La historia de Lionel Scaloni: la causa de su temor a los aviones, dónde nació su fama de derribar “gigantes” y el técnico que lo tuvo a maltraer

El entrenador que llevó a la Argentina a la final de la Copa América surgió de Newell’s, pero se hizo fuerte en Europa. La sombra de su hermano y la relación con un DT que lo marcó

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Scaloni, de 43 años, hizo
Scaloni, de 43 años, hizo base en Mallorca junto a su familia (REUTERS/Rodolfo Buhrer)

Son las doce de la noche en Madrid y el estadio Santiago Bernabeu está casi vacío. Apenas si se escuchan los pocos gritos de los fanáticos del Deportivo La Coruña que quedan, agitando sus banderas. Le acaban de ganar nada menos que al Real Madrid por la final de la Copa del Rey justo en el año del Centenario del club y ya casi todos los jugadores del equipo gallego desfilaron por las cámaras de TVE, el canal estatal español, que ya no sabe cómo seguir rellenando un espacio inicialmente pensado para los Merengues. Todos, aún con sus camisetas salidas o cambiadas con sus rivales, habían destacado lo que significaba ganar allí, cuando por fin, apenas con un slip, en cuero y descalzo, fue localizado Lionel Scaloni, quien al ser preguntado por el significado del triunfo sólo gritó “¡¡¡les cagamos la fiesta, les cagamos la fiesta!!!”.

Así fue siempre Scaloni. Pura energía, una electricidad que lo necesita en movimiento constante, si no es pensando, o maquinando alguna broma, es yendo de un lado al otro, durmiendo muy pocas horas, “cuatro o cinco”. Familiero, casado con Elisa, tiene dos hijos, Ian y Noah, y además del fútbol, tiene campos en Pujato, donde cultiva maíz, trigo y soja.

No es casual que Scaloni pareciera un jugador más, a sus 40 años (16 de mayo de 1978, apenas un poco más de un mes antes que Juan Román Riquelme, uno de sus compañeros de aquella selección argentina que ganara el Mundial sub-20 en Malasia en 1997) durante el pasado Mundial de Rusia, cuando fue parte integrante del cuerpo técnico de Jorge Sampaoli. Tampoco que llegara a ser capitán de un gran equipo del Deportivo La Coruña que marcó una época en los primeros años de este siglo bajo la dirección técnica del "vasco" Javier Irureta y ganara una Liga Española (1999/2000), una Copa del Rey y una Supercopa de España (ambas en 2002), una vez que se fueron dos referentes como el brasileño Mauro Silva y el talentoso Fran.

Scaloni, junto a su hermano Mauro, dos años mayor que él, dio sus primeros pasos en el Club Sportivo Matienzo de Pujato, a 33 kilómetros de Rosario, hasta que su padre, Ángel –"capaz de hacer cualquier cosa por sus hijos", según definen los que lo conocen-, quien los entrenó allí y muy respetado por su duro carácter que sin dudas influyó en su personalidad, los colocó primero en Newell's Old Boys en 1994 y no tuvo empacho en volver a llevárselos, con apenas 12 partidos jugados, a Estudiantes de La Plata en 1996.

Lionel quería jugar más adelante en la cancha, pero el director técnico de ese momento en Newell's, Raúl Donsanti, decidió colocarlo como lateral derecho y entonces al poco tiempo ya estaban los dos hermanos en La Plata, pero luego de ganar el Mundial Sub 20 de Malasia con José Pekerman como entrenador, fueron transferidos a Deportivo La Coruña. Su hermano Mauro fue al equipo B.

Scaloni jugó en el Lazio,
Scaloni jugó en el Lazio, luego de una mala experiencia en el Racing de Santander.

La historia de su hermano merece una mención aparte, porque fue su sombra. Construyó una carrera sin jugar un minuto en Primera, siguiéndolo en cada paso. Tras el Mundial 2006, cuando Lionel se marhó al West Ham United y luego a Racing de Santander, Mauro ya no pudo seguir sus huellas. Hoy es su fan N° 1. La familia cultiva maíz, trigo y soja en sus campos en Pujato, donde todo empezó. Y allí también está el hermano mayor, poniendo el hombro desde el perfil bajo. O, desde el detrás de escena, apoyando a su hermano en redes sociales, dándole like o RT a las publicaciones elogiosas.

Volviendo al Gringo, en el Depor comenzaría una carrera de 17 años en el fútbol europeo, aunque su debut del 4 de enero de 1998 ante el Sporting de Gijón no podía haber sido peor. Sus expectativas eran grandes pero a los tres minutos de su ingreso por el lateral derecho Armando, tuvo que salir porque expulsaron al arquero camerunés Songo’o y el entrenador José Manuel Corral hizo ingresar al arquero suplente, Rufai en su lugar…

La bronca de Scaloni fue doble porque además del escasísimo tiempo del debut, se equivocaron y en el dorsal de su camiseta decía "Leo Scaloni" en vez de "Lío"

Sin ser un jugador indiscutido técnicamente, Scaloni se fue ganando un lugar en el vestuario, especialmente cuando llegó Irureta como director técnico, que armó un equipo sólido con un arquero como José Francisco Molina (ex compañero de Diego Simeone en el Atlético Madrid del "doblete" 1995/96), Mauro Silva,. Víctor Sánchez, Juan Carlos Valerón, Fran, Diego Tristán o su compatriota y también ex Newell's, Aldo Duscher.

Cuando el "Superdepor" ganó la Liga Española en 2000 los festejos fueron impresionantes en La Coruña, y en especial, en la Plaza de María Pita, la Plaza Mayor de la ciudad, y allí, con los jugadores presentes en el balcón y teñido de rubio, apareció otra vez el Scaloni juerguista para imponer el clásico de "La Mosca" "Yo te quiero dar", que acabó siendo el hit del verano.

El Deportivo jugó entonces la Champions League 2000/2001 y en el debut ante el Hamburgo, con el triunfo 2-1, Scaloni marcó el gol definitivo, cerrando los ojos y dándole a la pelota con alma y vida. Por aquel tiempo, Scaloni no era capitán en el equipo pero sí líder del vestuario, y era querido, respetado, aunque técnicamente nunca lograra consolidarse en el once titular, aunque desde el Mundial sub-20 ganado con la selección argentina en Malasia había vuelto con un trauma: su miedo a volar tras padecer un aterrizaje forzoso. Así es que en los viajes con la delegación del Deportivo por España, solía ir en la ida con sus compañeros por una cuestión de tiempos y físico, pero al regreso, lo hacía con su padre en un Alfa Romeo ya sean los mil kilómetros a Barcelona, o los seiscientos a Madrid.

En 2006 todo parecía perfecto. Iba a ser parte del Mundial con la selección argentina en Alemania 2006 (aunque sólo jugó ante México por octavos de final) y ya había ganado con el Depor la Liga, la Supercopa de España y especialmente la Copa del Rey del "Centenariazo" en el Bernabeu ante aquel Real Madrid de los Zidane, Figo, Roberto Carlos, Makelele, Hierro o Raúl, cuando, repentinamente, todo se vino abajo.

Conocía la versión de que el nuevo entrenador del Depor, Joaquín Caparrós, no tenía muchas simpatías por los jugadores argentinos. Y la primera sorpresa fue cuando en enero de 2006 llegó Pekerman para verlos a él y a Duscher en un partido en Valencia, pensando en el Mundial de mitad de año, y el DT ni siquiera los puso. Scaloni prefirió entonces irse a préstamo al West Ham, justo medio año antes de que llegaran Carlos Tevez y Javier Mascherano desde el Corinthians, para poder jugar y mostrarse, pero siempre le quedó el resquemor con Caparrós, al que no duda en señalar como “vende humo” en cuanta entrevista le hacen en los medios españoles y del que sostiene que “le hizo mucho mal al Depor y desarmó un equipo que costó años armar” (Duscher, el otro argentino, fue desplazado luego del cuarto entrenamiento porque para el entrenador estaba “excedido de peso”, según contó).

“Yo había quedado como capitán porque Mauro Silva y Fran se habían retirado, y hablaba seguido con Caparrós y él vino con una idea diferente, hasta para cómo ocupar las habitaciones en los hoteles, y discutíamos mucho, y luego para las cámaras te abrazaba. Chocamos mucho y yo me fui, no por la puerta de atrás sino de costado, con la gente preguntándome cuándo volvía al club”, le contó al popular programa televisivo español “Punto Pelota”.

Con Di María, Messi y
Con Di María, Messi y Mascherano en Rusia, tras el triunfo ante Nigeria. Scaloni formó parte del equipo técnico de Sampaoli.

Acaso pensando en que tras medio año sin encontrarse ni chocar, la situación podía haber sido distinta, Scaloni decidió regresar al Deportivo tras el Mundial 2006, y nomás al verlo, Caparrós decidió suspender el entrenamiento ("No sé por qué el entrenador cortó la práctica, porque es un hermoso día", ironizó el argentino pocos minutos más tarde, con la prensa). La situación seguía siendo la misma, o peor, al punto de que Scaloni se marchó del Depor un año antes de terminar su contrato "cuando el presidente Augusto Lendoiro no perdía nunca un euro en una transacción y yo venía de jugar un Mundial y me dejaron ir cobrando todo el año sin jugar", recuerda.

Allí entonces emigró al Racing de Santander que dirigía Miguel Angel Portugal, pero bastó que fuera reemplazado por Marcelino Toral (actual entrenador del Valencia) para que fuera el primer descarte del equipo, y se marchó al Lazio, y tras la temporada 2008/09 en el Mallorca, regresó a Italia para volver al Lazio y finalizar en el Atalanta en 2015.

Mallorca lo cautivó tanto que una vez que abandonó el fútbol, regresó allí para trabajar en las divisiones inferiores del club, una vez que se recibió de director técnico, y llegó a la selección como colaborador de Jorge Sampaoli, con quien llegó a formar parte del cuerpo técnico del Sevilla.

Si bien gusta de la presión alta y del ataque, no es casual que le guste el fútbol directo cuando sus equipos recuperan la pelota, porque se considera así mismo un tipo que no anda con vueltas. Cuando regresa sobre Caparrós, aquel DT que lo tuvo a maltraer como entrenador del Deportivo y que es el actual director deportivo del Sevilla, dice que “él habla bien pero es de chicanear, le gustan las curvas. Yo, en cambio, hablo bien como él pero soy recto, voy derecho, de frente”.

Eso lo llevó, por caso, a ponerse al frente de una renovación en la Selección que lo depositó en la final de la Copa América. Con el reconocimiento a la propuesta y las críticas a cuestas por su propensión a retroceder después de ponerse en ventaja y su inexperiencia en el banco, que aflora en algunos momentos clave. Enfrente tendrá un coloso como Brasil, en su casa. Pero el Gringo ya sabe lo que es derribar a un gigante. Puede dar fe de ello el Real Madrid. quién sabe, tal vez se escuche en el Maracaná su voz gritando “¡les cagamos la fiesta!”.

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