La lucha contra la droga y su amor por el box: intimidades de la amistad de Maradona con Uby Sacco y el Karateca Medina

El astro del fútbol vivió el infierno de la droga, pero intentó -y falló- llevar a Sacco a Nápoles con una sola intención: que se recupere de su adicción a la cocaína. Cómo fueron los días en que le dio alojamiento a Medina en Nápoles, un boxeador que terminó preso por robo

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Aquella noche de verano de 1994, el cuidacoches de la parrilla Trenque Lauquen, en Mar del Plata, vio que un Mercedes Benz que estaba por estacionar le tocaba bocina con insistencia. Eran las diez de la noche.

-Troesma, ¿lo conocés a Uby?

Cuando el hombre, apodado “Tato” y muy querido por los vecinos, vio que el conductor era Diego Armando Maradona, se quedó sin palabras.

-¿Sos mudo, monstruo?

-Firmame un autógrafo, ¿puede ser?

-Dale y vos decime cómo ubicar a Uby.

-Es fácil. Vive en la esquina. Si hasta le compro los cigarrillos.

Diego estampó su firma en el brazo del cuidacoches, le dio una propina generosa, y a cambio tuvo lo que buscaba.

El cuidacoches caminó media cuadra y tocó timbre en un chalet. Atendió Marcelo Sacco, el hermano de Ubaldo Néstor Sacco, acaso uno de los mejores boxeadores de la historia, campeón mundial welter junior en 1985.

-¿Está el Uby? Lo busca Maradona. Está en la parrilla.

Marcelo, un emblema del heavy metal marplatense, fue a despertar a Uby. Llevaba dos días durmiendo.

Diego Maradona, Uby Sacco y
Diego Maradona, Uby Sacco y los "galancitos" en una temporada en Mar del Plata

“Mi hermano venía de cinco días de caravana, lo desperté. Me dijo que le abriera la ducha y a los diez minutos estaba empilchado. Lo miré con la intención de acompañarlo, aunque sea para tener una foto con el Diego, pero me miró como diciendo: ‘Ni lo sueñes’. Diego había venido de gira con Newell’s, eso era un viernes y el partido se jugaba al otro día. Pero ni Diego ni mi hermano aparecieron”, cuenta Marcelo Sacco.

El amistoso del equipo rosarino debía jugarse el 26 de enero en el estado José María Minella, pero Diego no asistió. Fue su final en ese equipo.

Nadie supo qué ocurrió en esas horas después de que él, Uby y otras personas se reunieran a comer asado. Formará parte del misterio.

Lo que reflejó esa noche era la amistad que el mejor futbolista de todos los tiempos, que murió el 25 de noviembre a los 60 años, tenía con Uby. Además de que se admiraban el uno al otro, llegaron a cruzarse en una cancha de fútbol. En los 80, los “galancitos”; integrados por Carlos Calvo, Ricardo Darín y Darío Grandinetti, entre otros, hacía “pretemporada” en el club Atlético Mar del Plata, la institución donde se forjó Uby.

La leyenda, confirmado por allegados de Diego y de Uby, refiere que el boxeador -que se destacaba en varios deportes, desde el tenis hasta el fútbol, el bowling y el básquetbol- le hizo un caño a Diego.

Eso no fue todo. Enojado, el Diez buscó revancha y por partida doble: le hizo dos caños a Uby.”Los 50 minutos que quedaban de partido, el Diego lo hizo revolcar a Uby por todos lados. No se la perdonó. Mi hermano quedó muy caliente. No le gustaba perder a nada”, recuerda Marcelo.

Los dos brillaron en sus deportes. A Uby le llegó la consagración mundial un año antes que a Diego: el 21 de julio de 1985 derrotó a Gene Hatcher por nocaut técnico en el noveno round. Maradona quiso estar en el casino Campione D’Italia, pero no pudo.

Pero en la primera defensa que hizo Uby del título, ante el napolitano Patrizio Oliva, Diego fue clave en la etapa previa de ese combate. “Diego me pidió que le mandara los videos de Oliva a su amigo Uby, y yo cumplí”, recuerda Guillermo Coppola ante Infobae.

Uby recibió los videos, los vio con su padre y entrenador Ubaldo Francisco y su amigo, el periodista Vicente Cholo Ciano. Su padre le dio indicaciones, pero Uby le dijo a un amigo por lo bajo: “Es un rival accesible. Yo voy a hacer siempre la mía. Nunca salgo a esperar”.

Pero el 15 de marzo de 1986, en Montecarlo, lo que subió al ring para enfrentar a Oliva no fue Uby, sino su fantasma. Entre su padre y Tito Lectoure -que llegó a proponer que no subiera al ring- abanicaban al campeón y hasta lo sostenían en su rincón para que pudiera levantarse.

Ganó Oliva por puntos en 15 rounds. Diego se comunicó con Uby antes y después de la pelea. Y tuvo un gesto que Uby no aceptó: lo invitó a Napoles para hacer una especie de pretemporada. O para que diera clases. La cuestión era salvarlo de su destino.

Diego junto a Carlín Calvo
Diego junto a Carlín Calvo en uno de los tantos partidos que organizaba con los jóvenes actores y donde también jugó Uby

A Uby la desgracia también le llegó antes. Murió el 28 de mayo de 1997 y Diego tuvo el gesto ese año de dedicarle un gol de penal que convirtió para Boca, aunque Uby era fanático de Independiente.

“Al tiempo vino Boca a Mar del Plata -recuerda Marcelo- y con mi viejo quisimos saludarlo por esa dedicatoria a Uby. Lo recibió sólo a él. Mi viejo no paraba de llorar. Yo habia llevado dos camisetas de mi ex cuñado. Una de Boca y otra de Abbondanzieri. El Diego me las firmó entre cientos de flashes. Me temblaban las piernas. Antes de irme, le pregunté: ´Diego, ¿cómo hacés para aguantar esto?’. El me respondió: ‘¿Nunca le preguntaste a Uby?’ Me dio un beso y me dijo al oído: ’Cuidá a los viejos que es lo único que vale la pena’. Nunca me lo olvido”.

Los hijos de Uby, Lorena y Sebastián, preparan un libro sobre los manuscritos que dejó su padre. El prólogo es de Diego. En ese escrito, que Infobae anticipa en exclusiva, entre otras cosas, dice: “Mi amigo Uby técnica y un corazón impresionante. Me identificaba con él porque no le teníamos miedo a nada y ninguno de los que se nos pusiera enfrente podía pararnos”.

En la primera conferencia que dio como entrenador de Gimnasia de la Plata, Diego pidió que su equipo jugara como Uby Sacco o Gustavo Ballas, otro ex campeón mundial que tuvo problemas con el delito y las drogas. Los dos eran técnicos y audaces.

El final de Uby fue triste. Terminó internado en estado terminal. Poco antes de su muerte había llorado por la vida desperdiciada en la cocaína. “Uby sabía que estaba llorando su propia muerte”, escribió en Infobae el gran Ernesto Cherquis Bialo, que conocía tanto a Diego como a Uby.

A Uby le llegó la
A Uby le llegó la consagración mundial un año antes que a Diego: el 21 de julio de 1985 derrotó a Gene Hatcher por nocaut técnico en el noveno round. Maradona quiso estar en el casino Campione D’Italia, pero no pudo.

Un argentino en la puerta de Dios

Otro boxeador que estuvo cerca de Diego fue Jorge “Karateca” Medina. Su regreso triunfal al boxeo fue en la velada en Mar del Plata en la que Roberto “Mano de Piedra” Durán perdió ante el local Omar “El Príncipe” González. Ese 6 de marzo de 1999, Medina venció por puntos a Héctor Moyano. Su fama había aumentado por su participación estelar en el videoclip “Sin cadenas”, de Los Pericos. Medina había pasado por la cárcel por robar a mano armada.

En Mar del Plata, Durán y Medina, que fue su sparring, fueron al cementerio a llevarle flores a Uby Sacco. Por entonces, Durán dijo una frase que hoy resuena por el final de Diego. “Me gustaría morirme solo y en mi cama”, le respondió al periodista Santiago Fioriti.

“Con Diego lo queríamos mucho”, cuenta Karateca, de 62 años, a Infobae.

Encargado un gimnasio que lleva su nombre en Martínez, dice que está dolido por la muerte de Maradona, que aún no cayó, que lamenta que no pudo acercarse lo últimos años. A diferencia de Uby, Medina tuvo la oportunidad de acompañar a Diego más de dos meses en 1984, poco tiempo después del impactante arribo del volante de la Selección Nacional al Napoli y el furor que causó su presentación en el Estadio San Paolo, hoy rebautizado Diego Armando Maradona.

Ese año, Medina -campeónn panamericano en 1975 y 1976 y del torneo Félix Daniel Frascara en el Luna Park- había ido a probar suerte a Roma. Pero un promotor no le consiguió ninguna pelea. Se la pasaba entrenando, guanteando, pero sin un rumbo definido. Decidió viajar a Génova, donde fue a un gimnasio. Tampoco tuvo suerte.

Se le ocurrió que podía ir a Nápoles para ver a Diego, se conocían pero hacía diez años que no se veían. Tenían una gran relación. No perdía nada.

Se presentó en el Hotel Excelsior, donde vivían Diego y Claudia. La puerta estaba estaba llena de tifossi. El Karateca, cara ruda, mirada aindiada, manos grandes, se hizo paso y llegó hasta los custodios.

-Busco a Maradona.

Los hombres le dijeron que era imposible llegar a él.

Al boxeador se le ocurrió buscar una foto suya en la mochila y le escribió un mensaje. “Diego, soy el Karateca Medina. Estoy en la puerta y no me dejan pasar”.

Jorge “Karateca” Medina fue otro
Jorge “Karateca” Medina fue otro boxeador que estuvo cerca de Diego (Facebook)

A los quince minutos, se acercó Diego y lo hizo pasar.

Es como si al mirarse, los dos hubiesen encontrado en el otro lo que fueron de niños. Diego, nacido en villa Fiorito, comiendo salteado. Medina y la pobreza que vivió en su infancia en Don Torcuato. Escapó de su casa: su madre le daba sartenazos en el cuerpo y su padre le pegaba. “Ahí me hice boxeador”, dice.

-¿Qué hubiese ocurrido si no lograba entrar en ese hotel?

-Iba a seguir yirando. Yo soy un busca. Desde pibito. No iba a delinquir, eso pasó años después y lo pagué con la cárcel. Pero el Diego me recibió como si el tiempo no hubiese pasado.

-¿Cuánto tiempo estuvo con él?

-Dos meses en los que no nos separamos. Me pagó una habitación, todo. Y tuve el honor de ver su debut en el Napoli. Fue muy generoso conmigo.

-¿De dónde se conocían?

-En los setenta él iba al Luna y muchas veces peleaba yo. Y pegamos amistad.

-¿Qué hizo usted en Napoli?

-Vida sana, como él. Al comienzo él era un relojito. Yo entrenaba en un gimnasio donde estaban Patrizio Oliva y otros boxindangas de Italia.

Los recortes que guarda como
Los recortes que guarda como tesoro en la pared de su gimnasio

-Se dice que Diego le dio una mano a muchos deportistas argentinos.

-Años después quiso llevarse a Uby para ayudarlo a salir de las drogas. A mí me ayudó también. No entrenaba boxeo, pero siempre fue un deporte que le fascinó. Hay cosas que no puedo contar porque quedan en la intimidad de Diego, pero puedo decir que me salvó la vida y la de otros deportistas argentinos que le pedían una mano y él respondía.

El destacado periodista Bruno Passarelli, que vio en Europa vio pelear a Uby y jugar a Diego como corresponsal de El Gráfico, recuerda en su web (futbolfierrosytangos.wordpress.com) una de las última frases de Diego sobre la droga. “Ni se le acerquen, cuando yo tomaba falopa era un zombie”.

“No me queda sino adherir con sincera emoción al que, a mi juicio, puede representar el más importante y convincente mensaje que Maradona, como testamento personal, a esos jóvenes pudo dejarles. Creía profundamente en Dios, al que llamaba de manera confidencial ‘El Barba’. Que bajo su manto protector descanse en paz”.

-Era así -dice Medina- Diego si veía que estábamos mal, y él estaba mejor de su adicción, te daba una mano.

-¿Cómo era estar al lado de Maradona en esa época?

-A cada paso que daba había un terremoto. No lo dejaban caminar. Yo desayunaba con él. A veces hacíamos footing. Él estaba concentrado. ¿Cuento una? Para salir a calle con Claudia a veces se disfrazaba. Peluca o gorra. Un día me lo cruzo, y le digo: ‘¿Diego?’. Y me dice: ‘Si, boludo, no hagas carpa’. Y caminamos por una plaza y nadie se dio cuenta. Al final me volví a la Argentina porque allá tampoco me salían peleas.

Una foto que guarda el
Una foto que guarda el boxeador con afecto

-¿Cuándo se reencontraron?

-Años después, en Buenos Aires. Él estaba retirado. Fuimos a un boliche y se armó bardo con Monzón. Siempre me llevé mal con él.

-¿Por qué?

-En el Luna me tomaba el pelo. Me boludeaba. Un día se me puso en guardia. No sé por qué me tenía bronca. Una noche, entrando a un boliche muy famoso con Diego, veo que está Monzón en una mesa. Me insultó y me le fui al humo. Agarré una botella de champán y estuve a punto de partirle la cabeza. Obvio que en el mano a mano ganaba él. Al final Diego decidió que nos rajáramos de ahí. No cuento otras cosas porque no corresponde.

Diego y Medina no volvieron a verse.

En su gimnasio, Karateca colgó dos tesoros que conserva de esa amistad: la camiseta argentina firmada por Diego y sus compañeros. Y una imagen autografiada de Diego con la camiseta del Napoli. Cada tanto, cuando el reloj marca el minuto de descanso de sus pupilos, mira las fotos y sus ojos achinados se humedecen.

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