Uruguay confirmó la vuelta de la competencia oficial para el 8 de agosto. Se disputarán 12 fechas del Apertura (de la cuarta en adelante), el Intermedio y ocho jornadas del Clausura hasta fines de 2020. En el país vecino juegan 27 argentinos que volvieron hace un mes a los entrenamientos. Entre ellos, se destaca Cesar Picante Pereyra, quién llegó hace un año y medio a Deportivo Maldonado, equipo con el que logró el ascenso a la máxima categoría en diciembre de 2019.
Mas allá de su presente en tierras charrúas, el santafecino, de 38 años, fue un protagonista muy importante en el descenso de River y el ascenso de Belgrano a la Primera División. Durante la Promoción, el delantero marcó el segundo gol en el triunfo por 2 a 0 en el Barrio Alberdi. En tanto, en la revancha fue titular en el empate 1 a 1, aquella tarde histórica del 26 de junio en el Monumental.
“Fue un festejo doble para mí como hincha de Boca y como futbolista que le había ganado el ascenso a un grande”, confesó el Picante en dialogó con Infobae. Además de ofrecer detalles de aquella gesta, el delantero remarcó por qué no pudo asentarse en el Independiente dirigido por Julio Cesar Falcioni, contó el día que conoció a Riquelme, reveló que Martin Palermo lo llamó para llevarlo a Arsenal y el día que Carlos Tevez intercambió con él su casaca…
-Se confirmó el regreso del fútbol en Uruguay para el 8 de agosto. ¿Te pusiste a pensar cómo será tu vuelta a las canchas sin hinchas y después de tanto tiempo sin jugar?
-Me costó volver a entrenar sin pelota, fue rarísimo. Era como arrancar una pretemporada. Es todo muy atípico. Nunca imaginé estar tanto tiempo parado, porque a lo sumo cuando te vas de vacaciones estás un mes haciendo algo, por lo menos jugando con tus amigos. O salís a correr o vas al gimnasio, pero esto es diferente. Estuvimos tres meses sin hacer nada con el plantel. Espero que suframos lo menos posible.
-Cuarentena tenés mucho tiempo para pensar. ¿Se te pasó por la cabeza dejar el fútbol?
-No, ni por asomo. Lo único que pensaba era que pasara cuanto antes todo esto. Al principio, disfrutaba de estar con mi familia, pero necesitaba volver a tocar la pelota. Vivo de esto y es mi rutina. Se extrañaba un montón. Pero pensar en dejar el fútbol, ni loco. Hoy solo pienso en Deportivo Maldonado. Pudimos lograr un ascenso que hace mucho no pasaba. Participamos de una copa Internacional que para mí es motivante. Eso me hace sentir bien e importante de vuelta. Es un mimo lindo que disfruto. Por ahora, solo pienso en jugar acá. Pero nunca le cierro a las puertas a nadie y no sé lo que me puede deparar el destino.
-¿Te llamaron alguna vez de Boca o River?
-No, personalmente nunca hablé con nadie. No tuve esa posibilidad y hubiese sido un lindo sueño jugar en un grande, más allá de Independiente y lo cerca que estuve de ir a San Lorenzo. Es una cuenta pendiente en mi carrera jugar en el Xeneize. Soy hincha de Boca. Es el club que admiro de chiquito y el sueño que tuve siempre. Del sueño a la realidad hay un trecho y no tuve esa posibilidad de poder cumplirlo.
-¿Cómo definirías tu paso por Independiente? Fue en el único equipo en el que no marcaste goles…
-No fue bueno. No conté con los partidos que hubiese querido disputar. Lo tomo como algo enriquecedor por lo que aprendí desde lo deportivo, por la experiencia que adquirí. Compartí plantel con figuras y le saqué ese lado positivo. No me tocó jugar y decidí no excusarme. Simplemente, llegué a un plantel que era difícil y quedó demostrado en los pocos partidos que disputé. Me tocó competir con el mejor: Sergio Kun Agüero. Fue terrible lo que hizo, descomunal. Ver que hacía lo que quería durante los partidos, como si estuviese jugando entre amigos en el campito. Después, competía con otros delanteros como Nicolás Frutos, Bustos Montoya y Caggiano, que me la hicieron un poco difícil. Pero aprendí de todos. Me pude dar el lujo de vestir la camiseta de un grande.
-¿Qué opinión tenés sobre que se juegue sin descensos en el fútbol argentino?
-Me parece mal. Lo peor de todo son las promociones en Argentina. El hecho de que no haya descenso termina de empeorar el fútbol argentino. Le saca la competencia a los equipos que saben que es muy difícil salir campeón, que a veces se arman como para permanecer en Primera. Por un lado, le quita el nerviosismo al hincha, pero al mismo tiempo los equipos se relajan y pierden lo lindo de la competencia. El jugador pierde el incentivo de hacer lo mejor porque se relaja sabiendo que no hay descensos. Esperemos que este torneo no sea aburrido, porque va a pasar eso. Los que pelean por el título son siempre los mismos, los denominados grandes.
-Hablaste de la Promoción y surge el tema de la de Belgrano versus River en el 2011. ¿Cuál fue el incentivo que tuvieron, que descienda River o ascender a la máxima categoría?
-Fue mandar al descenso a River. Igual, tampoco nos dieron la importancia que merecíamos por haber ascendido. Fue algo increíble lo que nos tocó vivir. Tuvimos el plus y el agregado de tener a River enfrente, que fue lo que le dio semejante magnitud. Quedamos en la historia del fútbol mundial. No sólo local. Éramos noticias en todos lados. Hay equipos que se acostumbran a jugar esta clase de finales. Estar ante una situación como esa fue insólito, porque es casi imposible que vuelva a suceder un hecho similar. Formamos parte de eso y fue algo inolvidable. Nos cambió la vida como jugadores. Fue un festejo doble para mí como hincha de boca y como futbolista que le había ganado el ascenso a un grande.
-¿Tomaron conciencia del impacto de lo que lograron?
-Si, nadie nos daba dos pesos. Íbamos de cabeza únicamente a cumplir. Prácticamente para nosotros era eso, pero estábamos muy convencidos de lo que teníamos que hacer. Jugamos contra la historia y frente a un grande de Argentina. Si te ponías a pensar en la previa, decías: “Es imposible que descienda River, no hay chances. Lo van a salvar de alguna manera, no va a pasar esto”. Y pasó, quedará marcado para siempre.
-¿Se pusieron a fantasear en la previa con que tal vez River podía tener alguna ayuda extra?
-Se jugaban muchas cosas por fuera. Sí, lo pensamos. En Sudamérica vivimos con la suspicacia, con el hecho de que ayudan a los grandes porque siempre tienen ventaja. Se manejan situaciones externas en las que se habla de favorecer a los grandes. Entonces, pensamos mal desde un principio. Deportivamente no le teníamos miedo a River. Habíamos hecho una gran campaña, pero estaba lo otro. Por eso, pecamos de mal pensados y era inevitable no pensar así. Por suerte, conseguimos el objetivo.
-¿Fue el gol más importante de tu carrera el que marcaste en la ida de la Promoción?
-Sí, el mejor de todos. Veníamos en un nivel bárbaro como equipo y en lo personal también. Hicimos un gran torneo y metí muchos goles. Me sentía bárbaro. A quién no lo podía motivar ese partido... Enfrentar a River en la Promoción fue el partido de nuestras vidas. Me tocó convertir y fue el gol más importante de mi carrera, no el más lindo. Me va a quedar grabado para siempre.
-¿Tuvieron miedo en el campo de juego del Monumental una vez que se definió el ascenso a Primera?
-No tuvimos miedo. Imaginate la adrenalina que teníamos y la alegría que había en el plantel. Si, voló de todo desde la platea cuando nos íbamos: maderas, butacas, sillas. Algunos compañeros recibieron golpes. Muchos tienen guardado todo lo que caía desde las tribunas. Nos metimos en el vestuario y tardamos tres horas en salir de nuevo al campo de juego del Monumental para festejar con nuestra gente.
-¿Qué hiciste con la camiseta de Belgrano que logró el ascenso?
-La tengo guardada. Tengo todo lo de ese partido: calzoncillos, medias, botines, zapatillas, ropa de concentración, canilleras. Todo lo que te puedas imaginar está guardado como una reliquia.
-¿Es peor perder una final de Libertadores o irse al descenso?
-Es peor que te quede esa marca de haberte ido al descenso como club grande antes que perder una final de Copa. No te da igual siendo Boca o River. El fútbol te da revancha. Una final de Libertadores entre los dos más grandes puede volver a ocurrir. Es más, si Boca la gana ya está, vuelve todo a la normalidad.
-Me acuerdo de que tras convertirle a River festejaste como una ranita. ¿Como nació ese festejo?
-Me da risa y pudor contarlo. Es una historia que tengo con mi señora. Cumplíamos un aniversario. Festejamos con un desayuno que traía una ranita. Estábamos comiendo y me dice: “Si hacés un gol, festejás como una ranita”. Esa tarde, enfrentamos a All Boys en Buenos Aires con Belgrano. Convertí, improvisé y me salió. Y quedó para siempre. Siempre agradezco que haya sido una rana y no un elefante, sino hubiese sido difícil jajaja.
-¿Maradona los llamó tras el ascenso a primera?
-Sí, estábamos en el vestuario del Monumental y llamó para hablar con Guillermo (Farré) por el gol, con Juan (Carlos Olave) y con (Martín) Campodónico para felicitarnos. Era un quilombo el vestuario y estábamos a los gritos. Yo no pude hablar con él, es el sueño que tengo por cumplir: poder conocerlo en persona, saludarlo, sacarme una foto o algo. Es algo que me gustaría mucho. Cuando fue a ver un partido de Belgrano o de Independiente no pude estar y me lo perdí. Maradona es el mejor de todos los tiempos, sin dudas. Lo que fue como jugador no tiene discusión.
-Cuándo los hinchas de River se metieron en el campo de juego de barrio Alberdi, ¿tuvieron miedo?
-Me sorprendió. Me tocó estar muy cerca de los hinchas que ingresaron porque estaba justo al lado de los jugadores de River. Me agarró impotencia por lo que estaba pasando. Es más, atiné a correr a un hincha que estaba cerca porque le había pegado a un colega. Obvio que fue sin medir las consecuencias, pero intenté pegarle al hincha…
-¿Les costó meterse nuevamente en el juego?
-Si, la situación enfrió el partido, pero los perjudicó más a ellos que a nosotros. Cambió lo que fue la esencia del juego. En ese momento, traté de hablar con los de River porque era difícil seguir jugando. Eran chicos muy jóvenes. Se les notaba mucho el nerviosismo. No ayudó mucho que entraran a la cancha y, en lugar de ayudarlos, les agregaron más presión de la que ya había.
-¿Como nació ese amor por Boca?
-De muy chiquito soy fanático, fanático. Me crié en Villa Ocampo (Santa Fe), un pueblo pequeño donde sos hincha de Boca o de River. Me incliné por suerte para el lado xeneize. Soy tan fanático que llegué a llorar por Boca. También me tocó salir a dar vueltas olímpicas por el pueblo tras ganar un campeonato. Sigo pasándola mal cuando el equipo no gana, me cambia el humor. Hoy sufro por Boca. En la final frente al Real Madrid en el 2000 (por Copa Intercontinental) me puse a llorar por los dos goles de Palermo. Recuerdo que estaba durmiendo en una concentración de Unión con un compañero, grité ambos goles y él se levantó para pegarme porque lo desperté. Además, me puse a gritar por los pasillos del hotel y desperté a todos. Eran las 7 AM, me querían matar...
-¿Hablaste con Palermo alguna vez sobre la final con el Real Madrid?
-Si, una vez me llamó cuando era técnico de Arsenal para llevarme al club. Quería saber si tenía interés en formar parte del proyecto. Cuando me llama le digo: “La verdad no puedo creer que seas vos. Me estás jodiendo. Es joda, ¿no?”. Me responde: “No, soy Palermo. ¿Vos sos César Pereyra?”. Pasaron unos minutos y cuando lo escuché hablar me di cuenta de que era él. Al final, no pude ir a jugar al conjunto de Sarandí.
-¿Tenés una camiseta de Palermo en Boca?
-No, me falta, es mi cuenta pendiente. Tengo las de Riquelme, Tevez y Gago. Siempre que los enfrenté pedí cambiar la camiseta. Busqué contactarlos para pedirles ese favor y accedieron. También tengo la de Guillermo Barros Schelotto, que es mi ídolo. Me tocó enfrentarlo como jugador y DT. Tuvo un lindo gesto conmigo. Yo estaba lesionado y jugaba en Belgrano. Por intermedio de un amigo, que fue a verlo a un entrenamiento de Lanús cuando estaba como entrenador, le mandó una foto y me regaló una camiseta firmada por él y su hermano sabiendo que era mi cumpleaños. Fue el máximo regalo que me hicieron en mi vida. Un tiempo después, en un amistoso en México, cuando yo jugaba para Atlas y él para Boca, intercambiamos shorts. Así que de Guillermo tengo todo.
-¿Y guardás alguna camiseta de River?
-No, no tengo de River, Talleres y Colón. Jamás podría tener guardada una camiseta del Millonario. El amor hacia Boca es más fuerte que yo. Una vez cambié camiseta con Eder Álvarez Balanta (ex River) porque nos habíamos peleado. Ni bien me la dio, llegué al vestuario y cuando me estaba retirando se la di a mi hermano que es enfermo de River, como yo de Boca.
-¿Qué sentiste con la derrota Boca ante River en Madrid en el 2018?
-Me dolió mucho. Me quedó esa espina atragantada. Son cosas que molestan. No es fácil sacarse esa espina, pero todo sigue. En el fútbol siempre hay revancha.
-¿Fuiste a la Bombonera como hincha?
-Sí, al palco en un Boca-Belgrano, porque no pude jugar por estar lesionado. También cuando jugaba para la Reserva de Unión que enfrentamos a Boca. Luego me quedé viendo el partido de la Primera en la tribuna. Es imponente La Bombonera, verdaderamente late. Lo comprobé dentro y fuera del campo de juego. Es un embudo donde la gente canta todo el partido. Se siente la presión y es algo maravilloso.
-¿Te gustaría retirarte en Boca?
-Sí, me encantaría. Es algo muy difícil, pero con ir otra vez al estadio me conformó. Con que me invite Riquelme a ver un partido me alcanza. Me muero si me llama Román, no creo que tenga mi número de teléfono, ja. El día que me dio su camiseta yo estaba lesionado. Él jugaba para Boca. Se acercó, me saludó y me preguntó qué me había pasado. Me pidió que me recuperará rápido, que tenía que volver a jugar. Abrazarlo y saludarlo fue muy lindo. Fue impactante estar con él.
-¿Cómo fue el día que conociste a Carlos Tevez?
-Fue una locura. Jugaba en Belgrano y a través de un periodista que cubre Boca pude hacer contacto con él. Le pedí si podíamos cambiar la camiseta cuando terminara el partido. Carlos aceptó. A los 10 minutos lo expulsa Germán Delfino y se va recaliente al vestuario. Es ese momento, adentro de la cancha dije: “Chau, no me da ni loco la camiseta”. En el medio del partido me puse a pensar si me iba a regalar o no su casaca. Perdimos 3 a 0 y cuando llego al vestuario, el utilero me alcanza una bolsa toda mojada, con una camiseta sudada. La abro y era la del Apache. En ese momento me volvió el alma al cuerpo.