“Tengo un recuerdo feliz de mi infancia, aunque si debo definir con una sola palabra a Villa Fiorito, digo lucha”.
Así, con esa simple frase, Diego Armando Maradona explicó de dónde salió en su única biografía oficial Yo Soy el Diego de la gente (editorial Planeta, 2000). Eso era Villa Fiorito, uno de los barrios más humildes del Gran Buenos Aires, ubicado dentro del Municipio de Lomas de Zamora y a tan solo media hora del centro de la Ciudad Autónoma de Buenos Aires. Eso era y eso es, aún hoy.
Claro que si uno camina las calles del barrio donde nació y creció, muchas cosas cambiaron desde los años de infancia de Pelusa. El nuevo asfalto cubrió las calles de tierra, las luces del alumbrado público tapan el brillo de las estrellas en la noche y la población que habita la zona prácticamente se triplicó. Sin embargo, otros aspectos no sufrieron variantes, aún se puede sentir la pobreza de la que habló Diego, los pibitos siguen jugando al fútbol en las calles y la casa de la calle Azamor al 523 se mantiene de pie.
Aquel hogar que el campeón del mundo describía con “techo de chapa y piso de tierra” está ahí, como si fuese una vivienda más entre tantas y no se tratase de la cuna del hijo pródigo, del templo sagrado que albergó al Dios pagano. Obviamente, los años y el desgaste se le notan, pero la fachada es la misma. ¿Qué ocurrió con la primera residencia de la familia Maradona? ¿A quién pertenece? ¿Cómo a nadie se le ocurrió sitiarla y establecer allí un museo? He aquí su historia.
“La casa hace años que no es de los Maradona. Cuando Diego la empezó a pegar con el fútbol y la rompía en las inferiores de Argentinos, a Doña Tota la empezó a ayudar una vecina del barrio con la limpieza y el mantenimiento. Y cuando al pibe le regalan la casa de Paternal, la madre le regaló esta casa a la vecina llamada María Gaitán. Ahí vive ahora su familia”, le explicó un vecino a Infobae.
En 1978, cuando las autoridades del Bicho oficialmente le entregan el domicilio de Lascano 2257, entre las calles Gavilán y Bernardo de León, el clan Maradona abandonó Fiorito (en el medio vivió brevemente en una en la calle Argerich). A partir de ahí, la casa de Azamor no tuvo más sangre maradoniana entre sus paredes. “La señora a la que Tota le regaló la casa se fue hace unos cuantos años. Se cansó del marido y se fue con el hijo más chico. Solo quedan Campán, que así le decimos en el barrio”, advierte un residente de la calle.
Si uno se asoma rápido por el alambrado semi caído que oficia de reja para delimitar la propiedad, se puede encontrar con restos de cartones, maderas, plásticos y basura.
Maradona hace tiempo no pisa nuevamente el territorio de su barrio. Los residentes recuerdan el acto que presenció con Cristina Kirchner en 2010 cuando se inauguró la Unidad de Pronta Atención (UPA) en el barrio o las esporádicas visitas a la casa del padre de Verónica Ojeda, cuando todavía eran pareja. No obstante, el último registro fílmico que se tiene de Diego dentro de aquel hogar es de hace doce años, cuando el cineasta serbio Emir Kusturica lo llevó hasta ahí con el propósito de entrevistarlo para su documental, estrenado en 2008 pero realizado entre 2005 y 2007.
Por otro lado, el potrero en el que la zurda del Diez desplegó sus primeras pinceladas y que fue testigo de cómo se empezó a pulir ese diamante en bruto no corrió mejor suerte. La canchita que se encontraba en las calles Plumerillo y Chivilcoy, a menos de 400 metros de al vivienda Maradona, no existe más. O por lo menos no la original.
“Hace varios años hubo una toma en el descampado donde estaba la cancha. Ahora ahí hay casas. Incluso esa manzana ahora tiene un pasaje en el medio. Pero pudimos rescatar los arcos originales y armar un nuevo predio para los chicos”, cuenta Walter Salguero, delegado municipal de Villa Fiorito.
Nadie recuerda el momento exacto en el que la canchita de tierra le dio paso a nuevas construcciones para las familias del barrio, pero la realidad marca que ese arco blanco, famoso por aparecer detrás de un pequeño Dieguito en el icónico video en el que se lo ve haciendo jueguitos con unas zapatillas de lona, fue llevado junto con su par dos cuadras más al norte hasta la calle Larrazabal. En un campo en el que predomina más la tierra que el pasto, se alzan los postes en los que Maradona gritó infinidad de goles.
También su pequeño club es otro, que pasó de llamarse Estrella Roja a simplemente Estrella. Y pese a que poco queda de los años dorados en los que el mesías de Fiorito desplegaba su magia en Tierra Santa, aquellos de más experiencias y con canas mantienen el recuerdo vivo. “Todo el barrio se juntaba a ver a este equipo. El gol que le metió a Inglaterra en el 86, Diego lo hizo como cien veces acá con el Estrella. Ya de chiquito se veía que era un distinto”, expresa Francisco Pérez -mejor conocido como el Gordo Pancho- mientras señala una foto que está colgada en la vitrina del quincho, la de aquel equipo camada 1960.
Hace unos meses, Matías Morla, abogado y apoderado de Maradona, visitó el predio en plena pandemia. Hasta ahí llegó con más de mil kilos de alimentos y distintos insumos que fueron donados a comedores de la zona tras una movida solidaria impulsada por el Diez. “Yo no me olvido de Fiorito”, fue el mensaje que emitió el ex DT de la Selección en un video que subió a su Instagram. Y el letrado puso en boca del astro que se iban a comprometer en darles una mano a los vecinos para cercar la cancha y mejorar el cuidado de la misma.
La última noticia fue que el Diputado Provincial Daniel Lipovetzky presentó un proyecto para expropiar la casa de la calle Azamor con el objetivo de bautizarla como “Casa de Fomento e Integración Diego Armando Maradona”, destinada a fomentar en las personas de temprana edad ideas de superación e incentivos para lograr el desarrollo y crecimiento que todos los jóvenes merecen.
Lamentablemente, por el momento, no está previsto tratarlo dentro de la Honorable Cámara de Diputados de la Provincia de Buenos Aires. Y en caso de que no se apresuren, quién sabe lo que ocurrirá con la primera residencia de Diego Maradona. Esa que debería ser tratada como la Meca del fútbol mundial y a la que miles de fanáticos podrían acudir para sentir el mismo viento que algún día sopló entre los rulos del mejor jugador de todos los tiempos.
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