfil ganador: obtuvo seis títulos, incluidos tres Copas Libertadores y una Intercontinental. Sin embargo, aquel equipo también fue discutido por sus artimañas. Y uno de los mitos que lo acompañó fue el empleo de alfileres en la marca cuerpo a cuerpo de los adversarios. Carlos Bilardo siempre fue señalado como uno de los cultores de la práctica.
"Vos te imaginás si llegabas a pinchar a una persona el trompazo que te daba. No se podía, te mataban", supo argumentar. "Había que inventar cualquier cosa. Como la del bidón (en el Mundial 90, frente a Brasil), que tampoco era cierta. Estudiantes no podía llegar siempre a las finales. Era un tema de rating, a Estudiantes no lo querían. Era el antifútbol", completó.
Sin embargo, en otras entrevistas "jugó" con el tema alfileres, dándole veracidad a su empleo. "En ese momento usaba, sí, porque no había Sida", señaló. Incluso, apeló al artilugio cuando protagonizó una publicidad, en la que aseguró que los pinchazos tenían la única intención de revisar el nivel de azúcar en sangre de los rivales…
ES GATOREI, SEÑORITA
Sucedió durante su último paso por el banco de suplentes, en Estudiantes, allá por 2004. En el banco de suplentes del estadio Monumental, antes del inicio del encuentro entre River y el "Pincha", Carlos Bilardo destapó una botella de, en apariencia, champagne. Se sirvió en una copa chic, brindó ante la cámara, se tomó un sorbo. "Voy a la cancha a divertirme. Los errores de Estudiantes los vamos a corregir con improvisación", dijo tras el partido, dejando en claro que el montaje servía como respuesta a las críticas de Hugo Orlando Gatti, un arquero que era habitué en las convocatorias de Menotti en la Selección, pero que con el "Doctor" dejó de tener oportunidades.
El episodio del "Gatorei" se transformó en leyenda
Pero el show business no tiene el mismo rigor científico que el pizarrón. Y la estrategia le provocó algunos problemas con la Justicia. En el entretiempo, tras haber observado la escena del champagne, intervino la fiscal de Instrucción N° 11, Claudio Barcia, entendiendo que la botella contenía una bebida alcohólica, prohibida en un sitio donde se desarrolla un espectáculo deportivo.
Fue allí donde Bilardo pronunció la frase ya mítica: "No tiene bebida alcohólica, señorita, tiene Gatorei. Se equivocó señorita, dígale, el señor Bilardo dice que tiene Gatorei. No hay bebida alcohólica. Hay que ir a probarla". Héctor Baldassi, árbitro del partido, intentaba calmarlo, pero el "Narigón" ya estaba con la temperatura al máximo.
Mientras su plantel reponía energías en el vestuario, Bilardo mantenía la guardia alta al costado del campo de juego, intentando explicar que para su travesura sólo había utilizado la bebida isotónica. "Entregaría la botella con un precinto, porque no sé si no le van a poner algo adentro. Tengo que buscar un perito químico porque dentro de tres días abrirán la botella. Van a encontrar Gatorei con agua. Tengo 50 años de fútbol y piensan que voy a llevar alcohol a una cancha", siguió diciendo, indignado, mientras forcejeaba con autoridades, la policía y todo aquel que se le acercara.
La furia no lo sacó del todo del partido: en medio de los tironeos, decidió un cambio e hizo ingresar a Mariano Pavone por Rafael Maceratesi. Nada pudo hacer para torcer el resultado: River superó 3-0 a Estudiantes, con goles de Fernando Cavenaghi -2- y Marcelo Salas.
La chapa final no le hizo modificar a Bilardo la ironía. Prometió, ante los medios, destapar otro champagne en la concentración. Aunque, conociéndose el impacto de las derrotas en su ánimo, difícilmente le haya quitado el corcho a una botella.
CON “BARRA” PROPIA
Lo contó en su libro, "Doctor y campeón". En 1968, Bilardo fue invitado al programa Polémica en el Fútbol, y entre los periodistas y la gente de la tribuna – que según cuenta el "Narigón" estaba arreglada- lo criticaron duramente. En 1969 lo volvieron a invitar, pero fue preparado: llevó 20 amigos a la grada para que lo defendieran. La historia no terminó en paz: se generó una gresca con piñas y sillas volando por el aire. Muchos años después regresó como entrenador de la Selección… y llevó 60 acompañantes.
LOS MANIQUÍES TIENEN “VIDA”
El "Doctor", que fue precandidato a presidente, puso en práctica un infalible sistema de seguridad hogareña, al mejor estilo "Mi pobre angelito". Una idea que debió haber patentado y que narró en un programa de TV hace 15 años. "Cuando vivíamos en casa siempre se dejaban luces prendidas, con algún muñeco al lado de la ventana, para que hiciera sombrita y afuera pensaran que había gente despierta. Iba hasta Once y compraba maniqíes, los vestía un poco, los ponía sentaditos. Entonces la gente ve y dispara o por lo menos espera si quiere robar. Y hay que poner siempre la radio, que se escuche… Si no te limpian la casa…", hizo pública su peculiar estrategia.
LA PATRIA, HASTA EN EL CALZADO
–Geleri, Geleri, ¿en qué selección querés jugar, decime, en qué selección?
-¿Cómo, Carlos?
-Lo que escuchaste, ¿en qué selección querés jugar?
-En Argentina, Carlos
-¿Y por qué tenés la bandera de Brasil? No puede ser. De Argentina o de Brasil
-Pero, Carlos, son así las ojotas, es la marca
-Pero tenés que elegir, tenés que elegir, tapala, tapala
Geleri (que no es otro que Marcos Angeleri) se encontró con el planteo cuando paseaba por el Balneario 12, en un alto de la pretemporada de Estudiantes, en el verano de 2004. Un Carlos Bilardo embadurnado en protector solar (al punto que los jugadores, por lo bajo, lo bautizaron como "el guasón") le recriminó al defensor, uno de sus protegidos en su gestión, la falta de apego a la patria de su calzado. Resignado, Angeleri se retiró a los vestuarios del lugar y volvió la playa con un trozo de cinta tapando la banderita brasileña que adorna las ojotas de la afamada marca.
CON PERFUME DE MUJER
Durante la etapa de entrenamiento que la Selección desarrolló en Tilcara para adaptarse a la altura en la previa al Mundial de México ‘86, los jugadores fueron invitados a una fiesta de agasajo. Y no habían tenido mucho espacio para el esparcimiento, por lo que el “Doctor” les dio permiso hasta la una de la madrugada para poder participar. Pero no se quedó esperándolos de brazos cruzados. Para asegurarse de que todo estuviera bien se disfrazó de mujer coya con una pollera negra, alpargatas y un sombrero típico. Apareció en el lugar y bailó en la pista con los futbolistas. “Estábamos con Ruggeri en la barra y lo vemos venir a Bilardo vestido de colla. No podíamos creerlo. Nos preguntó qué estábamos tomando. Le dije gaseosa y nos autorizó a quedarnos dos horas más”, reveló el “Checho” Batista.
LAS HAMBURGUESAS NO SE MANCHAN
Bilardo siempre aceptó ser cabulero. Y en México 86 los ritos se exacerbaron. 48 horas antes del debut en el Mundial ante Corea del Sur, un grupo de jugadores ocupó su momento de ocio para recorrer un centro comercial del DF. Y saliéndose de la rutina, se sentaron a comer hamburguesas y gaseosas, pero los vio el doctor Raúl Madero y los reprendió. Hasta que apareció Bilardo… La anécdota está en "Argentina-Inglaterra, el partido", de Andrés Burgo.
"Dejalos", ordenó el entrenador, que se sentó junto a ellos y pidió su hamburguesa. Pues bien, Argentina ganó. Y la escena debió repetirse dos días antes de cada encuentro. Y Bilardo le fue agregando condimentos. "Teníamos que invitar a sentarse a nuestra mesa a tres mujeres que pasaran juntas. Poco antes del final del torneo llegaron nuestras esposas y Bilardo enloqueció. Les pedía que se fueran, que él les daba plata para que se compraran cosas, pero que no se sentaran en la mesa con nosotros", detalló el "Tata" Brown.
¿UN MUNDIAL? NADA PARA FESTEJAR
Bilardo no celebró el título Mundial. Ni siquiera atesoró la medalla de campeón. ¿Por qué? Su obsesión por el detalle. El 3-2 frente a Alemania, después de que Argentina estuviera en ventaja, fue demasiado para su ánimo perfeccionista. Sobre todo, por cómo llegaron las conquistas de los germanos. "No, no festejé nada. Dos goles de córner. No tengo medallas. No tengo foto con la Copa. Como jugador, venía practicando la pelota parada desde 1968. Y que te hagan un gol así después de uno, dos, tres años entrenando y mirando videos. Por eso no tengo medalla. Me la saqué. Estaba mal", recordó a la distancia.
EL PIZARRÓN MENOS PENSADO
La historia, en la voz de Olarticoechea
Previa del Mundial de 1986: Carlos Bilardo necesitaba convencer a Jorge Olarticoechea de que regresara a la Selección, de la que se había marchado distanciado del DT. Entonces, le pidió reunirse tras un partido de Boca. El "Vasco" le advirtió que se marchaba con su familia a su Saladillo natal, pero el "Narigón" no se amilanó ante la negativa. Puso un punto de encuentro en la Autopista 25 de Mayo. "Encontró un ladrillo, fue a una pared en una casa y dibujó la charla técnica. Me explicó que quería que volviera a la Selección como marcador volante, la gente que pasaba lo miraba a Bilardo haciendo rayas en la pared. No lo podían creer", recordó con una sonrisa.
"En su momento me enojé con él, pero después volví. Siempre fue con mucho respeto de los dos lados, no nos quedaron resabios. Bilardo fue muy especial para nosotros, a pesar de que nos hacía correr mucho y entrenar cuando no estábamos acostumbrados", completó.
EL CONTROL REMOTO DE DIOS
En 2005, el "Doctor" incursionó en la actuación: fue el protagonista del programa "Lo de Bilardo", un programa que transmitía América los domingos a mediodía, de estilo costumbrista. Junto al DT participaban Rodolfo Ranni, Mariano Iudica, el "Bicho" Gómez y Sabrina Rojas, entre otros.
Claro que, aunque no se tratara del ámbito del fútbol, el entrenador no pudo despojarse de su obsesión por ganar. Por eso, apeló a su ingenio y encontró un método para "ayudar" al programa a que creciera en el rating: compró un pack de controles remotos y, a bordo de un automóvil, a la hora del programa recorría bares y restaurantes. Y desde la puerta o cuando los mozos se distraían, si la TV del lugar no estaba en América, "mágicamente" el canal se cambiaba. El "Narigón", en su máxima expresión.
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