Diego Armando Maradona, el mejor futbolista de todos los tiempos, murió este miércoles a los 60 años en una casa del barrio privado San Andrés donde se recuperaba de una operación reciente de un hematoma subdural.
Allegados al DT de Gimnasia y Esgrima de La Plata confirmaron que Maradona se descompensó este mediodía y que ni la enfermera que lo acompañaba las 24 horas ni un médico que en ese momento se encontraba en la vivienda pudieron reanimarlo.
Los profesionales pidieron rápidamente asistencia: llegaron varias ambulancias al domicilio, pero no pudieron hacer nada. La noticia generó una fuerte repercusión mundial.
Para muchos, aun con polémicas alrededor de su figura y algunas de sus acciones, Diego Maradona es el máximo futbolista de todos los tiempos, el autor del mejor gol de la historia de los Mundiales, y considerado para la FIFA como “Jugador del siglo” con el 53,6% de los votos en una elección hecha en su web oficial.
Su figura es tan venerada en todo el mundo que hasta cuenta con una Iglesia Maradoniana, que festeja la “Navidad” cada 30 de octubre, día de su nacimiento en 1960, y es considerado un semidiós en Nápoles, club en el que salió campeón cuatro veces (dos Scudettos, una Supercopa italiana y una Copa UEFA), algo que ni antes ni después de él volvió a conseguir. Fue campeón mundial con la selección argentina en 1986, brillando como pocas veces lo consiguió ningún jugador, finalista en 1990 y campeón mundial juvenil en 1979. También fue director técnico de la selección argentina entre noviembre de 2008 y julio de 2010, cuando fue eliminado por Alemania en el Mundial de Sudáfrica (4-0). Tiene el récord de haber sido cinco veces máximo goleador del torneo oficial argentino.
Nació en el Policlínico de Lanús y su infancia transcurrió en un hogar muy pobre de Villa Fiorito, aunque su familia era originaria de Esquina, Corrientes (“con los años entendí por qué a mi mamá le dolía la panza, es que nos daba todo lo que tenía para comer a nosotros”, pudo reconocer). Fue el primer varón y quinto hijo del matrimonio entre Diego Maradona y Dalma Salvadora Franco (“Don Diego” y “Doña Tota”). Luego tuvo otros dos hermanos, también futbolistas, Raúl (“Lalo”) y Hugo (“Turquito”). Comenzó a jugar al fútbol en un potrero llamado “Las Siete Canchitas” e integraba el equipo infantil “Estrella Roja”, junto a “Goyo” Carrizo –del que se decía que era un crack de su misma estatura pero que se malogró–, quien convenció a Francisco Cornejo, un ojeador de futuras figuras, para que lo viera jugar. “Los Cebollitas” fue un equipo creado por Cornejo para disputar los Juegos Nacionales Evita de 1973 y 1974. Este equipo en realidad era de las inferiores de Argentinos Juniors, a donde Maradona había ido a probarse en 1969 y ganó el torneo y el de la octava división.
Permaneció con Cornejo hasta los 14 años, cuando Argentinos Juniors lo pudo fichar en la AFA. Ese equipo permaneció invicto por 136 partidos y ya desde chico deleitaba a los hinchas en La Paternal porque hacía jueguito en los entretiempos –en aquella época se los llamaba “Fulvipibes”– y hasta le gritaban “que se quede, que se quede” cuando se reanudaba juego. Era tal su habilidad que fue convocado por el conductor “Pipo” Mancera para el popular programa de TV Sábados Circulares en donde dijo algo premonitorio que todos los documentales repiten: “Mi primer sueño es jugar en Primera y el segundo es salir campeón”.
El 28 de septiembre de 1971, le realizaron la primera entrevista. “Es zurdo pero sabe usar la derecha. Diego Caradona (sic), diez años, se ganó calurosos aplausos en el entretiempo de Argentinos Juniors e Independiente, haciendo gala de una rara habilidad para el ‘jueguito’ con el empeine y hasta con chanfle. Con una camiseta que le queda un poco holgada y el flequillo que no lo deja ver, Dieguito parece escapado de cualquier baldío porteño ‘de los de antes’. La duerme, la levanta con doble pisada y tiene todo el porte del jugador nato. No parece un pibe de hoy, pero lo es: y con ese amor tan argentino por la pelota, nuestro fútbol nunca dejará de nutrirse de grandes jugadores”. El artículo de Clarín se tituló “Un sueño de barrilete”, por Horacio Pagani, aunque eso se aclaró una década más tarde, porque no llevaba firma.
Cornejo, que se llevó la última camiseta de Argentinos que usó Maradona en su vida, recordaba que “a veces, debía vérselas con defensores que lo superaban en edad, estatura y peso, pero igualmente se imponía. Tenía una gran visión del campo de juego. Mientras a los diez años a muchos chicos les gustaba jugar al baby fútbol en un campo de dimensiones reducidas, Los Cebollitas preferían el reglamentario, con todos los problemas que esas dimensiones comportaban”.
Por esos años, Maradona solía ir a ver a Independiente en Avellaneda y era admirador de Ricardo Bochini (con quien pudo jugar más tarde algunos amistosos y ya luego en la selección argentina, y a quien recibió, cuando el ya veterano jugador ingresó ante Bélgica en el Mundial de México, con un “pase, maestro, lo estábamos esperando”), aunque criado en un hogar de hinchas de Boca Juniors.
Debutó en Argentinos Juniors el 20 de octubre de 1976 ante Talleres de Córdoba y la primera pelota que tocó fue un túnel a Juan Domingo Patricio Cabrera. Ingresó con el número 16 por Rubén Giacobetti al inicio del segundo tiempo. “Ese día toqué el cielo con las manos”, recordaba siempre. Su primer gol lo convirtió poco después, el 14 de noviembre, ante San Lorenzo de Mar del Plata por el torneo Nacional. Ese día hizo dos al arquero Rubén Lucangioli.
El 27 febrero de 1977 ya fue convocado por Menotti para la selección argentina. Su debut fue en la Bombonera ante Hungría, ingresando en el segundo tiempo por Leopoldo Luque. Argentina ya ganaba 4-0 y la gente empezó a corear su nombre. Ese año se concentró con el juvenil argentino para jugar el Sudamericano de Venezuela, clasificatorio para el Mundial de Túnez. Tenía 16 años y sus compañeros, 19. “El pibe Maradona es medio equipo”, contaba el enviado de Clarín, pero con dos derrotas y un empate, la selección no conseguiría el objetivo.
Uno de sus primeros golpes en el fútbol lo recibió el 19 de mayo de 1978, cuando César Luis Menotti lo excluyó del Mundial de Argentina en la concentración de José C. Paz junto a Humberto Bravo y a Víctor Bottaniz. “Pensé que no me hablaba en serio cuando me lo dijo. No lo podía creer. Al enterarse de la noticia, él se fue corriendo de la concentración. En esa última práctica, los suplentes les habían ganado 5-1 a los titulares con cuatro goles de Diego”, recuerda Roberto Saporiti, ayudante de Menotti en aquella selección.
Por esos años, Maradona –que cantaba “El Sueño del Pibe” en el programa de Minguito Tinguitella cambiando la letra, de “seré un Baldonedo, un Martino, un Boyé” por “Seré un Maradona, un Kempes, un Olguín”– brillaba en todas las canchas con Argentinos, aunque nunca pudo ganar un campeonato, pero sí fue el máximo goleador de varios torneos: Metro 78, Metro y Nacional 79 y Metro y Nacional 80. Varias veces peleó los campeonatos. Fue segundo de River en el Metro 80 y pudo haber avanzado en el Nacional 80, pero en ese momento Menotti lo convocó para una larga concentración de la selección argentina para el Mundialito de principios de 1981 en Uruguay. Maradona estuvo a punto de renunciar a la selección pero Menotti le dijo que, si lo hacía, no le podía garantizar una plaza en el Mundial de España 1982, así que dejó el club y perdió la chance del título.
En 1979 ya había sido convocado por Menotti para integrar la selección mayor y deslumbró en una gira por Europa, en la que convirtió su primer gol con la celeste y blanca ante Escocia al ganar 3-1, pero lo que quedó en la retina es una brillante jugada en Wembley ante Inglaterra que no fue gol sino que la pelota rozó el poste ante la salida del arquero Ray Clemence, que puso de pie a los espectadores con un cerrado aplauso. Esa jugada luego sería clave para el gran gol que le convertiría siete años después a Inglaterra en el Mundial de México 1986, al recordar, cuando enfrentaba a Peter Shilton, que su hermano le marcó un error en aquella definición.
También en 1979 ganó con la selección argentina el Mundial juvenil sub-20 de Japón, un equipo que dirigió Menotti pero que había conformado Ernesto Duchini, y que contaba con figuras como Juan Simón, Osvaldo Rinaldi, Osvaldo Escudero, Juan Barbas, Ramón Díaz y Gabriel Calderón. Maradona convirtió un tiro libre en el triunfo por 3-1 ante la URSS en la final en Tokio, el 7 de septiembre, y fue considerado el mejor jugador del torneo. La gente madrugaba, por la diferencia horaria, para ver a un brillante equipo argentino, que goleó en la mayoría de sus partidos, y en semifinales eliminó a Uruguay, que lo había relegado del título en el Sudamericano de Montevideo.
En 1980, Enrique Omar Sívori había aconsejado a la Juventus por su pase y llegó a Buenos Aires acompañado por el presidente Giampiero Boniperti, con una oferta de 10 millones de dólares, pero el contraalmirante Carlos Lacoste, hombre fuerte del fútbol durante la dictadura, se opuso, y llegó a un acuerdo con el entonces presidente de Argentinos, Próspero Cónsoli, y pelando al militar Guillermo Suárez Mason consiguieron el apoyo como sponsor de la aerolínea estatal Austral. También el dirigente del Barcelona Nicolás Casaus (argentino) había ofertado una fuerte suma por él, pero Menotti se oponía a su salida y por eso se hizo una lista de jugadores intransferibles al exterior.
Sin salidas al exterior, en 1980 apareció la chance de ir a River –en el medio, le metió cuatro goles a Hugo Gatti cuando lo desafió llamándolo “gordito”, en un 5-3 a Boca en la cancha de Vélez Sársfield– pero en diciembre, cuando Martín Noel ganó las elecciones presidenciales en Boca tras décadas de Alberto J. Armando en el poder, dio el gran golpe al conseguir su transferencia a préstamo por cuatro millones de dólares más los pases de los jugadores Randazzo, Zanabria, Bordón, Salinas, Eduardo Rotondi y Santos. Varios de ellos habían salido campeones de América apenas dos años antes. El acuerdo era que ambos participarían en el futuro de un pase al exterior. “Lo quería Barcelona, lo quería River Plei, Maradona es de Boca, porque gallina no es”, cantaban los hinchas xeneizes.
Maradona debutó ante una inusual expectativa (también debutaba Miguel Brindisi ), y marcó dos goles, ambos de penal, ante un Talleres de Córdoba con varios integrantes de la selección argentina, Boca ganó 4-1 y jugó infiltrado porque arrastraba una molestia muscular en su pierna derecha. Estuvo un mes desgarrado hasta que volvió ante River en un Superclásico con gran cantidad de estrellas en ambos clubes, en el que Boca ganó 3-0 el 10 de abril y marcó un hermoso gol bajo una intensa lluvia en la Bombonera, desairando a Fillol y luego colocando la pelota en el palo en el que defendía Alberto Tarantini.
Boca terminó siendo campeón, aunque una fecha antes del final, en Rosario y ante Central, Maradona falló su penal ante Daniel Carnevali (la pelota pegó en el travesaño) y obligó a una definición en el último partido, en la Bombonera, ante Racing (el equipo de Silvio Marzolini era asediado por el Ferro de Carlos Griguol). Empataron 1-1 y Maradona marcó el gol xeneize, de penal.
Para el Nacional 1981, en el que River invirtió en Mario Kempes, Boca llegó a los cuartos de final, pero en el partido de ida ante Vélez Sársfield, Maradona fue expulsado; el club de Liniers pudo revertir como local la derrota de la Bombonera aprovechando la falta del diez, y Boca quedó eliminado. El préstamo de Argentinos era por un año y medio, pero se acercaba el Mundial de España 1982 y Menotti dispuso de una concentración de meses previos para la selección argentina y entonces sólo pudo jugar amistosos de verano y participar de una gira por Asia y África.
Así terminó su participación en Boca con 40 partidos y 28 goles. En los días previos al Mundial de España, Maradona abandonó la concentración argentina para firmar su nuevo contrato con el Barcelona. Su debut mundialista fue el 13 de junio, cuando la selección argentina fue sorpresivamente derrotada por Bélgica 1-0. En el segundo partido, en cambio, Maradona marcó dos goles en el rotundo 4-1 ante Hungría. Ya en la segunda fase, el equipo argentino fue eliminado al caer derrotado primero 2-1 ante Italia (cuando Maradona fue objeto de duras y constantes faltas de Claudio Gentile) y luego sin atenuantes por Brasil 3-1, cuando, ante la impotencia del equipo, fue expulsado por una dura patada contra el volante Batista.
En el Barcelona no fueron tiempos fáciles. Ya de novio con Claudia Villafañe, se rodeó de ella y de muchos de sus amigos que lo visitaron en la alta zona de Sarriá, y llevó una vida turbulenta, además de que lo castigaron demasiados elementos extrafutbolísticos. Más allá de que deslumbró con su juego y sus condiciones técnicas a las órdenes de Udo Lattek, en diciembre de 1982 sufrió una hepatitis que lo marginó tres meses en los que el Barcelona quedó eliminado de la Recopa europea y Lattek (de muchas discusiones con Maradona) fue destituido y reemplazado por Menotti. Ya el Barcelona estaba muy alejado de la Liga pero acabó ganando la Copa del Rey en una final ante el Real Madrid (2-1) en Zaragoza. También le ganó al Real Madrid la Copa de la Liga y en esa final marcó un gol en cada estadio con la particularidad de que la estética del marcado en el Santiago Bernabéu motivó que los aficionados blancos lo ovacionaran de pie, algo inusual.
Cuando todo parecía encaminarse al comienzo de la temporada 1983/84, apenas en la cuarta fecha de Liga, el 24 de septiembre de 1983, el Barcelona recibía al Athletic de Bilbao en el Camp Nou y allí una durísima falta de Andoni Goicoetxea (que conserva ese botín como pieza de museo) cuando los locales ganaban 4-0, le produjo fractura del tobillo de la pierna izquierda. Volvió antes de lo esperado, a los tres meses y medio, pero otra vez ya era tarde para ganar el título de Liga pese a sus 11 goles en 16 partidos. Le quedaba la Copa del Rey, igual que la temporada anterior, envuelta en un contexto de muy duro enfrentamiento verbal entre Menotti y el DT del Athletic, Javier Clemente. Sumado a eso, era el reencuentro entre Maradona y Goicoetxea, después de la lesión, y el Athletic era el campeón de Liga. Se jugó en el Bernabéu el 5 de mayo de 1984. Ganaron los vascos 1-0 pero lo peor llegó en el final, cuando Maradona agredió a su rival Miguel Ángel Sola. Fue una batalla campal con el rey en el palco, y eso generó duras suspensiones para muchos de los protagonistas.
Supuestamente, Maradona no podía jugar esa final porque había sido expulsado en la semifinal, pero la Federación le quitó aquella sanción. Al estar suspendido entonces para jugar en España hasta diciembre de 1984, el presidente del Barcelona, José Luis Núñez, se decidió a aceptar una oferta del Nápoli, que subió un millón de dólares cuando aparecieron filas de tifosi en el mostrador del banco Monte de Paschi de Siena con fajos de liras para depositar en la cuenta del club. Fue presentado el 5 de julio con el estadio San Paolo completo. El Nápoli venía de salvarse del descenso por un punto y fue una expectativa total. También para Maradona representaba una ganancia económica muy importante luego de que no funcionara su asociación con su agente Jorge Czysterpiller. Se iba del Barcelona con 38 goles en 58 partidos y con una vida turbulenta en la que comenzó a ingresar en el mundo de las drogas.
El primer año en el Nápoli fue complicado. Comenzó perdiendo ante el Verona 3-1 y la primera rueda la terminó muy mal pero Maradona comenzó a recuperarse en la segunda y terminó tercero en la tabla de goleadores con 14 tantos. Esto convenció a los dirigentes de dar la pelea por el Scudetto siguiente y así fue que, con la contratación de Bruno Giordano en el ataque, acabó tercero con la Juventus campeona y se clasificó a la Copa UEFA. En octubre de 1985, Guillermo Cóppola sustituyó a Czysterpiller. “Me encontré con que en su casa todos eran artículos provenientes de distintos canjes publicitarios pero Diego cobraba poco dinero, y había que revertir eso”, dijo el representante, que llegó a ser inseparable del jugador.
El San Paolo clamaba “Maradona, ocupate de nosotros/ si no sucede ahora, no sucederá más/ la Argentina tuya estará aquí/ no podemos esperar más”. Muchos párrocos comenzaron a tener bautismos con bebés llamados Diego Armando. Para ese entonces, ya Carlos Bilardo era el DT de la selección argentina en reemplazo de Menotti, y con él, también había cambiado la capitanía desde Daniel Passarella a Maradona, quien se mantenía fuera del equipo nacional desde el Mundial de España hasta mayo de 1985, a poco más de un año para el Mundial de México. El equipo no entusiasmaba, estuvo a minutos de quedar eliminado ante Perú en el Monumental, y luego tampoco gustaba en los amistosos previos en los que hubo reuniones grupales. Todo se revirtió en el Mundial, en el que la actuación de Maradona fue sensacional (algunos arriesgan a opinar que lo ganó solo o que tuvo la mayor influencia que ejerció un jugador en un equipo campeón del mundo).
El Mundial de México, al que Maradona llegaba con una gran preparación física, no estuvo exento de polémicas, como la que tuvo con el presidente de la FIFA, Joao Havelange por los horarios de los partidos. “Yo no quiero decir que está todo bien cuando está todo mal. Quiero que me dejen decir lo que siento. Mi verdad. Porque si me hacen jugar a las 12 del mediodía con un sol que me parte la cabeza, tengo derecho a decirlo. En la cancha la cara la pongo yo. Nadie paga por verlo a Havelange”. El día anterior, Havelange, ante las quejas de Maradona y Valdano, había dicho que los jugadores “tienen que respetar la ley de arriba. Hay asuntos de la TV que fueron acordados y para que lleguen bien a todos los países hay derechos adquiridos. No hay otra solución”.
El 22 de junio, Argentina debía enfrentar a Inglaterra a cuatro años de la Guerra de Malvinas y el partido fue tomando una connotación especial. En el minuto 51, Steve Hodge rechazó involuntariamente alto hacia su propio arco, Maradona saltó junto al arquero inglés Peter Shilton y la pelota se metió en el arco. Quedó la confusión de si había sido por un puñetazo de Maradona o con su cabeza, pero el gol fue convalidado pese a las protestas de los británicos. Luego, Maradona dijo, con picardía, que en el gol “yo no la toqué, fue con la mano de Dios”. “Si algo haría otra vez, es un gol con la mano a los ingleses”, declaró hace días, en una entrevista que le realizó la revista France Football a propósito de su cumpleaños 60 y para la que, inefable, pidió a cambio que le restituyeran el Balón de Oro de Honor que la publicación le había entregado en 1995 pero que sucumbió en el fuego durante un incendio en la casa de su padre. La revista francesa accedió, luego de estudiarlo, más allá de los seis mil euros de costo para recuperar el trofeo.
Al rato llegó el considerado en 2002 como el mejor gol de la historia de los mundiales, cuando Maradona arrancó desde la mitad de la cancha y fue eludiendo a seis jugadores ingleses (Glenn Hoddle, Peter Reid, Kenny Sansom, Terry Butcher, Terry Fenwick y el arquero Shilton) para convertir el gol que dio lugar a uno de los más bellos relatos radiofónicos de la historia del fútbol, por Víctor Hugo Morales, rematado con la pregunta “Barrilete cósmico, ¿de qué planeta viniste?”. El descuento fue marcado por Gary Lineker y con este triunfo, en medio de la euforia, la selección argentina se clasificó para la semifinal, en la que, en gran actuación, venció 2-0 a Bélgica con dos goles de Maradona.
El 29 de junio, otra vez en el estadio Azteca, la selección argentina se coronó por segunda vez campeona del mundo al vencer 3-2 a Alemania en un partido en el que Maradona estuvo muy bien marcado por Lottar Matthaeus, pero cuando el partido estaba empatado 2-2 y quedaban pocos minutos para ir al alargue, alcanzó a colocar un sensacional pase a la carrera a Jorge Burruchaga y éste pudo marcar el gol del título. Maradona se consagraba como el mejor jugador del Mundial, con cinco goles y cinco asistencias, y se coronaba como rey del fútbol mundial, de manera definitiva, sólo comparable con el brasileño Pelé.
Al regresar a Italia, por si faltara algo, logró ganar el Scudetto para el Nápoli por primera vez en la historia de este club. Era la venganza del sur contra el norte, e inscripciones en las paredes como “A todos los tifosi que han muerto esperando este día”, “Los hijos del sol saludan a los niños del frío”, “Nuestro Maradona/ que desciendes sobre la tierra/ Santificado sea tu nombre/ Nápoles es tu reino/ renuévanos la ilusión/ y condúcenos al Scudetto/ con la sabiduría del Paternoster”. También se quedaba en el mismo año con la Copa Italia, al vencer al Atalanta. Sólo la Juventus y el Torino lo habían conseguido en la historia. Napoli pasó de 25.000 a 65.000 socios.
En 1987/88 se sumó al plantel el brasileño Careca para componer la delantera “Mágica” (Maradona, Giordano, Careca). Iba camino al bicampeonato, pero fue superado por el poderoso Milan de Arrigo Sacchi y los holandeses Van Basten, Gullit y Rikjaard en el final. Maradona fue el máximo goleador con 15, pero junto con varios jugadores, fue acusado de vender el torneo, algo nunca probado. También comenzó a ser vinculado con la Camorra. En la temporada 1988/89 el Nápoli ganó la Copa UEFA en una final con el Stuttgart al mismo tiempo que terminó segundo en la Liga detrás del Inter, y en 1990 volvió a ganar el Scudetto y en diciembre, la Supercopa Italiana a la Juventus por 5-1.
Llegaba al Mundial de Italia 1990 en su mejor momento. Conocía bien el país, venía de ser campeón italiano y la selección argentina era la campeona del mundo vigente aunque no le había ido bien en las dos Copas América. En 1987 no pudo pasar de semifinales como local ante Uruguay y en 1989, en Brasil, un Maradona excedido de peso y con ganas de irse al Olympique de Marsella (su presidente, el magnate Bernard Tapie, le había hecho una suculenta oferta) estaba atado a un contrato hasta 1993; apenas dejó el recuerdo de un remate desde el círculo central en el Maracaná ante Uruguay, con la pelota que dio en el travesaño y el arquero Javier Zeoli vencido, que hizo ponerse de pie a los espectadores para aplaudirlo.
Ese año tuvo lugar otro incidente con el sorteo del Mundial en Roma, cuando calificó de “farsa, arreglada de contramano para poner a la selección argentina en la zona más difícil, mientras que Italia está en la más fácil. El sorteo se hizo solamente para divertir a los televidentes”. Blatter, a cargo del acontecimiento, dijo que esas declaraciones “son una ofensa muy grave, de una torpeza increíble”. “No sé qué pensar –respondió Maradona–, si es estúpido o malévolo”.
En Italia, no le faltaban problemas con medios como Il Mattino y el canal Supersport 10. Tras un partido ante el Udinese (2-2), el diario calificó a Maradona con un 3,5 y lo firmaba un veterano periodista, Giuseppe Pacileo. Maradona lo fue a buscar el lunes a su programa Number One del Canal 34 porque él había dicho en el comentario que Maradona “debía avergonzarse, si es que todavía sabe lo que es la vergüenza”. Maradona entró sorpresivamente al estudio con una pelota de papel en su mano y le dijo a Pacileo que abriera la boca y le dijo “esto que escribiste, te lo hago comer”. A la salida, dijo “no me molesta ni que me ponga un uno, pero no tengo nada de qué avergonzarme. No se lo puedo permitir”. A pocos días del Mundial, en la concentración de Trigoria, Maradona se lesionó cuando un joven de las divisiones inferiores de la Roma lo pisó y se le encarnó una uña, y sus condiciones físicas no eran las mismas. Se tomaron todos los recaudos y, sumado a eso, y a otra dolencia en la rodilla por la que debía infiltrarse, se trataba de un equipo con pocos recursos ofensivos, que a duras penas se clasificó para los octavos de final luego de comenzar perdiendo en Milán ante Camerún.
Antes de comenzar el torneo, Maradona recibió del presidente Carlos Menem el pasaporte diplomático y en el estadio San Siro fue insultado por el público, por viejas rivalidades con el Nápoli, lo que iría preparando el terreno para las semifinales ante los locales. Para colmo, el partido ante Italia, que llegaba invicta y sin goles en contra, se jugaba en el San Paolo, y con banderas que decían “perdón, Diego, hoy somos italianos”, pero Maradona ya había removido el avispero cuando, conocedor del próximo rival y ante la pregunta sobre por quién hincharían los napolitanos, dijo que “en Italia se olvidan de que ellos son tratados como extranjeros todo el año”. Empataron 1-1 y el equipo argentino se clasificó a la final tras ganar por penales ante un estadio enmudecido y con dos penales atajados por Sergio Goycoechea, aunque Maradona convirtió el suyo ante Walter Zenga.
Ya en la final, en el estadio Olímpico de Roma, ante Alemania, Maradona debió enfrentar a los hinchas italianos que silbaron en el momento de la ejecución del himno argentino y apeló a devolverles el insulto mirando a la cámara de TV. Argentina acabó perdiendo 1-0 con dos expulsados y un muy dudoso penal, ejecutado por Andreas Brehme, que cobró el mexicano Edgardo Codesal, quien se transformó poco menos que en un enemigo para Maradona, al punto de no saludar al presidente de la FIFA, Joao Havelange, en la entrega de premios, y enojarse mucho con Menem y con Julio Grondona en 1991, cuando supo que lo habían invitado a la Argentina. “¿Cómo puede ser que Grondona sea vicepresidente de la FIFA, que en la final del Mundial nos mató, y que no dijera nada? Y encima le manda una carta al presidente de la Roma, Dino Viola, para agradecerle las atenciones recibidas cuando en realidad nos trataron muy mal. ¿Qué somos yo, Ruggeri, Giusti? ¿Boludos, idiotas? ¿No le habíamos dicho cómo nos trataron? No juego más en la Selección. Es una decisión tomada, analizada. Tengo bronca porque me mintieron”.
Tras el Mundial de Italia, hubo un cambio rotundo en la vida de Maradona. Se separó de su agente Cóppola y lo reemplazó por Marcos Franchi, y luego de ganar la Supercopa con el Nápoli en diciembre de 1990, el 17 de marzo de 1991 dio positivo por cocaína en un control antidoping ante el Bari (Nápoli había ganado 1-0). La Federación Italiana le dio 15 meses de suspensión, ratificada por el Comité de Apelación. Para ese entonces, el diario romano La Repubblica difundió una encuesta que indicaba que Maradona era el personaje más odiado del país con el 34% de los votos, seguido por Saddam Hussein con el 25%. “El tema era la caída, que tanto sufrieron los romanos en la antigüedad. Todos se sentían traicionados por Diego. Era la Patria vencida. El castigo tradicional a las personas que traicionaban era enterrarlas vivas: el tormento que Dante Alighieri le impuso en la Divina Comedia al cardenal Ruggiero, arquetipo del Círculo Infernal de los traidores. Las acusaciones profusas eran eso: un entierro sin asesinato previo”, sostienen Denis Nagy y Rodrigo Fernández en su brillante libro De la mano de Dios a sus botines.
El episodio ante el Spartak de Moscú, por la Copa de Campeones de Europa, también iba a dejar su marca. El plantel del Nápoli lo esperaba en el aeropuerto de Capodiccino para viajar, pero no aparecía. Mandaron entonces a sus compañeros Ferrara, De Nápoli y Crippa a buscarlo a su casa y ya el presidente Ferlaino amenazaba con sanciones económicas. El equipo viajó sin él y el día de partido Maradona alquiló un birreactor Cessna C-550 a un costo de 30.000 dólares. Se sentó en el banco con una manta y el número 16 en la camiseta y entró a los 18 minutos del segundo tiempo. Empataron 0-0 y Nápoli perdió en los penales (él metió el suyo). Desde entonces, se calculó que el club perdió unos 10 millones de dólares y Ferlaino congeló los pagos a su cuenta y le declaró la guerra. “No se hagan ilusiones de que me quede en Nápoli hasta 1993. Cuando acabe esta Liga, me voy”, amenazó Maradona.
También, para esa época, el periodista Francesco Marolda de Il Mattino recibió una dura respuesta suya a las críticas que le había hecho el papa Juan Pablo II. “Ciertamente, si el Papa cuando vino a Nápoles hubiera dicho ‘no gasten un millón de dólares para levantar mi palco, úsenlo para los niños pobres de Nápoles´, bueno, entonces tendría derecho a decir ciertas cosas sobre Maradona. Pero si no es así, no se puede hablar de mí. Si lo hace, eso quiere decir que estamos realmente fuera del mundo. Cuidado, no arrastren a Maradona en esta historia porque Maradona tiene también sentimientos y una boca para hablar. Yo respeto, o mejor dicho, respetaba al Papa, pero Dios –a mi juicio– es otra cosa. Desgraciadamente estoy blasfemando. Y lo lamento, porque soy católico, pero un católico que frente a ciertas cosas se rebela”.
Francesco Maglione, abogado del clan Giuliano, indicaba a la periodista del diario El País Maruja Torres que Maradona “nada más llegar a Nápoles preguntó por la persona que tenía más poder en la ciudad. Fíjese que no quiso conocer al alcalde sino a un capo. (Carmine) Giuliano nunca quiso ver a Maradona porque sabía que estaba en la cocaína y a él es un asunto que le repugna”. No pareció recordar que cuando Maradona llegó a vivir a Nápoles, a los pocos días desapareció su Ferrari y fue Giuliano el que le dijo las condiciones que debía cumplir para recuperarla. Tras el partido con el Bari, el director deportivo, Luciano Moggi (luego involucrado en sonados casos de corrupción con la Juventus), había dicho en el vestuario “Maradona o yo”.
Se marchó de Italia con cuatro juicios, dos civiles y dos penales: el caso Sinagra, con Nápoli por incumplimiento contractual, por consumo y cesión de estupefacientes y por autodenuncia de un “arrepentido”, Pietro Pugliese, que involucraba a Maradona en el tráfico de drogas. Antes de irse, Maradona repartió entre sus amigos y sirvientes un Honda 750 para Ignacio, el koala para Ciro, el electricista, un “motorino” para Felice, la Seat Ibiza para Gianni, un rólex para Federico y todo lo que había en la cocina y el cuarto, para Lucía. Para los trámites de salida usó el pasaporte diplomático que le dio Menem en 1990. Mientras, el prestigioso médico antidoping Manfred Donicke había cuestionado que las probetas de orina hayan sido custodiadas y examinadas según las normas FIFA y UEFA, y planteaba dudas sobre el método de conservación y transporte de las probetas, pero todo fue desestimado por la Federacalcio. Donicke planteaba sus dudas sobre una producción “in vitro”, la posibilidad de una manipulación de probetas: era posible sacar y volver a colocar el sello sin que nadie se diese cuenta.
El periodista Vittorio de Asmundis retrató el último reportaje de Maradona antes de regresar a la Argentina:
—Te escapás como un ladrón…
—Me obligan a escaparme…
—¿Quién? ¿Ferlaino? ¿Punzo? ¿Y detrás de ellos, quiénes? ¿Montezemolo, Matarrese, Casarín?...
“Lo que usted acaso no sepa –insiste el periodista– es que Ferlaino está ligado a Berlusconi y a Agnelli, es decir, a la Italia que cuenta, la del Norte, porque tiene participaciones en empresas constructoras de Milán y a partir de 1988, Maradona empezó a tener problemas porque no quiso entrar en los arreglos, justamente en la época en la que el Nápoli perdió el Scudetto ante el Milan y Maradona se fue de vacaciones sin hacer ninguna declaración para no acusar a sus propios compañeros, que se endeudaban jugando al póquer y que luego estaban obligados a entrar en los partidos arreglados. Es por eso que Maradona fue amenazado y que terminaron por hacérsela pagar…”.
De esta forma, se instaló en Buenos Aires desde el 1 de abril de 1991 y el 26 de ese mes un operativo policial hizo un allanamiento en su departamento de Caballito, donde se encontraba con dos amigos, y le hallaron drogas. Salió tras pagar la fianza y la jueza Amelia Berraz de Vidal le ordenó someterse a un proceso de rehabilitación. En ese tiempo, Maradona jugó algunos partidos a beneficio, pero el de mayor repercusión fue el que se organizó para favorecer a la viuda de Juan Gilberto Funes. A horas del partido, la FIFA envió un fax a la AFA que decía “en bien del jugador fallecido, la presencia de Maradona sobre el terreno de juego junto con otros jugadores inscriptos en la AFA podría acarrear a é¡estos últimos sanciones por parte de la FIFA, en aplicación de los estatutos y reglamentos”. También Grondona trató de advertirles pero el partido se jugó con árbitros que no eran de la AFA y uno de los dos equipos llegó a tener doce jugadores.
Pese a que podía volver a jugar tras la sanción el 1 de julio de 1992, recién el 22 de septiembre se destrabó su pase cuando el Sevilla pagó al Nápoles 7,5 millones de dólares. Ferlaino no quería venderlo y ni siquiera sentarse a dialogar con el Sevilla, pero extrañamente medió una FIFA que necesitaba a Maradona activo para el Mundial 1994 en los EEUU. En el Sevilla estaban Bilardo como DT y Diego Simeone como jugador, al igual que el croata Davor Suker, luego estrella en el Real Madrid y en el Mundial 1998.
En el Sevilla tuvo constantes problemas con el presidente Luis Cuervas, quien no lo autorizaba a viajar con la Selección, pero, junto con Simeone, viajó igual a jugar la Copa Artemio Franchi contra Dinamarca en 1993. El 13 de junio de ese año, ante el Burgos, Bilardo lo reemplazó por Munchu en un partido en el que, como los últimos, había jugado infiltrado. Maradona se fue insultando a Bilardo; luego éste reconoció que en su casa se tomaron a golpes de puño y Claudia los tuvo que separar. Esto rompió las relaciones entre Maradona y la dirigencia. Jugó 29 partidos, marcó 6 goles y el Sevilla terminó séptimo a 15 puntos del campeón, Barcelona.
Decidió regresar a la Argentina para 1993 pero, aunque se habló de su vuelta a Argentinos Juniors y hasta un pase a San Lorenzo por su amistad con el Bambino Héctor Veira, acabó jugando para Newells Old Boys. El 13 de septiembre, en el primer entrenamiento, fueron a verlo 40.000 personas. Llegó a jugar cinco partidos oficiales, pero entre un desgarro y que se fue Jorge Solari y llegó Jorge Castelli, con quien no tuvo buen feeling (no le respetaba las licencias acordadas), se acabó yendo. No marcó goles. Jugó también dos amistosos, el de la presentación ante el Emelec (al que Lionel Messi dice haber concurrido con su familia cuando era pequeño) y ante el Vasco Da Gama. No había sido convocado por Basile para las clasificatorias al Mundial tras la consagración argentina en la Copa América. “Basile se emborrachó con las dos copas”, dijo, enojado, y fue a ver a su amigo Carlos “Patito” Aguilera a Uruguay, pero el día del 0-5 ante Colombia, la gente pidió por él en un desconcertado Monumental y regresó para los dos partidos de repechaje vs. Australia (1-1 con gol de Balbo y 1-0 con gol de Batistuta). En aquella oportunidad, no hubo control antidoping por parte de la FIFA y, con el tiempo, Maradona llegó a calificar como “café veloz” a lo que “nos daban”.
El 2 de febrero de 1994, harto de que los periodistas merodearan su casa, les tiró con un rifle de aire comprimido en su casaquinta de Moreno. Fue condenado por eso a dos años de prisión en suspenso y a indemnizar a los periodistas.
Estuvo presente en los amistosos previos de la selección antes del Mundial pero hubo que suspender la participación en la Copa Kirin porque en Japón le negaron la visa para entrar. Luego tuvo una intensa preparación para el Mundial con el profesor Daniel Lentini, pero terminó separado del plantel cuando la FIFA anunció, tras el segundo partido de la fase de grupos ante Nigeria, en Boston, que estaba involucrado en un caso de doping “por haber ingerido un cóctel de sustancias”, según se indicó en una multitudinaria conferencia de prensa en Dallas. Su debut en su cuarto Mundial no pudo haber sido mejor: 4-0 ante Grecia, cuando marcó su último gol en los mundiales, y 2-1 ante Nigeria con el pase rápido a Claudio Caniggia para que éste marcara un gol decisivo y allí fue sorteado para el antidoping. Luego diría en una recordada entrevista “me cortaron las piernas”. Doce años después, el presidente de la AFA, Julio Grondona, diría que “se cortó las piernas solito”. “Cuando a la FIFA le venía bien Argentina, cuya presencia era indispensable para el éxito del Mundial norteamericano, no anduvo con tantas sutilezas… alguien tendría que explicarme por qué no se realizó el control antidoping después de los dos partidos de desempate contra Australia”, sostuvo Gianni Miná, periodista de la RAI italiana y uno de los que mejor conocieron a Maradona en sus años del Calcio.
Con los días, se comenzó a conocer la distante relación entre Maradona y el médico del plantel, Ernesto Ugalde, quien no tenía acceso a su habitación, o la influencia que tenía durante ese Mundial el fisicoculturista Daniel Cerrini. Lo cierto es que veinte años exactos desde la muerte de Juan Domingo Perón, el 1 de julio de 1994, otra vez la mayoría de los argentinos parecían vivir un día de luto. Muchos dudaban sobre lo ocurrido. Habían visto el enorme esfuerzo de Maradona en la preparación para el Mundial y no parecía coherente con lo ocurrido. Era suspendido otra vez por la FIFA por otro año y medio, hasta el 15 de septiembre de 1995, cuando ya estaría a punto de cumplir los 35 años.
No había sido claro tampoco lo ocurrido en el acto de la contraprueba en Los Ángeles, cuando el doctor Roberto Peidró (también médico del plantel argentino) hizo notar que uno de los dos frascos de la orina de Maradona no estaba bien cerrado, ante el desconcierto general, pero tras un breve descanso, el procedimiento continuó como si nada hubiera ocurrido, aunque el facultativo argentino firmó en disidencia. Desde el entorno de Maradona se insistía en que lo que había ocurrido era que el jugador llevó pocas dosis de Ripped Fast, lo que ingería en Buenos Aires, y entonces compró en farmacias de Estados Unidos una misma sustancia, pero llamada allí Ripped Fuel.
Tras el Mundial, el doctor Néstor Lentini, con quien se preparó en el CENARD, hizo una demostración en Buenos Aires con dos frascos, uno blanco y anaranjado y el otro oscuro, mostró unos gráficos de cómo Maradona había bajado de 82 a 78 kilos antes del Mundial y dijo: “Bajo mi palabra de honor, no hubo animosidad de transgresión”. Les dieron para ingerir a cuatro voluntarios el Ripped Fuel y a otros, el Ripped Fast; en el primero aparecieron picos de efedrina, pseudoefedrina y metilefedrina en el cromatógrafo. Y en la orina aparecieron los otros dos metabolitos que dice la FIFA que encontró en el análisis de Maradona: norefedrina y norpseudoefedrina. Es decir que las cinco sustancias aparecían en un solo remedio, el Ripped Fuel.
Más adelante, Grondona reflexionaba ante la revista Gente: “Si hoy nos reuniéramos de nuevo, diríamos “no, tiene que controlar todo el doctor Lentini”, pero ¿eso cuándo se ve? Después, siempre después. Porque en el momento oportuno, no fuimos capaces de decir ‘este señor no puede estar. Tiene que estar Lentini’. Yo a ese señor, Daniel Cerrini, no lo conocía. Después –cuando ya era tarde– me fui enterando de cosas. Yo no puedo saber si Maradona o los muchachos que estaban al lado de Maradona conocían a ese señor, porque si lo conocían, y sabían del tema, tenían que haber tenido mucho mayor control sobre Cerrini”. Y aunque Grondona negó de plano haber negociado con la FIFA para cuestiones personales, Maradona no pensaba lo mismo: “Yo te doy la vicepresidencia de la FIFA si condenás a Maradona o lo retirás… esto es parte de los arreglos de los dirigentes de la FIFA, que habrá perdido a un gran jugador, pero como hombre no me cambiaron. Me han hecho mucho mal, pero ellos no conseguirán cambiarme”.
El fallecido escritor uruguayo Eduardo Galeano dijo entonces que la culpa de lo que le pasó a Maradona “la tiene la máquina del poder. Se la tenía jurada porque él le cantaba las cuarenta. Y eso tiene su precio y el precio se cobra al contado y sin descuentos. El propio Maradona regaló la justificación, por su tendencia suicida de servirse en bandeja en boca de muchos de sus enemigos y esa irresponsabilidad infantil que lo empuja a precipitarse en cuanta trampa se abre a su camino. Maradona nunca había utilizado estimulantes en vísperas de partidos para multiplicarse el cuerpo. Es verdad que estuvo metido en la cocaína, pero se dopaba en las fiestas tristes para olvidar o ser olvidado, cuando ya estaba olvidado por la gloria y no podía vivir sin la fama que no lo dejaba vivir… este petiso ha tenido y tiene la costumbre de lanzar golpes hacia arriba en México y en Estados Unidos, en el ´86 y en el ´94. Ha sido su voz la más fuerte que ha denunciado a la dictadura de la TV, que ha puesto al fútbol a su servicio y obliga a jugar al mediodía… nadie se divierte ni divierte tanto charlando con la pelota. Nadie da tanta alegría como este mago que baila y vuela y resuelve partidos con un pase imposible o un tiro fulminante”.
En ese lapso sin poder jugar, asumió en octubre de 1994 como DT de Deportivo Mandiyú en pareja con su ex compañero Carlos Fren, pero duró dos meses, con una victoria, 6 empates y 5 derrotas. El jugador paraguayo Guido Alvarenga luego dijo: “No sé si jugábamos bien, pero los asados eran buenísimos”. Tras ese paso por Mandiyú, volvió a contratar a Cóppola y se alejó de Franchi y en enero de 1995 volvió a conmover al ambiente del fútbol para dirigir a Racing, aunque duró 4 meses con 11 partidos: 2 victorias, 6 empates y 3 derrotas.
Siempre en acciones contra los poderes de la FIFA, el 28 de septiembre de 1995 fundó el Sindicato Mundial de Futbolistas con Eric Cantona, George Weah, Gianluca Vialli, Gianfranco Zola, Laurent Blanc, Tomas Brolin, Rai, Ciro Ferrara y Michel Preud’homme, pero sus acciones se fueron diluyendo en poco tiempo. También fue invitado a la Universidad de Oxford. Por ese entonces, Maradona vivía indignado con la designación de Daniel Passarella como DT de la selección argentina, tras el Mundial de los Estados Unidos. Muy enfrentados desde hacía una década, el “Kaiser” impuso una rinoscopia para los jugadores convocados al equipo nacional, que parecía un mensaje para el diez. Sumado a esto, Passarella y Fernando Redondo se retiraban de un hotel de Madrid sin ponerse de acuerdo porque, según el volante, le habían sugerido que se cortara el pelo.
“Al final, me voy a hacer hincha de Redondo”, afirmó Maradona, quien también había estado distanciado del volante desde 1992, cuando éste jugaba para el Tenerife de Ángel Cappa y Diego para el Sevilla de Bilardo en la Liga Española. También hubo otros dardos por este tema: “Cortarse el pelo para estar en la selección, como (Gabriel) Batistuta, demuestra falta de carácter”. A los pocos días, apareció con parte de su cabello teñido de rubio. Se había acercado mucho al presidente Menem. Se dijo en aquel tiempo que el motivo era para que le cajonearan sus causas judiciales, pero lo cierto es que concurría mucho a la Residencia de Olivos a ver partidos juntos y ya se acercaba el momento de su habilitación para volver a jugar. Su deseo era regresar a Boca, pero la dirigencia no parecía compartirlo y miraba para otro costado, y entonces pergeñó una jugada con muy buenos resultados: el día de la reelección presidencial, Menem apareció junto a él y a Pelé, y el brasileño anunciaba el posible fichaje para el Santos. Fue así que, en pocos días, Boca acabó contratándolo para un segundo ciclo. Con el tiempo, las partes reconocieron que Maradona quería regresar a Boca y consiguió el objetivo de que sus dirigentes “picaran”. En Boca se reencontró con Marzolini como DT, igual que en 1981, y aunque parecía que iba a ganar el título, todo se cayó tras un 4-6 frente a Racing Club el día que Mauricio Macri fue elegido presidente (ese día, Maradona metió un tremendo pase desde un campo al otro que terminó en gol de Sergio “Manteca” Martínez), y finalmente, el Vélez de Carlos Bianchi fue el campeón.
Ya con Macri de presidente, en 1996, Maradona tuvo muchos problemas. Lo llamó “el cartonero Báez” porque se quejaba de que no gastaba dinero en los pagos a jugadores ni en contrataciones de peso, y muchas veces no asistía a los entrenamientos y terminó comprando uno de los principales palcos de la nueva edificación de la Bombonera. En 1997, ya con Héctor Veira como DT, contrató como preparador físico a Ben Johnson, que había sido defenestrado por doping en los Juegos Olímpicos de Seúl 88. En uno de esos partidos, contra Argentinos Juniors (Boca ganó 4-2), fue sorteado para otro control antidoping, que dio positivo por la presencia de benzoitilecgonina y metilecgonina, metabolitos de la cocaína. La contraprueba también dio positiva, aunque Maradona ya había hecho días previos una denuncia policial de unos supuestos llamados en los que lo amenazaron con colocarle droga. El juez Claudio Bonadío dio por probadas esas llamadas, determinó no innovar y obligó a la AFA a retirar la suspensión provisoria, aunque también decidió que el jugador tendría que realizarse controles antidoping obligados luego de cada partido. Volvió el 25 de octubre de 1997 ante River en el Monumental (Boca ganó 1-2) y en el entretiempo fue reemplazado por Juan Román Riquelme. Ese fue su último partido oficial. El día de su cumpleaños 37, el 30/10/97, anunció su retiro.
Fue internado varias veces por su adicción a la cocaína, como tras el programa de TV chileno Viva el lunes, conducido por Cecilia Bolocco en el Canal 13, o el susto de enero de 2000 cuando fue llevado al sanatorio Cantegril cuando estaba de vacaciones en Punta del Este, con una crisis hipertensiva y un cuadro de arritmia ventricular. Como en los exámenes se le detectó cocaína, tuvo que declarar ante la Justicia uruguaya y al salir viajó a Cuba para la rehabilitación, aunque se quedó allí varios años. Otra vez fue internado en la clínica neuropsiquiátrica “Del Parque” para desintoxicarse (“algunos se creían Napoleón, pero yo no podía creerme Maradona”). Y otra, en el Sanatorio Güemes en marzo de 2007, donde se le diagnosticó una hepatitis química, aguda y tóxica” por lo que estuvo en el hospital dos semanas. Al salir, tuvo una recaída y fue trasladado al Sanatorio Madre Teresa de Calcuta en Ezeiza y derivado al Sanatorio Arcos de Bs As, cuando decidió internarse en la Clínica Avril para terminar con su adicción al alcohol. Hasta hubo rumores sobre su muerte. Cuba lo recibió con los brazos abiertos. Muchos dicen que el único personaje al que Maradona admiró en su vida como alguien superior a él es Fidel Castro, al que conoció en 1987 y luego definió como “el más inteligente de todos los gobernantes que hoy existen en el mundo. No vi una potencialidad igual en ningún otro. Fidel es sabio y modesto. Los cubanos tienen al frente un hombre que es un fenómeno y me pareció tocar el cielo con las manos. En este país, no hay chicos descalzos”. “Fidel fue, sinceramente, el hombre que más me emocionó. Era como si yo tocara la historia. Yo sé que esto que digo a los cubanos de Miami no les gusta, pero yo les digo que no les voy a solucionar los problemas que ellos tienen en Cuba y yo tampoco les pido a ellos que me solucionen los problemas que yo tengo en la Argentina. Fue el mejor momento de mi vida. Fidel es un monstruo sagrado”, sentenció.
Su partido de despedida se llevó a cabo en la Bombonera el 10 de noviembre de 2001 entre la selección argentina, dirigida por Marcelo Bielsa, y un combinado de estrellas, dirigido por Alfio Basile, y con jugadores como Cantona, Suker, Riquelme, Valderrama, Stoichkov, Solano e Higuita. Después del partido, tomó el micrófono y dijo: “Yo me equivoqué y pagué, pero la pelota no se mancha”. En 2003 puso fin a su matrimonio con Claudia Villafañe y volvió nuevamente con Cóppola. Con Claudia (con la que se puso de novio bailando al ritmo de “Yo te propongo”, de Roberto Carlos) se había casado el 7 de noviembre de 1989 con una inmensa fiesta en el Luna Park.
Con milagrosos cambios físicos tras cada caída, fue capaz de reinventarse mil veces, como cuando en 2005 llegó a pesar 120 kilos, por lo que se sometió a una cirugía gástrica en Cartagena de Indias y en pocos meses bajó más de 50 y es allí cuando le ofrecieron conducir un programa propio, La noche del Diez, en el que invitó primero a Pelé y entrevistó a Fidel Castro y también participó de un programa de baile en la RAI. Para fines de ese año, 2005, comenzó a subir en su politización cuando participó de la Cumbre de los Pueblos, también llamada Contracumbre, en oposición a la IV Cumbre de las Américas. Para eso, abordó el Tren del Alba desde Buenos Aires con 160 pasajeros hasta Mar del Plata (filmado y luego llevado al documental por el director de cine serbio Emir Kusturica), en oposición al ALCA y repudio a la presencia en la Argentina del presidente de los EEUU George Bush (hijo). En Mar del Plata también se manifestaron el luego presidente boliviano Evo Morales, el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, el cantante cubano Silvio Rodríguez, el premio Nobel de la Paz Adolfo Pérez Esquivel y las Madres de Plaza de Mayo. Desde entonces, fue creciendo en sus manifestaciones políticas para terminar siendo un defensor del kirchnerismo y declararse “soldado de (Nicolás) Maduro” y haber estado antes muy cerca del ex mandatario venezolano Hugo Chávez.
En octubre de 2008 fue designado director técnico de la selección argentina en reemplazo de Alfio Basile, fue presentado junto a Bilardo (coordinador general) y sufrió mucho la clasificación al Mundial de Sudáfrica, como la caída ante Bolivia 6-1 en La Paz, o contra Brasil en Rosario (1-3) luego de cambiar de estadio para conseguir más aliento del público. Pero obtuvo el pase al Mundial en la última fecha ante Uruguay en Montevideo. Ese día, el 14 de octubre de 2009, tuvo dos frases muy duras contra el periodismo en la conferencia de prensa del estadio Centenario (“Que la sigan chupando”, y “La tenés adentro”) y por eso la FIFA lo suspendió por dos meses y le impuso una multa de 25.000 francos suizos.
Tras pasar la selección argentina la primera ronda y los octavos de final (ante México), fue derrotada categóricamente por Alemania en los cuartos de final en Ciudad del Cabo. Se le habían criticado muchas convocatorias (como las de Pozo, Garcé y Palermo) y un centenar de jugadores llamados durante un ciclo de dos años. La AFA no le renovó el contrato al terminar el Mundial porque él no aceptó las nuevas condiciones: que cambiara su cuerpo técnico.
En 2011 se hizo cargo de la dirección técnica del Al Wasl de Dubai pero fue despedido a mediados de 2012 por malos resultados y al poco tiempo fue designado, hasta hoy, embajador deportivo de los Emiratos Árabes Unidos. En mayo de 2017 fue designado DT de Al Fujairah, en Segundada División de EUA, pero no consiguió el objetivo del ascenso y fue despedido. Un año después fue designado presidente del Dinamo Brest de Bielorrusia, aunque a los dos meses pasó a dirigir a los Dorados de Sinaloa, que estaban últimos en Segunda y casi ascienden a Primera.
Tras los duros enfrentamientos con la FIFA, parecía que en 2016 había llegado su momento de paz con la institución de Zurich con la elección presidencial del ítalo-suizo Gianni Infantino, quien lo aceptó cerca de su círculo como asesor, pero en 2018 se alejó de él y del ex futbolista croata Zvonimir Boban, subsecretario general de la entidad suiza, por considerar que “las cosas no cambiaron nada desde los tiempos de Havelange o Blatter” y en el sorteo del Mundial de Rusia atacó duramente al entonces DT de la selección argentina, Jorge Sampaoli, al decir por TV a todo el mundo que el equipo “no juega a nada y tendrá que mejorar mucho”. Cuando emprendió el regreso a la Argentina, había declarado que iba a dedicarse a su salud, pero no pudo estar mucho tiempo alejado de su pasión, el fútbol, y fue sondeado por varios clubes para ser su director técnico; finalmente aceptó el ofrecimiento de Gimnasia y Esgrima La Plata, que se encontraba asfixiado con su promedio por el descenso y casi sin chances de salvación.
Sin embargo, la llegada de Maradona al “Lobo” platense el 5 de septiembre de 2019 provocó una auténtica conmoción en el mundo del fútbol. En menos de una semana se habían agotado las camisetas con su nombre, se inscribieron más de cuatro mil socios nuevos y el día de su presentación el viejo estadio del Bosque estaba repleto (y se vio en las tribunas al ex jugador y actual de River Ignacio González, y a Claudio Caniggia en la platea, para saludar a su amigo). Con pleitesía por parte de casi todos los rivales cuando iba de visita (llegaron a acondicionarle especialmente su banco de suplentes casi como si fuera un trono y fue ovacionado por casi todas las hinchadas) no obtuvo buenos resultados y tras la última fecha, cuando fue derrotado por Boca, que fue campeón en la Bombonera con gol de su amigo Carlos Tévez, el retroceso al Nacional B parecía inexorable. Sin embargo, la AFA suspendió los descensos por dos años y se aprestaba a seguir, tras haberse recluido durante los siete meses de la pandemia por ser paciente de riesgo, aunque descansaba en sus colaboradores Sebastián “Gallego” Méndez y Adrián González.
Diego Maradona no se venía sintiendo bien, y el pasado 30 de octubre, en su cumpleaños 60, desde su entorno se dice que sintió la ausencia de sus padres, ya fallecidos, y los continuos problemas entre sus familiares, que cruzan acusaciones entre sí y a quienes están cerca de él en el día a día, como su abogado Matías Morla y su médico, Leopoldo Luque. Sumado a eso, estaba preocupado por la muerte de su cuñado Raúl Machuca, de 77 años, y porque uno de sus jugadores, Nicolás Contín, había contraído covid-19 y hubo que aislarlo y alejarlo del plantel de Gimnasia. En medio de la pandemia, su entorno lo ayudó a mudarse desde su casa de Bella Vista a un country de Berisso porque en su morada anterior la guardia hacía problemas a las numerosas visitas.
En ese largo tiempo sin fútbol (lo peor que le podía ocurrir a un apasionado como él), llegó a ser recibido por el presidente argentino, Alberto Fernández (reconocido hincha de Argentinos Juniors), quien lo alentó para que formara parte de la campaña, junto a la Cruz Roja, “Las Diez del Diez”), por la que diez camisetas con su firma eran subastadas para favorecer a niños carenciados y potreros barriales.
Para la primera fecha de la Copa de la nueva Liga de Fútbol Profesional, cuando Gimnasia debía recibir a Patronato, justo el día de su cumpleaños, y pese a que se sentía mal, decidió acudir al estadio del Bosque para recibir una plaqueta por parte de Marcelo Tinelli (titular de la LFP) y de Claudio Tapia (presidente de la AFA), pero no se quedó al partido y regresó a su casa. Apenas tres días más tarde, como persistía su malestar, aceptó la sugerencia de su médico Luque y decidió internarse para distintos chequeos hasta que se decidió operarlo de un hematoma subdural en el cerebro.
Entre sus múltiples facetas, comentó el Mundial 2006 para el Canal Cuatro de Madrid y el de 2014 para Telesur con el programa diario De Zurda. Tiene un monumento en el Museo de la Pasión Xeneize y otro en Bahía Blanca, y esculturas en muchos lugares del mundo. Desde diciembre de 2003, el estadio de Argentinos Juniors, al que volvió para disputar un partido homenaje al periodista Sergio Gendler, cuando fue ovacionado por los hinchas de los “Bichitos”, lleva su nombre.
Con más de veinte libros escritos sobre su vida y sus hazañas en todo el mundo –entre ellos, uno de este autor, Maradona, rebelde con causa–, recibió homenajes de muchos artistas, como el tema “La Mano de Dios” (Rodrigo), “Maradó” (Los Piojos), “Y dale alegría a mi corazón” (Fito Páez), “Yo te sigo” (Los Calzones), “Santa Maradona” (Mano Negra), “Maradona” (Andrés Calamaro), “Maradona’s Blues” (Charly García y Claudio Gabis), “Para Siempre Diego” (Los Ratones Paranoicos), “Francotirador” (Attaque 77), “Capitán Pelusa” (Los Cafres), “¿Quién es Dios?” (Las Pastillas del Abuelo), “La Vida Tómbola” (Manu Chao) y películas como Maradona, la mano de Dios, de Marco Risi (2007) y un documental, Maradona by Kusturica (2008), y Buscando a Maradona.
Para las próximas semanas, además, se espera el lanzamiento de una miniserie sobre su vida, Sueño Bendito, por Amazon Prime, que dio lugar a nuevas controversias desde su entorno y amagues de juicios. También ha tenido demandas por paternidad, por acoso sexual, por el fisco italiano, por violencia. Los vaivenes de su entorno, especialmente los conflictos entre sus ex parejas o algunos de sus hijos con otros, suelen ser comidilla para los medios de comunicación, de los que suelen ser habitués. Si además de las dos hijas que tuvo con Claudia Villafañe (Dalma y Giannina), ya había reconocido a Diego Armando Jr. (que tuvo con la italiana Cristiana Sinagra), a Diego Fernando (con Verónica Ojeda) y a Jana (que últimamente se quedaba a dormir en su casa, y que tuvo con Valeria Sabain, una mesera de la disco “La Diosa”), aparecieron en los últimos tiempos otros reclamos por paternidad de Magalí Gil (24 años, dos hijas) y Santiago, de 22 años, quien dice que es hijo suyo y de su madre ya fallecida, Natalia Garat). Además, circula la creciente versión de que durante su estadía en Cuba tuvo otros cuatro hijos, Joana, Lu, Javielito y Harold.
Maradona, para muchos, ha sido la máxima expresión del fútbol estético, y sus estadísticas como jugador son elocuentes: 312 goles en 588 partidos (0,53 de promedio) y 207 asistencias en clubes. 68 goles en 136 partidos (0,50) y 69 asistencias en la selección nacional. 358 goles en 724 partidos oficiales (0,50) y 257 asistencias (0,35) en el total de su carrera. Consagrado como un símbolo de la argentinidad, resultó habitual verlo alentando a cualquier equipo o representativo nacional desde las tribunas, plateas o palcos, incluso a los gritos, como un hincha más, generando videos motivacionales, o comunicándose directamente con los protagonistas de cualquier deporte.
Jorge Valdano, ex compañero suyo en la selección argentina campeona del mundo de 1986, sostuvo que “en el momento que Maradona se retiró del fútbol activo, dejó traumatizada a la Argentina. Maradona fue más que un futbolista genial. Fue un factor extraordinario de compensación para un país que en pocos años vivió varias dictaduras militares y frustraciones sociales de todo tipo”.
Amado u odiado, Maradona fue un divisor permanente de aguas, trazando una línea roja entre los que estaban de su lado o del otro, para temas trascendentes o nimios. Estampita, póster, tatuaje o bandera, es acaso uno de los máximos representantes de la rebeldía en el mundo y uno de los personajes más reconocidos en cualquier rincón de la tierra. El fallecido poeta uruguayo Mario Benedetti regresa con su definición a la relación entre Maradona y los milagros al sostener que el gol a los ingleses en México 1986, “con la ayuda de la mano divina es, por ahora, la única prueba fiable de la existencia de Dios”.
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